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12.- 5 de Octubre

CAPÍTULO DE LOBOS

X306, principios de Octubre.

El frío comenzaba a dejarse ver entre las montañas del Sur, y desde hace unos días castigaba un pequeño pueblo al sur de la Ciudad Capital de Rige Nysyd.
Este poblado era como cualquier otro, tenía sus habitantes, sus tiendas, su establo y su herrería. Lo único de especial que tenía este poblado en ese momento eran las personas que pasaron allí esa noche.
Ya hacía un par de meses desde lo ocurrido en la ciudad amurallada en la que Viktor, Diego y los demás lucharon contra una enorme criatura, una verdadera bestia demoníaca.
Nuestros héroes se encontraban en sus respectivas habitaciones preparándose para bajar al salón donde les esperan decenas de soldados del grupo de Gambino para una celebración.

Viktor estaba tumbado en la cama, mirando al techo y en su rostro una expresión de cansancio. No llevaba camisa, lo que dejaba al descubierto no solo unos marcados abdominales y pectorales sino también numerosas heridas por todo su torso y brazos.
Su pelo negro caía por su cara y entre los mechones de carbón destacaba sus antinaturales ojos rubíes y su blanca piel.
No pensaba en nada en especial, solo miraba al infinito como esperando a que el sentido de la vida le cayera del techo al que con tanto ahínco miraba ensimismado. Sin embargo Viktor dejó que su inquebrantable mirada se dirigiese a su izquierda, logrando ver así la pared de piedra que estaba inmediatamente al lado de la cama y que escondía tras de si un pequeño armario con un par de cubos e instrumentos metálicos de todo tipo.
—Qué pared más aburrida...Pero...Es una pared, no tiene por qué ser interesante...¿no?  —Se dijo  Viktor mientras observaba las imperfecciones de la piedra. Tras darse cuenta de la supina estupidez que acababa de soltar se giró para mirar al otro lado de la habitación, en este lado se encontraba una ventana por la que se lograba ver un cielo azul oscuro, propio de la época del año en la que estaban. Al lado de la ventana se elevaba desde el suelo una espada bastante larga y enfundada. La funda de la cual dejaba al descubierto una parte de la hoja, la más cercana al mango. La parte de la hoja visible era brillante y sin ninguna imperfección, en total contraposición con la vaina que la guardaba la cual era de cuero de color negro, pero este estaba sucísimo y lleno de manchas oscuras, productos de innumerables batallas al lado de su portador, Viktor.
Este se levantó de la cama y miró por la ventana, en la calle se podía ver algunos niños jugando a la pelota entre los charcos, la oscuridad ya casi había sumido a la población que entraba poco a poco en sus casas e iban llamado a los más pequeños para que regresaran a sus hogares.
Viktor se apartó de la ventana y se dirigió hacia un aparador de madera que hay a los pies de la cama y de él sacó una especie de trapo rojo que resulta ser una camisa holgada y con algunos cortes. Viktor al colocársela observa que encima del aparador había un pequeño espejo y lo cogió para mirarse en él.
—No estoy nada mal eh...  —Se jactó Viktor.
Apartó sus mechones de pelo de su rostro y dejó ver en la parte superior derecha de su frente una cicatriz hecha en la batalla contra aquel monstruo.
—No recuerdo ni como me la hice... Pero supongo que ahora vamos conjuntados ¿Eh Diego?  —Dijo Viktor para si mismo tocando el tejido cicatrizado en forma de pico que caía desde en comienzo de su cabellera hasta unos centímetros más abajo. Diego en esa misma batalla al ser salvado por Viktor de ser aplastado por un pedazo de edificio se hizo una herida similar pero él por el golpe contra unos escombros que resultó partiéndole la ceja.
...
Mientras tanto en la habitación de Diego este también se tocaba la ceja derecha donde tenía la cicatriz.
—Oye, te toca a ti...  —Dijo Gabi desde la cama. Gabi estaba en la misma posición en la que estaba Viktor, pero este llevaba el brazo izquierdo en cabestrillo y totalmente cubierto de bendajes. Su pelo rubio estaba recogido en una pequeña cola de caballo a excepción de dos mechones más cortos que le caían sobre el rostro a la altura de la nariz, los cuales muy a menudo tocaba y apartaba para mejor visión.
