22.- Noche de Cacería
Se despidió el silencio y se comenzaron a avistar sombrías bestias, ansiosas de devorar carne, con sed de sangre y con los cuerpos deformes y oscuros. Engendros de la noche, cazadores de hombres y presas de cazadores.
—¿Qué son esas cosas? —Preguntó Isabel, extremadamente inquieta, observando por una pequeña obertura de la puerta principal el horrible y grotesco panorama de pesadilla que se vivía en la noche de cacería.
—Son bestias, nada más. —Respondió Gabi. Este respondió que era bestias para no alarmar a la chica con la información de que podía ser una enfermedad infecciosa. —No te preocupes, en unos minutos estaremos fuera de la cuidad y todo esto habrá terminado.
—Muchas gracias por venir a rescatarme, pero ¿dónde está Diego? —Preguntó la chica, a lo que Viktor respondió: "No te preocupes, salió herido en la batalla de esta mañana y todavía no puede salir de la cama, pero está fuera de todo peligro"
—Alabado sea el Lobo. —Dijo Isabel algo más calmada. —No hubiera soportado que hubiera muerto en vano y para solo salvarme a mí...
Salieron despacio y en silencio, en fila india, primero Gabi, armado con Sílfide y, por último Viktor, con la pequeña Clara sobre los hombros y la plateada espada en su mano derecha. Nada era ya silencioso y tranquilo, se escuchaba un siniestro griterío por todos lados, cánticos malévolos y risas desquiciadas provenientes de casas altas, iluminadas por faroles. Parecían convites y banquetes, jolgorio y diversión para algunos que contrastaban con la situación de los habitantes en la calle durante la noche, llena de bestias, sangre y miasma.
—Siguiendo este camino recto, llegaremos a la puerta Oeste de la ciudad, de allí podríamos ir a Lobatania, que está a unas horas... —Sugirió Isabel viendo inquieta sombras agazapadas entre callejuelas.
—Si queréis, podemos dejaros a vos a y a vuestra hermana allí, pero primer habremos de encontrar a nuestros caballeros extramuros. —Dijo Gabi algo cortés.
—¿No puedo quedarme con Viktor? —Preguntó Clara entristecida. Viktor dibujó una media sonrisa, como alegrándose de que la niña lo apreciara.
—Pequeña, quédate con tu hermana en Lobatania, es un lugar bastante seguro. No hay cacerías y la Iglesia se mantiene e Lobos. —Aseguró Viktor, intentando animar a la pequeña Clara. —Podríamos dejaros unas pocas monedas para que rentéis una habitación en alguna posada. Isabel, vos podríais trabajar de camarera o de sirvienta para alguna familia rica y manteneros. —Siguió.
—Es una buena idea... Pero estoy segura de que Clara se entristecería muchísimo si os marcharais así. Os dirigíais a Rainer, en el Este ¿cierto?¿Sería posible acompañaros? Aunque sólo fuera hasta Entiricia o el Valle de Eria... —Pidió Isabel.
—Tenemos que pasar por Eria Verde antes, hemos sido convocados a Rainer para la siguiente Luna Llena, así que tenemos tiempo de sobra para ir allí a hacernos con provisiones y comprar armamento de buena calidad, ¡se dice que en Eria Verde se encuentran los herreros humanos más hábiles del mundo!- Respondió Viktor. —Ahora estamos en Luna Llena así que... —Intentó decir Viktor, pero alzó la mirada el cielo, para contemplar el pálido satélite y lo que vio lo dejó con tal asombro y horror que no pudo cerrar la boca.
—¿Viktor? —Dijo Gabi. —¿Qué ocurre? —Preguntó. Entonces dirigió su mirada al cielo ennegrecido, pese a eso era brillante pero sin estrellas, solo alumbrado por la Luna, inmensamente más grande de lo habitual. Una Luna bestial y monstruosa, color púrpura sangrante, con brillo mortecino y tóxico. La Luna parecía poder tocarse con la punta de los dedos, pues parecía cubrir gran parte de la ciudad.
—Eso no estaba así antes, ¿verdad? —Preguntó Addy, totalmente hastiado y perturbado.
—Esto ya es de locos. —Dijo Gabi apretando los dientes y mirando a todos lados. —Estoy harto de esta ciudad de mierda, tenemos que apresurarnos. —Aseguró mientras aceleraba el paso hacia el oeste.
El resto le siguieron, Isabel caminaba con la cabeza gacha, agarrada del brazo izquierdo de Viktor, que llevaba también a Clara. Delante de ellos iban Marco y Addy, pero sin decirse palabra el uno al otro, como de costumbre. Marco llevaba una lanza y un escudo de madera, mientras que Addy tenía un brazo recogido en un cabestrillo y una espada de hierro en la diestra. Gabi iba delante de todos, caminando como un verdadero líder, determinado, aparentemente seguro y secretamente perturbado e inestable, sujetando como buenamente podía a Sílfide.
Los segundos se hacían minutos, estos horas y las calles parecían no tener fin. Los cánticos y griterío lejano no se habían detenido un segundo desde que el grupo salió de las celdas en las que tenían a Isabel. Todo era extraño, pesadillesco y putrefactamente negro, alumbrado por el brillo psicótico de la Luna púrpura.
