El desafío de Piedad🧨
La mañana del inicio de semana trajo dos buenas noticias. Una de ellas: El reporte semanal de “Lady Whistledown” ya circulaba por todo el campamento.
—¿... lo que escribió esta semana? —preguntó una chica a su compañera a solo unos pasos de nuestra mesa.
—¡Ay, claro que sí! ¡Es mi ídolo! Eso es todo lo que siempre he querido decirle a los haters.
—Yo también, y me encanta la manera así como más refinada y sarcástica en que dice las cosas. ¿Quién tú crees que sea?
—Ni idea, la verdad.
Sus comentarios me sonsacaron una sonrisa.
—¡Felicidades, Melisa! —celebró Nora cuando Caterin y la aludida llegaron a nuestro lugar en la mesa del gran comedor.
—¿Y eso por qué? —preguntó ella confundida.
—¡¿No lo sabes?! —Mi amiga la miró con asombro—. En “El taciturno” de esta semana se publicó el primer capítulo de tu historia.
—¡No me lo puedo creer! —Melisa, sin dar crédito a la información, tomó el periódico de la mesa y buscó torpemente entre sus páginas la confirmación de las palabras de Nora.
Esa había sido la otra buena noticia. Hacía varias semanas, habíamos intentado convencer a Melisa de que presentara el primer capítulo de su novela, pero ella no se había decidido, hasta ahora.
El manuscrito había sido aceptado por la Redacción de “El taciturno” y ahora el primer capítulo figuraba entre sus páginas. Y según parecía, estaba teniendo mucha aceptación entre los campistas.
Dos chicas se acercaron a Melisa.
—Hola, ¿eres tú la autora de esta historia? —le preguntó una de ellas señalando el periódico.
—Eh... ssí —titubeó Melisa.
—¿Podrías darnos la continuación? A mi amiga y a mí nos dejó super enganchadas.
—Bueno… la novela realmente está publicándose en Wattpad. Todavía no está terminada.
—Ah okey. Bien...no importa. Esperaremos el tiempo que haga falta. Te buscaré en Wattpad en cuanto tengamos Internet. En menudo cliffhanger nos dejaste.
—Me gusta escuchar eso. Gracias a ustedes —respondió Melisa con el rostro iluminado de felicidad.
Después de responder las preguntas de un grupo de chicas que corrieron hasta ella en tropel, Melisa se unió a nosotras en la mesa, entre las felicitaciones de Caterin, Vanesa y mías.
—¡No me lo puedo creer! —repetía ella extasiada—. Mi historia tenía seguidores en Wattpad y buenos comentarios, pero ¡Dios mío!... Nada se compara a cuando recibes esos comentarios en persona.
—Te los mereces —dijo Vanesa—. Tu historia es genial.
—¿Qué les parece si lo celebramos? —propuso Nora.
—Mientras no sea cantando karaoke, yo me apunto —dijo Caterin levantando el índice.
—Hablando de cantar… —comenzó a decir Melisa sin levantar la vista del periódico—. Veo aquí que Lady Whistledown volvió, y nada menos que defendiendo a BTS.
—Y yo que le tenía respeto a esa autora —dijo Caterin fingiendo decepción, a lo que Melisa le dio un golpecito juguetón.
—¿Quién creen que sea?
Nuestro grupo había debatido en reiteradas ocasiones sobre los artículos de Lady Whistledown, pero apenas se había tocado el tema de la identidad de la misteriosa autora, hasta que Melisa puso las cartas sobre la mesa.
—Si es Army pues… —dijo Caterin apuntándose a la sien con un dedo en modo pensativa—. Eso nos deja con, como mínimo, medio campamento de sospechosos.
—¿No serás tú, Vanesa? —inquirió Melisa.
—¡¿Yo?! —Saltó ella—. No, no… para nada. Yo solo soy una admiradora de la autora... De hecho, la Lady Whistledown de este año me gusta incluso más que la del año pasado.
Nora me miró con una expresión de complicidad.
—Espera —atajó Caterin—, ¿cómo que la de este año? ¿No es la misma?
—No —negó Venesa con el rostro colorado, resaltando sus pecas—. Tienen diferentes estilos de escritura y además la del año pasado criticaba al fandom de BTS en uno de sus artículos.
—La anterior Lady Whistledown me hubiese caído mejor —comentó Caterin con malicia.
—Sí, Vanesa tiene razón —coincidió Melisa chasqueando los dedos—. Ahora me acuerdo.