—Venga, he dicho que te toca a ti. —Repitió Gabi incorporándose y dejando ver que llevaba una camisa idéntica a la de Viktor pero en verde, unos pantalones blancos y unas botas oscuras.
Diego en ese momento despertó del trance en el que se había sumido tocando su ceja partida y mirando de nuevo al tablero de ajedrez que había desatendido durante este este, dijo:
—Sí, sí, ya voy... 
Respondió mientras observa las pequeñas figuras hechas de madera tallada por Gabi.
"Alfil, caballo, torre..." se decía para si mismo Diego al mirar fijamente sus activos militares de la partida.
—Creo que ya lo tengo...  —Dijo Diego tras unos segundos de meticulosa observación del tablero.
—jaque. —Siguió al mover a su torre a una posición ventajosa.
—Vaya, esa ha sido buena... —Aseguró Gabi mientras movía él una de sus fichas para deshacerse de la torre de Diego.
—Esa también compañero... —Aseguró Diego mientras movía otra de sus fichas, y la partida continuaba.
—¿Cómo te encuentras hoy, Gabi?  —Preguntó Diego mientras ambos intercambian movimientos de fichas.
—Bien, y cuando té haga un jaque-mate lo estaré todavía más.
—Me alegro, pero voy a hacerte yo el jaque-mate...
—Lo dudo chaval, soy mayor así que tengo mucha más experiencia y por tanto está claro que yo te ganaré. —Aseguró Gabi mientras colocaba su alfil en posición para amenazar al rey.
—Jaque. —Dijo Gabi, muy confiado.
—Vaya, esa no me la esperaba... —Aseguró Diego mientras movía al rey para alejarse del jaque del alfil.
—¿Cómo te encuentras tú Diego? —Preguntó esta vez Gabi. —¿Te duele la ceja?
—Me duele la cara, de ser tan guapo...  —Aseguró él llevándose la mano al mentón.
Gabi se partió de risa con esto, aunque ciertamente Diego era atractivo, ojos y pelo claros, rostro fino y facciones dulces, su sonrisa era blanca y cuidada e incluso sus labios eran rosados y agradables.
—He estado muy ocupado últimamente, no he parado de leer y releer ese libro... —Aseguró Diego. —Es prácticamente como una adicción.
—Deberías habérselo dado a Djura. —Le dijo Gabi. —Mi padre le conoce, dice que no es mala gente. —A lo que Diego respondió con una negativa.
—No digo que sea malvado o algo así, pero nosotros luchamos contra esa cosa —Dijo. —Somos nosotros los que tenemos derecho a saber qué era.
—¿Has encontrado algo?
—Por desgracia está casi todo en un código extraño, pero todo lo que no lo está son ensayos y anotaciones que me llevan a pensar que esa cosa no era un demonio. Según el diario, esa cosa era un humano con algo llamado "Estigma Vivo"-
—¿Estigma Vivo?¿No nos dijo ese tío de la lanza que usaba magia de Vivos o algo así?  
—Preguntó Gabi.
—Exacto, eso me llevó a pensar que quizá tenía algo que ver con su lanza, pero quedó hecha pedazos aquel día. —Dijo Diego algo resignado.
—No te atormentes Diego. —Dijo Gabi moviendo una de sus fichas. —Estando todo codificado y hablando de temas como la magia, debe ser extremadamente complejo-
—Sí, es más. —Dijo. —Hasta aquel día, jamás había creído en la "magia" como tal. Nuestra madre nos contaba a Viktor y a mí cuentos de un libro que tenía ella. Eran historias fantásticas de Elfos, Enanos y Dragones que vivieron en estas tierras hace mucho-
—Bueno, sabes que los Enanos existen, y los Wyverns existieron. —Dijo Gabi. —De eso puedes estar seguro-
—Lo de los Wyverns... De acuerdo, pero se extinguieron hace 1000 años, pero lo de los Enanos... No me trago nada —Aseguró Diego carcajeándose.
—Pero hombre, si has visto a un hombre haciendo una lanza con la sangre de gente y un monstruo gigante, ¿cómo dudas de la existencia de los Enanos? —Preguntó Gabi.
—Bueno, nada me lleva a pensar que puedan existir. —Añadió Diego.
—Pues yo te digo que sí existen, es más, yo he visto a uno. —Dijo Gabi orgulloso.
—¿Qué dices? No hablas en serio ¿verdad?
—Pues por supuesto, se llamaba Balor, le conocí hace muchísimos años. Tenía barba poblada, cejas como copas de árboles y era robusto como una pared. Me dijo que su escudo, que estaba quemado le protegió del fuego de un Wyvern gigante —Aseguró Gabi.
—Menudo montón de patrañas. —Dijo Diego riéndose. Gabi se encogió de hombros y retomaron la partida.

