8.- Jugando con Monstruos
Justo en medio de la calzada, tanto Viktor como el enorme caballero se miraban. Desafiantes, uno con una maza y el otro con una espada.
—Adelante niñato, solo te voy a romper todos los huesos del cuerpo. —Dijo el caballero para provocar a Viktor.
—Decidme vuestro nombre. —Respondió Viktor clavando sus piés fuertemente en el polvo de la calle.
—¡Yo soy el Gran Rul! Seguro que te suena, ¡soy el segundo al mando del ejercito que sitia esta ciudad! —Respondió.
—Creo que uno de tus hombres me preguntó ayer si me quería unir a vuestro bando. —Comentó Viktor recordando la batalla contra dos jinetes en las tiendas de campaña del otro día.
—Debes de ser muy fuerte si uno de mis hombres quería que te unieses a nosotros. —Comenta el gigante caballero llamado Rul.
—Tambiéne dijo el nombre de otro...- Dijo Viktor. —¿Gul?
—Gul es el de la lanza, nuestro comandante y el más fuerte de nosotros. Tiene un poder demoníaco y una fuerza endiablada. —Comentó orgulloso el caballero mientras sonríe confiando en su inminente victoria
—¿Comenzamos pequeño? —Preguntó el caballero Ramal. Portaba una enorme maza, tan grande que difícilmente podría ser alzada por un hombre normal.
—Adelante. —Resopló Viktor dando un paso hacia delante abandonando su postura defensiva, alzó la espada por encima de sus hombros y la echó hacia atrás para golpear con ella en su postura favorita. La forma de combate de espada larga llamada Garza no era precisamente su preferida, pero para combatir a enemigos con maza era mucho más eficaz que la forma Serpiente o la forma Toro.
El tajo se detuvo bruscamemte al entrar en contacto con el mástil de la maza, el cual no estaba recubierta por las tiras de cuero que tapaban las empuñaduras de la mayoría de las armas. El chasquido de acero hizo a Vik apretar los dientes. Golpes así mellaban las hojas de acero de las espadas, y odiaba tener que deshechas una por haberla torcido en el.
—No está mal para ser un niñato engreido. —Relinchó Ramal, el enorme ponientí. —¡Sabiendo que sí eres fuerte disfrutaré mucho más matandote! —Gritó de nuevo levantando su pesada maza por encima de su cabeza y lanzando un potente golpe hacia Viktor, el cual abrumado por su potencia solo logró protegerse con la espada.
El golpe arremetió tan fuerte contra él que lo desplazó uno o dos metros hacia atrás.
—¿Que demonios? —Dijo mientras sus brazos se resentían.
—¿Te ha gustado? Imaginate cuando golpee tu cabeza... —Dijo el caballero tras su yelmo negro.
Viktor en ese momento supo que tenía una oportunidad de matarle, solo llevaba una maza de una mano con él así que no se podría protreger si atacaba con su espada hacia el lado opuesto en el que tenía la maza.
No dudó ni un segundo en extender su arma una vez más, esta vez cortando el aire desde su derecha hasta el cuerpo de su enemigo. Habría vencido, de no ser porque el golpe se detuvo de nuevo. La maza había detenido el golpe de nuevo. Esta vez se detuvo por la cabeza de la maza, la cual tenía algunas espinas metálicas.
Viktor aprovechó y trató de zancadillear la pesada armadura, aunque no tuvo ningún efecto en el poderoso gemelo del Pinientí.
Tras un par más de intercambios de golpes, esta vez fue el caballero el que se valió de un despiste de Vik para lanzar él una patada. Su objetivo, sin embargo, no fue la pierna de Vik, para hacerlo trastabillar, sino que la patada alcanzó el estomago de Viktor, echándolo por los suelos. El cálido abrazo de los charcos de hollín aguado lo envolvió. Viktor cayó al suelo y soltó la espada. El viento, poderoso y ardiente había cesado momentos antes, aunque por suerte, los rayos y truenos de colores no, y pudo ver con claridad al temible enemigo frente a él.
