Hipo y Merida | Un Nuevo Mal Comienzo II
Hipo
Cinco años después.
Bocón me informó de inmediato cuando los jinetes de Berk volvieron de la última misión a la que los envié. No les había ido muy bien, al parecer las pinzas de Grimmel seguían apareciendo. Hace un año nos enteramos que seguía vivo y, además, que tenía una aprendiz muy especial; nos habíamos topado con ellos y él la trataba como su hija. Habían intervenido en cada una de nuestras misiones, pero por suerte lográbamos alejarlos del Nuevo Berk y del Nido de Dragones; aunque seguían sobre nosotros, era una cacería donde Chimuelo, la Furia Luminosa y sus bebés dragones eran los blancos a cazar. No había dejado que salieran de la isla y siempre usaban la misma ruta para ir al Nido, una ruta que era más larga, pero estaba escondida y era más segura.
- ¡Eso duele! -
- Quédate quieto para que te duela menos. -
- ¡Esto no dolería si hubiéramos derrotado a la Jinete Roja! -
- ¡La hubiéramos derrotado si no hubieras roto la formación que teníamos! -
- ¡Ya basta! -
Detuve la pelea entre Patán y Astrid. Él estaba completamente en cama y Astrid ayudaba a Gothi con algunas heridas.
- ¿Dónde están los gemelos? -
- En su casa. Gothi dijo que estaban bien. -
- ¿Y...? -
- Pata Pez también está bien. Fue con Valka para darle información de Dragones. -
- Entiendo. -
- ¡Gracias por preguntar por mí! -
- Está viendo que estás en cama, vendado y gritando como un dragón bebé ¡Obvio sabe tu estado! -
Gothi llegó y le quitó la venda a Astrid, ella seguiría atendiéndolo.
- Ven Astrid, necesito hablar contigo. -
Salimos de la cabaña de Gothi y fuimos a la mía. Tenía una idea y un plan algo arriesgado que debía hacer y necesitaba que, al menos, Astrid supiera lo que iba a hacer.
- Los reportes los está haciendo Pata Pez, al menos, los de los dragones. Cuando acabe yo lo ayudaré con el de la misión. -
- No quiero hablar de eso. -
- ¿Entonces? -
- Tengo un plan. -
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- ¡¿Qué no me estas escuchando?! ¡No puedes ir tu solo! -
Preparaba a Chimuelo para volar con él; gracias a los dioses él me apoyaba y no ponía resistencia.
- ¡Hipo! -
- Debo intentarlo Astrid. -
- Es que sigo sin entender ¿Por qué harás esto? Jamás pudiste razonar con Drago, menos con Grimmel ¿Por qué con La Jinete Roja sería diferente? Además, es la aprendiz de Grimmel. -
De mis bolsas saqué una hoja; era de un viejo reporte de misión. Se lo entregué a Astrid para que lo leyera y continué preparando la silla de Chimuelo mientras ella leía. La Furiosa Luminosa Y los pequeños dragones de mi amigo estaban listos para irse y me observaron de manera impaciente, ya querían volver al Nido de Dragones. Ese era parte del plan, llevarlos, dejarlos y Chimuelo y yo buscaríamos a la Jinete Roja.
- ¿No estarás pensando lo que creo que estás pensando? Hipo, esto es una locura. No creo que Grimmel sea capaz. -
- Por los dioses Astrid. Si algo hemos aprendido de los asesinos de dragones, es que son capaces de cualquier cosa. -
- ¿Pero usar su veneno de pinzas en una persona? -
Seguí empacando.
- En todo caso... solo se mencionan ojos violetas. Y fue una vez... yo no he vuelto a ver nada de eso en los reportes. -
- En los que me entrega Pata Pez sí. -
- ¿Qué? -
- Le pedí a Pata Pez que esto no lo compartiera con nadie más. Que se fijara en ese detalle cada vez que se toparan con ella. El color de sus ojos ha variado de morado, violeta y azul más de quince veces. -
- ¿Se lo pediste a Pata Pez y no a mí? -
- Necesitaba que tú te concentraras en el éxito de cada misión. -
No pareció de acuerdo, pero ya no me dijo nada. Los Furias Nocturnas y yo nos fuimos; dejé a Astrid a cargo y le pedí que ocultara a donde me dirigía. Tardamos un día, aproximadamente, en llegar al Nido de Dragones; dejamos a los pequeños y a la Furia Luminosa, luego nos dirigimos a la última isla donde se enfrentaron con la Jinete Roja. Era un lugar bastante selvático, todo era húmedo, un rio cruzaba toda la isla y llegaba al mar; decidimos caminar rio arriba y buscar si había un lago u ojo de agua para abastecernos de algunos víveres y tener agua dulce para beber.