—Jaque- Sentenció Diego.
—Veamos... veamos... —Pensó Gabi mientras miraba el tablero en el que ahora perdía terreno contra Diego.
—Si muevo esto aquí... —Dijo Gabi mientras se come la ficha de Diego que amenazaba a su rey.
—¡Muchas gracias! —Dijo ahora Diego mientras al mirar el tablero, en él encontró un camino totalmente despejado para un alfildirecto a matar al rey de Gabi. Este al mover su ficha para matar a la que amenazaba a su rey había dejado una línea diagonal perfecta para un alfil.
—¡Mierda!¡Otra vez! —Maldijo Gabi mientras apunta en un papel encima de la misma mesita en la que jugaban al ajedrez las partidas ganadas de cada uno. Gabi tenía 3 ganadas mientras que Diego, con esta, alcanzaba las 4.

Ambos se dieron la mano al concluir que la partida la había ganado Diego y se levantaron de donde estaban sentados. Gabi de la cama de Diego y él de una vieja silla de madera.
—Eso a sido suerte chaval... —Aseguró Gabi dirigiéndose a la ventana y mirando por ella.
—Ya claro, ¿y las otras 3? —Le reprochó Diego.
—Paparruchas, ¿acaso le vas a pegar a un poblé manco? —Dijo Gabi haciéndose la victima y aprovechando su posición de herido.
—Anda cállate y ayúdame a recoger el tablero.
—¡Voy! —Dijo Gabi mirando de nuevo a la ventana. Desde ella se podía observar a unos niños que volvían ya a casa tras haber jugado toda la tarde con una pelota que en realidad sólo era un montón de pieles cosidas en forma de pelota, prácticamente ni botaba en el piso, los niños se dedicaban a patearla de aquí para allá a ver quien le daba más pelotazos a los demás.
—Venga, te ayudo. —Dijo Gabi separándose del cristal y cogiendo el tablero de encima de la mesa, metiéndolo en un cajón de un escritorio que había en la habitación, al lado de la ventana y agarrando con su mano sana la silla de Diego, llevándola al lado de la pared.
—¿Deberíamos bajar ya? —Preguntó Diego a Gabi mientras ambos terminaban de recoger las piezas.
—Sí, supongo que ya podemos —Respondió Gabi.
En ese momento se escucharon unos golpecitos en la puerta. Y tras estos la puerta se comienza a abrir lentamente, dejando entrever la cara de Viktor asomando.
—¿Podemos bajar ya? Tengo hambre...
—Preguntó Viktor a Gabi mientras se coloca justo bajo el marco de la puerta.
—Sí, ya íbamos a avisarte. —Aseguró Gabi acercándose a él.
—Pues venga, vámonos —Musitó Diego mientras agarraba unas pocas monedas de encima del aparador.
Los tres bajan por las escaleras uno detrás de otro, Gabi el primero y Diego el último, las escaleras bajaban desde la primera planta del hostal dónde se encontraban las habitaciones de Viktor y los demás, hasta un salón común, muy grande por lo que Viktor y los demás habían visto esa misma mañana al llegar.
Gabi llevaba una camisa verde manchada con oscuros colores rojizos, Viktor llevaba una camisa roja con cortes en reversos lugares y unos pantalones negros con botas de piel marrón. Diego iba de colores claros, su camisa era color azul claro y sus pantalones eran grises, también claros. Llevaba un pañuelo blanco al cuello y unas botas como las de Viktor.

