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El columpio de Naruto🦊

—¿Puedo hablar contigo, solos?

Una descarga eléctrica recorrió mi cuerpo al escuchar la proposición de Erik.

—Sí... claro.

  Habíamos terminado de grabar y nos habíamos despojado de nuestros trajes. Volvíamos a ser nosotros.

  Me condujo por un buen tramo del campamento hacia un sitio en el que no había reparado antes. A solo unos pies de la orilla del lago se erigía un viejo roble y un solitario columpio colgaba de una de sus robustas ramas. Me hacía evocar la triste escena en la que Naruto pasaba interminables horas meciéndose en un columpio parecido, alejado de los adultos de Konoha que lo ignoraban y discriminaban injustamente.

  Erik me cedió el asiento y se dejó caer en el suelo.

  Permanecimos un rato inmersos en el incómodo silencio. ¿Por qué no hablaba? Era él quien me había propuesto hacerlo.

  Sin poder resistir más, rompí el hielo:

—¿Por qué decidiste perdonarme? O sea, ¿a Daenerys Targaryen?

Él sonrió, y yo fui feliz de volver a contemplar ese bello gesto. Estaba sentado frente a mí en el suelo, los codos sobre sus rodillas flexionadas a la altura de su pecho y una de sus manos sujetando la muñeca de la otra para cerrar el círculo de sus brazos.

—Porque me dejé llevar por mi personalidad. Tengo muy claro que yo no soy un héroe como John Snow. Yo no escogería la justicia por encima de las personas que quiero.

Me miró a los ojos. Sobre su frente caía un mechón rebelde de cabello, lo que reforzaba aún más su atractivo. Tenía una mirada sincera. Nada en ese chico me hacía pensar que fuera un buscador de problemas como Melisa decía. En cambio, no podía decir lo mismo de Travis.

—Oye... perdona si te asusté con mi confesión del otro día —dijo después de un tiempo.

  Mi corazón dio un brinco pero guardé silencio.

—Puede que haya sonado un poco... profunda esa declaración. Pero es que... no sabía cómo decírtelo y te solté esa tontería de "los diez meses tarde"... —Trataba de explicarse y por primera vez pude notar un ligero nerviosismo en su voz—. Yo... a ver cómo lo digo... no es que "te ame", así como Romeo ama a Julieta, porque creo que el amor surge de los momentos compartidos... y necesita de tiempo...

  Hizo una pausa y luego continuó:

—Pero sí me gustas, Claudia, mucho.

  Abrí la boca para decir algo a pesar de que sabía que no iba a salir nada de ella.
Mis palabras se habían perdido en algún lugar entre mi mente y mis labios. Mi cuerpo estaba paralizado, pero no podía decir lo mismo de mi corazón. ¿De veras estaba hablando de mí?

—Yo...

—Tienes novio. Lo entiendo. Yo solo... quería serte franco sobre lo que sentía.

  Y al parecer notó la confusión en mi rostro porque agregó:

—Oye, no todas las confesiones se hacen esperando algo a cambio.

  Le agradecí con una sonrisa su comprensión. Mis manos se aferraban a las cuerdas del columpio.

—Pero sí me gustaría ser tu amigo —dijo más animado—. Me encanta pasar tiempo contigo. Podríamos incluso... no sé... tener una cita.

—¡¿Una cita?! —pregunté confundida por la clara contradicción.

—Sí, una cita, de amigos, claro.

—No hay tal cosa como las citas de amigos. —Relajé mi agarre de las cuerdas y me permití un tono más relajado.

—¿Ah no? —preguntó fingiendo incredulidad—. Pues declaro oficialmente inauguradas las citas de amigos.

  Reí por su disparatada idea. Me alegraba que hubiésemos recuperado la química que tuvimos en aquella terraza, aunque todavía estaba un poco nerviosa por todo lo que me había dicho en un solo segundo.

—Déjame pensar...—dijo él acariciando su mentón como sopesando una idea—. Te invito a leer un libro. ¿Qué opinas?

  Abrí los ojos como una caricatura. ¿Cómo se le ocurrían estas ideas? Evalué su propuesta. Para mí, leer un libro era una actividad solitaria. Era un vínculo íntimo entre historia y lector. Nunca había pensado en la idea de compartir la lectura con alguien. Pero no podía negar que sentía curiosidad por ese tipo de experiencia.

—Mmh... lo pensaré.

—Pero, en la hipotética posibilidad de que aceptes: ¿Qué libro te gustaría leer?

—No uno de romance —respondí al instante.