El gigante de pronto reculó, se agarró con las manos el rostro del yelmo, soltando la maza. Gritó unos instantes frente a Viktor, que se levantó asustado por la extraña visión. Se sostuvo el estómago, aquella patada no era nada que pudiera tomarse a la ligera. Justo como el Ascua, uno de aquellos golpes hubiera pulverizado las costillas de cualquiera, pero Vik se sentía fuerte todavía, lleno con el Ansía del combate que, si bien no mataba el dolor, lo hacía luchar con ganas.
"¡Todavía no!" Gritó el gigante. Acto seguido comenzó a murmurar unas palabras inteligibles en una lengua extraña, calmándose justo después.
El hombre de pronto pateó a Vik en el rostro, esta vez no había tenido la fuerza desmedida de antes. ¿Era o no otro Ascua?
Del golpe en la cara este quedó tendido en el suelo con la nariz sangrando.
—Venga, no es divertido si no te defiendes... —Resolló el Ponientí, parecía faltarle el aliento, aunque seguía rugiente.
—Tendré que matarte aquí y ahora. Seguro que los hijos de Valnadin ya han acabado con tus amiguitos... —Dijo Ramal mientras buscaba su maza en el suelo, esta vez destrozaría por completo al malherido Viktor.
De pronto se escuchó el sonido de dos flechas recorriendo el aire.
Las dos impactan el el caballero hiriendolo en el hombro izquierdo y en el costado derecho. Las blancas saetas se quebraron tras perforar levemente el plato de la armadura negra
Viktor, con pocas fuerzas ya, observó que los tiradores eran Addy y Violette, los cuales le habían seguido a la batalla y le habían salvado disparando con dos ballestas que habían recogido al ir al ayuntamiento.
—Me encargaré de tí luego... Vosotros morireis antes. —Alardeó el caballero encaminánndose contra el muchacho y la chica.
...
Mientras luchaban fuera, en el interior de castillo los dos caballeros se metieron dentro y lucharon de forma violenta y sanguinaria contra los soldados y contra Diego y Gabi.
Estos últimos fueron los únicos que pese a enfrentarse a ellos no habían recibido grandes heridas, aunque sí algunos cortes por la lanza del conocido como Gul.
Los dos caballeros habían matado a casi todos los soldados del interior, solo se mantenían en pie Gabi, Diego y otro soldado.
—No puede ser... —Pensó en voz alta el soldado mientras el caballero de la flamígera sacaba de forma violenta su espada de la garganta de uno de los soldados dejando tras de si una carnicería y un charco de sangre que se confundía con tantos otros en el pequeño salón del castillo.
—¡Te mataré! —Le gritó Gabi en ese momento y abalanzándose contra el caballero. Este lo rechazó con un golpe de su gran escudo, el cual era redondo y metálico. Tenía grabados en relieve y era grueso pesado.
Gabi fue golpeado por éste y salió despedido hacia donde se encontraban algunos cuerpos. Bañado en sangre miró con furia al caballero y este le retornó la mirada desde detrás de su casco.
—¿Que te pasa rubiales?¿No te gusta la sangre? ¡Pues no haber sido soldado! —Le chilló el caballero mientras se quitaba el casco y dejaba caer su pelo castaño y ondulado. Al quitarse el casco también deja a la vista una cicatriz que va desde su mentón hacia su ojo izquierdo.
—¡Ven, venid los dos a por mí! —Les desfió el caballero sin siquiera hacer caso al soldado que estava con Gabi y Diego.
—¡También estoy aquí! —Dijo el soldado abalamzandose contra él.
El soldado, era joven y delgado, llevaba un casco de metal y un peto metálico. Este gritó con fuerza pero el alarido fue rápidamente sofocado por el filo de la lnza del hombre conocido como Gul. La punta de su lanza se clavó con violencia en el cuello del soldado. Sangre, sangre y más sangre se desparramó por el suelo desde su cuello y al extraer la punta, el soldado cayó al suelo expulsando más sangre desde la nariz, boca y los orificios del cuello.
—¡Maldito! —Gritó Gabi ponindose en pie y agarrando su espada con fuerza.
Diego en ese momento se quedó inmóvil, sus piernas se pusieron a temblar de miedo y solo podía pensar en salir de esta con vida.
—¡Reacciona Diego! —Le dijo Gabi sacudiendolo levemente. Gabi entregó a Diego un escudo que había cojido de entre los cuerpos, el escudo a parte de ensangrentado también lleva marcas de cortes, pero era de metal, mucho mejor que el trozo de madera que llevaba y que apenas se podía considerar un escudo.
