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Buscando paz, encontrando problemas.

Hubo un tiempo donde levantarse temprano al sonar la molesta alarma del móvil era algo parecido a la peor de las torturas medievales nunca antes experimentadas, salir de la cama e iniciar un nuevo día era algo más que agotador. No había motivo alguno para continuar adelante cuando todo el tiempo parecía casi desaparecer y consumirlo en una gran oficina, devorarlo entre papeles llenos de números y contratos que le asfixiaban. 

Era obvio que no era el único en el mundo llevando una vida miserable, y algunas veces se sintió completamente estúpido por quejarse de tenerlo todo; un buen auto, un apartamento lujoso en un imponente lugar en Gagnam, amistades superfluas aquí y allá. Una vida perfecta le había dicho su padre alguna vez, una vida que no estaba viviendo como a él le hubiera gustado y que no llenaba alma.

Cuando decidió dar un paso en lo que él consideraba sería su vida perfecta casi todos sus conocidos y sus "amigos" se habían reído de él, le habían llamado tonto y lo habían creído loco. Su familia tardó un par de años en superar que su mejor actuario se había retirado del negocio familiar con la excusa  de que no era feliz. Su madre había tardado algún tiempo en ir a visitarlo y aunque en un principio resintió la distancia que su familia había tomado con él, no pudo más que agradecer el que dentro de todo lo dejaran irse tranquilo aunque con uno que otro reproche de vez en cuando.

Si era honesto, estaba profundamente agradecido de haber sido él quien fuera a valuar aquel terreno olvidado de la mano del hombre en Cheonghakdong. Cuando había llegado dispuesto a vender la propiedad de quien fuera su bisabuelo se sintió maravillado de ver que justo ahí entre las montañas y cerca de la jungla de asfalto se encontraba una comunidad por la que el paso de los años no se había corrompido con la tecnología y el capitalismo. Había sembradíos, campos, y personas que parecían sacados de un antiguo libro de historia, sin embargo lo que logró emocionarlo como nada en los últimos años de su vida fue la tranquilidad que el silencio le otorgó. No teléfonos sonando a todas horas, no sonidos de automóviles transitando en el tráfico de la ciudad, no ruidos de construcción. Podía respirar aire de calidad y sobre todo, cuando por fin vio la propiedad que debía revisar, supo que no podía deshacerse de ella. 

"El lugar era simplemente perfecto"

La pequeña casa estilo tradicional le había removido en lo profundo de su ser y repentinamente se encontró deseando ser él el propietario del inmueble no para hacer uso de un bien comercial sino como su casa soñada. 

Un año después de haber visitado Cheonghakdong, él había dejado su trabajo, su auto, los trajes y a su propia y renuente familia en pos de buscar su propia felicidad. Sus ahorros fueron invertidos en restaurar la propiedad y otros tantos olvidados en una cuantiosa cuenta bancaria que por supuesto ya no necesitaría. Pronto, los habitantes habían pasado de verlo como un foráneo curioso, a integrarlo a esa sociedad por la que los años pasaban lentamente.

Si se había convertido en un ermitaño o no, no lo sabía. Do KyungSoo sólo era consciente de que arar la tierra, sembrar sus cultivos y cuidar de sus animales era la vida que nadie esperaba pero que él había adoptado por gusto propio.



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Cuando había decidido hacer una campaña publicitaria para vender viajes turísticos jamás imaginó que como novato en la empresa le tocaría una provincia tan difícil como lo era  Hadong-gun. Y no es que dicho lugar no fuera bello o no encontrara la forma de ofertarrlo al público, sino que visitar lugares como Ssanggyesa y Samseonggung estaban más que puestos en los folletos de la empresa turística para la que recién había sido contratado, parques y flores de cerezo podían encontrarse a lo largo y ancho del país, y aunque la belleza de Hadong-gun era innegable su instinto le dijo que buscara más allá. Así pues, con una mochila al hombro, una cámara y su portátil se dispuso a ir "más allá" de lo estrictamente convencional asegurándole a su jefe que su campaña valdría la pena ya que regresaría con muy buenos resultados.

Pero no todo había sido fácil, si bien visitó los lugares más concurridos en busca de una maravilla que presentar en su proyecto nada lograba llenar el lente de su cámara ni su propio ojo aventurero. No fue hasta que se había detenido en una posada cercana  al pie del Pico Samsanbong que algo en su pecho se agitó. En la entrada de la casa donde se hospedaba había una camioneta que descargaba alimentos en la puerta principal. Nada raro a ojos ajenos, sin embargo las personas que se encontraban charlando entre trabajo y trabajo eran un tanto peculiares... Vestían ropas tradicionales que parecían ser cómodas y frescas, incluso llegó a pensar que se encontraban grabando alguna especie de drama histórico. 

Una vez terminó sus alimentos y antes de partir a lo que sería su última atracción en Hadong-gun decidió saciar su curiosidad y preguntar sobre aquellos peculiares personajes que habían llegado a lo que a su parecer era comerciar o intercambiar como supo después. 