  Rio, dejando ver sus tiernos hoyuelos.

—Entonces, ¿fantasía épica?

—Está bien.

—¿"La comunidad del anillo", el primer libro de El señor de los anillos? —propuso.

—Mmh... prefiero "El último deseo" de "la Saga del Brujo Geralt de Rivia".

—¡¿Hablas en serio?! —Sus cejas formaron unos marcados arcos—. El señor de los anillos es el canon de la fantasía.

—Y la Saga del Brujo es contra-canon —le rebatí—. Las personas no son solo buenas o malas; los elfos no son solo criaturas pacíficas, y los héroes y los villanos absolutos no existen.

—Ok, me rindo, no puedo ganar contra ti, Lissy Bennet. Aunque, también podríamos elegir los Archivos de la Tormenta de Brandon Sanderson con sus más de 1000 páginas y pasarnos toda la noche leyendo.

—"El último deseo" —reiteré con firmeza.

  Él soltó una carcajada.

—Está bien. Entonces, ¿mañana? —me preguntó con una ceja levantada.

—¡Dije que lo pensaría!

  Él parecía muy divertido con la situación.

—Oye, pero... y aquí voy otra vez..., en el "caso hipotético" de que aceptaras, ¿me prometes que no vas a salir corriendo otra vez como La Cenicienta?

  Tragué en seco. ¿Por qué tenía que recordarme mi inmaduro comportamiento de aquella vez? Aparté el recuerdo de mi mente y respondí con sinceridad:

—No, no lo haré.

                                🌛

  Iba de camino a mi habitación. La sonrisa ensanchada de la luna comenzaba a resplandecer en el cielo. No había sido una mala semana, después de todo.

  La actividad de interpretación me había hecho olvidar, al menos por un tiempo, el suceso con el amigo de Melisa. No se lo había contado a nadie hasta ahora, ni siquiera a Nora. Me daba mucha vergüenza.

  No había vuelto a ver al chico pelirrojo, ni siquiera en las grabaciones de la serie. Traté de convencerme de que lo mejor sería olvidar el suceso, por muy difícil que me resultara. Lo único que conseguiría sería atormentarme más y puede que fuera lo que el tal Brayan, alias Light Yagami, deseaba. No le iba a dar el gusto.

  Si Erik no hubiese estado cerca esa noche... Aparté la idea de mi mente. Y me dediqué a pensar en cosas más bonitas mientras entraba en la habitación.

"Erik", pensé en Erik. Todavía tenía una revolución en el cuerpo después de haberlo escuchado.

—Hola —me saludó Melisa desde su posición el suelo mientras organizaba su maleta, lo cual hacía muy a menudo.

—Hola —le respondí dejándome caer en mi cama.

  Vanesa, Nora y Caterin aún estaban fuera.

  Volví a mi pensamiento. Erik. Me gustaba mucho, y cada vez más. Me encantaba hablar con él. Y me gustaba sentir mariposas en el estómago cuando estaba a su lado.

  Debía llamar a Javier. Debía explicarle que había empezado a tener estos sentimientos por otra persona. Era lo justo. No sé cuál sería el resultado de todo esto, pero al menos quería ser sincera con él.

  Estaba a punto de levantarme para ir a la recepción del campamento cuando algo me retuvo en el lugar. Algo que vi en la maleta de Melisa. Su visión me quitó las fuerzas del cuerpo.

—Melisa —pronuncié débilmente—, ¿por qué tienes el disfraz de Light Yagami?

—¿Ah, este? —Me mostró el inconfundible uniforme escolar y la peluca rojiza del personaje de Death Note—. Travis me dijo que se lo guardara porque, "según él", no tiene suficiente espacio en su maleta.

Contuve la respiración.

—Pero, Travis le prestó ese traje a tu amigo Brayan en la fiesta del anime, ¿verdad?

—No —negó ella con una sonrisa ingenua—. Brayan llevaba el disfraz de Uchiha Itachi con la máscara AMBU. Travis estaba celoso porque mi amigo y yo nos habíamos vestido de personajes de la misma serie y él se sintió excluido. Quien llevaba el disfraz de Light Yagami era mi novio.

  Mi cabeza comenzó a dar vueltas. Este era el plot twist más macabro del mundo.

—Claudia, ¿te sientes bien? —preguntó visiblemente preocupada—. Te has puesto pálida.

"No pasa nada. Solo que tu novio intentó besarme a la fuerza cuando yo estaba indefensa".

—Sí, estoy bien —me limité a responder.

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