Capítulo 8
Su cuerpo lo siente dormido, aunque acaba de despertar. Él mira a los lados apenas, su cabeza gira lentamente a los lados para dejarlo apreciar la habitación casi vacía, sin mencionar que su vista no es de las mejores en este momento. Además el olor a desinfectante produce picor en su nariz.
—¿D-Dónde estoy? —Andreu intenta levantarse, pero, al no tener las fuerzas necesarias solo permanece en su lugar. Entonces un punzante dolor en su cabeza lo hace cerrar los ojos con fuerza. Intenta llevar su mano izquierda a la zona lastimada, pero unas esposas lo detienen. La pieza de metal lo mantiene sujeto a la camilla.
—¿Qué? ¿Y esto? ¡Hola, ¿hay alguien ahí fuera?!
Luego de su llamado una mujer ingresa a la habitación acompañada por un oficial. Ella viste ropa formal y un peinado alto mientras que lleva bastantes carpetas repletas de papeles y certificados.
—¿Usted es Andreu Velasquez? —pregunta manteniendo su mirada en los papeles.
—S-Si, me duele la cabeza. ¿Dónde estoy?
—Sus vecinos llamaron quejándose por ruidos molestos a las diez aproximadamente —ahora el oficial toma la palabra—. Los encontramos lastimados por lo que ahora se encuentra en el hospital más cercano a su domicilio.
—Noelia y Matt, necesito verlos ya. —Andreu vuelve a forcejear con las esposas, entonces siente las manos del otro hombre sobre sus hombros, lo obligan a recostarse.
—No será posible, intentamos averiguar lo que pasó en su casa y-
—Seré directa. Hay testigos que dicen haber escuchado fuertes discusiones entre usted y su pareja —interrumpe la mujer.
—¿Qué quieren decir?
—Le sugiero que busque un abogado pronto. El niño quedará bajo nuestro cuidado hasta que todo se resuelva.
—¿Que se resuelva? ¡No sé de lo que están hablando! ¡Quiero ver a mi familia!
Poco a poco recupera el control de su cuerpo, la adrenalina recorriendo su interior, cada esquina. Su brazo derecho cruje, sus nervios envían dolor a su cerebro y reprime un grito. El yeso lo mantiene quieto para que no pueda continuar lastimándose.
Una tercera persona ingresa a la fría habitación, un hombre de traje y espera a que los primeros visitantes se vayan para acercarse a Andreu.
—Soy Mauro Oca, revisé su caso y me interesa ayudarle. Soy abogado —se presenta, dándole al mismo tiempo una tarjeta.
—No quiero un abogado.
—Me necesita señor Velasquez. Lo acusarán de haber golpeado a su esposa, no volverá a verla y tampoco a su hijo.
El semblante de Andreu cambia por completo, su piel se vuelve mucho más pálida y su mano sana comienza a temblar.
—¿Golpearla? No, nunca lo haría.
—Yo le creo. Lo dejaré descansar, luego hablaremos cuando se sienta mejor. —Oca camina hacia la salida, aunque se detiene al escuchar al hombre.
—Gracias por ayudarme, en serio.
—Descuida, debemos ayudarnos entre nosotros, ¿no?
No muy lejos de ahí, Noelia descansa sobre una camilla. Los médicos la tienen sedada para que pueda recuperarse de los múltiples daños que su cuerpo sufrió.
Por otra parte, los asistentes sociales mantienen a Matt en una de sus instalaciones. El cuarto está equipado especialmente para los niños, con pisos acolchonados, juegos y muchos juguetes como peluches, muñecas y autos.
También le han dado comida, por lo que no se ha preocupado por sus padres hasta ahora. Cuando los recuerda trata de salir del cuarto, pero la puerta se encuentra cerrada con seguro para niños al igual que las ventanas. Luego de golpear la puerta por un largo rato, un joven entra a la habitación y le sonríe.
—Hola, me llamo Fernando. ¿Qué sucede?
—Quiero ir con mi mami y mi papi. ¿Por qué no vienen por mí? —cuestiona, cruzando sus brazos y haciendo una mueca.
