13: El mismo error
Desde las novelas románticas, hasta las películas empalagosas con ideas básicas acerca de amor nos venden una idea errónea de las cosas.
Nada es tan rosa como para vivir algo tan cercano como eso y Harper aun convencido de ello abandono el auto justo frente al edificio de ensueño en el que residía la familia Bissett, anunciándose en recepción antes de esperar la respuesta del portero para darle acceso al pent-house.
Y una vez que ascendió hasta el punto más alto, diviso la imagen de Sebastian despidiendo a una chica con un delicado beso sobre sus labios.
Una acción que no supó como manejar.
Así que solo esperó en la puerta principal, hasta que los otros dos se dieron cuenta de su presencia.
—Lo siento, no fue mi intensión. — digo Harper en el momento.
—No te preocupes, ya iba de salida. — respondió la chica con una sonrisa poco forzada antes de caminar en dirección a él para darle la mano. — Katrina Pierce, un placer.
—Pienso lo mismo. — Harper correspondió estrechando su mano antes de despedirse y quedar a solas y en completo silencio frente a Sebastian, con su cabello perfecto, con aquel conjunto exótico y a la vez tan sofisticado como solo él sabía lucir.
— ¿Cómo has estado? — su ex rompió el silencio.
—Siempre eh estado bien. — Harper camino para encontrarse de cara con él un poco dudoso, como si fuera un completo extraño en el sitio donde alguna vez llego a estar a solas con Sebastian.
—Me alegro por ti. — Sebastian esbozo una media sonrisa. — después del brunch de Charlotte, mi madre decidió volar con papá a Escocia a pasar unas vacaciones.
Harper intento no incomodarse por su comentario. Le había llamado solo por sentirse solo, nada más.
—Y porque al parecer hoy no me necesitan en el hospital. — añadió al final. — y ahora que estas de vuelta, supuse que era un buen momento para dejar el pasado de lado, intentar ser amigos...
Sebastian estaba nervioso, Harper podía notarlo, lo conocía tan bien como se conocía así mismo.
—Bien. — Harper se encogió de hombros intentando sonreír. — ¿A dónde quieres ir entonces?
Hubo unos instantes de silencio...
—Estuve pensándolo mientras mi novia se marchaba, podemos descorchar la botella de vino, y podemos ver cualquier comedia romántica en Netflix. — Sebastian arqueo una ceja no muy convencido acerca de su plan.
—Seria fantástico. — Harper asintió.
Cuando Sebastian se dirigió a ella como "su novia". Después de eso ordeno las ideas en su cabeza y asintió. — Te ayudo...
El joven con el suéter de pines camino a la cocina y busco en el congelador. Había algunas fresas cubiertas con chocolate a medio comer en un tupper que no dudo en sacar.
Sebastian le siguió mientras buscaba algo de beber, y no fue hasta que descorchó el vino para servirlo en delicadas copas de cristal. —Vino blanco espumoso...
Sonrió como si hubiese recordado algo con nostalgia. —siempre ha sido mi favorito.
— ¿Cómo olvidarlo? — Harper intentó reprimir una sonrisa. No poseía ningún recuerdo amargo en aquel pent-house, pero sí de la persona que estaba frente a él.
No sabía cómo sentirse al respecto.
Fue entonces que un profundo silencio se apodero de la estancia. No era una pausa incomoda, sino, la clase de pausa que se presenta cuando no sabes las palabras adecuadas para hablar con una persona que no has visto en mucho tiempo.
—Vamos a mi habitación. — le invito Sebastian ladeando ligeramente la cabeza para indicar que subieran las escaleras al segundo piso.
Harper asintió y lo siguió como un completo desconocido, mientras sus recuerdos volvían frescos a su cabeza tan frescos como la brisa de aquella noche.
Las fiestas de Davina, las noches familiares, los momentos a solas con Sebastian, el sexo, y las promesas de amor que se repetían el uno al otro.
Todo era perfecto, y hubiera continuado así de no haber cambiado su vida entera por un tratamiento hormonal.
De pronto, Harper sintió culpa ¿Por qué de pronto se sintió egoísta por hacer la transición que tanto anhelaba?
Su sentir se mantuvo aun después de admirar la habitación de Sebastian desde el marco de la puerta. Con la estantería lleno de libros sobre medicina, una hermosa vista, y una cama amplia que tenía vista a un televisor casi tan grande como la pared donde colgaba.
— ¿Qué pasa? — Sebastian le miró con el ceño ligeramente fruncido, dando un sorbo a su copa.