De sopetón se escuchó un fuerte estruendo desde detrás de la puerta en la que terminaban las escaleras y que daba al salón-comedor.
—¿Qué coño ha sido a eso? —Preguntó Gabi llegando a la puerta.
—Ha soñado como a metal ¿no? —Preguntó Viktor con bastante incertidumbre.
—Pues menudo golpe... —Dejó caer Diego dando a entender que el golpe había sido muy fuerte.
Los tres delante de la puerta se preguntaban qué podía haber sido eso.
—Vamos...  —Dijo Gabi mientras abría lentamente la puerta y dejando ver una espesa oscuridad que la invadía totalmente.
—Qué extraño es todo es...¡¡¡!!! —Gabi no terminó la frase porque algo en el interior lo agarró fuertemente por el hombro y le arrastró al interior de la bruma oscura.
—¡Pero qué cojones! —Gritó Viktor mientras Diego decía : "¡Gabi no!"
La puerta se cerró con fuerza en sus narices, su amigo acababa de ser tragado por la oscuridad de la estancia.
—Diego... —Dijo Viktor desviando su mirada hacia los pies de este.
—Vamos. —Asintió Diego mientras se arrodillaba y levantaba ligeramente el final de su pantalón. Bajo este había una especie de finturón de cuero que sostenía dos pequeños cuchillos, muy punzantes y muy finos. Diego los extrajo  y ofreció uno de ellos a su hermano el cual lo agarró casi sin mirar ya que está apoyando en la puerta su oído para intentar escuchar lo que ocurría al otro lado de esta. Desde detrás de la destartalada puerta de madera oscura al final de las escaleras se escuchaban algunos débiles susurros, inteligibles, incomprensibles y espeluznantes.
—¿Qué diablos hay ahí dentro? —Preguntó horrorizado.
—No lo sé Vik...Pero se ha llevado a Gabi, y aunque sea a la fuerza ¡le voy a sacar de ahí.
—Sentenció Diego mientras se colocaba el pantalón, se levantaba y agarraba con fuerza el pincho que lleva para defenderse.
—Vamos allá Diego, ¿yo abro la puerta y tú te metes? —Preguntó Viktor.
Diego asintió y dirigió su mirada a la puerta.
Viktor se colocó junto a esta y con la mano izquierda abrió lentamente la manilla sin brillo de la puerta, delante de esta, Diego con una expresión muy seria y agarrando su cuchillo como si fuese a meterlo en el pecho de alguien.
—¡Vamos! —Gritó.
Viktor abrió la puerta y dejó pasar primero a su hermano, la habitación estaba muy oscura, caliente y húmeda. Un extraño olor flotaba en la habitación, se podría describir de muchas formas, pero la más cercana sería olor a carne, cruda y cocinada.
—¿A qué huele...? —Preguntó Viktor.
—No lo se... Mierda Viktor no me toques el hombro...
—No me toquetees tú los brazos...
—No te he tocado... nada...
—Mierda...
De pronto a ambos les cogieron los brazos, impidiéndolos usar los cuchillos. Les agarraban innumerables manos a los dos, estaban realmente atrapados.
—¡Mierda, si tuviese mi espada...!
—¡Viktor, ¿qué es esto!?
En ese preciso momento las invisibles paredes de la habitación que no podían ser vistas por Viktor y Diego por culpa de la oscuridad se vinieron abajo, en realidad era unas gruesas pieles y mantas que al caer dejaron pasar la luz de numerosos faroles y velas. A la luz del fuego de estas, los que agarraban tanto a Diego como a Viktor fueron descubiertos, eran ni más ni menos que los propios solados de Gabino, el cual estaba sentado en la barra de la cantina junto a Gabi.
—¿Qué coño...?
Las manos de los soldados no los soltaron hasta haberlos llevado delante justo de Gabi y Gambino, los cuales estaban sentados en altos taburetes y bebían de unas jarras de madera y metal. Detrás de la barra había una chica joven que parecía ser la que llevaba el hostal.
—Chicos, ahora que ya estáis aquí... —Empezó diciendo Gambino.
—Solo nos queda deciros... —Siguió Gabi.
—¡¡¡Feliz cumpleaños!!! —Gritaron Gambino, Gabi y todos en la sala, la chica desde detrás de la barra incluida.
—¿Qué? ¿Ya es esa época del año? —Preguntó Viktor muy sorprendido
—Vaya, que rápido pasa el tiempo... Parece mentira que ya hayan pasado 6 años desde que estamos con vosotros. —Dijo Diego poniéndose un poco sentimental recordando todos lo vivido con ellos. Todas sus aventuras, aquella vez que salvaron a un poblado de agricultores y estos en lugar de pagarles con monedas les pagaron con calabazas. O la vez que que en el puerto principal del reino en la ciudad costera  de Vadocosta rechazaron el ataque de 10 barcos del reino del Oeste que querían realizar un bloqueo comercial. Historias dignas de ser contadas alrededor de una fogata con grandes amigos escuchando. Durante la noche muchas historias como estas se contaron, mucho habían vivido durante los 6 años en los que los hermanos habían acompañado a la compañía de Gambino en sus aventuras.