Al caminar recorrimos toda la isla. Me causó curiosidad que los árboles estaban llenos de marcas, supuse que fueron causadas por cuchillos o espadas; eran marcas que parecían formar blancos de tiro, como dianas y había más mientras más nos acercábamos al lago.
Chimuelo de pronto gruñó, yo saqué mi espada; confiaba mucho en él y debía haber algo peligroso para que se pusiera a la defensiva. Comencé a escuchar una pequeña cascada, estábamos cerca de un lago; pero al dar más pasos también escuché sollozos, algo como unos gritos pequeños y un llanto.
- No... ¡No es real!... váyanse... ¡Váyanse! ¡No lo son!... -
Me acerqué más.
- ... Yo no fui... ¡No lo haría! ¡Yo no lo hice!... -
Llegué a la orilla del lago y, junto con Chimuelo, nos quedamos agachados. Moví unas hojas y entonces la vi, era la Jinete Roja; estaba en la orilla del lago, hincada y llorando. Se veía mal, como si estuviera sufriendo.
- ... perdón, perdón... no soy yo... perdón, lo siento tanto... -
Era la primera vez que la veía en un estado vulnerable. No perdí tiempo y en mi libreta la dibujé lo mejor que pude; al fin tendríamos un retrato para identificarla o al menos para divulgarlo como una persona peligrosa, enemiga de Berk.
Risos indomables, piel blanca como porcelana, unos labios finos y pequeños, nariz respingada que la hacía ver tierna, unos ojos grandes y, debía de admitir, hermosos; me concentré en ellos para ver su color y en un segundo el color azul intenso estaba viéndome. Me quedé quieto, no aparté la mirada; de manera lenta, guardé mi libreta y lápiz, ambos nos pusimos de pie poco a poco; le dije a Chimuelo que se quedara en el suelo y esperara.
- ¿Eres real? -
No entendí la pregunta y parece que mi rostro de confusión le dolió.
- También te asesiné ¿Cierto? Estás... aquí... -
Trataba de aguantar el llanto.
- ... vienes a reclamarme. Como todos. -
Se abrazó a sí misma. En serio se veía mal, destruida. En algún punto pensé "¿En serio es la Jinete Roja?"
- Yo no estoy muerto. -
Dejó de llorar y me vio.
- ¿No te asesiné? -
- No, no lo hiciste. -
Vio sus manos y su mirada parecía perdida.
- Uno menos. -
Susurró.
- ¿Quién eres? -
Le pregunté. Ella me vio de nuevo, pero creo que buscaba que responder.
- Soy... yo soy... Me... Mer... -
- Tranquila, no tienes que decirme. No te presiones. -
No era peligrosa, al menos no en ese momento. No había pinzas cerca, no llevaba toda su armadura puesta y no estaba armada, al menos lo que yo veía; solo era una joven perdida.
- Yo soy Hipo, soy de Berk y estaba buscándote. -
Di unos pasos más y al empujar unas hojas, dejé a Chimuelo descubierto. Ella lo vio y fue ahí donde su semblante cambió por completo. No vi de donde, pero sacó sus espadas, dio una respiración profunda y cuando abrió sus ojos de nuevo ya no eran azules, eran violetas "Creo que mi teoría es cierta."
- ¿El gran jefe de Berk buscándome? Que honor. -
Era una persona completamente diferente. Tenía frente a mí a la Jinete Roja; tenía una mirada intimidante, con ganas de asesinarme.
