Habitación Compartida 2
Parte dos.
Regresó a casa e ignoró las preguntas de Yuzu. Se encerró en su habitación y casi se va de espaldas al ver a Toshiro sentado en su cama mirándola con curiosidad. Por un momento olvidó que él no podía estar en otro lugar que no fuera allí.
-¿Y bien? ¿Cómo fue la cita?- preguntó fríamente.
-Estuvo… bien.- oh, sí, la cita fue buena, pero el cómo terminó fue horrible.
-Oh.- se levantó bruscamente de la cama. -¿Entonces supongo que saldrás con él otra vez? ¿O acaso ya son novios?- preguntó con amargura, mirándola con una mueca de rabia contenida.
-Toshiro, ¿cuál es tu maldito problema?- no le gustaba que le hablara así. –Tú…- se calló a sí misma cuando de pronto todo tuvo sentido. –Tú… estás celoso.- lo miró con la boca abierta, intentando no sonreír ante esa revelación.
-¡¿Q-qué?!- retrocedió como sí lo hubiera golpeado. –P-por supuesto que no… Solo… solo…- pese a su negativa, parecía pensativo. –Solo no me gusta la idea de que…-
-¿De qué yo esté con otro que no seas tú?- sonrió divertida, aunque su corazón latía desenfrenado en su pecho.
Él se mordió el labio, antes de suspirar derrotado.
-Bien.- dijo bruscamente. –Tal vez sí estoy celoso. ¿Pero qué demonios importa? Solo soy un fantasma. Estoy muerto. ¿Qué importa lo que piense alguien que nunca podría llevarte a tomar malteadas ni a ningún lugar fuera de estas condenadas cuatro paredes?- apretó los puños antes de darle la espalda.
Karin lo miró maravillada. ¿Podría ser verdad? ¿Él sentía lo mismo que ella? Estaba mal, y era imposible ¡pero sentía lo mismo! Al demonio con todo lo demás.
-Me importa.- se acercó lentamente a él y colocó una mano en su espalda, ignorando la cadena enredada a su alrededor. –Me importa mucho más de lo que podrías imaginar, Toshiro.- confesó en apenas un susurro. Él volvió la cabeza ligeramente, mirándola de reojo. –Dime loca, pero… resulta que estoy enamorada de un fantasma. Así que sí, las opiniones de los muertos me importan.- sonrió divertida, aunque sus mejillas estaban rojas por la admisión de sus sentimientos.
-¿Qué?- volteó bruscamente, tomando sus manos entre las suyas, sus sólidas, cálidas, grandes manos. -¿Qué fue lo que dijiste, Karin?-
-Dije que me gustas… idiota.- susurró molesta por tener que repetir algo tan vergonzoso.
Aunque valió la pena cuando sintió sus labios sobre los suyos.
Era su primer beso, y se lo estaba dando un chico muerto. Y no podría ser mejor. O tal vez sí. Se sintió mucho mejor cuando sus manos tomaron sus caderas y las suyas se enterraron en su blanco cabello mientras profundizaban el beso. Mucho mejor.
Pasaron un buen tiempo haciendo eso, hasta que fueron interrumpidos por el grito de Yuzu diciéndole que ya estaba lista la cena.
Fue a cenar con el rostro prácticamente en llamas, teniendo que soportar las miradas extrañadas de los hombres Kurosaki y la preocupación de su hermana porque tuviera fiebre o algo peor.
Cuando volvió a la habitación, evitó mirar a Toshiro, que tenía su nariz convenientemente enterrada en uno de sus libros. Tomó su pijama y fue a ducharse, luego regresó y apagó la luz para luego meterse en la cama y recostarse. Aun así, no pudo dormir.
Finalmente, oyó los pasos y la cadena arrastrándose y de pronto pudo vislumbrar el rostro de Toshiro tenuemente iluminado por la luz de la luna colándose por las cortinas entreabiertas de su ventana.
-Lo siento.- susurró él suavemente. –Lamento haberte besado así. Créeme que no quise molestarte.- murmuró arrepentido.
-N-no me molestaste, Toshiro.- le sonrió apenas, todavía avergonzada de mirarlo. –Solo que… todo esto es nuevo para mí. Nunca antes me había gustado un chico antes… menos un fantasma. Supongo que estoy un poco… apenada.- admitió a regañadientes.
No le gustaba reconocer debilidad, pero prefería eso a hacerlo creer que hizo algo malo. Ella quería ese beso tanto como él.
-Oh…- apartó la mirada, y a ella le dio la impresión de que estaba sonrojado, aunque no podía decirlo por la tenue iluminación. –Eso es un alivio porque… también me gustas.- eso la hizo sonreír. Él sonrió también y Karin de inmediato jadeó. ¡Era la primera vez que le sonreía de verdad! Había estado esperando mucho por esa sonrisa, y se la dio cuando la iluminación era una mierda. Maldita sea su suerte. -¿Todo está bien?- él dejó de sonreír pasando a estar confundido.
-Sí.- bufó. –Oye, ¿quieres…?... No sé… ¿Dormir aquí conmigo?- esta vez, incluso con la iluminación de mierda, pudo ver claramente que su rostro se volvió rojo escarlata, casi estaba brillando. -¡Solo dormir, obviamente!- ¡ni que fueran a hacer más! ¡Apenas estaban comenzando a ser adolescentes!
¿Y cómo demonios funcionaba el sexo entre vivos y muertos, de todos modos? ¿Siquiera podían hacerlo? Y sí podían hacerlo, ¿podría quedarse embarazada de un muerto? Y sí se quedaba embarazada ¿el bebé estaría vivo o nacería muerto, o sea, siendo fantasma? Y a todo esto… ¿cómo se sentiría hacerlo con Toshiro?
-Karin. ¿En qué demonios estás pensando?- la voz acusadora del chico que le gustaba la devolvió a la realidad, haciéndola notar que probablemente no se vería muy bien estar mirándolo fijamente con la cara roja por varios minutos pensando en cosas indebidas después de su ofrecimiento de dormir juntos.
-N-nada…- murmuró nerviosamente. –Como sea. ¡¿Quieres dormir conmigo o no?!- exclamó un poco demasiado a la defensiva.
Él vaciló por un momento, antes de suspirar y acostarse a su lado, aunque por encima de las sabanas.
-Bien.-
Ambos recostaron la cabeza sobre la única almohada, sin poder dejar de mirarse hasta que lentamente el sueño comenzó a invadirla y ella cerró los ojos, acurrucándose más cerca de él que pasó una mano gentilmente por sus cabellos. Eso la hizo sonreír, y entonces se quedó dormida.
Cuando abrió los ojos, Toshiro ya no estaba por ningún lado. De hecho, aún seguía muy oscuro.
Se levantó torpemente debido a los rastros persistentes de somnolencia y se frotó los ojos. No sabía por qué, pero todo en ella le decía que debía salir de la habitación y bajar. Y sin embargo, una gran parte de ella también estaba aterrada de salir del cuarto.
Tragando saliva, tomó un celular que no se parecía en nada al suyo y sin embargo lo sentía como suyo, se puso unas zapatillas de dormir que no tenía idea de dónde salieron y dejó su habitación. Salió hacia el pasillo y comenzó a bajar lentamente las escaleras.
Entonces escuchó el ruido.
Era apenas perceptible, no llegaría al segundo piso, pero ya en las escaleras se dejaba escuchar que definitivamente alguien estaba en la casa. Y no estaba haciendo nada bueno.
Terminó de bajar con pasos tan silenciosos como los de un gato y una gracia nada propia de ella. Pasó el recibidor y se asomó por la pared que daba a la sala de estar. Entonces lo vio.
Era el tipo castaño de lentes, solo que ahora no traía lentes y su peinado era diferente. Él había quitado la televisión de la pared y ahora usaba un soplete para acceder a la caja fuerte que había estado oculta tras el televisor.
Ella volvió a la oscuridad del recibidor y desbloqueó el celular, poniendo la opción de grabar. Apretó el celular en su mano, que era más grande de lo usual y cubría perfectamente el celular ocultándolo de la vista de otras personas.
Estaba juntando valor para comenzar a grabar al bastardo cuando de repente sintió un tirón en el cuello de su pijama y una mano cubriendo su boca.
Fue arrojada bruscamente al suelo de la sala de estar y el celular cayó de su mano, pasando perfectamente por una ranura especialmente amplia en el piso de madera, aunque el castaño no parecía haber notado eso, pues estaba demasiado ocupado sacando un cuchillo de entre sus ropas.
-Siempre supe que serías una molestia, niño.- dijo mientras se arrodillaba a su lado alzando el arma mortal.
Antes de que pudiera gritar, de repente pudo sentir el cuchillo enterrado en su garganta.
El dolor fue horrible, abrumador, insoportable, pero aun así alcanzó a soltar un gran grito haciendo acopio de todas sus fuerzas.
El grito fue lo suficientemente fuerte para hacer que el castaño huyera y que voces y pasos frenéticos se oyeran bajando por el segundo piso, pero Karin no prestó atención a nada de eso, ni siquiera al horrible dolor que ahora sentía disminuir mientras lentamente perdía la consciencia.