—Clau y yo habíamos llegado a la misma conclusión —se sumó Nora al “club del misterio”.
—Bueno, pero Lady Whistledown no es la estrella de hoy, sino Melisa —advertí yo.
—Cierto —convino mi amiga—. ¿Y si mejor hacemos un pícnic?
—¡Me parece bien! —aceptó Melisa.
—A mí también —Se anotó Vanesa.
—¿Un pícnic? —replicó Caterin con cara de asco—. ¿Hablas de… sentarse en el medio de la nada, bajo un sol abrasador, con los mosquitos alimentándose de mi sangre, y asar grillos en una fogata? No, gracias.
—Esa no es la chica badass que se disfrazó del capitán cazador de gigantes Levi Ackerman —la provocó Nora.
—Ya dije que ficción y realidad son dos cosas muy distintas —remarcó ella.
—¿Y si te regalo mi edición de El Principito? —Melisa lanzó su último intento.
—¡¿Qué esperan?! —Se levantó Caterin de repente—. Vamos a comer grillos en el medio de la nada.
Más tarde, Melisa nos explicó que Caterin era una adicta a coleccionar versiones de El principito. Según ella, era un clásico que le había cambiado la vida, y su amiga no dejaba de buscarlo en cada librería a la que iba.
—A ver chicas, creo que no nos ha ido mal en este campamento —comentó Nora llevándose una fresa con chocolate a la boca.
Habíamos casi agotado nuestras “arcas reales” comprando en Gremiio todo un arsenal de comida como para alimentar a un ejército.
Descansábamos bajo una gran ceiba, la única irregularidad en un paisaje llano cuyo fin se confundía con el horizonte.
—Sí, después de todo no ha sido tan malo —confirmó Caterin atiborrándose de tostadas con mantequilla—. Tú por ejemplo, ganaste una competencia de cartas de Yu Gi OH, con mi ayuda por supuesto, y nos diste la victoria en el juego de Call of Duty.
—Ah, eso no fue nada —descartó Nora con un movimiento de la mano, aunque se notaba que aceptaba de buena gana los halagos—. No hubiésemos ganado en el Call of Duty de no ser por la estrategia de Vanesa.
El rostro de la pelirroja se tiñó de un color igual que su cabello, aunque esbozó una sonrisa de agradecimiento.
—Claudia le dio a Hufflepuff la copa de la casa —dijo ella con orgullo.
—Fue pura suerte, de verdad —dije centrando mi vista en la galleta con chispas de chocolate que tenía en mi mano y agregué—: Más mérito tiene Melisa, que publicó el primer capítulo de su novela en El taciturno.
—Y Caterin logró cantar una canción de BTS en coreano —anotó Melisa con una amplia sonrisa.
—Por favor no me recuerdes esa derrota —dijo la aludida con simulada expresión de dolor.
—No hace falta. Está grabado en video.
En respuesta, Caterin retuvo el aire e imitó el típico grito del villano cuando pierde la batalla contra el héroe y nosotras reímos como las protagonistas victoriosas de la historia.
Cuando llegó la cortina de silencio, alguien aprovechó para hacer la pregunta del millón.
—Chicas… —dijo Vanesa dudosa, probablemente dándose ánimos internos para formular la interrogante—. ¿Vamos a seguir en contacto… cuando todo esto acabe?
Para alivio de Vanesa, Nora no dudó en responder.
—¡Claro que sí! Intercambiamos nuestros números y nos vamos a reunir una vez al mes para fangirlear.
—¡Sí! ¡Obvio! —apoyamos Melisa y yo.
—Lo siento, chicas —objetó Caterin con la burla pintada en el rostro—. Yo solo busco una aventura pasajera, no una relación formal.
Melisa a su lado le embarró la nariz con mayonesa.
—Pinocha —dijo Nora entre risas—. Tú nunca nos vas a olvidar.
Caterin se limpió su nariz y habló tratando de controlar la risa:
—Si te refieres a que me obligaron a meterme en una supuesta casa embrujada donde un ermitaño con trauma de postguerra por poco nos vuela la tapa de los sesos… Nope, nunca las olvidaré.
Las risas volvieron a ser el único sonido del lugar.
—¿Fangirls a prueba de haters? —Vanesa extendió su brazo con la palma de su pálida mano hacia abajo.
Nora fue la primera en seguirla colocando la suya sobre la de Vanesa.
