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EX-Women🦸‍♀️😔

  Todavía retenía el "teléfono" en mi mano, pero de mi boca no salían palabras. Muchas preguntas se atropellaban en mi mente.

—Él me dijo que tú lo sabías, lo del curso de verano. Lo siento mucho, Claudia.

—Sí, sí, es verdad. Es que pensé que podía hablar una última vez con él antes de que se fuera.

Apreté los párpados. Había tardado mucho en llamarlo.

—Él todavía no tiene número español, pero en cuanto lo consiga te lo doy para que te comuniques con él.

—Gracias, Olga. ¿Y...?

Me detuve a medias. Era en vano que le preguntara cuándo volvería. El curso duraba un mes pero Javier podría elegir quedarse mucho más tiempo. Todo era muy incierto.

—¿Qué? —preguntó cuando me quedé en blanco.

—No, nada.

  Mi relación con Javier había llegado a un punto de no retorno. Ya no volveríamos a ser lo que éramos antes. Pero al menos él merecía saber la verdad.

  Es increíble cómo un día puedes estar muy segura de lo que sientes por una persona, y al otro solo... dejar de estarlo. Mi consejo para quien quiera escucharlo es que si amas a alguien, recuérdaselo cada día de tu vida, porque no sabes cuándo un giro inesperado de la trama te haga cambiar de parecer, o de corazón.

  Me despedí de Olga con la promesa de mantener el contacto y abandoné la recepción.

  Todo era muy extraño. Tenía una infinita tristeza dentro de mí, pero no podía definir si se debía a un sentimiento de culpabilidad o al hecho de que hoy había puesto fin a diez meses de relación con Javier, o tal vez a la cruel sospecha de que podría ser más lo primero que lo segundo.

  Nunca me imaginé rompiendo con Javier. A decir verdad, me había imaginado un "vivieron felices y comieron perdices" a su lado. Y puede que hubiese sido así de no haber venido a este campamento. Hubiésemos estado juntos en España, caminando por el centro de Madrid o emprendiendo el Camino de Santiago. Pero nada de eso iba a poder ser. Nuestro sueño en común se había esfumado, ahora sí, para siempre.

  Busqué el consuelo de la luna en el cielo pero ni siquiera eso encontré. La diosa de la noche estaba oculta tras espesos nubarrones. La metáfora exacta de mi alma justo ahora.

  Al llegar a la cabaña, las chicas me recibieron con gritos de júbilo por haber ganado la Copa de las Casas y Nora propuso que nos uniéramos a las celebraciones en la taberna, pero yo utilicé la excusa de sentirme indispuesta. No hubo manera de convencerlas de que se marcharan sin mí, y se quedaron a hacerme compañía toda la noche.                            
                          

  La bandera del campamento, el emblema de nuestra comunidad, permanecía a media asta, en señal de protesta por la victoria de los antifandoms sobre el cierre del lugar.

  Los campistas trataban de idear estrategias para oponerse a la decisión.

   Como ya se había hecho casual que alguno de los vejestorios pululara por el campamento para continuar su inspección rutinaria, los jóvenes habían aprovechado para dejar carteles por doquier. Hasta las palabras de Lady Whistledown adornaban las paredes de las cabañas y del salón comedor, como si se tratara del arte callejero de rebeldía. Pero nada, ni siquiera los argumentos más lógicos, lograban persuadir a los ancianos.

   Alguien comentó que si pudiésemos tener acceso a las redes sociales, podríamos crear una campaña para unir a muchas más personas, incluso de todo el mundo, a nuestra lucha. Pero por desgracia estábamos limitados desde este campamento.

  Estábamos solos, peleando contra el supervillano Thanos, que quería eliminar con su chasquido a todos los fandoms del mundo.

   Carla, con el cabello de ciruela, nos había adelantado que la actividad de esta semana estaría relacionada con los superhéroes de Marvel y DC en honor a las adaptaciones cinematográficas que se hacían año tras año de los legendarios comics.