- Supongo que buscas tu muerte y vaya... ¡Aquí me tienes! La encontraste. -
- Tranquila, tranquila... volvamos a hace unos minutos ¿Quieres? -
- ¿De qué demonios hablas? -
- Estabas llorando ¿Recuerdas? -
No bajaba las espadas, pero al menos parecía escuchar lo que le decía.
- Estabas hincada, llorando y yo... yo llegué y me preguntaste si estaba muerto, pero no... no lo estoy. Soy real. -
- ¡Basta! ¡Basta! -
Se agarró la cabeza y las lágrimas salían de sus ojos.
- Ibas a decirme tu nombre. -
- ¡No! -
Me lanzó una de sus espadas. M agaché y quedó clavada en el árbol detrás de mí. Escuché como gritó, venia sobre de mi con su otra espada, estaba furiosa; pero Chimuelo la golpeó con su cola y ella cayó dentro del lago. Mi amigo no perdió tiempo e hizo que subiera en él, me aseguré que la jinete saliera del agua; vi que estaba bien y se aferró a la orilla del lago, le ordené a Chimuelo que despegara y volvimos a Berk.
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Mi teoría de que la Jinete Roja estaba siendo controlada por Grimmel en serio podía ser cierta. Necesitaba más pruebas y acercarme a ella, pero no sería nada fácil. No sabía qué hacer. Vi el sufrimiento en ella, vi sus ojos azules pidiendo ayuda; me enfurecía que Grimmel la estuviera controlando de esa manera.
- ¡Hipo! ¡Volviste! -
- Ahora no Astrid, la verdad, solo quiero llegar a casa. -
No me siguió, espero que notara que no me sentí bien como para hablar de cosas de jefe. Entré con brusquedad a mi cabaña; la puerta casi me golpea y todas mis cosas se cayeron al suelo.
- ¡Demonios! -
Empecé a recoger todo y Chimuelo fue al interior de la casa.
- ¿Hipo? ¿Estás bien? -
- Perdona mamá, no quise gritar. -
No me podía quitar de la mente esos ojos azules, se veían intensos, pertenecientes a una guerrera, pero una guerrera que estaba sufriendo, que estaba atrapada.
Mi madre me ayudó a recoger mis cosas.
- ¿Todo bien, Valka? Oh... ¿Qué pasó? -
Lady Elinor estaba también. Ella fue una refugiada que llegó hace unos 5 años, ella y sus trillizos, los cuales ya entrenaban para jinetes de dragones.
- Es que... perdonen, no quise asustarlas. Entré enojado y todo se me cayó. -
- ¿Mala misión? -
- Si, de hecho, una pésima misión, mamá. -
Terminamos y puse todo sobre la mesa; comencé a acomodar unas hojas.
- ¿Qué pasó hijo? -
- Pues fui a una isla para... -
Me detuve al notar a Lady Elinor sosteniendo una de mis hojas; parecía sorprendida y quería llorar.
- ¿Se encuentra bien? -
No contestó. Mi madre se acercó a ella y la tomó de los brazos.
- Elinor ¿Estás bien? -
- ¿De dónde sacaste esto? -
Volteó la hoja y me la mostró, era el dibujo que hice de la Jinete Roja.
- Yo lo hice. Es la Jinete con la que hemos peleado. -
- ¿Han peleado contra ella? -
Asentí.
- Pero... ¿Por qué razón? -
- Es la aprendiz de un enemigo de Berk. El cazador de dragones Grimmel. -
- ¿Aprendiz? -
- Si... ella está con él. Son como padre e hija. -
- No... -
- Sabemos que no es su padre, no se parecen en nada, pero... bueno, él actúa así con ella. -
Elinor comenzó a alterarse. Hicimos que se sentara y mi madre le trajo un vaso con agua.
- Tranquila linda. Dinos que te pasa. -
Seguía sosteniendo la hoja con fuerza y no le quitaba la mirada.
- ¿Usted la conoce verdad? Conoce a la Jinete Roja. -
Asintió.
- Es mi hija. -
Susurró. Dirigió su mirada a mí; parecía que le habían roto el corazón.