Diego y Viktor tras un rato hablando y riéndose con cada uno de los soldados estaban ahora sentados en una larga mesa en el centro del comedor en donde hay otras dos ya que todos los soldados no cabían, al rededor de 150 soldados están en este local, el cual es bastante grande, por supuesto todos ellos no se hospedaban en este lugar. No tenían ni el suficiente dinero ni el hostal tenía suficientes habitaciones.
En la mesa de Diego y de Viktor, al lado de Diego estaba Gabi y enfrente de estos Addy y Violette, la cual había decidido irse de la ciudad dónde vivía ya que su casa estaba quemada y prácticamente desecha, resultado del enfrentamiento con las tropas del Oeste.
Addy llevaba una camisa idéntica a las de Gabi, Diego y Viktor pero él en color morado, la cual combinaba con su piel morena y ojos oscuros. Este llevaba su brazo en cabestrillo, al igual que Gabi.
—Y entonces... ¿Qué vais a hacer tortolitos?
—Preguntó Viktor.
—Eh... —Addy no supo que responder inmediatamente y Violette se puso roja como un tomate.
Rieron los otros tres al ver las caras avergonzadas de los dos pobres enamorados.
—¿Estáis saliendo? —Preguntó Diego muy interesado mientras le da un suave codazo a Gabi.
—¿Qué...? esto... nosotros...nosotros solo...
—Intentó responder Addy pasando muchísima vergüenza.
Diego se limitó a extender la mano sobre la mesa, Gabi golpeó entonces esta con su mano derecha poniendo sobre ella un par de monedas de plata.
—¿Lo ves? Te dije que se pondría rojo y no respondería. —Dijo complacido Diego mientras cuenta las monedas de plata.
—Dejadlos, pobres, ¿no veis que están muy nerviosos? —Intervino Viktor. —Os conocéis desde hace un par de meses, no os preocupéis por nada. —Añadió.
—Pero es que hacéis tan buena pareja. —Dijo Diego mirándoles como con ojos color de rosa.
—Violette- Dijo Gabi. —¿Te estas adaptando bien a viajar con nosotros? —Preguntó el hijo del jefe.
—Esto... Sí, no me he aprendido el nombre de todos, son un montón, pero esto es sin duda mucho mejor que vivir sola en ese pueblo maldito.
—Nunca le lo he preguntado. —Dijo Viktor. ¿Cómo es que vivías sola?
—En realidad Lady Grima venía a visitarme de vez en cuando, conoce a mis padres y me cuidó durante algún tiempo.
—¿Tus padres...? —Dijo tímidamente Addy.
—Mi padre es un hombre rudo y grande, que tuvo que irse a Bastión de la Frontera como soldado cuando yo era muy pequeña. En ese tiempo mi madre murió y cuando mi padre regresó lo pagó con la bebida. —Dijo esta cabizbaja. —Lo siento, no os quiero aguar la fiesta con mis cosas...
—No no, por favor sigue contándonos. —Dijo Addy muy interesado, a lo que los otros asintieron.
—Mi padre, a parte de gritarme y obligarme a hacer las tareas de la casa, se buscó otra mujer, una jovencita atraída por la armadura de soldado. Pero era un ogro por dentro, creo que nunca me llamó por mi nombre, solo "niña" o "chiquilla" —Continuó Violette ante la atenta mirada de los cuatro chicos. —Así estuve un par o tres de años, hasta que una noche, mi padre, yendo mucho más borrachos que nunca entró en una casa que no era la suya y creyendo que la mujer que vivía dentro era la madrastra, la violó y le dio una paliza.
—Dios... —Se le escapó a Diego.
—Sí, la policía militar investigó i se lo llevaron hasta Bastión para que le ahorcaran. Lo colgaron en la plaza mayor, el día 29 de Marzo del 303. —Añadió la muchacha.
—¿Y qué hiciste? —Preguntó Addy.
—Lady Grima había tenido una amistad con mi madre hace mucho, pues mi madre fue una doncella en la casa de los Grima, y decidí viajar hasta la ciudad para pedir ayuda a la Señorita. Y ella muy amablemente me prestó una casa para mí sola, sin ningún tipo de coste, pero me dijo que me debía encontrar un trabajo.
—Concluyó.
—Menuda historia. —Dijo Viktor al finalizar.
—Así es. —Dijo Addy. —¿Qué fue de tu madrastra?
—Ese amasijo de pelo de rata se quedó con mi casa y todas las escasas riquezas de mis padres. Cuando vuelva por allí, la echaré a patadas de mis tierras. —Aseguró.
—Yo te ayudaré. —Dijo cómplice Addy, a lo que Violette respondió con un abrazo.
—Pero...pero...pero... —Intenta decir Addy por lo extraño de la situación. Mientras tanto el resto de ellos se partían carcajeando fuertemente.