  Mi grupo estaba eufórico con la noticia.

—Ojalá sea un juego de rol —decía Nora emocionada—. Podríamos ser las X-Women.

—¿Y por qué tendríamos que escoger un personaje femenino? —se quejó Caterin, encogida en su cama—. A mí por ejemplo me gustaría ser Cíclope. Rostizaría a los antifandoms con solo bajarme las gafas.

—Bueno sí, puedes serlo, claro —aceptó Nora riendo—. A mí me gustaría ser Storm. Es una tipa dura que hace temblar a todos.

—Yo escogería a Jean Grey —dijo Melisa—. Aparenta ser débil al inicio, pero luego descubre una fortaleza desconocida.

  Caterin no comentó nada al respecto. Al parecer, aún no habían hecho las paces.

—Pues yo sería el profesor Xavier —agregó Vanesa—. No tanto porque se mueva en una silla de ruedas, sino porque acostumbra a analizar las situaciones antes de enfrentarse a ellas.

—Entonces nosotras seremos tu ejército de mutantes y superhumanos —pronunció Nora con tono solemne.

  Todas giraron la vista hacia mí en espera de mi respuesta pero yo solo me limité a decir:

—Perdón, pero no voy a ir a la actividad de hoy. No me siento bien. Tengo mucho dolor de cabeza.

—¡Ah no! Tú vienes con nosotras así tenga que llevarte sobre mi espalda —ordenó Nora.

—No va a ser lo mismo sin ti, Clau —dijo Vanesa con mirada de corderito.

—No puedo, de verdad. —Y acto seguido me recosté en la cama y me cubrí con la colcha para hacerles saber que era una batalla perdida.

  Nora iba a insistir, pero Melisa la atajó con un "Deja que descanse".

  Una hora después, las chicas se habían marchado a la actividad. Nora me había advertido que no me despegara del teléfono por si me urgía contactar con alguna de ellas. Ese fue el primer error hacia el inminente desastre.

  Por primera vez tenía la habitación para mí sola. Permanecí tumbada en la cama por largo tiempo, dejando que mi cuerpo y mi mente disfrutaran de la apacible sensación de soledad.

  Aproveché para escribir un poco, como tenía por costumbre hacer todas las semanas. Escribir siempre era la mejor terapia para liberar mis frustraciones. Y yo tenía como para llenar al menos una docena de páginas.                             

  El reloj de mi móvil marcaba las 4 y aún no había llegado nadie del estadio donde se estaba realizando la actividad.

  Aproveché que todo el campamento se había movilizado hacia aquella zona para ir a las duchas. Casi siempre la hora del baño era un caos. Risas y cuchicheos por doquier, sin mencionar que debías terminar en tiempo récord para ceder el turno a las demás chicas. En cambio ahora, el lugar estaba desierto y silencioso. Mi paraíso.

  Estaba tan embriagada con la idea de no tener que compartir el baño con nadie que olvidé el pequeño pero muy importante detalle de cerrar la puerta principal con seguro. Primera infracción.

  Como había tenido que cargar con todos mis efectos personales, había optado por dejar el teléfono sobre mi mesa de noche. Segunda infracción.

  Accedí a la ducha y cerré los ojos ante la relajante sensación del agua corriendo por toda mi piel. Sentía como si se estuviera llevando consigo todos los malos pensamientos y solo me dejara con una reconfortante paz interior. Pero esa paz solo duraría unos segundos más, hasta que el sonido de la puerta principal del baño me sacara de mi ensoñación.

  Podría ser que los campistas ya hubiesen llegado del estadio, pero tenía un mal presentimiento. Estaba todo demasiado silencioso.

  Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Busqué algo a mi alrededor para cubrirme el cuerpo pero solo encontré mi toalla. Había dejado mi ropa sobre los lavabos. Tercera y última infracción.

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