No supieron cuánto tiempo tardaron, pero sabían que hacía ya mucho que no se encontraban con nada ni nadie. Llegaron a un punto, subiendo la calle en el que se podía observar a lo lejos un gigantesco destello de fuego. "Ha de ser una de esas plazas con una torre de calderas como la de antes" pensaron todos, pero al acercarse vieron a decenas de hombres y mujeres bailando unas danzas macabras y terribles, erráticas y enfermizas. Daban vuelas al rededor de la llameante torre de hierro, pero en esta, colgada de las gruesas cables de hierro, había zarandeándose una criatura inundada en llamas. Entre el furioso fuego que la consumía se podían vislumbrar garras gigantescas y fauces lobunas, pelo negrísimo y entre todo eso, un olor insoportable, un olor fuerte y penetrante, como el olor de la carne quemada mezclada con azufre y brea.
Los seis vieron en horrible ser, quemándose mientras a sus pies se arremolinaban decenas de personas eufóricas y que parecían estar bajo los efectos de algo extraño.
No sé lo pudo contener, Clara gritó de terror al ver que la bestia hacía un movimiento extraño, como retorciéndose mientras emitía un alarido bestial, resquebrajando su cuerpo colgado del cuello con el cable metálico.
El grito se transmitió alto y claro hasta la plaza, y de ésta empezaron a salir honores y mujeres, armados con antorchas, hachas, horcas y hoces. "¡Arderéis demonios!" Gritaban algunos, corriendo descalzos, algunos desnudos y otros totalmente enloquecidos y sedientos de sangre.
Viktor agarró a la chiquilla y salió corriendo, justo detrás de Gabi y detrás de ellos, Isabel, Addy y Marco, cuyas caras reflejaban el más puro terror mientras escuchaban como los enfurecidos y totalmente idos aldeanos gritaban y aullaban: "¡Dejadnos ensartaros, herejes de mierda!"
Corrieron entre edificios en escuetas callejuelas, evitando las calles grandes en las que seguro encontrarían más grupos de gentes rabiosas, y en su defecto, bestias de pesadilla como la que estaban quemando o como las que deambulaban por la calle, transformadas y deformadas por la enfermedad.
Los seis llegaron a una callejuela y se colaron en un viejo edificio que encontraron por casualidad, entraron por una ventana rota que daba a la calle y en su interior, oscuro, húmedo y maloliente, encontraron polvo y muebles podridos, además de un par de ratas, cucarachas y todo tipo de musgos y charcos sospechosos.
"Deberíamos estar seguros aquí, pero me encantaría salir de este sitio de locos lo antes posible" Dijo Viktor en cuanto se aseguraron de que nadie les perseguía ya.
—Creo que sé más o menos donde estamos. —Dijo Isabel, echando un vistazo por la ventana rota a los edificios colindantes. —Creo que desde aquí podría llegar a la puerta oeste, solo necesitaríamos unos minutos para llegar allí-
—¿Y a qué esperamos? —Preguntó Addy, impaciente por salir de allí. —Preferiría estar ahí fuera que en este sitio, me pone los pelos de punta...
—Pues a mí me asusta más: la Luna, que ha crecido cien veces y tiene color púrpura, los licántropos que nos hemos encontrado, los jodidos cazadores, la prole enfurecida y en general toda esta puta Noche de Cacería. —Respondió muy tajante Gabi, visiblemente alterado.
—Coincido, esto se pone cada vez peor. —Añadió Marco.
—Todo esto es una mierda terrible... —Dijo echándose las manos a la cabeza Addy.
—Siento mucho todo esto... —Dijo Isabel, apenada y triste. Pero Viktor rápidamente respondió: "No digas nada, Diego te hizo la promesa de ayudarte, pasara lo que pasara. Nosotros somos su familia y cumpliremos su promesa ahora que él no puede, como cien veces nos ha ayudado él a nosotros"
—Le dije a Diego que era buena persona, y luego le dije que eso le iba a costar caro un día. Parece que ese día ha llegado, él herido intentando salvarme, solo para que muramos todos en esta locura de noche... —Dijo alterada ella. Su hermana intentó consolarla abrazándola mientras ella se sentaba en el suelo junto a la pared. —Parece que de verdad esto va a ser el fin...
—No seas melodramática, esto es serio, claro, pero si lo que nos has dicho antes es cierto, solo tenemos que llegar a la puerta oeste y podremos salir de esta pesadilla. —Dijo Viktor, tendiendo su mano para que ella se levantara.
—También sois un buen hombre Viktor. —Dijo la muchacha.
—Pues claro que lo es, ¡es el mejor! —Dijo la pequeña Clara más animada, aunque no menos inquieta que el resto. —Me quiero quedar para siempre con Viktor, él nos puede cuidar, ¿verdad hermanita? Yo me podría casar con él un día... —Dijo Clara, sonrojándose y haciendo reír de forma dulce a Viktor, que la miró tomándolo a chanza, aunque la niña lo había dicho seriamente.
