Discusión🗯
—Las palabras textuales de la directora fueron "no se precipiten, la tarde es vieja y la noche es joven". Así que supuse que había que esperar a que anocheciera para encontrar la pista.
Quien nos explicaba sus deducciones era la chica de rasgos asiáticos, cuyo nombre más tarde supe que era Lauren.
La gente a su alrededor escuchaba su análisis con tal embobecimiento como si se tratara del mismísimo Hércules Poirot de las novelas de Agatha Christie.
—Luego pensé —continuó la chica—: ¿cuál es el lugar más céntrico del campamento? Aquel que podría ser un buen punto de partida. Y supe que, obviamente, ese lugar era el salón comedor.
<<Estaba abierto a esta hora de la noche, lo que confirmó mi teoría. Entré y estaba todo oscuro, así que encendí unos focos que había en la parte de atrás y estos iluminaron un lugar de la pared: "Recuerden que la felicidad se puede encontrar, incluso en los tiempos más oscuros, solo si se recuerda encender la luz" ¡Y aquí está! Gracias a la segunda pista de la directora descubrí esto detrás de unos eslabones sueltos en el sitio a donde apuntaba la luz.>>
Todos reconocían el objeto que nos mostraba: una snitch dorada, la icónica pelotita alada del famoso juego deportivo Quidditch de Harry Potter.
—Entonces, los horrocruxes que debemos encontrar no son como los de la historia —conjeturó alguien—. O sea... el relicario, la copa, la corona y esas cosas.
—Al parecer no —confirmó Lauren y agregó—: Por cierto, en la pared había otros dos ladrillos removidos, lo que significa que dos casas nos llevan la delantera.
—¡No perdamos más tiempo entonces! —apremió otra persona.
—¿Cuál es la próxima pista? —preguntó un chico a mi lado.
—Dentro de la snitch estaba esta nota —respondió Lauren haciendo entrega de un pequeño pedazo de papel a una chica con gafas, quien procedió a leer su contenido en voz alta:
—"Un chico dorado con el cielo en sus ojos,
Una abominable bestia en su interior.
A quienes lo culpaban observaba de lejos,
Desde el lugar en que sanaba su dolor."
—Es un acertijo pero, ¿cuántos chicos rubios de ojos azules no existen en la ficción?
—Pero no debe de haber muchos con una "abominable bestia" dentro, ¿no?
Mientras surgían las propuestas, mi mente evocó un reciente recuerdo.
Erik y yo habíamos estado conversando en un columpio, "desde el lugar donde sanaba su dolor". Me acuerdo de haberlo asociado con una escena del anime "Naruto", en la que el protagonista, "un chico dorado con el cielo en los ojos", se sentaba alejado de las personas que "lo culpaban" por tener "una abominable bestia en su interior".
¡Bingo!
El próximo horrocrux estaba en algún lugar cercano al columpio, bajo el roble del campamento. El único problema era... que no era capaz de decirlo en voz alta.
Me di ánimos interiores. Solo tenía que decir dónde estaba. ¡Ánimo Clau! No era para tanto. Pero seguro me preguntarían cómo lo había sabido. Y tendría que hacer mi discurso de Hércules Poirot con aproximadamente cincuenta miradas sobre mí, y esta vez no estaría oculta tras el disfraz de Daenerys. Y entonces tartamudearía y no me sabría expresar con claridad. Y luego alguien diría "No entendí lo que dijo, por favor que alguien la traduzca"; y tendría que volver explicarlo tratando de disimular mi humillación y...
—¡Lo tengo! —alzó la voz mi desconocido salvador; un chico moreno—. Es el columpio que está en el roble, y es por el anime de "Naruto".
Resoplé. Él lo había hecho parecer tan simple...
Hufflepuff no perdió el tiempo y corrió a toda prisa hasta el lugar indicado. Por el camino me topé con Melisa y Caterin, que me dirigieron un saludo desde la lejanía. Slytherin nos había tomado la delantera.
Una vez en el roble, encontrar el objeto maldito en la oscuridad fue todo un desafío. Uno de los más atléticos del grupo escaló el tronco para buscarlo a tientas entre las ramas; porque esperar hasta mañana no parecía ser una opción. Desde abajo lo apoyábamos con las linternas de nuestros móviles y, después de un lapsus de tiempo, el chico logró tener el artefacto en sus manos.
Era el típico protector de la frente que usaban los ninjas de "Naruto".
De entre el metal y la tela se deslizó un trocito de papel. Alguien lo tomó incluso antes de que cayera al suelo y leyó el próximo acertijo.
—"Cinco jóvenes le confiesan a las muchachas qué es lo que las hace hermosas"
"One Direction" —dije para mis adentros.
—¡Es One Direction! —gritó emocionada una muchacha de cabello corto—. Es la canción "What Makes you Beautiful".
—Y entonces, ¿dónde se supone que esté el próximo horrocrux? —preguntó alguien.
"En la sala de karaoke" —pensé.
—Creo que podría estar en la sala donde se hace karaoke —propuso Lauren volviendo a atraer todas las miradas sobre ella—. Allí hay discos de varios cantantes y grupos musicales.
No se equivocaba. Oculto entre los miles de obsoletos DVDs que se exponían en una vitrina en la sala de karaoke, estaba el sencillo "What Makes you Beautiful" de mi boyband favorita de todos los tiempos: One Direction, cuya separación hace unos años me destruyó el corazón en mil pedazos.
