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¡¿Trajes de pareja?!👗🧥

  ¡De todos los personajes posibles en el mundo del manga y el anime, tenía que escoger ese!

  Si ya estaba nerviosa al entrar al gran comedor, ver a Erik compartiendo disfraz de pareja conmigo, hizo que el panicómetro llegara a peligrosos niveles.

  No había cruzado más palabra con él desde el día en que me recomendó la serie de Naruto, que por cierto, se había convertido en una de mis favoritas. Tal vez eso podía ser un tema de conversación si se acercaba a mí. Era mejor tener listos los temas para evitar silencios incómodos.

  La "capa de invisibilidad" de Harry Potter había perdido propiedades de tanto lavarse, porque solo pasaron unos segundos antes de que él notara mi presencia, se despidiera del chico con el que hablaba y caminara hacia mí. ¡Auxilio!

¡Tranquila Claudia! Solo era un chico, no un monstruo de los libros que leía. Aunque pensándolo bien, me hubiese sentido menos intimidada si se me hubiese acercado el basilisco de la Cámara Secreta.

—¡¿Y esto?! ¡Ya veo que alguien quiso vestirse como mi pareja!

—¡¿Eh?! —Salté—. ¡No, no... yo ni sabía de quién ibas a venir vestido!

Me dedicó una amplia sonrisa.

—Contestas más rápido cuando quieres salvar tu orgullo, Lizzy Bennet.

¡Anjá! Entonces sí me había dicho Lizzy Bennet en aquella ocasión. No había entendido mal.

Nora carraspeó para llamar nuestra atención.

—Ah, ella es Nora, mi amiga. —Hice las presentaciones, pero al instante me acordé de que ya se conocían.

—Sí, lo sé, casi hace llorar a mi amigo David el otro día —asintió él sin abandonar su sonrisa.

Y entonces ella arrojó el comentario más "apropiado" del mundo –entiéndase "apropiado" al estilo Nora.

—Me cae bien mi cuñado —dijo muy casual dándome un toque en el hombro.

—¿Cuñado? —preguntó él para mi horror.

—Si —confirmó ella—. Quiero decir en la ficción. Hanako y Narumi son casi como hermanas y Narumi es novia de Hirotaka, o sea tú —aclaró con una expresión maliciosa que dejaba entrever que no se refería solo a la ficción.

Para empeorar las cosas, a Erik le hizo gracia el comentario.

—Bueeeno —Nora se apartó un poco—, veo que tienen una conversación muy interesante por delante, así que los dejo solos —Y no contenta con su última pulla, agregó—: Pero hace mucho calor aquí dentro, ¿no creen? Si yo fuera ustedes, saldría a la terraza.

Y se marchó como si no hubiese acabado de arrojar una bomba, no sin antes dirigirme la típica expresión de "Qué calladito te lo tenías".

  Mi amiga tendría que mantener los ojos abiertos esta noche a la hora de dormir. Y para colmo, las traidoras de Vanesa, Melisa y Caterin también habían desaparecido de mi vista.

—Estás muy kawaii con tu peluca rosa y tu traje de secretaria.

El halago de Erik me tomó desprevenida. Hice como que me acomodaba el collar para disimular que tragaba en seco.

—Gracias. —Fue lo único que pude decir.

  Él lucía increíble con su traje azul oscuro. Usaba unas gafas de armadura negra y había rociado su pelo con spray para darle una tonalidad azulada. Un verdadero príncipe azul. Era un alivio que no estuviéramos en una novela distópica de Patrick Ness, donde todo el mundo podía escuchar tus pensamientos. Pero para mi desgracia, delante de mí tenía a alguien que parecía tener esa extraña habilidad.

—¿Puedo adivinar? —dijo Erik—. Quieres decirme algún piropo también, pero no crees que es común que una mujer se los diga a un hombre.

—¡¿Y esa idea tan arcaica?! —le rebatí abandonando toda timidez—. Creo que te ves muy bien. Pero no tenías cara de que necesitaras que te lo dijera.

Su expresión era de genuino triunfo.

—A todo el mundo le gusta escuchar eso. Quien diga que no, está mintiendo.

  No pude refutar. Tuve que acercarme más a Erik para dejar pasar a mis espaldas a un chico disfrazado de Luffy de One Piece que pasó casi corriendo detrás de un chico maid con bebidas.

—Ahora que lo pienso —dijo Erik cuando me volví a apartar—, creo que me gusta la idea de "mi cuñada" de salir a la terraza. ¿Quieres?

¡Oh Dios! Había leído demasiadas novelas de romance para saber que un halago previo y una posterior invitación a la terraza hacían la fórmula perfecta para el inicio de un idilio amoroso.

—Pero si no quieres, no pasa nada. También podríamos quedarnos aquí, debajo de este techo tan... romántico. —Apuntó hacia el cielo.

Cuando miré al lugar que señalaba, la imagen holográfica mostraba a dos personajes unidos en un intenso beso.

—Sí, creo la terraza no es mala opción —Lo tomé de la mano, tratando de huir de la proyección sobre nuestras cabezas, lo que provocó una carcajada en él.

Nos encaminamos al destino acordado, mientras rezaba a los dioses del fangirleo por que la terraza estuviese iluminada y atestada de gente.

Los dioses del fangirleo debían de estar enojados conmigo porque hasta la luz de la luna estaba eclipsada por nubarrones negros. Unas pequeñas lamparitas naranjas sujetas sobre nuestras cabezas por unos cordeles invisibles eran la única iluminación, y solo tres parejas, incluyéndonos, conformaban el "muy reducido para mi gusto" número  personas en aquel lugar.

Nos apoyamos en la baranda de la derecha que tenía la vista al lago.

  Si no hubiese sido por el nerviosismo que me recorría el cuerpo hubiera podido disfrutar más de la maravillosa vista. Las aguas del lago estaban, en contraste con mis nervios, asombrosamente quietas. Incluso las luces de las cabañas, que se agrupaban en torno al cuerpo de agua, estaban apagadas, porque casi todo el mundo estaba concentrado en aquella fiesta. Las lamparitas proyectaban haces etéreos. Una brisa con olor a bosque me alborotaba los mechones rosados. En lugar de la melodía de las bandas sonoras de los animes, solo se escuchaba el sonido de la naturaleza y el murmullo de las otras parejas.

—Entonces, ¿has visto algo del anime que te recomendé? —inició la conversación.

—¡Sí, y me gusta, mucho! —respondí al instante, aliviada de que hubiera abordado ese tema—. Todavía no lo he terminado, pero por el momento me encanta. Creí que iba a ser una historia infantil, pero en realidad es muy madura y emotiva.

  Aunque pensé que sería un inconveniente, la escasez de luz en la terraza me dotaba ahora de una extraña confianza.

—En teoría deberíamos ver una serie y después juzgarla, pero casi siempre hacemos lo contrario. —No había recriminación en su voz, solo un poco de cansancio—. Yo lo hacía antes, pero me di cuenta de que los prejuicios me estaban haciendo perderme de muchas cosas —hablaba con una sabiduría de una persona mayor en el cuerpo de un joven—. Me alegra que te guste —dijo más animado—. Hubiese querido ver tu cara cuando la veías.

Otra vez me dejaba congelada con sus declaraciones. A este chico le gustaba ponerme de los nervios. Tuve que recurrir a "la vieja confiable": desvirtuar la atención de mí.

—Y tú, ¿buscaste la que yo te recomendé?

—Sí —sonrió con los labios apretados ante mi maniobra evasiva, y a la tenue luz me pareció distinguir unos tiernos hoyuelos a ambos lados de su rostro—. Por suerte Carla la tenía en su laptop. Es una buena historia. Casi, y hago énfasis en "casi", lloré cuando Mafuyu canta su canción.

—¡Yo también! —exclamé en modo fangirl—. A mí se me erizó la piel. Me encanta cuando un personaje no puede decir lo que siente con palabras pero luego lo suelta todo en una canción.

—¿Entonces me vas a decir en una canción por qué te gusta el yaoi? —me retó con su clásica sonrisa de medio lado.

¿Por qué tenía tanto interés en saber mi opinión sobre eso? Decidí aprovechar la dosis de seguridad que tenía y lo complací:

—Me gusta el yaoi porque... son historias en las que el amor es lo más importante, más allá de los estereotipos y de las convenciones sociales.

  Me miró en silencio por unos segundos que parecieron horas. La tenue iluminación de las lámparas no me permitía leer sus ojos, por lo que estaba ciega a sus emociones. Entonces dijo con una voz aterciopelada:

—"Me ha convencido, Miss Bennet".

—Creí que hoy iba vestida de Narumi —Hice notar colocando con torpeza un mechón suelto detrás de mi oreja.

—Pero me das más vibras a Elizabeth Bennet. Prejuiciosa, orgullosa, y super inteligente a pesar de que no te lo creas.

—¿Cómo puedes saber cómo soy? Solo hemos hablado dos veces —pregunté sin pensar.

—¿Intuición? —insinuó con una ceja levantada.

—O puede que tú también estés siendo víctima de un prejuicio, Mister Darcy —lo reté antes de poder darme cuenta de la insensatez que había dicho. Lo había desafiado llamándolo como el protagonista de Orgullo y prejuicio, e interés romántico de Elizabeth Bennet. Esa era la razón por la que tenía que pensar mucho las cosas antes de decirlas.

—¿Así que ahora te doy vibras a Darcy? En ese caso, creo que podríamos saltarnos todo el argumento e ir directo al final feliz de la historia —me provocó con una sonrisa pícara.

  Para su sorpresa, y hasta para la mía, solté una carcajada. Su desfachatez ya había sido tanta que mi cerebro, que había estado funcionando al doble de su potencial, decidió relajarse con un estallido de risa.

—Al menos hoy sí te hice reír. El otro día no pude —dijo él, contagiado con mi reacción.

—¡Dios mío! ¡No sabes cuándo parar, ¿verdad?! —lo regañé juguetonamente por sus constantes insinuaciones. Y antes de que se le ocurriera alguna otra respuesta ingeniosa, le pregunté:— ¿Por qué viniste vestido de Hirotaka?

—Porque me gusta Wotaku ni koi wa... y me identifico con el personaje. Es un gamer como yo, y no le importa que las personas lo critiquen por eso.

  Al decirlo cambió su expresión risueña por una ausente, mientras fijaba su atención en algo más allá de los límites del lago. ¿Un recuerdo, tal vez?

  No pude averiguarlo porque en ese instante una voz femenina interrumpió nuestra conversación:

—Erik, ¿quieres bailar conmigo esta canción?

  Pensé que al girarme me encontraría con una joven de mi edad, pero para mi desconcierto, quien hizo la solicitud no era otra que la directora del campamento.

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