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Capítulo 9

Calma, tranquilidad y silencio. Predominan en su reino al igual que la oscuridad, sin embargo él odia ese tono negro y espeso que lo rodea. Daría todo por estar del otro lado, pues ya conoce cada esquina de su mundo, no hay nada nuevo por descubrir porque ya lo ha hecho. Ahora solo se dedica a coleccionar, moldear toda esa negrura y crear. Pero esos paisajes generalmente aparecen luego de su cosecha, un lago, una carretera desolada, cuartos y algunas cimas de edificios. Pero su colección fue estropeada hace un tiempo. Tiene que hacer algo grande para tapar esa carencia.

—¿Sólo te quedas ahí? —Una voz interrumpe el silencio ya mencionado, dando cierto color al ambiente por su tono grave. Él voltea, encontrándose con Kápoios White, así se hace llamar, aunque termina por darle la espalda.

White suspira, harto de su incapacidad, no puede moverse, está roto. Sin embargo consigue hablar, sintiendo sus propios labios fríos y agrietados.

—En el otro lado pude ver lo que eres, aquí estoy cansado de mi ignorancia. Además me gustaría entender —dice. Pero no recibe respuesta alguna luego de unos minutos—. Sé que puedes hablar, deja de ignorarme.

—Hablas demasiado —susurra—. No eres como él.

—Esto no es nada.

—¡Cállate! —Voltea y da unas zancadas largas hacia el otro para acabar frente a frente. Él lo mira desde arriba, maldiciéndose por no controlar su temperamento. Con su orden espera que el silencio regrese, sin embargo Kápoios le sonríe. Una sonrisa idéntica a la suya, tanto arrogante como desafiante.

—No eres mi creador —indica, inevitablemente le recuerda su fracaso, provocando que la ira lo invada. Pero no se deja llevar por sus impulsos, por más que quiera despedazar a ese otro White no lo hará.

—Eres diferente a Kaneís —susurra mientras que, por primera vez, se toma en tiempo en observarlo de pies a cabeza—. Ojos verdes —agrega al notar la intensa mirada del otro.

—¿Lo soy? Cabello blanco, alto, pliegues de piel oscura que parece ropa. Somos idénticos. Pero tú, siento que también estamos relacionados.

—No.

—¿Soy tu hermano, primo o qué? Espera, debes ser mi padre, ¿quieres que te llame papi? —Kápoios insiste en molestar al otro, sabe que es una mala idea, pero qué otra opción tiene. No tiene a nadie más con quien hablar y tampoco puede moverse. Solo permanece sentado en su lugar, como un precioso muñeco de porcelana roto.

—Tú eres un error, no deberías existir. Espero que la respuesta te haya servido —contesta de manera directa. Luego sonríe al ver la expresión afligida del otro—. Kápios, ¿qué pasa? Pensé que te gustaba hablar.

—Pienso en qué responder... eres cruel.

—Soy mucho más que eso, soy un artista y me gusta cuidar de mi cabello —responde para luego tomar a Kápoios de la muñeca, así comienza a arrastrarlo—. Este es el primer lugar que cree, el bosque se ve espléndido hoy.

Ambos están recorriendo su mundo, él tuvo esa idea ya que este White es nuevo y creyó que sería bueno mostrarle el lugar en donde pasará el resto de su existencia. Kápoios reconoce el bosque de los espejos, los arboles marchitos se alzan hacia el cielo oscuro. Las raíces levantan y quiebran el piso blanco bajo ellos, pero al dueño del lugar parece no importarle.

—El lago es lindo si te gustan mascotas —dice. Entonces toma a Kápoios de la nuca y lo levanta, frente a ellos hay una cerca vieja que delimita el supuesto lago. Sus aguas negras están cubierta de cuerpos putrefactos de animales. Siente al otro tensar su cuerpo e intenta apartar la vista. Él, en cambio, disfruta de cada reacción de miedo y quiere más. Extrañamente siente que está asustando a un humano, sus reacciones son similares.

—¿Continuamos? —pregunta luego de dejar caer al otro—. Hay otros lugares que-

—Muéstrame la habitación de Noah, quiero sentirme como en casa. —Kápoios espera su respuesta, la cual no llega de inmediato—. ¿No puedes? —suelta una risa al ver la mirada fúrica del mayor.

—¡Solo fue una vez, la próxima me cobraré el triple!

—Eso, deja de aparentar. Eres un monstruo... —él se interrumpe cuando lo toman del cuello con fuerza, sin embargo no le hace daño y solo unos centímetros se encuentran separando sus rostros.

—Definitivamente no eres Kaneís, aunque hayas salido de él —murmura dejándole en claro que no perderá el control por más ataques que dé.

—Soy su hermano —responde apenas. Su espalda se golpea contra el suelo cuando el otro vuelve a soltarlo y comienza a arrastrarlo de regreso a las profundidades del bosque.

—Error.

—Lo dice quien necesita un lujoso traje de Kaneís para salir de aquí —contraataca, sin embargo el otro ya no reacciona como antes.

—Le hago un favor, no tiene personalidad o voluntad. Lo que más me molesta es que algo como él pueda cruzar y yo no —murmura. Su voz es neutra ahora, sin sentimiento o emoción. No le importa que Kápoios regrese en partes, algunas raíces sobresalientes agrietaron más sus piernas y algunos trozos quedaron atrás, apenas quedan rastros de sus rodillas. Pero terminan por desaparecer antes de que lleguen a destino.

—Significa que yo-

—Si, por desgracia. Ahora cállate error, debo ver como va. Kaneís ahora es un niño malcriado y mi paciencia tiene un límite —susurra luego de dejarlo en su lugar. Kápoios está desecho, con partes faltante de su cuerpo, sin embargo su espíritu no.

—Ya entiendo un poco más —comenta el de ojos verdes—. Mi hermano se moldea a tu gusto, es tu mayor obra de arte, ¿o me equivoco?

—Si, es un simple cascarón al igual que tú. —Kápoios no esperó que una mano invadiera su pecho, rompiendo un poco más su estructura fina y elegante de porcelana. Su mano derecha se mueve con voluntad propia, al mismo tiempo que las grietas de esta comienzan a desaparecer. Sin embargo no puede controlarla, ya no es dueño de ella.

Al mismo tiempo, Kaneís siente un extraño cosquilleo en su mano. Él aparta la manga larga que la oculta y la observa con asombro. Entonces prueba mover los dedos, también cierra y abre el puño, siendo estas las primeras acciones realizadas por voluntad propia.

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