—Pequeña Clara, ¿Quien te habrá metido esas ideas en la cabeza? —Preguntó Viktor, todavía riendo. —Seguro que puedes encontrar a alguien mucho mejor que un simple y llano mercenario, con lo bella que vas a llegar a ser, seguro que podrías enajenar a un chico joven, guapo y rico de alta cuna para casarte con él. — Sugirió Viktor, pasando las llemas de los guantes de cuero por el rostro, rosado y joven de Clara.
—¿Y qué podría hacer una persona así? No podría defender a mi hermana, o cuidar de mí... —Dijo la niña. —Tu podrías hacerlo... —Siguió.
—Pequeña Clara. —Dijo Viktor muy suavemente. —Seguiremos hablando de esto cuando estemos muy lejos de aquí, entonces te contaré una historia que ocurrió por aquí cerca.
—¿Una historia?¿De qué tipo? —Preguntó Clara muy interesada.
—De los caballeros y hombres valientes que tanto te gustan. —Respondió él. —Una historia sobre reinas, reyes y dragones. Te enseñará algo, que no es suficiente ser fuerte y llevar espada para proteger a alguien que te importa... —Dijo Viktor algo sombrío y triste.
Y la niña aceptó sin rechistar. Salieron por la misma ventana por la que habían entrado y recorrieron rápidamente una calle, larga y ancha, regada como las demás de lo que parecía sangre.
Se encontraron a escasos metros de la puerta, cuando de pronto, dos sombras salieron de la oscuridad para plantarse ante la puerta. Se quedaron quietos y las dos sombras, con abrigos de cuero gris y negro, con bufandas carmesíes y sombreros afilados y como con alas negras.
"¿A dónde de creéis que vais?" Preguntó la sombra que portaba un cuchillo, finos, muy largo, afilado y negro. Tenía la voz de una mujer; y los ojos visibles y vivos eran los de una mujer joven, que sí bien no había vivido demasiado, había contemplado cosas muy duras y había mirado a la muerte cara a cara casi diariamente. El segundo no abrió el hocico en todo el rato, pero sus ojos era diferentes, mucho más viejos y por lo tanto, mucho más llenos de historias y experiencia.
"Son los cazadores" Dijo Gabi en voz muy baja para que no les escuchara.
—¿Todavía tenéis la cabeza en su sitio? —Preguntó la mujer nuevamente.
—¿Preguntáis si somos una de esas bestias? —Preguntó Viktor, soltando de la mano a Clara y colocándose junto a Gabi. —Si es eso, la respuesta es "no", no somos uno de esos monstruos a lo que os hemos visto cazar.
—¿Y qué hacéis vos y vuestros compañeros por aquí? —Preguntó la mujer entonces.
—Ayudábamos a nuestra amiga y a su hermana a salir de esta ciudad de locos, ¡hay aldeanos enfurecidos y monstruos por todas partes!- Respondió Gabi.
—Por no hablar de la sangre, los monstruos crucificados, la Luna Purputa... —Dijo el hombre, desde detrás de la cazadora. —Me parece que nos ocultáis algo señores, deberemos averiguar el qué, es nuestra misión el limpiar las calles de escoria... —Señaló seguidamente.
Entonces dejó ver la hoja curvada y extraña de su sierra, por un lado estrada y por el otro, con un gran filo.
—Álex, apártate, yo me encargo... —Dijo él, agarrando su arma con ambas manos mientras Viktor le miraba desafiante.
—No quisiera ser yo el que te corte la cabeza delante de la chica. —Dijo él, plantándose delante de él.
—Menudo par... ¿Y estabas asustado del enemigo de entes y no de mí...? —Preguntó él, pasando el dedo por el filo manchado de rojo profundo de su arma.
—He de confesar que no me gustan los lobos, mucho menos hombres-lobo-monstruo... —Dijo Viktor. Por cierto, ¿nos estabas viendo todo el rato?
—Por supuesto, os escuchaba a vos respirar a 40 varas, y por supuesto a la niña, que no se podía estar quieta... —Respondió él. —Por eso mismo sé, que esa chica no estaba con vosotros entonces, me habéis mentido, por lo tanto, me encargaré de vos ahora mismo. —Aseguró, agarrando el arma y apuntándola hacia Viktor, que sin perder tiempo desenvainó su plateada espada y la agarró con ambas manos.
"¡Corred!" Gritó Viktor en el preciso momento en el que su espada encajaba el primer golpe de la gruesa sierra del cazador.
"Nada mal" Dijo. "Tú espada no se ha partido, debe ser de las buenas" aseguro mirando la parte serrada del arma, que enganchaba firmemente la hoja de Viktor.
Entonces golpeó la pierna des espadachín y le hizo caer al suelo, por donde rodó para evitar que el cazador le cercenara con la parte afilada del arma.
Viktor rápidamente se puso en pie y tomó la iniciativa, comenzando a golpear con la espada la sierra del cazador, que le defendía. Se sucedían los espadazos y los tañidos del acero eran claros y desagradables, tanto que les sirvió al resto para seguir avanzando, aunque solo unos metros, pues el grupo se encontró de cara con la cazadora, con Álex, que llevaba un lego y fino cuchillo negro.
