Una forma de vida.
Cierto es que su curiosidad lo había metido en problemas antes, sin embargo, cuando decidió seguir al desconocido hombre que había tirado por la borda sus planes nunca imaginó que todo terminaría así. De hecho apenas estaba comenzando y ya no sabía si había sido una buena idea saciar su curiosidad.
Cheonghakdong era a sus ojos un salto en el tiempo, la forma perfecta de representar la esencia coreana al cien por ciento. Las mujeres que iban de aquí allá aún usaban elaborados moños en sus cabezas, algunas horquillas hornamentales y largos hanboks coloridos. Ni hablar de los hombres que acarreaban carretas con alimentos o telas, algunos aún llevaban el cabello largo y recogido en lo alto de la cabeza. Estaba abrumado pero de cierta forma satisfecho, ese era el lugar que él quería ofrecer a su agencia.
La gente no lo miraba de mala forma, pero aún así sentía la incomodidad de saberse observado, incluso tuvo el atrevimiento de tomar algunas fotografías de la cotidianeidad que ante sus ojos se presentaba como si no estuviera presente.
A los habitantes parecía no importarles que cambiará de un lado a otro tomando foto tras foto de todo, incluidos los mismos pobladores, que a modo de mentira hasta parecían posar ante el lente.
Caminando por el perímetro pudo notar los arrozales que parecían perderse en el infinito, las cuidadas parcelas y los bonitos jardines que se asomaban por las bajas paredes de las casas. Era un sueño, un lugar donde la calma estaba presente en cada rincón.
¿Cómo sería la vida ahí? ¿Los niños serían educados en casa leyendo a los antiguos mientras que las niñas se dedicaban a bordar? ¿Habría incluso un Rey en ese lugar? Cientos de preguntas corrían por su mente sin parar, probablemente estaba siento algo tonto. Una cosa era que a la gente del lugar le gustara vivir ahí y otra muy distinta que en realidad hubiera hecho un viaje en el tiempo.
Un poco cansado y sediento se dispuso a regresar sobre sus pasos, sin embargo al estar en un lugar desconocido ya había perdido el norte en su dirección y decidió que lo más fácil sería aventurarse a pedir ayuda a algún local, esperando que lo examinarán de buena fe hacia la civilización. Sin más se asomó lentamente a la entrada de una de las casas, aparentemente no había nadie y cuando se dio media vuelta una suave voz lo llamó.
—¿Le gustaría sentarse un rato a la sombra joven? Debe estar acalorado de estar bajo el sol, si desea puedo ofrecerle algo de té.
La persona en cuestión era una mujer de edad avanzada, quizá no tan joven como su madre ni tan vieja como su abuela, era una mujer que parecía genuinamente ofrecerle un lugar bajo la sombra.
—No quiero molestar, pero si me permite, me agradaría sentarme algunos minutos lejos del sol. — La mujer lo guió a un amplio porche a la sombra y con una vista a un pequeño patio repleto de ollas de barro. Concentrado como estaba, apenas notó como la dueña de la casa ordenaba la mesa baja entre ambos y se disponía a servir bebidas y algunos dulces para acompañar.
—Muchas gracias, no se hubiera molestado, con dejarme sentar aquí habría estado feliz. — Sorbiendo de la pequeña taza notó que en realidad no era una bebida caliente, sino que el contenido de su taza era singularmente frío, casi escarchado. Sonrió y se llevó a la boca una gacha de judías que complementó el pequeño pero delicioso festín que le fue ofrecido.
—¡Wah el té es tan fresco! No tiene nada que pedirle a un té helado de starbuks, es incluso mejor si me permite decirlo.
—Bueno no es nada que una buena infusión y un poco de reposo en la nevera no puedan lograr.— JongIn la observó por unos instantes tratando de descifrar aquello que no cuadraba en su mente.
—¿Usted tiene una nevera? —Y había sido una pregunta que en cualquier otro lugar habría sido tonta, sin embargo aquí pese a parecer fuera de lugar era completamente hecha con sincera curiosidad. —
—Es algo pequeña pero funcional y de gran ayuda cuando estamos en verano y los alimentos no duran mucho sin malograrse.
—Uh yo pensé... pensé que bueno...
—¿Que realmente vivimos en el pasado?
—Sí, eso es lo que dicen.
—Contrario a lo que la mayoría de la gente dice, nosotros fácilmente podríamos tener acceso a las comodidades modernas, de hecho la gran mayoría de los vecinos tenemos energía eléctrica y algunos electrodomésticos. —Woow aquella revelación lo tomó por sorpresa. Era increíble y a la vez gracioso que él hubiera venido con una idea cuando en realidad, su imaginación y los rumores habían creado una imagen de algo en su cabeza.