—Adelante, atacad... —Les instó el tipo de la flamígera con aires de superioridad mientras el de la lanza retrocedía.
En un momento el caballero se había lanzado contra Gabi y este solo se pudo cubrir parcialmente con el escudo. La filosa espada serpenteante del caballero de la cicatriz rozó el hombro de Gabi e hizo salir unas gotas de sangre.
—¡Serás...! —Dijo Gabi concentrándose en no perder la compostura para que la espada no atravesara su defensa. La espada queda vez parecía hacer más fuerza en su contra y el escudo parecía estar cediendo.
Gabi se tuvo que arrodillar en el enorme charco de sangre, ya todo sucio y con los ojos rabiosos.
Gabi se vio obligado a soltar la espada y coger el escudo con ambos brazos para hacer frente a la extraordinária fuerza de ese caballero.
Diego solo podía observar como ese caballero matava lentamente a su amigo. De pronto el caballero dejó de empujar la espada contra el escudo de Gabi, el cual no se movió del sitio ya que estaba confundido.
"¿Qué trata de hacer?" se preguntó mientras no lograba ver a su rival por culpa del escudo que le protegía. De pronto las verdaderas intenciones del caballero de la cicatriz se revelan al atravesar tanto el escudo como el brazo de Gabi con la punta de su espada la cual se hundía cada vez más en estos.
El brazo izquierdo de Gabi, con el que estaba sosteniendo el escudo estaba atado a éste con una tira de cuero con una hebilla y ahora había sido atravesado en el antebrazo por la punta de la espada. Esta no le había seccionado la mano entera, pero sí había roto su radio entero.
Gabi gritó por el intenso dolor mientras la espada se intoducía más y más en su brazo hasta el punto de atravesarlo por algunos centímetros.
Entonces el hombre alto y con lanza se paró justo ante él. Apuntó su lanza hacia Gabi y el tipo de la flamígera, tras esto y sin dejar de apuntarles, el hombre giró la cabeza hacia Diego.
—¿Qué vas a hacer? —Le preguntó a Diego.
—¿No le intentarás salvar? —Preguntó de nuevo. —Venga, mata al idiota que le hace daño a tu amígo, es lo que quieres ¿verdad? —Le insistió el caballero.
"He de matarle para salvar a Gabi" Pensó Diego para si mismo mientras observaba una de las pequeñas ballestas de Gabi en el suelo.
—Hazlo, matale. —Se impacientó el caballero mientras Diego todavía estaba confuso.
Diego levantaba la ballesta ya cargada hacia su enemígo, el cual había introducido una gran parte de la espada en el escudo. La punta de esta estaba a pocas pulgadas de alcanzar el cuello de Gabi.
La ballesta en ese momento se disparó y la flecha recorrió casi de forma instantanea el tramo de aire hasta impactar en el costado del caballero de la flamígera el cual ni se inmutó, siguió presionando con la espada.
Diego recargó y volvió a disparar rapidamente, esta vez contra la rodilla del caballero. La rodilla de este se salió del sitio y la flecha la atravesó, pero el objetivo siguió impasible. La punta de la espada ya tocava el cuello de Gabi el cual estaba apoyado en la pared como buenamente podía y al cual las fuerzas ya le fallaban.
—¡Diego, vamos, no te andes con tonterías! —Le gritó Gabi.
—¿Cómo?¡Las flechas no le hacen nada! —Exclamó Diego recargando la ballesta de nuevo y esta vez apuntando al cuello.
Esta flecha alcanzó de lleno el cuello del caballero el cual solo jadeaba, solo hacía ruidos de bestia al oler la sangre. La flecha había atravesado el cuello y los dos extremos de esta estan visibles a ambos lados de su cuello.
Con cada segundo la espada seguía avanzando y de la herida salía sangre en chorros finos y carmesíes que caían al rostro y al pelo de Gabi.
La punta del arma ya tocaba la garagnta de Gabi el cual contenía la respiración para no morir con el cuello rajado.
Diego no lo pudo soportar y se lanzó contra el caballero, derribandolo y salvando a Gabi de una muerte segura.
