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¡Hip!🤢

—Ah, pero si estás ocupado, olvídalo —se apresuró a decir la recién llegada en cuanto notó mi presencia.

Erik me miró apenado, como disculpándose por la situación imprevista, y yo sacudí la cabeza en señal de que no me importaba. Se giró hacia la recién llegada y respondió:

—Está bien. Dame un segundo.

Se giró hacia mí para susurrarme:

—Voy a bailar solo esta canción con ella y volveré para hablar contigo.

Asentí con la cabeza, y lo observé marcharse tomado del brazo de la directora.

¿Qué tipo de relación compartían? La directora del campamento lucía joven, pero no tanto como Erik. Podría ser su hermana mayor o su madre. O puede que a él le gustaran las chicas maduras. Pero en ese caso, ¿por qué coqueteaba conmigo? ¿Tal vez esa fuera su manera de tratar a las personas y yo lo había malinterpretado?

  En la terraza comenzaba a descender la temperatura y los tortolitos a mi lado estaban inmersos en su propio "manga de romance".

A pesar de que Erik me sugirió que me quedara, la curiosidad me venció y atravesé las puertas para volver al cálido salón.

  En el centro del comedor, varias parejas reproducían extraños y divertidos pasos de baile al compás de un opening que no pude reconocer. Erik y la directora bailaban a su propio ritmo, riendo y saltando como niños. Él terminaba abrazándola con cariño, como si la persona frente a sí fuese todo su mundo.

  Por alguna razón desconocida, experimenté un ligero aguijonazo de celos. Sacudí la cabeza para liberarme de la sensación. Tal vez se debía a que extrañaba a Javier.

  Busqué a mis amigas por el salón pero solo divisé a lo lejos a Melisa que estaba como chicle pegada a su novio, el cual tenía una peluca negra recogida en una coleta como la de Uchiha Itachi, y llevaba sobre el rostro una máscara de oficial AMBU. Los dos estaban bromeando con otro chico que hacía cosplay de Light Yagami de la serie Death Note. Unos pasos más allá, Vanesa conversaba con un grupo de chicas.

Eché un vistazo a mi alrededor.

Todos parecían pertenecer a un grupo. Eran piezas de rompecabezas que encajaban a la perfección unas con otras. Lo que veía frente a mi eran burbujas de fandoms cuyos integrantes no compartían con personas de otras burbujas. Uno piensa que al llegar a un campamento de fans encontrará a gente que comparte tu misma pasión, pero al final te sientes aún más solo. Esto...no era tan distinto del mundo real.

Si fuera otra persona, me internaría en una de esas burbujas y compartiría mis opiniones con los demás. Pero no. Era la tímida e insegura Claudia, a la que le aterraban los grandes grupos.

Me sentía extraña e intimidada ante aquella gran masa de personas. Afrontaba mejor estas situaciones cuando estaba con Nora, pero ahora me encontraba sola. Apoyé la espalda sobre una columna de piedra mientras contemplaba, como un narrador en tercera persona, la ficción que sucedía delante de mí.

—¿Sake? —Un mesero me mostró una bandeja con bebidas.

—No, gracias —rechacé amablemente.

Entonces, hice algo que no recomendaría hacer jamás.

—¡Espere! —lo detuve.

Ante el pasmo del joven, tomé de la bandeja dos frascos de Sake y, a pesar de que Pepito Grillo me gritaba sobre mi hombro que estaba cometiendo un terrible error, vacié el primero en mi garganta. Hice una mueca de asco. La sensación fue horrible, pero era lo único que me ayudaría a vencer mi timidez; así que hice lo mismo con el otro recipiente.

  Pausa reflexiva antes del desastre: No sigan mi ejemplo. Beber alcohol para desinhibirse es el mayor acto de cobardía que existe.

Al instante, mi cuerpo experimentó una reconfortante sensación de calor. Me sentía como Raj de La teoría del Big Bang, que solo podía interactuar con mujeres cuando bebía alcohol.

Era el viento antes de la tormenta.
                         

Minutos después caminaba entre el gentío saludando a todo el mundo con un "¡Hola!" mientras el lado racional de mi cerebro al que había dejado de obedecer se preguntaba por qué rayos hacía eso.

Unos pasos delante de mí, distinguí vagamente el traje del capitán Ackerman que llevaba puesto Caterin. Fui hacia allí con paso seguro, o todo lo estable que me permitía mi estado.

