14: Durmiendo con un asesino
Nunca sabemos quiénes son realmente las personas que están a nuestro alrededor, incluso nuestras amistades más cercanas, siempre hay secretos que deberían mantenerse en las sobras.
Kalena había intentado divertirse aquella noche, después de que Elise la dejara sola y ella bebiera cerveza hasta la llegada de Aiden y Wesley a la residencia de Harper, quien había desaparecido de nuevo de modo misterioso.
Sin embargo, lo que imagino que sería una fiesta al estilo de Sebastian Bissett realmente era cualquier reunión del montón.
Decepcionada, la chica de piel bronceada y cabellera alaciada se encamino de vuelta a su apartamento, llenando su cabeza sobre los pendientes de la universidad o en cualquier otra cosa que le hiciese olvidar ese minúsculo trago amargo que no podía dejar pasar.
Una vez que atravesó la estancia principal, se dirigió a la cocina por un vaso de agua para refrescarse la garganta, tomó asiento en un sofá individual en medio del silencio admirando la ciudad a la distancia preguntándose porque los hombres preferían pasar tiempo con Elise.
Quizá porque Kalena no era tan social, o porque no era tan amigable la mayoría del tiempo con gran parte de las personas con las que solía cruzarse a diario.
Exceptuando a Aiden.
Ese chico tímido, mal educado y misterioso que no hacía nada más que luchar por encajar en un sitio donde él ya tenía una entrada asegurada.
La idea le causo frustración inmediata. No por ellos, sino por ella.
¿Qué es lo que tanto le hacía falta para que alguien pudiera fijar su mirada en Kalena?
No pasó mucho tiempo cuando un tintineo llamó su atención. Era de un teléfono, pero no era el suyo.
El tintineo volvió a sonar, una, y otra vez.
La chica siguió el sonido hasta la puerta en la habitación de Aiden, dejándose guiar a media luz, tentada de saber quién podría llamarle. Después de todo, el chico era uno de sus más grandes ídolos, y no precisamente por sus diseños. Kalena, era una lectora fiel a la columna de la elite parisina creada por el periodista Franco Lefebvre.
Quien detallaba la vida ostentosa y excesiva de Gia Lombardo, Genevieve Gallagher y el mismo Aiden LeClair como tres jóvenes adultos con una vida operacional, divertida, casi perfecta.
Algo que Kalena cuestionaba desde que podía seguirle la pista a uno de sus ídolos las veinticuatro horas del día.
El teléfono de Aiden descansaba sobre su mesa de noche, mientras dejaba cargando la batería, y los innumerables mensajes en su bandeja de entrada.
Gia:
"La policía sigue buscando el cuerpo"
Genevieve:
"Espero que no encuentren a Virginia".
Alfred:
"¿Por qué no contestas?"
Franco:
"Te matare".
Es muy cierto que los diarios personales dejaron de ser útiles cuando el teléfono comenzó a reconocer las huellas digitales.
Nadie en su sano juicio guardaría en un candado lo que puede ocultar con su contraseña única y personal.
Kalena frunció el ceño al leer los mensajes, como una persona que ha descubierto algo turbio por error, si su razonamiento no fallaba, podía deducir que Aiden estaba involucrado en el crimen de un asesinato.
— ¿Qué haces? — irrumpió una voz masculina al otro lado de la habitación. Una voz que la petrificada chica reconoció al instante.
Aiden se mantuvo sobre el marco de la puerta con un semblante confundido.
—No te acerques. — Kalena titubeo mientras guardaba su distancia. Cinco pasos.
— ¿Qué te sucede? Todos están preguntando por ti en la fiesta, supuse que tú y Harper podrían estar juntos...
Aiden fue incapaz de terminar lo que quería decir, sin embargo, solo pudo reparar en su teléfono, descansando en el firme puño de su compañera de piso.
—No me gustan las chicas. — Kalena respondió tajante. — y tampoco me agrada la idea de dormir con un asesino en el departamento.
—Puedo explicarlo. — Aiden avanzo sigilosamente hacia la perturbada chica que no paraba de mirarlo como si fuese a atacarla en cualquier instante.
—Porfavor ¿Cómo puedes explicar que te has desecho de un cuerpo? — Kalena bufo como si aquel cuestionamiento se respondiera por sí solo.
Nadie sería capaz de asesinar sin deshacerse de las evidencias.
—No fue un asesinato, fue una sobredosis. — Aiden insistió como si aquella fuera la única justificación que tenía para justificar sus acciones.