Diego solo podía golpear la cara del caballero la cual estava ensangrentada. Lograba ver la flecha en el cuello de este y los también sus ojos inyectados en sangre, los cuales recordavan de sobremanera a los de una bestia sedienta de sangre. Ese al que golpeaba había dejado de ser humano, solo jadeaba y ladraba como monstruo, solo olía sangre.
Pero el bestial caballero con la pierna empujó a Diego lanzándolo hacia atrás y volviendo a agarrar su arma. Gabi lo vio incapaz de hacer nada, solamente pudo quitar la hebilla del escudo y agarrar su brazo destrozado.
El hombre-bestia arrastraba la hoja de su arma por el suelo a medida que se acercaba a Diego, que estaba en el suelo desorientado y dolorido.
—¡Diego, levántate! —Gritó Gabi, pero Diego no respondía, estaba muy mareado. Su enemígo avanzaba los escasos metros sin descanso pero con algunas dificultades debido a que casi no podía respirara.
Pero frente a la vista asustada de Diego, los ojos que previamente estaban inyectados en rojo, ahora se habían vuelto de un lechoso color crema. Parecía dos huevos mojados encajados en la calavera que parecía que se fueran a salir en cualquier momento.
Diego tras unos segundos de incredulidad y centrarse intentó levantarse ante la visión extraña e inquietante del hombre moribundo aunque en pie y listo para arremeter de nuevo contra él. Pero entonces algo detuvo al caballero hace que éste caiga arrodillado tras haber alzado su arma. Era Gabi, que había clavado un cuchillo grande y afilado en la pierna de este, dejando salir más de la sangre de éste.
Sin embargo esto ni por asomo detuvo a la bestia semi-humana que velozmente se volteó y arremetió contra él desde el suelo con su filosa y ensangrentada arma. A punto estuvo de cortarle el vientre entero a Gabi, pero éste logró hacharse para atrás de un salto, cayendo encima de la madera húmeda del suelo. Pero no cayó solo, el caballero enloquecido de lanzó encima de él, mordiéndole el hombro con sus dientes, que habían pasado de ser los típicos humanos a ser filosos, serrados y puntiagudos, como los de una bestia. Y se hundían en la piel y la carne de Gabi, el cual solo podía gritar.
Pero entonces Diego se puso en pie y miró por un segundo al caballero de la lanza, que se había quitado el yelmo y había revelado su verdadero rostro, uno alargado y sombrío, de piel pálida y pelo largo grasoso y oscuro. Llevaba perilla negra a juego con las cejas pobladas y sobre el ojo izquierdo y la frente llevaba un vendaje que los cubría. Éste sonreía al ver a su monstruo matar. Y Diego supo qué hacer: Rápidamente agarró su espada, y estando algo mareado todavía agarró de la cabellera al monstruoso hombre para hacerle soltar a Gabi, y entonces él, con su espada, arremetió contra el cuello descubierto del sujeto, que con dos golpes aputó. Fueron dos golpes toscos pero contundentes, el primero se detuvo en la columna y el segundo seccionó esta, dejando la cabeza de l a bèstia colgando hasta que la piel y fibras que la sujetaban al cuello se desprendieron.
El cuerpo cayó al lado de Gabi y al escuchar el golpe de éste contra el suelo Diego soltó la cabeza algo sobresaltado y asqueado.
"Vaya... Parece que este no ha pasado la prueba... Interesante." Dijo el último de los caballeros allí mientras apuntaba algo en un extraño libro de tapa oscura. —Muy buen trabajo héroes, me habéis librado de este espécimen defectuoso, aunque si vais fuera, os topareis con mi creación más exitosa. No en balde me ha ayudado a conquistar decena de ciudades hasta la fecha. —Les aseguró.
—¡¿Quiénes sois?! —Preguntó Diego.
—Yo soy Gul, comandante de las tropas que asedian esta ciudad, y eso a lo que habeis matado era una de mis "creaciones" Aunque por supuesto, era una defectuosa... —Sentenció el caballero presentado como Gul.
—¿Decís que esta persona que se ha tornado salvaje es creación tuya? —Preguntó Diego quedándose perplejo ante lo inverosímil de su propia pregunta.
