Mi bisabuela Clementina falleció a los ciento tres años. Yo era muy chico, tendría ocho o nueve años, tal vez menos, y sólo contaba con un recuerdo misterioso sobre ella que no podía explicar muy bien. Van a pensar que me lo imaginé todo. Yo mismo lo creí por mucho tiempo, quizás como una forma de resistencia a esos fenómenos o potenciales psíquicos que se manifiestan en episodios aparentemente aislados.

Algunos años antes de que falleciera Clementina, cuando tendría cinco o seis años, me enteré de que además de abuela, tenía una bisabuela muy mayor. Eso produjo cierta fascinación en mí, e insistí muchas veces a mi mamá para que me llevara a conocerla. Pasó el tiempo, y me olvidé del tema. Un día mi mamá me despertó y me dijo que íbamos a visitar a mi bisabuela. Yo estaba más que feliz. Recuerdo que viajamos hasta una casona vieja. No sé si era un geriátrico, supongo que sí, no lo tengo claro. Nos abrieron la puerta y atravesamos un largo pasillo hacia un hermoso jardín donde estaba sentada una señora muy grande y muy arrugada, con pelo canoso largo y un vestido azul con un motivo de flores amarillas.

De pronto, desperté. Mi mamá me vestía y me contaba que íbamos a visitar a la bisabuela. ¿Estaba pasando de nuevo? Nos subimos al auto, emprendimos el viaje. No podía explicar lo que me pasaba, ¿cómo decirle a mi mamá que había soñado con todo eso? Sentía una enorme ansiedad a medida que nos acercábamos al lugar. ¿Sería la misma casona? ¿Sería la misma señora que vi en mi sueño?

El auto se detuvo y me invadió el horror. El corazón me dio un salto. Era la misma casona. Mi mamá me notaba nervioso, me preguntó que me pasaba. No le contesté y creo que empecé a llorar. Sentía impotencia, no tenía palabras para explicarle a mi mamá lo que me estaba sucediendo. ¿Acaso el sueño se estaba repitiendo dentro de mi cabeza? No, esto era real. Atravesamos el largo pasillo, y la vi. La conocía antes de haberla visto: era mi abuela Clementina, con su vestido azul con motivo de flores amarillas.

Pasaron muchos años y cuando volví a este recuerdo siempre me dije a mí mismo que lo había imaginado. Incluso cuando mi corazón se estremecía como cuando estuve ante esa casona por "segunda vez". Gritaba desde el fondo de mí ser la verdad. Después de mucho tiempo me atreví a volver a ese recuerdo y pude verlo con gran claridad. Le pregunté a mi mamá por aquella visita a mi bisabuela y me la contó con los mismos detalles que recordaba. Supe entonces que todo había sido real.