- La Jinete Roja es mi hija. -
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Merida
Ya no aguantaba, estaba cansada y no quería seguir; pero había tres pinzas justo frente a mí que estaban listos para atacar, gruñendo y esperando. El amo Grimmel estaba afuera de la jaula solo observando como manejaba la situación; veía en su rostro que no estaba satisfecho con mi desempeño.
Estaba hincada y llena de heridas "¿Qué esperas? Ya mátame." Me levanté y con un grito alejé a las pinzas, ellas obedecieron y dieron unos pasos atrás. Mis espadas cayeron, en serio ya no pude sostenerlas; los dragones al ver eso iban a volver a atacar.
- ¡Alto! -
Pero él los detuvo.
- Llévenselos. -
Ordenó a unos guardias. Yo caí de rodillas de nuevo, estaba adolorida; pero no pude tomar ni un respiro ya que el amo me tomó del brazo y me llevó a nuestra cabaña. Me quité la ropa de entrenamiento y comenzó a atender mis heridas.
- Estás fallando. -
- Lo siento. -
- ¿Qué te pasa últimamente? No estás concentrada, no has traído dragones nuevos y hoy las pinzas te derrotan. -
- Lo siento. -
Terminó de ponerme unos vendajes y se levantó.
- ¿Solo vas a decir eso? ¿No hay nada más? -
- Lo siento, amo Grimmel. -
Y me golpeó. Me dio una cachetada y caí al suelo.
- ¿Qué es esto? -
Arrojó unas escamas de dragón. Las recogí y luego las reconocí.
- Son... -
Volvió a golpearme.
- ¡Son de un Furia Nocturna! ¡Estuviste cerca de uno! -
Yo ni siquiera sabia de donde las había sacado.
- Pero no son mías. Yo no las tenía. -
- ¡Estaban sobre tu armadura! -
Me levantó del piso e hizo que me parara derecha frente a él.
- ¿Algo que quieras decir? -
- No noté cuando cayeron en mí. -
- Entonces sí estuviste cerca de uno. -
No había explicado mi ultima salida; cuando me topé con esos malditos jinetes y luego con el jefe de Berk en mi isla. No quería decirlo porque esa isla era mi lugar seguro para descansar, para que nadie me gritara y para escuchar esos pensamientos que a veces ignoro.
- Es que... yo... yo vi uno, pero... -
Me tomó del cabello con fuerza.
- De nuevo... quiero que hables claro. -
- Estaba en una isla y me topé con el jefe de Berk, Hipo; pero luego se fue volando con su dragón. El dragón alcanzó a empujarme, ahí debieron caer las escamas en mi armadura. -
Me soltó.
- Así que lo dejaste escapar. -
- ¡No! Solo fue algo repentino, estaba desprevenida y... -
Otro golpe.
- Creí que ya no fallarías, creí que ya no era necesario. Pero veo que lo necesitas. -
Fue a la otra habitación mientras yo sobaba mi rostro; definitivamente tendría más moretones. "Debí decirle todo" "Debiste haber huido" "No puedo ocultarle nada al amo Grimmel" "Puedes pelear contra él"
Volvió y tenía el aparato de inyección cargado con el veneno de las pinzas.
- ¡No! ¡Por favor! Ya no fallaré. Solo fue una mala racha, he seguido tus ordenes... por favor. -
Se acercó lentamente, acarició mi mejilla y limpió algunas lagrimas que caían de mis ojos.
- De nuevo. -
- Por... por favor, padre. -
Volvió a sostener mi cabello con fuerza y me inyectó en el cuello. Hace meses que ya no lo hacía; fue tan intenso que me desmayé.
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Hipo
Lady Elinor nos contó como Grimmel llegó a su reino y devastó todo a su paso.
Nos reveló que era una reina y no tuvo otra opción que huir y salvar a sus hijos; pero su hija mayo y su esposo se quedaron a luchar. Al pasar el tiempo solo aceptó lo peor.
- Creí que estaba muerta. Jamás imaginé que... mi pobre niña. -
Le servimos un té. Los trillizos llegaron a la cabaña, les dimos toda la información y debían estar con su madre.
- Tranquila mamá. -
- ¿La buscarán? ¿Buscarán a nuestra hermana? -
- Queremos ayudar. -
- Creo que primero debemos calmarnos. -
Mi mamá calmó a todos. Yo di un paso al frente.
- Lady Elinor, necesito saber todo de ella. Puedo ayudarla. -
Dio un enorme respiro y me vio directamente.
- Su nombre es Merida y es la Princesa mas valiente del mundo. -
Entonces supe que trató de decirme su nombre "Princesa Merida de DunBroch. Te encontraré y te salvaré."
Días después.
Llegué al reino de DunBroch, supuse que encontraría más información ahí. Parecía un pueblo fantasma, destruido y abandonado.
- Iré a dentro, amigo. Vigila y ten cuidado. -
Le dije a Chimuelo. El castillo era imponente, estaba lleno de polvo y telarañas, pero seguía siendo un castillo impresionante. Pasé por la sala del trono, luego el comedor, la cocina, algunas habitaciones, hasta una en particular. Logré ver el bordado de oso con la princesa que Lady Elinor me contó. Iba a tomarlo para llevarlo a Berk con la Reina, pero una espada se interpuso.
- ¿Qué haces? No puedes tocar eso. No debes estar aquí. -
Era ella. Me amenazó con una espada y la otra aún seguía en su funda. Vi sus ojos, eran completamente morados "Demonios"
- ¿Tú que haces aquí? -
Sacó su segunda espada, pero honestamente no estaba preocupado por ella, sino que Chimuelo estaba afuera solo, no sabía si Grimmel estaba ahí o si había pinzas cerca; debía distraerla. Sus ojos sacaban chispas, quería matarme sin duda. La observé más y noté moretones en su cara, eran recientes.
- ¿Qué te pasó? ¿Cómo te lastimaste? -
Su gesto se relajó un poco. Creo que le sorprendió que alguien se preocupara por ella.
- ¿Alguien te hizo daño? -
Los gestos que hacia me daban más respuestas de las que había buscado en meses.
- ¿Fue... Grimmel? -
Apretó su agarre a las espadas y se acercó a mí. Dejé que me acorralara contra la pared y una de sus espadas estaba en mi cuello.
- ¿Vino contigo? -
- ¿Qué? -
- ¿Estás sola?... puedo ayudarte. -
Respiraba de manera agitada, pero parecía escucharme.
- Estoy... sola... -
- Entonces ya no te hará daño. Yo... -
Acercó más su espada.
- El amo Grimmel no me haría daño. Él me enseña, me entrena, me hace mejor. -
- Pero de está manera no es lo mejor. -
- ¿Tú que sabes? -
- ¿Y que sabe él? ¿Por qué Grimmel sabría lo mejor para ti? -
- Él es mi padre, mi mentor. Soy la mejor asesina de dragones, gracias a él. -
Temblaba. Una parte de ella no creía en lo que decía; parecía tener una lucha interna.
- Pero él no es tu padre, Merida. -
Se sorprendió.
- ¿Cómo?... tú... -
- Sé quien eres, Merida. Déjame ayudarte. -
Bajó sus espadas y agachó la cabeza. Me moví rápido para revisar por la ventana; Chimuelo estaba bien, al parecer Merida dijo la verdad y estaba sola en DunBroch.
Cerré la puerta del cuarto. Luego escuché unos sollozos.
- Lo siento... lo siento ¡Lo siento!... no quise... ¡Yo no quería! -
Soltó sus espadas y cayó hincada.
- Merida. -
- Soy mala, débil... soy un monstruo. -
Llegué a su lado y la abracé.
- Shh... no eres un monstruo. No lo eres. -
- ¿Cómo lo sabes? Tu mismo has visto lo que he hecho. -
La tomé del rostro.
- ¿En serio fuiste tú? No Merida, no fuiste tú. -
Sus ojos volvían a ser azules poco a poco, un hermoso azul.
- Soy un monstruo. -
- No lo eres. Eres una persona que ha sufrido mucho. -
Y la envolví en mis brazos para que se desahogara.
Pidieron la segunda parte y aquí está. Gracias por el apoyo. | De verdad, esté ha sido uno de mis favoritos al escribirlo. | No olviden Votar y comentar todo lo que quieran. | Gracias, Lucy Fuera
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