—Ellos tienen algo que hacer pero no tardan. Tú puedes quedarte aquí, ¿te gustan los juegos? —Él asiente una y otra vez—. Bien, te traeré algo de comer y puedo jugar contigo si quieres.
El muchacho se despide, prometiendo que regresa pronto. Matt lo espera sentado en el pequeño sillón frente a una televisión, está dando su programa favorito. Por lo que se distrae nuevamente por unas horas más.
Para la hora de la cena, el muchacho regresa con mucha comida para el pequeño y gelatina como postre. Aunque Matt se reusa a comer y le exige ver a sus padres.
—Ellos-
—¡Quiero verlos! ¿Por qué tardan tanto? ¡¿Se olvidaron de mí?!
—Shhh, ya. —Fernando se cubre los oídos e intenta hablar con calma, sin embargo es su primera vez tratando con un niño tan malcriado.
A tan solo unos pasos de ellos, Kaneís se encuentra de pie, observando la escena y suelta unas risas bajas por el sufrimiento del muchacho.
—Está bien, la verdad es que... Ellos fueron lastimados y ahora se encuentran en el hospital. Tardarán un poco en recuperarse. Pero nosotros cuidaremos de ti, es lo que hacemos.
—Entiendo —murmura Matt luego de un breve silencio—. ¿Cómo se lastimaron?
—Lo están averiguando. Mientras tanto podemos jugar juntos, ¿si? —El niño asiente en respuesta, por lo que termina agotado luego de un día entero de juegos tanto entretenidos como educativos. El mayor se ofrece acompañarlo a la cama, entonces lleva a Matt a otra habitación, la cual tiene literas perfectamente acomodadas y listas para usar. Pero la oscuridad hace que el lugar sea inmenso para el pequeño.
—No te vayas, tengo miedo.
—No puedo quedarme —responde mientras Matt sujeta el borde de su camisa—. Debo irme, pero te prometo que mañana regreso a jugar.
El pequeño termina de soltarlo cuando recuerda a su mejor amigo invisible. Entonces le da una sonrisa al mayor y contesta que lo espera mañana.
Una vez solo, Matt prueba las camas en busca de un colchón cómodo. Pero todas esas camas tienen poco uso, haciendo que sean muy duras para el cuerpo.
—Ah, no me gusta —se queja cruzando los brazos. Por su parte Kaneís escoge una litera y se recuesta a los pies de la misma, acurrucándose como un cachorro.
—¿Es cómoda? —le pregunta dando unos pasos hacia él. Matt prueba la cama, la cual es igual que las demás. Pero, antes de que pueda quejarse nuevamente, Kaneís pasa su brazo y lo atrae hacia él, dejando al niño sobre su pecho.
—Duerme.
—Bueno —murmura, aunque, luego de un corto silencio—. No vas a dejarme solo, ¿o si? E-Espera a que mis papis vuelvan.
—Es mucho tiempo —él mismo muerde su lengua, causándose un daño grave que a su cuerpo no le cuesta sanar en segundos—. Tienen huesos rotos, extremidades quemadas, golpes y fracturas internas. No puedes imaginar el dolor que sienten.
—El señor Fernando dijo que-
—Miente, en cambio yo, siempre te diré la verdad —le asegura dándole una sonrisa.
—Oh...
—¿Sabes porqué sé sobre lo que le pasó a sus padres?
—No.
—Fui yo, pediste que me haga conocer y de seguro ellos no me olvidarán —Kaneís siente a Matt removerse entre sus brazos, se aleja y se abraza a sí mismo.
—¿Fuiste tú? Pero... Yo no quería que los lastimes —susurra con la voz débil, algo quebrada. Kaneís se acerca para quitar las lágrimas que comenzaron a caer, sintiendo al pequeño temblar cuando lo toca.
—Lo sé, yo... Lo lamento, no pude parar —responde para luego bajar la mirada, no soporta mirar a Matt a los ojos ahora. Es una tortura—. Lo siento, lo siento —murmura una y otra vez mientras lo abraza. Debido al cansancio y al shock de la confesión, Matt termina profundamente dormido. Lo ve calmado y tranquilo luego de arroparlo con cuidado, tal vez esta sea la ultima vez que lo vea así. La calma antes de la tormenta.
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