—Venga, el de la lanza, ven a por mí. —Dijo la mujer refiriéndose a Marco. Este la miró algo nervioso y se adelantó unos pasos, detenido en seco por Addy. Lo primero que le dijo en mucho tiempo: "Estas como una regadera si crees que te voy a dejar solo contra ella"
Y mientras ellos se miraban, el que finalmente se adelantó fue Gabi, con el brazo todavía cubierto de vendajes.
—¿Contra un manco? Me subestimáis... —Dijo ella, aunque su fanfarronería terminó en seco cuando de un tajo, Gabi arrancó tanto el pañuelo como el sombrero, sin siquiera tocarla.
—¿Quién os está subestimando mi señora? —Preguntó Gabi apuntando a Sílfide en su dirección. El rostro que había dejado al descubierto era el de una chica joven, de unos dieciséis o diecisiete, con ojos castaños y pelo oscuro, pecas sobre una nariz respingona y un moretón bajo el ojo izquierdo.
—¿Qué mierda es esa espada? —Preguntó ella, con cara de sorprendida.
—¿Os sorprendéis al ver eso y no al ir quemando por ahí monstruos? Señorita, deberíais aclararos las ideas. —Sentenció Gabi bastante seguro de sí mismo.
—Bien, pues sí vos vais a ir con esas, no me queda más remedio que ir con todo... —Dijo ella, separando su cuchillo en dos dagas, más finas pero igual de afiladas, haciendo un sonido metálico muy desagradable.
Y sin previo aviso la muchacha comenzó a golpear con furia a Gabi, que desviaba todos y cada uno de los golpes con su espada, sin usar su magia.
"¡Otra vez no puedo usar siempre que quiero a Sílfide!" Pensó Gabi, parando como podía el centenar de tajos que en un momento había hecho la chica.
—¿Qué ocurre? —Preguntó ella. —¿No podéis usar vuestros trucos ahora maese manco? —Preguntó burlesca.
—Verá, está espada hace un poco lo que quiere y como me la acaban de regalar, todavía no sé muy bien cómo funciona... —Confesó el chico mientras ella le dejaba unos segundos para respirar.
—Bueno, mejor para mí... —Dijo entones, volviendo a arremeter con las dos negras ojos contra Gabi, que solo podía mover a Sílfide para que la golpearan a ella. "Mierda" pensó Gabi. "Es muy rápida, si no se detiene, yo no voy a ser capaz de dar un solo golpe, pero sólo necesito eso, un solo golpe" En ese tiempo, los golpes parecían emitir el sonido de de los partidos en una herrería, aunque más agudos y con más fiereza. Fiereza que se reflejaba en los jóvenes ojos color cacao de la muchacha.
Gabi se armó de valor y siguió desviando los tajos, pero no detuvo su mente, imaginando cada una de las posibilidades que tenía de escapar, atacar y vencer, pero eran pocas y debía elegir con cautela. Un solo descuido y una de las negras dagas podía rajarle el cuello hasta el hueso. Pensó: "Dando una patada, podría hacerla retroceder y ganar espacio... Pero quizá me hiera la pierna y los metros que gane no servirán para nada..."
Mientras seguía defendiéndose de los golpes también pensó: "Puedo agarrar su mano derecha con la mía y detenerla... Pero no puedo usar bien la izquierda, no podrí defenderme del siguiente tajo..."
Iba retrocediendo poco a poco, iba acercándose al cazador y a Viktor, que intercambiaban golpes con los aceros, puñetazos y patadas. Viktor tenía la nariz ensangrentada y el cazador, todavía la llevaba cubierta, aunque tenía una herida en el hombro, pues habiéndose defendido del filo de Viktor, se había cortado con el propio.
"¡Necesito algo mejor!" Pensaba una y otra vez Gabi, sin poder ayudar a su compañero o a si mismo. Y entonces observó con satisfacción cómo los otros cuatro, habían pasado de largo y se habían encaminado hacia hacia la puerta de la ciudad, que veía en la lejanía. "¡Corred!" gritó mientras su voz era ahogada por los incesantes tañidos de los cuchillos negros arremetiendo contra Sílfide.
La cazadora apartó la mirada un segundo para ver a los cuatro que se alejaban y musitó: "Maldita sea, se nos escapan" pero rápidamente y cuando se disponía a comenzar la carrera para alcanzarles, desde detrás, Gabi pateó a la chica, haciéndola caer al suelo, salpicándose con sangre.
"¡Maldito seas!¡Te rebanaré el cuello hasta el hueso para ver como de desangras como una de esas bestias aberrantes!" Dijo ella, girándose, pero sin poder moverse, pues Gabi tenía a Sílfide en su cuello y si se movía era seguro que provaría el filo dorado de la pequeña espada.
—Más os valdría a vos, señorita, estaros quieta, de lo contrario me vería obligado a manchar vuestri precioso rostro de sangre. —Dijo Gabi mirándola a los ojos.