— ¿Ahora eres diller? — Kalena volvió a burlarse de su propio comentario. —eso tiene sentido, tienes un cuerpo que evoca a la muerte.
—Virginia era cocainómana, yo prefiero restringir los alimentos, eso de drogarse es denigrante y completamente repulsivo. — Aiden esbozo una mueca de asco evidente.
—Los desórdenes alimenticios también son tratados como adicciones, idiota. — Kalena tenso la mandíbula.
—Yo no tengo desórdenes alimenticios. — justifico Aiden. — tengo hambre, un vacío que busca llenarse de éxito. — el joven fue acercándose a su compañera de piso.
— ¡No te acerques! — Kalena pudo sentir que la adrenalina le recorría el cuerpo. Si tan solo no hubiese husmeado entre las cosas de Aiden posiblemente estaria tranquila, ignorando cualquier cosa que el chico estuviese ocultando.
Seguiría admirándolo.
—Es importante que guardes silencio Kalena porque las consecuencias que puede traer una difamación pueden ser más destructivas de lo que imaginas.
Aiden se mantuvo en su sitio, temeroso de que la chica hiciera un acto estúpido. No quería dañarla en lo absoluto, nunca le había puesto las manos encima a una persona con la intención de agredirla, pero si era necesario tendría que silenciarla.
—Por favor ¿Para ti o para quien más?
Kalena bufó, era una acción que amortiguaba un poco el shock y el miedo de saberse involucrada con alguien que evidentemente había cometido un crimen.
Aiden aparto la mirada por un instante. Se detuvo a pensar en sus amigas, en Franco, en Wesley, incluso en el cuerpo de Virginia Pierce cayendo y sumiéndose en la penumbra del Sena.
No quería que ninguna de las personas que le importaban realmente tuviera que pasar el resto de sus días en prisión, o sentenciado a la silla eléctrica.
Hasta ese momento, el peor de los escenarios torturaba sus pensamientos, y ahora, se negaría a volver el conflicto aún más grande.
—Para mí, es obvio. — Aiden respondió girando los ojos con un aire de cinismo. Después, tomo algo de valor y se acercó a paso decidido hasta quedar frente a frente con Kalena. — Y si te atreves a abrir la boca hare de tu vida un verdadero infierno ¿Me entendiste?
Bastaron solo unos instantes para que Kalena sintiera la mirada de Aiden tan amenazantes que lograron helarle la sangre. Tenía que salir y advertirles a todos que su compañero de piso era un asesino.
El único impulso de Kalena fue empujar a Aiden contra el armario, provocando que el chico se lastimara la espalda tras el impacto. Con eso ganaría tiempo.
Aiden se quejó observando a Kalena correr hacia afuera. No iba a permitir que abriera la boca sin más argumentos que unos insignificantes mensajes de texto. Suficiente motivación que le dio fuerza para levantarse en un instante tomar a la chica del cabello y tirarla contra el suelo.
Kalena estaba cerca a la puerta. Solo un par de zancadas la llevarían a salvarse a sí misma, pero termino en el suelo dejando que el teléfono saliera volando en algún punto del apartamento.
— ¡Suéltame!
Kalena chillo de rodillas sobre el suelo.
— ¡No vuelvas a tomar mis cosas! — Aiden sentencio violento cerca de su oído antes de soltarla bruscamente y esperar unos segundos para recobrar el autocontrol.
La chica se puso de pie con cuidado acomodándose el cabello volviendo a divisar el teléfono asomándose bajo el sofá. Mirando de reojo a Aiden que parecía arrepentido y a la vez ansioso y perturbado.
El joven parisino era un demente.
—Lo siento yo...
Aiden no había terminado de hablar cuando Kalena se arrojó para tomar el teléfono y abrir la puerta del apartamento para correr al ascensor.
El chico intentó seguirle el paso, sintiendo que no lograría detenerla al ver que las puertas de metal se abrían y ella seleccionaba el último piso...
Sin embargo, lo logro.
Ambos se miraron jadeantes por un par de segundos y comenzaron a forcejear por el teléfono mientras llegaban a su destino en instantes que se volvieron eternos.
Hasta que las puertas volvieron a abrirse y Kalena salio corriendo desconcertando a las personas de recepción y al portero.
Aiden iba detrás suyo hasta que llegaron a la acera y un mareo intenso nublo su visión seguido de un fuerte dolor en el pecho que le obligo a contenerse. <<Taquicardia>>.
Y lo único que fue capaz de escuchar fue el ruido de los autos aturdir en sus oídos.
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