Capítulo 1
Intentaba leer pacíficamente mi libro, había empezado a leer "Bajo la misma estrella"
Todos me preguntaban por qué siendo un chico leía eso.
Ni yo podía contestar a aquella pregunta, simplemente me gustaba leer historias de amor. ¿Eso estaba mal?
Como decía, estaba intentando leer "Bajo la misma estrella" cuando un ruido me lo impidió.
Ohh ¡malditos perros.!
Las mascotas de mi detestable vecino ladraban desesperadamente. Él era un anciano de unos 82 años que había quedado sordo.
Sus perros morían de hambre porque este no recordaba alimentarlos.
Ya no lo aguanté, debía hacer algo.
Estaba acostado en mi cama, cerré mis ojos verdes y me concentre.
Dejé de sentir mi cuerpo y como salía de él.
Ya libre de mi cuerpo, me diriji a los ruidosos animales.
Eran 3, Max, Bruno e Indio. Ambos ladraban dolorosamente haciendo que mi corazón se conmoviera.
Me acerqué a ellos.
Para un humano normal sería muy arriesgado, ya que los perros hambrientos siempre reaccionan violentamente. Pero yo, que en estos momentos era un "espíritu" no podía ser dañado por otros cuerpos.
Me senté junto a los perros y los acaricie. Los animales solo podían sentir mi presencia.
Pensé en calmarlos, y eso pasó. Los tres dejaron de ladrar y me miraron suplicando.
-Prometo que mañana les traeré algo para que coman.-Les sonreí.
Ahora que ya estaban callados podía seguir con mi lectura, pero ya se me habían ido las ganas de leer.
Ya que mi cuerpo estaba descansando, podía ir a caminar un rato...
Desde pequeño podía separar mi cuerpo de mi espíritu a voluntad propia.
No dolía, ni lastimaba, ni gastaba energía, solo era como si me fuera a dormir y todo lo que hacía mientras dormía era un sueño. Aunque no lo fuera.
Por alguna razón yo podía hacerlo.
Yo no era el único espíritu, o como se les dice a veces, fantasmas.
En cierta forma era especial, pero no por poder ser un "Fantasma", porque el mundo estaba lleno de ellos.
A la noche era mas habitual encontrarlos, y no solo a los fantasmas, sino que a las almas de todas aquellas personas que dormían.
Cuando dormimos nuestra alma se libera, aunque sigue unida al cuerpo por un hilo blanco de luz, cuando este hilo se rompe, el alma es completamente libre y se separa del cuerpo, haciendo que este muera.
Pero en mi caso era distinto, yo no tenía ningún hilo y podía salir de mi cuerpo con total conciencia, al contrario de los demás.
Y había algo más relevante aún, cuando dormimos o morimos, el alma tiene un aurea, dependiendo de su brillo definía que tan pura era esta.
Había visto almas negras y oscuras, otras opacas, algunas normales y otras que brillaban un poco.
Yo brillaba, había visto almas brillar más que yo, pero dentro de todo brillaba.
Eso me hacía verdaderamente feliz.
Gracias al brillo del alma, sabía cuando confiar en alguien y cuando no.
***
Estaba oscureciendo y iban apareciendo poco a poco más almas. Como estas no estaban conscientes solo caminaban sin rumbo alguno.
Seguí mi camino hasta que algo captó mi atención.
Un muchacho de cabellos color carbón iba caminando solo por la calle.
No sabía que hora era, pero si sabía que era demasiado tarde como para ir así como así caminando solo por la calle.
Me acerqué a él.
Tenía ojos verdes y era mucho más alto que yo.
Lo seguí.
Tenía cierta curiosidad.
Apenas lo seguí unas cuadras el morocho freno.
-Deja de seguirme, ¿Quieres?
Me paralice.
Miré atrás para saber si me hablaba a mí.
-Eres idiota? Te estoy hablando a ti-se dio vuelta mirándome a los ojos.
Seguí en shock. Me señale a mí.
-Sí, tú, pelirrojo.
Un escalofrío recorrió mi espalda. En verdad me hablaba a mí.
-¿Co-cómo es que-que pu-puedes verme?-Le pregunté asustado.
Él se quedó mirando.
Sonrió confundido.
-¿Es raro que te vea?
Me observé, sin duda era un espíritu, ¿Cómo podía ver mi alma?
En ese momento un fantasma paso en frente suyo y lo traspasó.
El morocho ni se inmutó y me siguió viendo confundido.
¿Si podía verme a mí, por qué al fantasma no?
Suspiró.
-solo... no me sigas.-Se dio vuelta en dirección contraria y siguió caminando.
No podía pasar por alto eso.
Corrí hacía él e intente agarrar de su brazo para que frenarse, pero no podía tocarlo.
Apenas atravese su cuerpo un escalofrío lo hizo frenar.
Me miró e intentó tocarme.
Cuando se dio cuenta de que no podía tocarme se estremeció.
-¿Qué eres?-Me preguntó asustado.
-¿Por qué puedes verme?-Le contraataque.
Se quedó en silencio.
-¿No me harás nada?
-¿Crees que soy un asesino?-Respondí con cierto enojo, ni que fuera la muerte.
-¿Eres un fantasma?
-No estoy muerto.-Reí.
-Y... ¿y tu cuerpo?
No contesté.
Me empezó a doler la panza, no directamente, si no que sabía que mi cuerpo, el que estaba en mi casa, moría de hambre.
-Adiós.-me despedí sin contestar nada más.-No le digas a nadie sobre mí.-Le suplique y me fui corriendo a mi casa.
No se que había sido del pelinegro, ni me importaba.
Llegué a casa, entré a mi cuerpo y desayune, ya que eran las 7:00am y debía ir a la escuela.
Iba a cuarto año de secundaria, era el mejor de la clase y todos los profesores me tenían de ejemplar único: "aplicado, inteligente, educado, respetuoso." Ya me tenían harto de que me tengan así. No es que no fuera así o que fuera una mala persona que fingia ser una buena, si no que sentía que era adulado y eso me daba mala espina.
No era nadie importante ni quería serlo.
Socialmente no me iba tan mal, tenía una mejor amiga. Ambos éramos muuuuy aparecidos.
No tenía ni enemigos, ni novia, ni más amigos que Sam, mi mejor amiga.
Yo era un simple adolescente de 16 años, de cabello ondulado color rojo fuego, ojos verdes claros, pecoso, petizo y delgado.
Mi nombre, Noah.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro