Queridos lectores:

¿Por qué nos tomamos las molestias -y el dinero- de pagar una suscripción a Netflix o a HBO para disfrutar de sus "salseantes" culebrones de ficción, si en la vida real tenemos dramas muchísimo más emocionantes?

Yo se los diré.

Preferimos disfrutar de las fortunas y miserias ajenas a través de ese ingenioso invento que trasmite imágenes y sonidos, sin sentirnos culpables de husmear en la vida real de los demás. Ese artefacto llamado televisor es una ventana ilimitada a cientos de vidas ajenas; y basta con pulsar un botón en nuestros controles remotos, para tener acceso a todas ellas.

Gracias a ese maravilloso artilugio, obra de la genialidad humana, podemos llorar de la risa con las peripecias de un grupo de nerds en The Big Bang Theory, y con solo un cambio de canal, llorar de tristeza con la Boda Roja de Juego de Tronos.

Las series nos reportan además una diversión más duradera, menos efímera que el máximo de dos horas que nos promete una película. Y nada como la espera entre temporadas para avivar nuestro "hype", es decir, nuestras ansias y expectativas ante la llegada inminente de un evento esperado.

Sin embargo, ese "hype", queridos lectores, puede jugarnos una mala pasada.

Recuerdo que corría el año 2019 cuando finalmente lanzaron la tan esperada temporada final de Juego de Tronos.

Si en la ficción los humanos libraban un cruento combate frente a los Caminantes Blancos, la mayor batalla sin duda fue la que protagonizaron los propios fans en las redes sociales por supuestas inconformidades con el final de la exitosa serie.

Me apego entonces a la frase que muy lúcidamente dijera Elizabeth Bennet en Orgullo y prejuicio:
"Veía ahora lo que tantas veces había comprobado; que un acontecimiento anhelado con impaciencia no podía, al realizarse, traerle toda la satisfacción que era de esperar."

Deseo aclarar que esta servidora también estuvo inconforme con el desarrollo de los acontecimientos en la serie. Sin embargo, queridos lectores, aceptemos que años de espera y sublimes expectativas depositadas en ese final, incidieron en que ningún desenlace humanamente pensado, hubiese sido suficiente para colmar nuestras ansias y saciar nuestros apetitos exacerbados por el tramposo "hype".

Esta semana, los fans tuvimos la oportunidad de cambiar el final de la serie a nuestra conveniencia; de hacer nuestro propio juego de tronos. Pero, ¡cuál no sería nuestra decepción al comprobar que nuestro resultado no era tan distinto a la versión original que tanto habíamos criticado!

Curiosamente, luego del evento de esta semana no he vuelto a escuchar comentarios negativos sobre el final de la icónica serie, e incluso, a los oídos de esta autora han llegado un par de opiniones de quienes no podían recordar ahora, qué era lo que no les había gustado de Juego de Tronos.

Atentamente

Lady Whistledown