Por el camino tropecé con alguien. Era Melisa, y a su lado, como su guardaespaldas, estaba su "atormentado" novio, o eso creía porque tenía el rostro cubierto por la máscara. Usé todo mi recién adquirido "superpoder de la confianza" y solté:

—Melisa, tu novio es un cabrón, de verdad. Bótalo. Él no te merece. Te trata super mal.

—¡Claudia, ¿estás borracha?! —preguntó ella tomándome del brazo.

La ignoré y me dirigí a Travis "Maddox" ¿O ese no era su apellido? Ah no, lo estaba confundiendo con otro.

—En cuanto a ti —señalé con el dedo al que usaba la máscara AMBU—. Bueno, tú eres el cabrón. Tú no tienes remedio. Los chicos como tú... solo tienen final feliz en las novelas de Wattpad.

—¡Claudia! ¿Estás bien? —Quien me hablaba ahora era Caterin.

—¡Wao ahora todos se preocupan por mí! —protesté—. Pero antes, cuando estaba allá atrás sola... no le importaba a nadie... Por cierto, Caterin, soy team Will Herondale. Jem Costairs no le llega ni a los talones.

—Tenemos que llevarla a la habitación —dijo una voz que sonaba como la de Melisa.

Cada una me tomó por un brazo y me escoltaron por el interminable salón.
Solo se detuvieron cuando una vocecilla sonó a mis espaldas:

—¡¿Qué le pasa a Claudia?! —Si mi oído no había perdido también sus facultades, era Vanesa quien había preguntado alarmada. Otra que había decidido abandonarme.

—Parece que tomó mucho. La vamos a llevar a la habitación.

—Voy a buscar a Nora y vamos detrás de ustedes.

Comenzaba a percibir las voces como si estuviera dentro de un sueño. Era imposible que dos vasos de Sake me hubiesen provocado esto.

—¡Esperen! —Me paré en seco—. Necesito ir al baño.

—¿En serio, Clau? —dijo...no sé quién.

—El servicio que está saliendo de aquí —dijo la otra voz—. No es la mejor opción, pero no creo que Claudia aguante hasta los lavabos.

—Sí, sí, hagamos eso mismo —dijo la primera voz.

Cuando salimos al exterior, mis pulmones se llenaron de aire puro, y la sensación de malestar mermó un poco, pero no lo suficiente como para que pudiera tomar el control total sobre mí misma. Estar borracho es como ir en piloto automático.
                            

  Una vez en la pequeña caseta de baño, utilicé mis pocas reservas de orgullo y les pedí de favor que me dieran un poco de privacidad. Ellas dudaron, pero finalmente accedieron a custodiar la puerta mientras yo hacía mis necesidades.

  Ahora que mi mente se había aclarado un poco, me sentía avergonzada y no tenía fuerzas para enfrentar a mis compañeras, ni mucho menos, para recibir los reclamos de Nora. No tenía derecho a cuestionarme nada. Había incumplido su promesa de permanecer siempre a mi lado.

  Eché un vistazo al reducido espacio. A pesar de que mi visión todavía era un poco borrosa, detecté una ventana que daba a la parte de atrás. ¡Bingo! Pasé con dedos temblorosos el seguro a la puerta del baño y emprendí mi plan de fuga. Abrí la ventanilla con cuidado, tratando de hacer el menor ruido posible; me desabroché los zapatos a duras penas y los lancé fuera...

—¡Abran paso ahí! —Se escuchó la inconfundible voz de Nora desde el otro lado—. ¡Claudia, déjame entrar!

Unos golpes hicieron temblar la puerta y yo me apresuré a pasar mi cuerpo por la pequeña apertura, más reducida de lo que imaginaba.

—¡Oye, déjala que termine! —la persuadía Melisa.

La cerradura comenzó a girar de un lado para otro.

—¡Puso el seguro, maldición! —blasfemó Nora—. ¡Claudia, abre la puerta o juro que la tiro abajo!

Acababa de pasar el último tramo de mi cuerpo cuando el resto del grupo se contagió con la histeria de Nora.

  Mañana las enfrentaría, pero no hoy. Esta noche solo quería escapar. Me escurrí entre unos arbustos en la parte trasera de los lavabos y corrí lejos de allí hasta perder el rumbo.

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