—Nada, es solo que no he estado en tu habitación hace mucho tiempo, y sigue igual como la recuerdo. — Harper hizo lo mismo con el objetivo de refrescar su garganta y sentir que lo que estaban haciendo a pesar de no ser nada malo, no fuera lo suficientemente incómodo.
—La verdad no tengo mucho tiempo para reinventarme, mi vida en la escuela de medicina y en el hospital me consumen casi por completo. — Sebastian admitió tomando asiento sobre su cama, y dejando su copa sobre la mesita de noche que reposaba de su lado.
—Solías decirme que las personas siempre podían tener tiempo para todo si saben balancearse. — Harper se aproximó a él y dejo la copa en la mesita del lado contrario.
—Lo sé, te lo dije muchas veces cuando estando juntos. — Sebastian le dedico una sonrisa algo resignada antes de encender el televisor.
Fue como volver a los momentos que ambos tanto deseaban enterrar.
— ¿Por qué haces esto? — Harper recriminó aun manteniendo la calma. No quería discutir, pero necesitaba una explicación a todo lo que estaba ocurriendo.
El vino, las fresas, su ex a un costado...
Nada bueno podría ser capaz de salir de todo eso.
—Porque no quiero perderte. — Sebastian confeso sin pensar. —he sido un idiota por no entender lo que tanto querías, y si tu vida ahora te hace mucho más feliz de lo que era antes, quiere decir que todos los cambios han valido la pena.
Sebastian sentía que estaba haciendo un gran esfuerzo por aceptar que Milly ya no volvería jamás, pero que a pesar de todo, ella viviría muy dentro de Harper Lewis.
Que el castaño rojizo de su cabello, y el azul de sus ojos permanecerían al igual que su sonrisa.
—Nunca me has perdido. — Harper susurró y se abalanzo sobre Sebastian para abrazarlo, sintiendo su aroma, el característico a ginebra y rosas.
Dicen que la amistad no puede nacer de las heridas que ha dejado el amor sobre un corazón quebrantado.
Sebastian Bissett estaba sanando, o eso era lo que creía, pero muy adentro sabía que estar con Harper era un arma de doble filo. No por la presión social, sino por el de sus impulsos.
— Necesito que lo repitas. — Sebastian se mantuvo sereno antes de apartarse lo suficiente para verle al contrario a los ojos.
—Nunca vas a perderme Bastian. — Harper afirmo seguro en sus palabras antes de sentir el contacto de sus labios contra los de su ex novio.
Besos que comenzaron cortantes y suaves, insistentes...
Nada había sido culpa del alcohol.
Los labios de Sebastian provocan que aquel beso se intensificara, hasta deslizarse de sus mejillas, con un par de roce, y terminar sobre su cuello.
—Suficiente. — jadeo Harper tomando un respiro.
—Milly. — insistió Sebastian susurrante, y de pronto Harper solo sintió que todo volvía a irse por la borda. Su único impulso fue empujar a Sebastian para ponerse de pie.
— ¿Qué demonios? — Harper lo miró tendido sobre la cama.
—Lo siento, me deje llevar. — Sebastian intento excusarse. — te extraño...
Harper bufó. — Me has llamado Milly, debí suponer que venir aquí sería un completo error.
—Lo lamento ¿Si? No te vayas...
Sebastian se irguió para detenerlo si es que tenía que hacer lo que fuera con tal de no dejarle marchar.
— ¡Es que no lo entiendes! — chillo Harper. — ¡Milly ya no está! ¡Soy Harper!
Sus palabras contenían toda la desesperación contenida que llevaba adentro. Sin dudas, había explotado aquella noche.
— ¡He dicho que lo siento! — Sebastian se acercó sin pensarlo, y no dudo en rodear a Harper contra sus brazos.
Entre sollozos, el calor de sus brazos se sentía reconfortante de cualquier forma. Aunque Harper odiara admitirlo, él era una de las pocas personas con las que había experimentado el cariño que se había permitido recibir a lo largo de su vida.
Por otro lado, Sebastian sabía que aquella equivocación podía terminar por destruir lo poco que aun podía guardar de la persona que más había amado en todo el mundo.
Y no quería arruinar la posibilidad de rescatar un vínculo que el mismo había ayudado a destruir con el tiempo.
— no caigamos en el mismo error, no volvamos a odiarnos. — susurró Sebastian. — solo, voy por un abrigo, te llevare a casa.
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