—Hace ya algunos años tenemos más comodidades si se les puede llamar así. La mayoría de la gente que vive aquí aprecia lo que puede hacer por su propia mano y le satisface ver que sus propias capacidades van más allá de ir a una tienda o centro comercial y tomar todo sin saber de donde viene. Nosotros no somos personas excluidas del mundo, sabemos cómo son las cosas del otro lado del portón sin embargo hemos optado pr quedarnos aquí y vivir como se nos enseñó. Es más una decisión personal que una obligación. Mi nieto por ejemplo, decidió quedarse en la ciudad después de terminar sus estudios, ahora es un buen hombre dedicado a la música que pese a todo lo que le ofrece la ciudad aún regresa a ver a su abuelita y a ayudarle en tiempo de cocecha.
Decir que estaba sorprendido era poco. Lo que él había imaginado no era ni remotamente cercano a la realidad, es decir, no eran una comunidad cerrada al exterior por gusto sino que por el contrario las personas elegían hasta qué punto la tecnología y lo material podían influir en sus vidas.
—Yo vine aquí para buscar lugares que ayuden a promover el turismo, tanto nacional como internacional creyendo que esta era una oportunidad que mucho a tomarían para saber de la cultura y acercarse al pasado, creí tontamente que sería como en los dramas históricos que pasan por la televisión. —La mujer lo miró con una sonrisa sin burla, sirviendole un poco más de té y tomando algunos dulces que dispuso en la mesa.
—Lo sé, hoy en la mañana me encontré con KyungSoo- sshi cuando vino por su ración mensual de gochujang y dijo que querías convertirnos en un zoológico. Estaba un poco molesto. —KyungSoo, con que ese era el nombre del hombre que, de haber tenido oportunidad lo habría corrido con una patada en el trasero.
—Él me dijo que no creía correcto traer visitantes a este pueblo, no fue muy amable que digamos.
—En este pueblo siempre hay visitantes, ya sea gente curiosa como tú, algún pariente lejano o alguien como el mismo KyungSoo que un día llegó de la ciudad para quedarse.
—¿Quiere decir que el tal KyungSoo no era oriundo de por aquí? —Vaya, si antes le había molestado la forma en la que aquel sujeto lo había tratado ahora estaba bastante enfadado. ¿Con qué derecho venía él a decirle que NO podía venir a intervenir en el pueblo? Aquello era tan doble moral que lo irritaba.
—¡Oh no! KyungSoo-sshi vino un día a la antigua casa de los Do y después de un par de días después de frecuentarla poco a poco la fue reparando. Tiempo después se mudó aquí. Es un buen hombre, aprendió muy rápido como tratar a la gente con su naturaleza amable y también aprendió mucho sobre el campo.
—¿Entonces él llegó para quedarse? Es decir ¿no volvió a su vida en la ciudad? —¿Quién querría quedarse en un lugar como este para siempre y no solo por vacaciones? ¿Habría sido alguna especie de mendigo o... quizá un exconvicto? Miles de cosas pasaban por su cabeza, unas más descabelladas que otras y que no dejarían e rondar por su mente hasta que supiera a ciencia cierta quién era ese hombre.
—No, KyungSoo-sshi lleva ya algunos años aquí. Es un buen hombre, de bar ante ayuda en el pueblo si tengo que decirlo. A veces sus parientes vienen a visitarlo, nunca se quedan pero lo hacen feliz.
—¿Por qué se quedaría? —Y en cuanto vio la expresión de la mujer supo que no lo había pensado sino que lo había dicho.
—Él encontró un motivo para quedarse así como muchos encuentran un motivopara irse, la decisión es de cada quien joven.
—JongIn, mi nombre es Kim JongIn, siento no haberme presentado antes, he sido grosero con una dama tan amable.
—Byun ByulHee es mi nombre y no te preocupes, ha sido muy lindo poder beber el té con alguien a estas horas de la tarde.
Por un momento lo dudó y pensó que quizá estaría abausando de la amabilidad de aquella mujer, sin embargo se atrevió a preguntar dónde vivía aquel hombre.
¿Qué iba a hacer al encontrarlo? No lo sabía, pero quería cantarle unas cuántas por querer echarlo del pueblo cuando él claramente ni siquiera tenía derecho ya que no era originario.
Con las indicaciones de la señora Byun y un pequeño bolso lleno de dulces se dirigió por las calles de tierra que lo llevarían hasta el citadino que se creía campesino y que por supuesto no iba a ser un obstáculo en su trabajo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro