Sims City💚
El reparador sueño se había llevado consigo todo el agotamiento del día anterior. Al menos yo había tenido un progreso respecto a mi primer día: Ya no necesitaba del tacto de la mano de Nora para poder dormir por las noches.
Una música que reconocimos al instante fue nuestro despertador. Desde fuera nos llegaban las inconfundibles notas de la banda sonora de uno de mis videojuegos favoritos de toda la vida: Los Sims.
El gran comedor había pasado en solo un día de la austeridad a la abundancia. En lugar de sopitas insípidas y agua, las mesas estaban repletas de tazones de cereales, avena, huevos revueltos, tortillas francesas, leche, zumo, yogur... la lista era infinita. Había incluso algunos curiosos platos que llevaban puesto su nombre en una etiqueta: tortitas tontitas de ositos de gominola (para ponerte en estado "vacilón"); galletas de corazón coquetas (para adquirir el modo "coqueto"); plato rico en proteínas (para "energizarte"); y espaguetis picantes furiosos (¡quién en su sano juicio querría ponerse en ese estado!). Todo era una perfecta alegoría del mundo de Los Sims 4.
—Y esta es la razón por la que Los Sims es muy superior a Call of Duty —comentó Caterin con los mofletes inflados de comida.
Esperábamos que Carla o Erik aparecieran de un momento a otro para proponernos algún disparatado juego que pusiera en peligro nuestras vidas, pero inesperadamente quien se presentó en el salón fue la propia directora del campamento.
Llevaba el largo cabello castaño recogido en una coleta, lo que le daba un aire de madurez que contrastaba con su rostro más juvenil.
Su aparición fue recibida con aplausos. No era un recibimiento de mero formalismo; más bien se notaba que la directora se había ganado a pulso el respeto de los campistas.
—Bienvenidos a Sims City —saludó—. Primero disculparme por no dedicarles todo el tiempo que quisiera este año, pero una serie de quehaceres me ha mantenido lejos de ustedes.
Unos cuchicheos invadieron la sala.
—Seguro es por culpa de los antifandoms —susurró un chico peliazul a nuestro lado.
—Pero...no quería perder la oportunidad de proponerles mi actividad favorita del campamento —dijo ahora con una sonrisa más amplia—. Recuerden que la participación es voluntaria pero...—añadió con picardía—, aquellos que no jueguen perderán la oportunidad de ganar hasta 100 simoleones.
Hubo silbidos y aplausos en el público.
—Para esta modalidad jugarán en parejas: Una persona será el Usuario, quien dará las órdenes, y la otra será el Sim, quien deberá obedecerlas o retirarse del juego. Para ello dispondrán de estos dos artículos. —Mostró dos extraños aparatos—. Uno lo portará el Usuario —se refería a un objeto con forma de mando de Nintendo—, y lo empleará para escribir y enviar las órdenes, además de notificar cada vez que el Sim cumple cada una. Mientras que el otro —enseñó algo que se asemejaba a un reloj de pulsera con el inconfundible símbolo de la gema verde del famoso videojuego— deberá usarlo el Sim para visualizar las órdenes a través de la pequeña pantalla. Ganarán 5 simoleones por cada acción cumplida. Espero que sean unos buenos Sims; que jueguen con honestidad, y sobre todo, que se diviertan, que eso es lo más importante en esta vida.
Pronunció esas últimas palabras con una voz profunda distinta a la que había empleado en el resto de su discurso. Tal vez había aprovechado ese momento para decirnos la frase de aliento que no había podido dedicarnos en aquella ocasión durante la ceremonia de bienvenida.
—Tú serás mi Sim —Nora me acorraló pasando su brazo sobre mis hombros.
—¡Ni lo sueñes! —rechacé sin pensar. Estar a las órdenes de Nora era un error garrafal.
—Por favor, por favor, por favor.
—No, Nora, escoge a otra persona.
—¿Y si quiero que con el dinero que ganemos me compres un cake de cumpleaños? —me suplicó con cara de corderito.
—Ya tenemos 1000 simoleones exclusivamente para tu cumpleaños —le recordé.
—Sí, pero yo quiero uno tuyo, un pastel de amistad.
—Lo siento, Nora, pero no.
Al ver que me mantenía firme, mi amiga comenzó a sacar la artillería pesada.
—¿Te acuerdas de aquella vez que se te olvidó felicitarme por mi cumpleaños? —Era un golpe bajo—. Pues esta será tu redención.
—Tu venganza, más bien —la corregí.
—Como sea, el caso es que mi mayor deseo es que me compres una cake de cumpleaños, y esta seguro que es la última actividad de la semana.
—No, Nora, cuando digo que no, es no.
Unas horas después tenía un reloj con el símbolo de Los Sims en torno a mi muñeca derecha. ¿Cómo había pasado esto? Nora me miraba con una sonrisa de oreja a oreja.
Era ya más de mediodía y estábamos sentadas al aire libre en unas pequeñas mesas de madera, comiendo unas salchichas calientes que preparaba otro "Sim" en una parrilla. Todo muy al estilo del videojuego.
Caterin había decidido ser la Sim de Vanesa y andaba de un sitio para otro cumpliendo sus órdenes, que asumí que no debían de ser tan perversas como las de mi amiga. Melisa, "para variar", se había desaparecido junto con su novio.
—Entonces, ¿qué más quiere mi "ama y señora" que haga? —le pregunté con sarcasmo.
Ella hizo un mohín con los labios como barajando las posibilidades. De pronto, la visión de algo, o más bien, de alguien, alumbró el bombillo de su mente maquiavélica. No me atreví a seguir la dirección de su mirada, pero tenía un mal presentimiento.
Tecleó algo en su AILACHA 2.0 (Aparato Infernal para Lograr que tu Amiga haga Cosas que no quiere HAcer, versión PRO). Al instante la orden se reflejó en la pantalla de mi Beep (Nora lo llamó así por el sonido que emitía cuando el mensaje era recibido):
"Dar una flor a Erik"
Miré azorada a mis espaldas. En efecto, Erik estaba haciendo fila para recoger su ración de perritos calientes y hamburguesa.
—¡No lo voy a hacer! —le lancé a mi amiga una mirada fulminante.
—Por favor, es solo un juego, y no es como si te hubiese ordenado "hacer el ñiqui ñiqui" con él, ni nada parecido. Además, esta también es tu penitencia por no contarme que habías hablado con él en la sala de videojuegos.
Al día siguiente del fatídico suceso en la fiesta de Cosplayers, Nora me suplicó que le contara con pelos y señales las dos conversaciones que había tenido con Erik, las cuales habían sido propiciadas directa o indirectamente por ella. Por supuesto, me reservé la mayor parte de la información. De todos modos, era injusto. Yo no le exigía a ella que me contara todo lo que conversaba con el tal David.
Resoplé. Es verdad que era solo un juego y, ¿qué mal podría haber en dar una flor a alguien? Pronto lo sabría.
Escogí una flor, asegurándome de que no fuera roja, de la cesta que adornaba la mesa, y esperé a que Erik se separara del grupo para abordarlo.
Él recogió su plato de hamburguesas y caminó en dirección a una de las mesas. Era ahora o nunca. Respiré hondo y caminé hasta él con la mayor seguridad de la que fui capaz.
Cuando me iba acercando me acobardé y me di media vuelta, pero la expresión decepcionada de Nora hizo que me tragara el orgullo y volviera a la acción con Erik. El tenedor con el trozo de hamburguesa se quedó a medio camino hacia su boca cuando me acerqué a la mesa.
—Ehm... toma... esta flor —dije lo más neutral que pude dejándosela en la mesa, y luego, ante su cara de estupefacción, me incliné para aclararle—: Mi amiga, que está sentada por allá, me está forzando a jugar a los Sims, así que por favor, acepta esta flor.
—¡Ah ya! ¡Ya me parecía extraño que me hicieras un obsequio tan bonito. —Sonrió con picardía—. Pues gracias, supongo.
—De nada. —Me giré para mirar a Nora y dedicarle la sonrisa más falsa del mundo. Ella me pagó con una sonrisa sincera.
Mi Beep emitió un pitido. ¿Qué más querría Satanás que hiciera?
"Pedir pasar el rato juntos"
Respiré hondo.
—... ¿Quieres pasar el rato... juntos?
Erik casi se atragantó con el trozo de hamburguesa.
—Mmh... ¿Tu amiga te dijo que me dijeras eso?
—Por desgracia sí —mascullé—. Tranquilo, solo serán tres minutos de agonía y prometo que después serás libre de este sádico juego.
Se quedó mirándome por un momento con la burla reflejada en todo el rostro y luego dijo con una voz más profunda:
—Claro, me encantaría pasar el tiempo contigo.
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