La muchacha cerró la boca y agachó la cabeza en señal de derrota.
—Lo siento. —Dijo Gabi. —No es personal.
—... —La muchacha frució el ceño, mientras alzaba la cabeza sintiendo el frío filo de Sílfide bajo el mentón.
De forma contemporánea, Viktor alzaba la espada en ristre y en esta impactaba la parte serrada del arma del cazador adulto una y otra vez.
"¿De qué estará hecha esa espada? Una corriente habría sido partida a la mitad en el segundo o tercer golpe de mi sierra" pensaba una y otra vez el cazador, cuando atacaba y cuando Viktor devolvía con el doble de fiereza sus golpes. Con el doble de fiereza y con el triple de fuerza. Tanta era que al cazador le costaba detener los golpes, pese a que su arma pesaba más y podía absorber los impactos mejor. Él era mucho más ágil que Viktor, pese a ello no podían librarse el uno del otro, incluso habían llegado a darse algunos golpes con los puños o incluso patadas.
Era una batalla igualada y como en el combate de Gabi, el sonido de los aceros era desafinado y molesto, pero incesante y tenaz, pues ninguno parecía retroceder. El cazador, pese al peso de su arma, no penetraba o hería a Viktor, que aprovechaba su fuerza para contraatacar, la guarda del arma para defenderse y sus puños y rodillas para atacar en cuanto veía oportunidad.
Tras un rato largo de chocar aceros y cruzar golpes ambos se separaron. "Nada, pero que nada mal niñato" Dijo el cazador, impresionado de la resistencia de Viktor.
—Igualmente, nada mal para un vejestorio. —Respondió Viktor, sin quitarle el ojo de encima el cazador que había estado apunto de matarle pocos segundos antes.
—¿Listo para el segundo asalto? —Dijo el cazador, abriendo los brazos para recibirle.
—¿No necesitáis vos recuperar el aliento? Me había parecido escuchar a un anciano ahogándose por el cansancio... —Dijo Viktor pícaro.
—¿Chanzas?¿Te atreves a hacer chanzas en medio de mi cacería? —Dijo él indignado. Tras ello rió y rió, incluso se bajó el pañuelo rojo y dejó ver su rostro. Piel morena de trabajar día tras día, con una gran cicatriz que se extiende desde el cuello hasta el ojo y sigue por la ceja, pero sin tocar el orbe castaño. Iba bien afeitado, pero su rostro era casi decrépito y malcarado. —Debéis estar muy seguro de vos mismo como para hacer chanzas mientras luchamos. —Siguió.
—Bueno, he de decir, que cuando me pongo nervioso me pongo ha hablar y a cotorrear sin parar, no callo, parezco una gallina cacareando... —Respondió.
—Sí, puedo verlo. —Aseguró el cazador. —Decidme vuestro nombre caballero-
—Soy Viktor. —Respondió. —¿Quien sois vos?
—Peter Favorovh- Respondió amablemente el hombre, haciendo una reverencia. —Soy Cazador, del gremio de cazadores de bestias. —Aseguró con elocuencia.
—¿Me haría el favor de contarme que ocurre esta noche?, ¿por qué oscurece todo esto? —Preguntó Viktor interesado.
—Bien, está será tu recompensa por el combate de antes, ya que me has impresionado tan gratamente te contaré el secreto de la noche de cacería... —Dijo él. —Pero antes... dile a tu amigo que suelte a mi aprendiz. —Dijo señalando a Gabi.
Una vez retiró el cuchillo, los cuatro se dirigieron a la plaza incendiada por donde habían pasado, pero esta vez nadie les atacó, iban con cazadores, por lo que todos pensaron que eran dos personas normales que se unían a la cacería y a la fiesta de la cremación de demonios.
Vieron entonces de nuevo la gran bestia colgada, que seguía ardiendo. De largo hacía fácilmente cuanto o cinco varas de largo, con colmillos como dedos humanos y garras como lanzas.
"Eso es un licántropo totalmente transformado" Dijo Favorovh entrando en la plaza.
—¿En eso termina convirtiéndose los infectados? Que horror... —Dijo Gabi, sin poder quitarle ojo a la ardiente criatura, al macabro espectáculo al que no se podía ignorar.
—Así es. —Respondió Álex, la muchacha al lado de Gabi. —Por eso, en las cacerías tratamos de acabar con todos los infectados, pero nunca es suficiente. Un solo arañazo de un infectado, aunque sea de día y el infectado no tenga ningún síntoma...
—Las conocéis bien— Le dijo Gabi a la muchacha. —A las bestias, quiero decir...—
—Sí... No quiero ser cazadora por gusto, mis padres fue cazador antes... ambos terminaron muriendo. No tuvieron ningún otro hijo, así que cuando murieron, mi maestro me cuidó. Como pago hacia él, me uní a la cacería... —Dijo la chica, cuya altiva mirada se había tornado en una oscura y fría, que observaba el fuego como si fuera lo único de la salvara de la oscuridad que la recorría. —Lo único que deseo es acabar con la infección, acabar con todas y cada una de las bestias y descansar para siempre...
