El viaje🚍
La espera no fue larga. Tres doritos después, Nora y yo teníamos en nuestro poder los boletos de entrada al campamento; y dos semanas más tarde, sentía como si el tornado de "El mago de Oz" me hubiese arrastrado hasta aquel autobús, sin que mi mente fuera capaz de procesarlo todo.
Recordaba los últimos días como un auténtico caos.
Al fin expuse la demoníaca tesis de grado, a pesar de mi clásico nerviosismo y mis acostumbrados titubeos.
Con su particular ceja levantada, mi tutor me felicitó por mi, según sus palabras, impecable trabajo de investigación; aunque esa haya sido la causa de su agravada calvicie y de mis interminables noches de insomnio.
Por extraño que fuera, pensé que sentiría la felicidad suprema cuando venciera ese último obstáculo, pero en su lugar quedó un gran vacío. Porque sabía que peores monstruos me esperaban "al otro lado del paraíso".
Las gotas de lluvia corrían por el cristal de la ventanilla del autobús que nos trasladaba hasta nuestro utópico destino. Cuando pequeña me dedicaba a seguirlas con la vista y apostaba por cuál llegaría primero al límite del cristal. Nora dormía plácidamente en el asiento de al lado, sin importarle que sus ronquidos de hiena provocaran las risas de los viajeros.
Habíamos pasado juntas la última prueba: elegir el lugar donde empezaríamos nuestra vida laboral. Ella, "para variar", tenía su meta muy clara. Se quedaría en la facultad como adiestrada para luego ejercer como profesora de literatura hispánica. Al menos podía asegurar que sus alumnos jamás se quedarían dormidos en las clases.
Mi historia era un poco distinta.
Me atemorizaba tomar decisiones, o más bien, como dijo una vez el escritor Pablo Coelho, "lo que realmente me asustaba era tener que escoger un camino, porque hacerlo significaba abandonar otros".
Hay momentos en que tenemos que elegir entre lo que creemos que nos hará felices y lo que es correcto. Pues bien, esta había sido una de esas dolorosas elecciones.
Dentro de dos meses me encontraría detrás de un buró de la facultad de Artes y Letras, editando libros "maduros" y de palabras rebuscadas. Libros con títulos como "La epistemología del existencialismo en las postrimerías del período decimonónico. Parte II". Adiós a ser editora de libros juveniles.
Mis profesores habían aplaudido mi decisión y mis padres no cabían en sí de emoción. Sabía que había tomado el buen camino, pero eso no impidió que mis ánimos actuales se sintonizaran con el mal clima que se divisaba a través de la ventanilla.
Nora, a su manera, había intentado darme ánimos. "¡Vas a ser editora! ¡Qué bien! Ojalá tu compañero de trabajo sea como el muy sensual Joshua de Cariño, cuánto te odio".
Conociendo los ejemplares masculinos que trabajaban en ese lugar, las probabilidades de que esa fantasía se cumpliera eran remotas.
—Te va a salir humo de la cabeza, Clau. —La voz somnolienta de Nora me sobresaltó.
—¿Estás despierta?
—Umjú, el ruido de tus pensamientos no me dejaba dormir —comentó en medio de un bostezo.
—¿En serio? Porque a mí tus ronquidos no me dejaban pensar.
—¡¿Perdona?! Yo no ronco, cariño. Duermo como la Bella Durmiente.
—Como Fiona, tal vez.
Un chico regordete que ocupaba el asiento opuesto al nuestro no pudo reprimir la risa por el comentario.
—¿Qué es tan divertido, Shrek? —lo confrontó Nora con una sonrisa maliciosa.
El chico cambió su expresión risueña por una asustada y yo golpeé a mi compañera con el codo para que soltara a la pobre víctima.
Nora me obedeció y volvió a centrar su atención en mí. El chico me lo agradeció con la mirada.