—Así es, es exactamente lo que acabo de decir. —Se mofó Gul señalando con la lanza hasta donde estaba Viktor, todavía en el suelo. —Comprovad vosotros mismos el fruto de años de investigación sobre los Vivos. —
Entonces con la gran lanza de metal negro el caballero ensartó el cuerpo de su compañero muerto, de él salió una sustancia negra y espesa, con un brillo metálico con destellos rojos. Esta subió por la hoja de la lanza hacia la base de esta, quedándose toda de un color rojizo mate.
—¿Qué es eso? —Preguntó Gabi intentando levantarse.
—¡Gabi, quieto! —Gritó Diego arrodillándose para ayudarle. —No intentes una tontería. —Añadió Diego observando las feroces heridas de colmillos en el hombro izquierdo de Gabi.
"Tranquilos" Dijo el alto y sombrío caballero. "Esto solo es un poco de magia de Vivos. Solo os ensartaré y os robaré la sangre y los ojos, eso es todo"
—¿Cómo has dicho?¿Nuestra sangre? —Gritó Gabi. —¿Pero no tienes ya suficiente con todo este desastre? —Le dijo de nuevo Gabi. miró al suelo y se dio cuenta de que ya no había ese enorme charco de sangre. Sin embargo, sí habí una marca oscura en la madera del suelo, señal de que había habido sangre allí. Tras esto Gabi se giró de nuevo hacia el de la lanza, la cual ya no sólo tenía el filo carmesí metálico, sino que era desde el suelo hasta la punta de un tono rojizo negruzco mate, con un aura oscura y de podredumbre tanto a su alrededor como al de su portador. "No os olvidéis de los ojos..."
"Esto es conocimiento y años de aprendizaje de los Vivos... Mercenarios como vosotros jamás podrían llegar a comprender todo lo que significa esto..." Sentenció sacudiendo su lanza.
"El experimento ha sido un éxito, no podríais haberme sido de más utilidad" Les dijo sacando de nuevo el pequeño libro con tapa de cuero de su cinturón y escribiendo con una pequeña mina de carbón en este. Tras esto lo guardó en el mismo sitio y siguió con su monólogo: "No espero que entendáis qué significa todo esto, pero yo seré el que descifre el enigma que esconden las criaturas de la noche y las más profundas mágias" Gritó y carcajeó.
"Esos Vivos... ¿Te permiten controlar la sangre?" Preguntó Diego, retomando el aliento.
"¿Estás interesado, mercenario?" Preguntó acto seguido el caballero, que procedió a la explicación.
"Los Vivos son criaturas de otro mundo a los cuales por medio de sacrificios y tratos se puede contactar y hablar... Pero usualmente el precio es la cordura de uno. Yo sin embargo, he logrado, con años de esfuerzo, descifrar el secreto de Varanjanak, uno de Ellos..."
Diego quedó perplejo unos instantes. "¿Son como alguna especie de dioses?" Preguntó.
Gul sonrió y asintió con la testa. "Chico listo, ¿Por qué mercenario? Podrías haber estudiado en Vistazul o en el Castillo de Villacuerno..."
Pero esta vez fue Diego el que se rió, respondiéndole que prefería estar con amigos y familia que en una biblioteca gigante rodeado de momias.
"Cuanta razón tenéis mercenario..." Dijo Gul. "¿Cual es vuestro nombre, a todo esto..."
Diego se presentó, y acto seguido dijo: "Siento tener que detenerte ahora que empezábamos a llevarnos bien"
De pronto un gran estruendo de afuera hizo que se callara un momento y le hizo girarse y musitar "¡Qué deprisa!¡Debe de haber alguien enfrentándose a Rul ahora!". Salió hacia fuera y ambos quedaron solos.
Un rato antes...
—Acercaos pequeños, os destrozaré. —Gritó el gigante con armadura de la maza a Violette y Addy
—¡No te acerques monstruo! —Respondió Addy sacando la espada y apuntandola hacia el caballero con ambas manos.
—¡Que mono, ¿intentas defender a tu novia?!
—No, no es mi novia, solo... —Intentó responder Addy mientras el caballero levantaba la maza y le golpeaba en el costado, lanzandolo contra la pared a un lado de la calle.
Addy queda apoyado en esta cojiendose el costado con el brazo contrario ya que el brazo izquierdo, en el que había sido golpeado había acabado he hecho pedazos.