—Pequeña Álex, en un año como aprendiz y ya hablas como una de esas cazadoras amargadas... Pobrecilla, hablando como hablas... No creo que dures demasiado sin mí —Dijo Favorovh. —Un cazador siempre debe tener clara una cosa, cuanta más desidia y desgana haya en el corazón de uno, antes le llegará la hora.
—Sí maestro. —Respondió ella.
—Repite el lema de los Cazadores.
—El que está ya muerto, volverá a morir.
La bestia viva morirá.
El cazador su sangre probará.
Y con el acero en la oscuridad al monstruo,
por grande u oscuro que sea, se le escuchará
gemir.
—Muy bien. —Dijo él. —Todavía necesitas algunas cacerías más para ser una cazadora de verdad, pero vas por buen camino —Aseguró él.
—Los cazadores no tiene nada que ver con la Iglesia Azul, ¿cierto? —Preguntó Gabi.
—¿Os parece a vos que tenemos pinta de caballeros? —Preguntó con sarcasmo ácido la chica. —Esos cabezacuno son de la Iglesia del Dios Azul. Son los inquisidores de la Iglesia... Esos cabrones se dedican, en lugar de cazar bestias, a incitar el odio a los mendigos y a los enfermos. —Aseguró la chica muy molesta.
—Sí, el Gran Inquisidor está estos días aquí... —Dijo el cazador. —Es algo muy extraño, nunca viene por aquí, es un hombre con un carácter horrible, primero le ves y crees que tiene cara de buen tío, con el pelo gris y una barba muy corta salpicada de negro y arrugas por la frente, pero luego... menudo personaje, en mi vida me he enervado tanto como cuando le escuché dar un discurso para los cazadores y caballeros de la Iglesia que íbamos a trabajar juntos... —Contó sin tapujos Favorovh.
—Seguramente solo se dediquen a limpiar las calles y recaudar diezmos para la Iglesia... No creo que nada de esto les interese lo más mínimo... —Aseguró Álex.
—Decidme, Favorovh. Hay alguna cura para la licantropía? —Preguntó Viktor.
—Verás. —Dijo el cazador. —No hay ninguna cura, hay remedios y píldoras para frenar el avance y eliminar los síntomas, pero es inevitable una vez contraído... Yo por mi parte estoy orgulloso de decir que en 15 años que llevo de cazador, no he contraído la infección. —Aseguró Favovorvh.
—¿Cuanto se podría demorar la transformación? —Preguntó interesado Viktor.
—Bueno, eso es algo difícil de decir... Normalmente, hasta llegar al estado final, al estado de un licántropo adulto y totalmente desarrollado, se tarda al rededor de 3 años más o menos. En ese tiempo, durante las Lunas llenas, se pierde parcialmente la consciencia en los primeros estados, y totalmente en los últimos. También se desarrolla un gran apetito por la carne cruda, el olor de la sangre te resulta muy agradable y sufres desórdenes con tu pelo y color de piel, pasando esta a ser de un tono gris o azulado. —Dijo él. —Hay algunos medicamentos como las píldoras bestiales que ralentizan la transformación e incluso hacen que no pierdas la cabeza en las noches de Luna llena. —Aseguró elocuente.
Mientras hablaban sin preocupaciones, se seguían arremolinando a los pies de la bestia un centenar de mujeres y hombres bailando de forma extraña y grotesca, celebrando la muerte de la bestia.
—Pareceis ser todo un experto en bestias, ¿Todos los cazadores son así de eruditos. —Preguntó Gabi.
—Ni por asomo. —Respondió entre carcajadas Peter. —Los hay muy inteligentes, otros muy estúpidos, pero son todos cazadores y tenemos un deber que cumplir para con el pueblo. —Dijo él severo.
—Por desgracia. —Agregó Álex . —El rey en Lobos, Lord Derrós hace tratos con el Gran Inquisidor, que odia a los Cazadores. Con su Iglesia del odio envenena la mente del rey y hace que éste se gane más enemigos día a día... Nosotros solo somos leales a la Noche de Cacería, independientemente de quién se siente en el trono de Lobos, pero alguien así... Alguien que permita atrocidades como la cremación en Noches de Cacería de personas normales, de mendigos y criminales, y no de las bestias por las que se creó esta noche... Imperdonable. —Dijo la chica visiblemente molesta, observando de nuevo el cuerpo llameante, que poco a poco se iba resquebrajando y consumiendo, dejando ir chispas doradas desde todo su espectro, chispas que llegaban a ver Addy, Marco y las dos chicas, desde más allá de la puerta de la ciudad, amparados en un carromato de la compañía.
—Seguro que Viktor y Gabi están bien. —Le decía sin parar Isabel a su pequeña hermana, mientras ella no dejaba de llorar, gritando y sollozando: "Viktor no te mueras..."
—Tranquila. —Intentaba decir Addy. —Es una de esas personas que, aunque lo intentes, no te puedes librar de ella fácilmente. Igual que el jefe, ¿Verdad? —Preguntó Addy y, tras de si, en unas camas hechas de paja y mantas, Diego y Jonás, todavía algo afectados por el fuerte licor de pera, asentían como habiendo entendido algo de lo que Addy había dicho. Pero en realidad no.