Gabi que era varios años mayor que Diego y Viktor bebía de una de las jarras, al igual que todos los soldados. Los únicos que no bebían de esas jarras, las cuales estaban llenas de una cerveza muy famosa en la zona, eran Diego y Viktor junto con Addy y Violette. Tanto Diego como Viktor se abstenían de beber alcohol ya que no les gustaba en absoluto, lo detestaban y al parecer, eran los únicos. Por otra parte Addy era muy joven para beber alcohol y Violette, que tenía la edad de Diego y Viktor tampoco le agradaba mucho el licor.

De pronto a ellos se les acercó la chica que había tras la barra, esta chica tenía la piel un poco más oscura que Diego y Viktor, y el pelo castaño, sus ojos eran morenos y de rostro hermoso, pecoso y dulce. Físicamente atractiva, debajo de una toga manchada por estar en la cocina de color café y el delantal que llevaba; no tenía unos pechos pequeños y  la manchada ropa dejaba a la vista desde sus pies cubiertos por unos botines que se habían de atar a la pierna, de color negro, hasta la mitad del muslo. Algunos de los soldados ya le habían hachado el ojo, y Viktor ya se había percatado de ello. Sin embargo la chica sabía tratar con los que se pasaban de agradables con ella o los que la miraban de forma muy pervertida.
La chica se había acercado a los chicos para reponer el vaso de Gabi y entregar una tarta de manzana que olía realmente bien.

—Para los cumpleañeros, de mi parte, felicidades chicos. —Dijo la chica mirando primero a Diego y deteniéndose después en Viktor y guiñándole un ojo antes de irse.
—Vaya vaya Vik, triunfas por donde pasas eh...
—Agregó Gabi.
Diego miraba de forma extraña a la chica mientras que Viktor que había quedado pillado en los oscuros ojos de ella.
—Guau...es muy guapa... —Dijo Viktor algo aturdido.
—¿Eso es todo lo que vas a decir? —Preguntó Diego un poco desajustado.
—Tampoco se muy bien qué decir...
-Respondió Viktor todavía mirando a la chica, la cual ahora estaba rellenando las jarras de la otra mesa.
—¡¡¡Venga chicos es hora de los regalos!!!
—Gritó Gambino sobresaltando a todo el mundo.

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