La mirada de Violette queda destrozada ante esta visión, ante la inmnente muerte de ambos.
—Por favor... —Imploró Violette minetras alzaba la vista para ver la cabeza del monstruo gigante que había derrotado tanto a Viktor como ha Addy.
—¿Qué pasa señorita?¿Tiene miedo de mí? —Preguntó burlesco el enorme caballero.
—No, no yo... —Dijo Violette mientras lloraba mirando a Addy en la pared con sangre sobre la la camisa.
—Creo que te voy a desmembrar... o quizá te folle delante de tu novio... o quizá solo te aplaste la cabeza... ¿Qué devería hacer? —Pensó en voz alta mientas pisaba el vestido rasgado de la muchacha a la altura de las rodillas, ella estaba sentada en el suelo por el miedo.
—Ya lo tengo, haré todo lo que he dicho. ¡Primero te desmembraré, me follaré tu cuerpo y luego aplastaré tu cabeza com ni maza para lanzar los trocitos a tu novio y mientras miraré su cara! —Sentenció el enorme caballero mientras agarraba a la muchacha por el cuello y la levanta más de un metro del suelo.
"Eh tú" Dijo una voz desde detrás de él. Y al girarse tan solo se escuchó un estallido, el sonido del metal partiéndose pon fuerza.
El golpe fue tan sordido y potente que, cuando alcanzó la cabeza de Rul lanzó su casco varios metros en dirección al otro lado de la calle.
Viktor dio tal golpe que agujereó el casco de Rul y le causó una herida en la cara. Un tajo profundo entre las cejas que se estendía por la mejilla y que sangraba de enormemente.
La cabeza de Rul quedó girada y en ella se apreciaba unos grandes colmillos que sobresalían de la parte inferior de su boca y que antes estaban ocultos por el casco. Pero lo que más asombraba era su tez, de un color azulado con los ojos totalmente blancos del color de la nata agria. Como huevos cocidos, como de pez.
El caballero dejó caer a la muchacha en el suelo y esta rapidamente y sin mediar palabra se centró en Viktor esta vez.
—¡Enfrentarás tu muerte bajo mi poder! —Gritó el coloso mientras los colmillos le crecían e iba rompiendo su armadura poco a poco, su tamaño aumentaba, las manos eran enormes, y hasta aquel momento nadie se había dado cuenta de que en cada mano tenía siete dedos, dos de los cuales era pulgares, uno a cada lado de la palma. Toda la parte superior del antaño hombre creció de forma increible, casi tanto como su fuerza, de su cabeza calva salieó rompiendo la carne un cuerno negro retorcido, con aspecto de madera ensangrentada. Sus dientes se volvieron grandes y filosos y su mandíbula grande y osificada. Las piernas también se le alargaron, las rodillas le parecían melones al lado de lo delgado de. Sus espinillas y muslos, así como las caderas eran huesudas y desproporcionadas. Al termino de la transformación todo él había crecido rompiendo toda la armadura, cubierto por una extraña coraza epitelial que recordaba a la de los anfibios pero con el color de las violáceas campanillas y del coral muerto.
Viktor se detuvo bajo su sombra y no tuvo valor como para alzar la vista, estaba a la altura de su sexo, aunque este había desaparecido. A sus lados se extendían las piernas de la criatura, de cuclillas, pues si se hubiera erguido totalmente, podría haber llegado a escalar el castillo por fuera.
Viktor soltó la espada tembloroso, los pies de la criatura, que eran alargados y sobre la planta de los cuales no descansaba todo el peso, sino sólo en la parte de delante y en las zarpas. Zarpas las cuales eran largas y curvadas, filósofas y Oseas, recordando a hoces pasa regar, pero eran decenas de ellas, saliendo de decenas de dedos amorfos amontonados en el remate de estos.
Solo él ya era por bastantes metros mayor en tamaño que Viktor el cual al momento de observar al masivo enemigo de aspecto antinatural, que emitía una inquietante luz teniu e de color rosado por algunos anillos sobre su húmeda piel. Vik, con ojos llorosos y rojos se armó de valor para alzar la vista y observar inpotente como, el, a priori poderoso enemigo se había transformado en una criatura demoníaca de 50 pies de alto y con el aspecto más perturbador que jamás se había visto.