—¡Fangirls a prueba de haters!
Yo fui la próxima en sumarme y Melisa me sucedió.
Solo faltaba una mano. Las cuatro giramos nuestra vista hacia Caterin.
Ella se había quedado sembrada en su lugar, como sopesando su próximo movimiento.
—¿Por qué te haces la difícil? —la provocó Melisa.
Caterin puso los ojos en blanco y se inclinó para colocar su mano sobre las demás.
—Fangirls a prueba de haters.
Cuando estaba en la escuela primaria, a mis amigas y mí nos encantaba formar un grupo y pretender que éramos como las Bratz, las Winx o las chicas de Seilor Moon. Incluso elegíamos el personaje que más nos representaba.
Pasado el tiempo, comprendí que era solo un juego de niñas. Que el concepto de “mejores amigas por siempre” era solo un ideal; que no existía tal cosa como el grupo de “las chicas inseparables que se cuidaban y protegían aún en las adversidades”.
Pero justo ahora, con 23 años vividos, y haciendo un pícnic con otras cuatro chicas en el medio de una pradera muy cinematográfica, volvía a creer en ese juego de niñas.
Sin embargo, este no podía ser el final feliz, porque un desafío mayor nos aguardaba a solo unos pasos de allí.
Regresábamos a la base del campamento relatándonos entre risas algunas anécdotas cuando el inesperado encuentro con un “dementor” nos arrebató la felicidad.
Como un algodón de azúcar rosa –aunque sin azúcar–, Piedad abandonaba con una sonrisa satisfecha el despacho de la directora. Al vernos, esbozó una expresión de desdén que me retorció el estómago.
Parecía que iba a seguir su camino pero a última hora se giró para hacernos un comentario ácido.
—Es una pena que jovencitas tan hermosas desperdicien sus atractivos en este… lugar.
Nora no pudo contenerse más.
—O sea que si no desperdiciara mi belleza en este lugar, ¿sería como usted en un futuro?
La respuesta pareció confundir al gato de Cheshire, que no podía discernir si se trataba de un cumplido o de un insulto.
Pero Melisa no le dio tiempo para pensar.
—¿Por qué no escucha por un momento lo que los jóvenes tienen para decir, en vez de que ustedes decidan todo?
Los ojos del gato rosa se estrecharon como pequeñas rejillas.
—Es verdad —apoyó Vanesa tratando de mostrar seguridad en sus palabras—. Los fandoms no son malos como usted cree.
—Déjenlo ya, equipo —intentó persuadirnos Caterin—. Es una causa perdida. Ellos solo ven lo que quieren ver.
Tal vez pensando que yo agregaría algo, los ojos Piedad se posaron en mí, retándome. Unas opacas esmeraldas me escudriñaban, tratando de encontrar una grieta, un punto débil, y yo le di exactamente lo que quería. Perdí la batalla de miradas y descendí la vista al suelo. Fue un terrible error. Ese solo gesto bastó para que el gato de ojos verdes hiciera una perfecta lectura de mi personalidad.
Con una amplia y falsa sonrisa, dijo algo que nos dejó de piedra.
—Está bien. Las escucharé.
—¡¿Qué?! —Nora no daba crédito a lo que escuchaba—. Espera, ¿Dónde está el truco?
Era imposible que hubiese sido tan fácil. Debía de haber una trampa, y en efecto, la había.
—Ningún truco. Les propongo algo —pronunció con una voz empalagosamente dulce—. Una de ustedes… dará un discurso en defensa de los "fandoms" en la ceremonia de clausura del campamento. Si sus argumentos son... "convincentes", puede que piense seriamente la posibilidad de anular mi demanda para el cierre de este campamento.
Caterin estaba recelosa.
—¡Já sí, cómo no! Usted no se va a echar para atrás, sin importar qué tan buenos argumentos le pongamos sobre la mesa.
—Puede ser —aceptó ella con una sonrisa postiza—. Pero no seré yo quien tome la decisión final. —Hizo una pausa dramática y después agregó—. Traeré las cámaras de la televisión nacional para que graben el momento del discurso y será la gente de allá afuera, a través de una encuesta, la que decida si este campamento cierra sus puertas o no.
—¡¿La televisión nacional?! —Se alarmó Melisa—. ¿De veras está tan convencida de su victoria sobre nosotros?
—Hecho —Nora no le dio más largas al asunto—. Aceptamos la apuesta.