Mientras en las calles de Lobos, el grupo de cos cazadores y dos mercenarios salían de la plaza. Habían hablado largo y tendido. Habían resuelto muchas dudas, sin embargo, Peter y Viktor seguían hablando, caminando por delante de Gabi y Álex. Ella le miraba de vez en cuando, en silencio, mientras él intentaba encender una cerilla para prender la pipa y fumar un poco.
—¿Necesitáis que os ayude? —Preguntó ella, viendo los infructuosos intentos de prender fuego de su acompañante.
—No, no, me las puedo apañar solo. —Respondía él. Le era difícil, pues solo contaba con una mano mientras que con la boca sostenía la pipa.
—Déjame. —Dijo ella agarrando la pipa de la boca de él. —Solo dámelo, puedo prenderlo yo. —Dijo ella, sacando de un bolsillo, en un cinturón de cuero, un trozo de papel amarillento. Ese papel era triangular y parecía arrancado de algún lugar, pero al contacto con la cazuela de la pipa, prendió en llamas esta.
—¿Qué ha sido eso? —Preguntó Gabi, totalmente impresionado y descompuesto.
—Pyro-papel. —Respondió ella. —Normalmente se aplica a las armas para que la hoja prenda en llamas, es muy útil contra las bestias grandes, le temen al fuego. —Respondió ella.
—Pues muchas gracias preciosa. —Dijo Gabi, dándole una calada y dejando salir posteriormente el humo pálido que tanto de gustaba ver y con el que tanto jugaba.
—¿Queréis probar? —Preguntó él, al ver que la muchacha miraba ensimismada los aros de humo que Gabi hacía en el aire.
La muchacha sostuvo un momento la pipa que le ofreció Gabi. Dio una, profunda e inexperta calada y con su tos descontrolada hizo reír a Gabi, que la observaba intrigado e interesado.
—No sabéis fumar en pipa mi señora. —Dijo Gabi. —¿Queréis que os enseñe? —Preguntó ahora.
—No creo que sea lo mío, pero si gozáis de hacerlo, adelante. —Dijo ella devolviéndole la pipa mientras agarraba aire.
—Bien... pues debéis colocar la pipa así... y aspirar, pero con los pulmones... sí, sí así...
—Decía mientras ella seguía las instrucciones. Parecían una pareja desde fuera de su círculo. Nadie hubiera dicho que una rato antes no solo se amenazaban de muérete, sino que habían luchado con cuchillos, dispuestos a matar al otro.
—Por cierto Gabi, qué clase de arma es la que portáis vos, antes me habéis lanzado una ráfaga de aire. —Dijo la chica, mostrando su sombrero de cazadora. —Qué quitasteis el pañuelo y el sombrero sin siquiera acercaros.
—Sí, esto... es una larga historia, pero parece que eta arma, Sílfide, tiene algún tipo de poder en el viento. Hoy mismo, enfrentándonos a unos caballeros de la Iglesia, con un solo tajo he atravesado la coraza de uno. Es algo impresionante. —Aseguraba él, desenvainando la espada con su diestra mientras la muchacha sostenía la pipa y daba una calada indiscreta de vez en cuando. Parecía que le había pillado el gusto en un momento.
—És muy bella, dorada y de jade, parece una gran pieza de artesanía muy antigua. —Aseguró ella, observándola de cerca.
—Eso mismo pensé yo cuando me la dieron.
—Dijo Gabi, pero entonces la muchacha pareció tropezar y casi caer, pero Gabi soltó a Sílfide y consiguió agarrar a la chica, que estaba mareada: "No deberíais haber fumado tanto, es vuestra primera vez" Dijo él.
—Estoy un poco mareada... —Dijo ella. Gabi fue a recoger a Sílfide, pero no la vió por ningún lado. Miró entonces a la vaina, y la vió ahí, metida y perfectamente encajada "imposible" pensó "la he dejado caer..."
—¿Qué ocurre? —Preguntó ella, apoyándose en él. Pero el respondió con un "nada" y siguieron caminando, intentando acortar distancias entre ellos y los otros dos, que ya casi llegaban a la puerta.
—Escuchad, ¿como decíais llamaros...?
—Preguntó la chica, mareada y sujetándose de Gabi. Él le dijo su nombre y ella siguió. —Escuchad, Gabi y Viktor, antes he sido muy ruda con vos. —Dijo, dirigiéndose a Gabi. —Ruego me perdonéis, sois una persona fantástica y detestaría que pensarais mal de mí. —Dijo ella, mirándole a los ojos verdes.
—Tranquila mi señora, sé que sólo hacíais vuestro trabajo, me imagino que para ser cazadores de bestias habéis de ser muy ruda todo el tiempo. —Respondió él. —Además, jamás podría llevarme una mala impresión de una mujer tan bella como vos. —Dijo él nuevamente.
—Me llamáis bella... Nadie me lo había llamado nunca... Sois muy amable. —Dijo ella.