Rugiole la bestia a Viktor en cuanto lo divisó. Sus fauces solas eran como el joven de altas y cuando puso el mentón a la altura del suelo para asustar a Vik, éste vio por fin el rostro del monstruo. Era humanoids, con una nariz compuesta por un agujero en forma de v invertida sobre la boca con finos labios rosa que escondían una batería de dientes como agujas curvadas que salían de las encías como podían, y en el interior de sus cau eso no había lengua.
Y los ojos que Antea eran blanquecinos, resultaba que habían desaparecido, ni la cuenca quedaba, solo un millar de apéndices carnosos fluorescentes, de un color rosa inquietante. Eran finos, aunque más gruesos que una ebria de cabello, pero menos o tal vez iguales que un mango de espada, que se movían ondulando en la dirección del estímulo sensorial que los llamara. Se extendían desde el final de la nariz hasta la columna, cubriendo toda la cabeza, los hombros y unos pocos separados y solitarios en el resto del cuerpo, serpenteando sobre la resbaladiza piel.
La criatura de repente fijó su vista de nuevo en Addy y en Violette los cuales estaban en la pared, después de que Viktor callers sentado sobre el empedrado, sintiendo que el corazón le presionaba las castillas cada vez que latía. Violette intentaba observar el brazo de Addy, el cual estava totalmente destrozado.
La criatura se acercaó a ellos abriendo la boca de par en par.
"¡Detente!" Le quería gritar Viktor, pero no podía y respirar apropiadamente, y mucho menos mover algún músculo. Pero los gritos de Violette, desgarradores y taladrantes, parecieron invocar por arte de Magia a Diego, aunque éste realmente estaba en el salón, a tiro de piedra de allí. Tras él apareció un hombre el cual Viktor no reconoció, con una armadura negra y el ojo tapado.
Diego, trató de salvar a Violette y Addy de la bestia y le lanzó algo a està en la espalda. Viktor no lo logró ver, pero estaba ardiendo e hizo que todos los cilios sensoriales se agitaran violentamente, causando a su vez que la bestia gritara de dolor. Pero acto seguido està se giró, solo para encontrar a Diego, con los ojos abiertos de par en par.
"¡Hermoso, ¿no creéis?!" Gritó el caballero tras de Viktor. "Es el pináculo de la creación artificial: Un dios en la tierra..."
Viktor se giró a verle, todavía en el suelo. "¿Como?¿U-un d-dios decís?" Preguntó Viktor inquietándose más a cada rato. "Eso me gustaría decir, pero al verle en acción todas y cada una de las veces recuerda más aun perro rabioso que a un dios en la tierra. Aunque de un tamaño considerablemente mayor..." Concretó Gul.
"Parece el mismísimo demonio, más que un dios..." Dijo Viktor, metiendo su mano en un pequeño bolsillo dentro de su camisa y agarrando algo con fuerza.
"Amigo mío... Si tú supieras... Las formas de los dioses nunca son como las imaginamos, porque nuestra mente no puede comprender toda su magnitud... Solo somos humanos, mortales y finitos, con conocimientos limitados y habilidades reducidas. Ellos son entes infinitos y bastos, son poder y conocimiento ilimitado... ¡No somos capaces ni de soñar con su plenitud!" Auguró Gul, dejando su lanza de color rojo mate clavada entre los adoquines.
La bestia al oírle gritar mientras encara a Diego, rugió con furia y golpeó de rabia una de las casas al lado de Viktor, haciendo que un montón de escombros volaran hacia este. Y por puro instinto más que por voluntad, el chico rodó por el suelo y los esquivó.
Cuando se dio cuenta, saco de su mano una medalla de oro con un Sol en ella.
"Confío en ti" Se dijo para si mientras volvía a guardar la medalla.
Se levantó y cojeó hasta la espada que había dejado caer en el suelo, miró a Diego, y éste le devolvió la mirada mientras sostenía con las manos desnudas otras de esas cosas en llamas, como si no le quemaran para nada. "Te lo explicaré luego" Dijo Diego refiriéndose a ello.
La herida de la pierna de Viktor se olvidaba con la tensión del momento, aunque las molestias eran muy reales.
"¿Listo hermanito?" Preguntó Vik. Y Diego, asintió diciendo: "O ellos, o todos..."
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