—Y que sea colocado también en las redes sociales —agregó Caterin—, para que personas de otros países también puedan comentar.
“Basta, chicas, por favor, paren” –quería gritarles.
—Eso… podría ser una buena opción —dijo sonriente, aunque en sus ojos se reflejaba un brillo calculador—. Pero no tan rápido. —Se detuvo—. No serán ustedes las que elijan quien hará ese discurso, sino yo.
Entonces supe que la señora de rosa tenía la mano ganadora.
—Elija a quien quiera —dijo Nora convencida. ¡Qué ingenua estaba siendo mi amiga en estos momentos!
Piedad simuló meditar por unos segundos pasando la vista de una a otra, aun cuando yo sabía que tenía su respuesta lista desde el principio.
—Tú —Su dedo de bruja apuntaba en mi dirección—. Tú serás quien comparezca frente a todo el campamento, el país y el mundo para…
No pude seguir el hilo del discurso. Dejé de escuchar las palabras. Una sensación de opresión se instaló en mi pecho. No pude soportarlo más.
Me abracé las piernas, sentada a pocos metros del lago y bajo la sombra del viejo roble.
“Que se jodan los antifandoms” le había dicho a Vanesa en este mismo lugar con una seguridad desconocida. Esa seguridad se había evaporado, dejando en su lugar un manojo de nervios.
En la última semana me había puesto la capa de la chica valiente, de la heroína que vence los obstáculos y se supera a sí misma. Pero todo había sido un espejismo. Una ficción como las que tanto me gustaba leer. Y ahora me sentía como un globo desinflado. Quería gritar. Gritarme a mí misma. ¡¿Por qué no puedo?! ¡¿Por qué no puedo hacer lo que los demás hacen con tanta facilidad?! ¡¿Por qué no puedo ser fuerte de una vez?! ¡Mierda! Estaba frustrada. Frustrada conmigo misma.
El sonido de unos pasos a mi espalda interrumpió mi flujo de consciencia.
Ni siquiera me atreví a comprobar quién era.
La persona se sentó a mi lado cruzando las piernas y guardó un inusual silencio. Este campamento sin duda le había afectado a mi amiga Nora.
No pude resistirlo más y estallé.
—No puedo hacerlo —dije con la vista fija en el lago—. Tú más que nadie sabes lo mucho que me cuesta hablar en público… y mucho más si de lo que yo diga allí depende una decisión importante… Se me corta la voz, me sudan las manos, se me secan los labios… y no puedo expresarme bien...
—Oye, está bien —se limitó a decir ella.
—¿Qué? —Su sencilla respuesta me descolocó.
—Que está bien —repitió—. Sea lo que sea que decidas, te voy a apoyar igualmente.
¿Quién era la persona que tenía a mi lado? La Nora que me sermoneaba cuando nos sentábamos en nuestro banco favorito de la facultad habría dicho algo como “Sí, Clau, lo vas a hacer, lo vas a hacer aunque tenga que cargarte y ponerte sobre esa tarima”. ¿Por qué estaba tan conformista justo ahora?
Ella pareció leer el desconcierto en mi rostro porque esbozó una sonrisa cansada.
—Escúchame, Clau. Tú madre no es la única que te ha sobreprotegido… Yo también he sido como tu mandona hermana mayor, siempre intercediendo por ti frente los demás y diciéndote lo que tenías que hacer.
Yo la escuchaba sin poder articular palabra.
—Pero eso se acabó —sentenció con expresión seria—. El tiempo en que tu madre, Javier... y yo misma, te dábamos órdenes ya pasó. Así que… si decides dar ese discurso, será porque tú quieras hacerlo, no porque trates de quedar bien con alguien… Y pase lo que pase, tus verdaderos amigos vamos a entender tu decisión.
Las palabras de Nora fueron como un bálsamo. No pude evitar sonreír por la extraña charla, por la situación, por todo.
—¿Qué nos ha hecho este campamento?
—Yo quiero creer que nos ha hecho bien —aventuró Nora con una sonrisa desgastada.
Mi amigo el silencio se coló en la conversación, pero Nora no lo dejó quedarse por tanto tiempo.
—Bueno pero… basta de charlas filosóficas que me dan dolor de cabeza —dijo poniéndose en pie—. La vida era bastante simple hasta que los filósofos dijeron que no lo era.
Sonreí, también poniéndome en pie.
—Gracias, Nora —dije simplemente—. De verdad, gracias, por todo.
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