—No, solo digo lo que veo. —Respondió Gabi.
Decidme, señorita Álex, ¿tenéis permitido las cazadoras casaros? —Preguntó Gabi sin descaro alguno.
—Sí, está prohibido para los cazadores casarse formando ya parte de la orden, pero puedes ser un cazador y estar casado si te has unido a los cazadores después de pronunciar los votos de amor por alguien. —Dijo ella.
—Entiendo, una desgracia para mí, pues os pediría la mano ahora mismo. —Aseguró Gabi, mirándola a los ojos.
—No me conocéis Gabi, me siento alagada y vos sois muy amable, pero no creo que me pudiera casar con alguien al que solo conozco desde hace unas horas... —Respondió ella.
—Lo entiendo, parece que me rechazan de nuevo... Quizá algún día encuentre a alguien...
—Dijo Gabi, no menos animado que antes.
—Me gustáis Gabi, aunque os haya dicho que no, seguís risueño y sois amable conmigo, sois un hombre admirable por otros hombres.
—Aseguró ella.
Ambos siguieron hasta la puerta, donde se despidieron de Viktor y Gabi. Éste y Álex se abrazaron antes de separarse. El cazador accionó una palanca y la puerta se abrió, haciendo un sonido metálico muy desagradable.
—Nos veremos. —Dijo Peter, levantando la mano mientras Álex hacía lo mismo frente a Gabi. —Este es el final de vuestra cacería. —Dijeron al unísono. —La mañana se acerca y con el alza del Sol, el terror se desvanece y nace un nuevo día. Que sea el día el que os guíe.
—Dijeron como con una consigna. Y dieron media vuelta y tras ellos se cerró la puerta gigantesca de la ciudad.
Gabi y Viktor encararon la decrépita calle, dejando tras ellos las inmensas hogueras, los monstruos pesadillescos y a los cazadores de bestias Peter Favorovh y a Álex.
—Esperó volverla a ver... —Le dijo Gabi a Viktor mientras se alejaban cada vez más de la puerta.
—Eran buenas personas, pero su destino queda sellado una vez hacen los votos de cazador.
—Respondió.
—Por desgracia...
No tardaron demasiado en encontrar a alguien en medio de la desolación de aquella zona. Pero no por asomo a quien esperaban. No era uno de los jinetes de la banda, ni tampoco un andrajoso mendigo de las afueras de Lobos. Era alto y vestía bien. Color azul oscuro o puede que negro, pues con la oscuridad no se diferenciaba. Llevaba guantes blancos una capa corta hasta la cintura, por fuera negra y por dentro dorada. Estaba sentado sobre el techo de una de las casas de las afueras de Lobos y en una mano sostenía una botella medio vacía de algún tipo de licor, y en la otra una pipa como la de Gabi, pero de color negro.
"¿Señor?" Preguntó Gabi, acercándose. "¿Qué hacéis allí arriba?"
El hombre levantó la botella, y con ella casi cae él mismo de allí.
—Volvía de casa de "una amiga" pues su marido había vuelto pronto, pero al llegar a la puerta la habían cerrado... La podrí haber mandado abrir, pero... con lo que está pasando ahí dentro, he pensado que mejor me quedo aquí con una buena botella y mi mejor pipa. —Aseguró.
—Pues a su salud, buen señor. —Dijo Gabi, riendo por lo borracho que precía aquel hombre tan bien vestido.
—¿Sois mercenarios? No os parecéis a mis hombres...
—Sí que li somos mi señor. Somos Viktor y Gabi, de la cuadrilla del Manco. Nos vamos hacia el Este hoy mismo. —Aseguró Gabi.
—Entonces luchareis en Rainer... Yo si fuera vosotros no iría... Es literalmente el lugar más peligroso del continente... —Aseguró el hombre, de cabellos negros y largos. —Yo soy Alfredo, por cierto.
—Un placer Alfredo. Nos despedimos, pues llegaremos tarde a reunirnos con nuestros compañeros. —Aseguró Viktor.
Alfredo se despidió de ellos sacudiendo la mano izquierda, como diciendo "adiós" pero también era con la que sostenía la botella y terminó salpicándolo todo.
Tras la marcha de Vik y Gabi, llegaron dos soldados vestidos con las Capas de Lobos, que al llegar a la casa se arrodillaron.
"¡Alteza!" Gritaron. "Tened cuidado, nos os mováis, nosotros subieremos a por vos."
—¡No! —Dijo tambaleándose sobre el empinado tejado de paja. —Yo se muy bien lo que hago. —Aseguró.
—¡Príncipe Alfredo, por favor!¿Cuanto habéis bebido? —Preguntó uno de los dos.
Entonces Alfredo señaló el suelo inmediatamente debajo del final del tejado, donde los soldados contaron los pedazos de, al menos, tres botellas diferentes.
—¡Bajad de ahí! —Gritó uno de ellos.
—¡No os acerquéis!
—Vamos bajad.
—Jamás
—Tú por allí, yo doy la vuelta.
—No me cogeréis con vida.
—¡No hagáis estupideces, mi príncipe!
...
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