La respuesta que obtuvo, lejos de satisfacer su curiosidad le intrigó un poco más. La Aldea Cheonghakdong se encontraba a pocos minutos de donde él estaba hospedado y si lo que la dueña de la casa le había dicho era cierto, él tenía asegurado un buen proyecto entre manos; Cheonghakdong era una pequeña comunidad donde todo, absolutamente todo se encontraba ajeno en su mayoría a los avances tecnológicos del mundo entero. 

"Apenas hay electricidad ahí" Le habían dicho.

Y ahí estaba él, jadeando de cansancio porque en realidad no había algún transporte que lo llevara directamente a la aldea y el camino apenas era un sendero de tierra rodeado de árboles por el cual temió perderse cuando el GPS no pudo ubicarlo. 

Con cámara en mano decidió tomar algunas fotos que utilizaría posteriormente en su informe, era increíble el salto en el tiempo que parecía haber encontrado, verde por doquier, arquitectura antigua y gente trabajando en el campo. Encaramado a un árbol pudo ver desde lo alto que ese lugar no sólo podría ser atractivo por el amplio discurso histórico que podría ofrecer a los visitantes extranjeros, sino a los locales mismos ¿Quién no disfrutaría de conectarse con su propia cultura? Por su cabeza corrían una y otra vez las ideas con las que seguramente podría organizar algún tour, y lo bienvenidas que serían sus propuestas en la agencia. Absorto como estaba en sus pensamientos no notó que al pie del árbol donde se encontraba lo estaban observando, y casi, casi pudo haber muerto del susto cuando una voz profunda lo trajo a la realidad de golpe.

—La rama en la que estás parado no es una buena opción, amenos que pretendas caer y romperte un hueso.— Por un momento creyó que había sido transportado a Joseon siglos atrás cuando al bajarse de un brinco obligado observó a su interlocutor, vestía ropas tradicionales y frescas en tonos azules y blancos, zapatos y sombrero de paja y en sus manos estaba un cachorro que según sus cuentas tenía poco tiempo de haber nacido. Su aliento se quedó atorado en su garganta cuando el desconocido dueño de la voz levanto su sombrero y lo saludaron un par de ojos redondos y oscuros que pudo jurar vieron dentro de su alma. Era sin temor a equivocarse, la viva imagen de un príncipe vestido de campesino sacado de los libros de historia. 

—Lo siento, yo sólo quería una buena fotografía de este lugar y creí que sería una buena opción hacerlo desde arriba. 

—Ya veo, ¿es algún tipo de trabajo escolar lo que te trae por aquí?

—No, en realidad no es un trabajo escolar sino mi agencia en busca de destinos turísticos quien me ha enviado a Hadong-gun y Gyeongsangnam-do en busca de nuevas propuestas.— JongIn le vio fruncir el ceño al desconocido para posteriormente darle una sonrisa amable y caminar lentamente por el sendero adyacente a la aldea.

—No creo que sea una buena idea traer el turismo a la aldea, ya hay suficiente gente curiosa que llega a observar, este lugar ha permanecido intacto al paso de los años y aunque no es una comunidad cerrada del todo, no hay lugares donde los visitantes puedan quedarse, en este pueblo no somos más que campesinos que siembran, cosechan y producen sus propios alimentos, los necesarios para vivir o intercambiar para obtener pequeños beneficios con los alrededores. No veo como eso podría ser atractivo a ojos ajenos sin ser... Irrespetuoso con los habitantes.

Ante las palabras duras y certeras no pudo más que encogerse en su sitio por unos segundos y seguir al desconocido. Sin saber realmente el motivo quería hacerse entender y justificar sus acciones.

—Simplemente, si me permite decirlo, creo que sería una retroalimentación cultural beneficiosa para ambas partes, es decir; hay gente en las ciudades que anhelan un respiro del caos en sus vidas y aquí podrían pasar unos días lejos de todos, aprender cómo era el país en el pasado y...

—¡Oho! Exhibir a los habitantes como si fueran animales en un zoológico no es la idea más brillante de ofrecer la historia del país la historia no es algo que pueda viviese y no creo que la irrupción de ciertas cantidades de gente aquí sean de provecho, esto no es un centro vacacional o recreativo. La historia puede encontrarse en los libros señor...

—Kim, Kim JongIn

—JongIn-sshi le sugiero que  busque otro lugares turísticos en Hadong-gun, hay algunos tiemplos y mercados en este distrito que podrían atraer quizá no el turismo internacional, pero sí el local. 

Y así, como había aparecido, el hombre se había marchado desapareciendo por el antiguo portal que permitía la entrada a lo que él suponía era la aldea en cuestión.

Él no se daría por vencido, no iba a dejar que alguien que había vivido encerrado en una pequeña comunidad le dijera lo que se podía o no hacer. 






































Ya sé que tu cumpleaños pasó y que te había dicho que te tenía un regalo pero ya sabes como soy de distraída y tardona, ojala te guste aunque sea un poquito. No es algo muy largo, pero era algo extenso (?) para ser un OS.

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