—Por cierto, ¿cuál fue la reacción del viejo precoz de tu novio cuando fuiste a despedirte de él? —preguntó ella.
—¿Qué? ¡Ah!... Él solo... me deseó buen viaje.
—¿Eso fue todo?
—Sip.
—¿Nada de "Por favor Clau, no pierdas tu tiempo en ese lugar, y mejor ayúdame a colocar tuercas y tornillos?"
—Nop
—¡Dios! ¡De igual manera es un anticuado!
Me dolía tener secretos con Nora, pero no estaba preparada para revivir la conversación que tuve con Javier el día anterior. Nos habíamos dado un tiempo, para descubrir qué era lo que ambos queríamos.
—¡Pero así es mejor! —exclamó ella cambiando de tono—. Que los patanes desaparezcan solitos de tu vida. Tú confía en mí. Me aseguraré de que encuentres un buen partido.
—¿Tú? ¿Me encontrarás un buen partido? —pregunté incrédula. Aunque mi relación con Javier no estaba completamente acabada, decidí seguirle el juego a mi loca compañera.
—Yo misma. ¿No pasa así en todas las novelas de romance que conocemos? Siempre está la chica tímida y remilgada, y la amiga alocada que la conduce hasta el protagonista de la historia. Anastasia Steel de "Cincuenta sombras" jamás hubiera conocido a Christian Gray de no ser por Kate, y Tessa de "After" no hubiera conocido a Hardin de no ser por Steph.
—Ah, pero Steph es una harpía y Hardin está que arde, pero de la radiactividad —le recordé.
—Bueno sí, es verdad —dijo después de pensarlo un segundo—. Pero el punto es... que yo seré tu guía espiritual del amor. Me aseguraré de que no se te cruce en el camino ningún tóxico sexy como Hardin Scott...—y mirando hacia nuestro vecino de en frente agregó—, pero tampoco un Shrek.
El muchacho, cuya figura redondeada y pelo desordenado realmente le daban un aspecto tierno, nos miró con ojos de cervatillo asustado.
—Aunque —dijo ella luego de un suspiro—, no estaría mal que al menos una vez el apuesto multimillonario de las novelas se enamorara de la amiga cool y no de la protagonista remilgada. Ese sería un buen plot twist.
Sonreí por su ingenio y volví a posar la vista en la ventanilla del autobús. La lluvia había mermado y ya casi arribábamos a nuestro destino.
—Sueño con el día en el que tú también encuentres a alguien que te haga feliz —dije sinceramente. Si yo no tenía suerte en el amor, al menos me gustaría que mi amiga la tuviera.
—¿Yo? Yo ya soy feliz —Aunque después de pensarlo mejor agregó—: Pero si aparece en mi vida alguien igual o mejor que Will Herondale, entonces seré toda suya.
Eso era, a todas luces, imposible. Will de Cazadores de Sombras era el crush literario de medio mundo, y su perfección hacía que una persona así solo fuera posible en el mundo de los libros. Por desgracia.
El autobús se detuvo.
Nora estaba a punto de agregar algo cuando la vocecilla del altavoz le tomó la delantera, lo que hizo que ambas nos sobresaltáramos:
"Bienvenidos al fan camp. Esperamos que pasen una agradable estancia".
Algunos de los jóvenes soltaban exclamaciones al echar un vistazo por las ventanillas y otros recorrían el pasillo del vehículo a toda prisa para no perderse un solo segundo de aquella aventura.
El anuncio hizo que todo se volviera más real. Ya estaba aquí, en lo que sería mi "despedida de fangirl". Lo mejor que podía hacer ahora era dejar en aquel autobús todas mis preocupaciones de "quasi adulta" y disfrutar estos dos meses como si fueran los últimos.
Un ligero temblor sacudió mis manos, pero mi amiga sujetó una de ellas con fuerza. Salimos al exterior y la cálida luz del resurgido sol de la tarde nos dio la bienvenida.
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