***
Al atardecer del segundo día, teníamos 6 horrocruxes en nuestro poder: La snitch dorada de "Harry Potter"; el protector de la frente de "Naruto"; el DVD de One Direction; la gema del alma de "Los Vengadores"; la espada láser de "La guerra de las galaxias" y un lingote de oro (falso obviamente) del videojuego de Minecraft. Pero ni rastro del séptimo, ni de la espada de Godric Gryffindor.
Como única pista teníamos una amarillenta página de un libro, que contenía el fragmento de una historia por muchos conocida.
"... Pero el anillo se había perdido. Cayó a las aguas del Río Grande, el Anduin. Desapareció cuando Isildur, que iba hacia el norte siguiendo la margen este del río, fue asaltado por los Orcos de la Montaña... Isildur se zambulló en las aguas, el Anillo se le salió del dedo mientras nadaba, y los enemigos lo vieron, y lo mataron a flechazos.
Extracto de La comunidad del Anillo. Libro I de El señor de los anillos"
Escrita en una caligrafía diferente, una nota figuraba al final de la página:
"Es curioso que el mejor amo para el anillo maldito sea aquel que no ambicione su poder".
Descartamos la posibilidad del lago. Era demasiado vasto como para que hubiesen podido esconder ahí algo tan pequeño como un anillo. Además, la leyenda hacía referencia a un río.
La única opción que teníamos era adentrarnos en las profundidades del Bosque Sombrío para buscar el cuerpo de agua donde supuestamente se había extraviado el objeto maldito. No podíamos desprendernos de nuestros celulares, porque estar conectados a la red del campamento era la única probabilidad que teníamos para que nos encontraran si nos llegáramos a perder en el bosque.
Pero la luna apareció en el cielo sin que lo hiciera el anillo. El resto de las casas tampoco parecían haber progresado. A solo horas del último día de la prueba, nuestro optimismo de romper la racha perdedora de Hufflepuff en la ceremonia de la Copa de las casas se estaba extinguiendo. El agotamiento nos había ganado y optamos por tomar un descanso.
Mis ya maltrechos ánimos decayeron aún más cuando, al llegar a la entrada de mi habitación, escuché a través de la puerta entreabierta el final de una airada discusión.
—¡... en paz! ¡Deja de entrometerte en mi relación! —A pesar de que no podía verla, distinguí la inconfundible voz de Melisa.
—¡No puedo! ¡Me estás pidiendo lo imposible! —La voz alterada que replicaba era la de Caterin—. ¡No quiero seguir siendo amiga de alguien que tiene tan poco amor propio!
Me aparté justo a tiempo antes de que Caterin abriera con fuerza la puerta y pasara hecha un torbellino por delante de mí sin apenas voltear a verme, para luego perderse entre las sombras.
Mi cuerpo se quedó rígido por unos minutos.
Yo podría tratar de enmendar la situación. Podría entrar en la habitación, encarar a Melisa y confesarle que su amiga tenía razón acerca de su novio; que no eran meras paranoias y teorías conspiranoicas que nos inventábamos; que su novio era aún peor que los chicos de las historias de Wattpad porque al menos aquellos estaban en la ficción. Pero una vez más, no tuve el valor; como tampoco lo tuve para decir frente a todos dónde estaban los horrocruxes; y como el que me faltó para hablar con Erik en el paseo en bote de aquel día. Al final, hice lo que mejor sabía hacer: huir.
En lugar de poner un pie en la habitación, caminé en la dirección contraria. El mundo se desmoronaba a mi alrededor y yo solo pensaba en escapar.
Los primeros rayos de sol que lograron colarse por entre las montañas se llevaron todas mis esperanzas de tener un sueño profundo. Me desperecé. Tenía los miembros entumecidos de haber pasado toda la noche sentada en el suelo, recostada al roble donde se balanceaba el columpio.
En algún punto de la noche, el cansancio parecía haberme vencido porque no me percaté de que alguien había colocado una cálida manta sobre mis hombros; como tampoco había notado al chico que también yacía reclinado contra el robusto tronco. Mi corazón fue el primero en reaccionar y después mi mente:
—¡¿Erik?!
Él abrió sus ojos somnolientos. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí? Estiró sus músculos y cubrió su boca con la mano para hacer un largo bostezo. Me miró y me dedicó su reconfortante sonrisa.
—Déjame adivinar...—dijo con la voz aún raspada—. Te portaste muy mal y tus amigas te echaron de la habitación.
Dejé escapar una sonrisa cansada.
—No exactamente. Yo decidí irme. Es que me gusta dormir a la intemperie y con la espalda pegada a los troncos, como los ascetas en la época medieval.
"¿Los ascetas en la época medieval?". ¿De veras no se me pudo ocurrir nada mejor que decir?
Tomé la manta para cubrirme toda la cabeza con ella. Solo quería desaparecer.
Él soltó una sonora carcajada.
—Oye, esa no es la capa de invisibilidad de Harry Potter.
Suspiré. Ojalá lo fuera.
—Hablando de Harry Potter, ¿cómo va tu casa con la cacería? —preguntó y yo agradecí el cambio de tema.
Removí la manta para dejar al descubierto mi rostro.
—Nos falta el último, el anillo de Sauron. Ah y también la espada de Godric Gryffindor.
Él pareció meditarlo por unos segundos y luego se puso en pie. Desde su altura me tendió la mano:
—¿Quieres venir a dar un paseo conmigo? Sin botes, claro.
Miré su pálida mano. Vacilé, pero finalmente, mi mano encontró la de él.
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