Todo en lo que Karin podía pensar, era en que esa voz no fue la suya, sino más bien la de…
-¡TOSHIRO!- gritó al despertar de ese horrible sueño, sintiendo las lágrimas bañar su rostro.
Él se despertó también, viéndose pálido y tembloroso, totalmente traumatizado y paralizado por el terror, y ella supo que habían soñado exactamente lo mismo. No, no soñado. Habían recordado. Eso fue un recuerdo, el recuerdo de cómo murió.
-Karin…- murmuró él con voz rota. Ella de inmediato se lanzó a abrazarlo, y lo habría besado con desespero solo para sentir que él estaba bien, pero en ese momento su familia invadió la habitación.
-¡Karin!- gritaron preocupados.
Su padre fue a abrazarla de inmediato, provocando que tuviera que soltar al chico fantasma. Yuzu también la abrazó. Ichigo la miró preocupado, pero sus ojos también estaban volviendo al chico fantasma y a las cadenas envueltas alrededor de él y de la habitación. Luego tendría que darle muchas explicaciones, pero ahora tenía algo más importante que hacer.
Le dedicó una mirada de disculpa a Toshiro, pero no podía quedarse a consolarlo, tenía que actuar ahora que el recuerdo seguía fresco en su mente.
Rápidamente se zafó de su padre y su hermana y corrió aun en pijama hacia la sala de estar, pero luego tuvo que correr en dirección a la cocina para tomar un cuchillo grande, entonces regresó a la sala de estar, ignorando las miradas confundidas y preguntas desesperadas de su familia.
Buscó el lugar que quería y gruñó al ver una alfombra allí. Quitó la alfombra y casi vomita al ver manchas oscuras en la madera de esa parte del suelo. Ya no parecía sangre, pero ella sabía que esos eran los rastros de la sangre del chico que amaba. Él murió justo allí.
Hizo esfuerzos para controlarse a sí misma, tomó aire y se arrodillo justo en esas manchas, entonces comenzó a machacar la madera del piso.
-¡Karin-chan ha enloquecido!- gritó Yuzu entre preocupada y asustada.
-¡Karin, no puedes destruir la casa!- gritó su hermano.
-¡Sí alguno de ustedes intenta detenerme les juró que les voy a tirar todos los dientes!- gruñó deteniéndose un segundo de su labor antes de reanudarla.
Finalmente hizo un agujero lo suficientemente grande para que su mano pequeña entrara y buscó tanteando por lo que quería. Jadeó con alegría al sentir una pieza fría de un material diferente. ¡Era el celular de Toshiro!
-¿Un celular?- preguntó confundida su hermana. -¿Pero qué hacía ahí?-
Karin maldijo entre dientes cuando el celular no se prendió, luego quiso golpearse por estúpida. ¡Por supuesto que no encendería! ¡Llevaba dos años allí! ¡Necesitaba cargarse! Estaba un poco cubierto de moho pero aun así debería funcionar.
-¡Yuzu, necesito tu cargador portátil!- gritó a su hermana, que solo la miró con más confusión. -¡Ahora, Yuzu, ahora!- mandó gritando aún más fuerte, por lo que finalmente reaccionó y abandonó la sala para ir por su pedido. –Papá, tú ve por las llaves del auto.-
-¿Pero por qué, mi dulce ángel, qué está pasando?- se frotó la nuca, confundido y preocupado.
-Tenemos que ir a la estación de policía.-
Karin no respondió a ninguna de las muchas preguntas de sus familiares ni tampoco dijo nada, pero se recordó a sí misma decirles luego a los tres lo mucho que los amaba cuando aún confundidos, preocupados y dudando de su cordura Yuzu le trajo el cargador, Isshin encendió su camioneta e Ichigo le trajo su abrigo cuando los cuatro subieron al automóvil y emprendieron camino a la estación de policía más cercana.
Con el celular ya conectado, Karin lo limpió un poco con la manga de su abrigo y lo encendió luego de unos minutos. Contuvo un grito de victoria cuando este se prendió sin problemas. Apareció la pantalla de bloqueo pero ella la quitó rápidamente recordando la combinación de su novio-fantasma en el sueño.
Buscó a través de los archivos, rogando porque estuviera allí, rogando porque el video se haya guardado.
No sabía por qué, pero presentía que ese crimen había quedado sin resolver, presentía que tenía que llevar esta prueba a las autoridades, algo en ella simplemente lo sabía. Tal vez este era el motivo por el cual Toshiro no había ido al otro mundo.
El miedo de que al entregar esta prueba él desapareciera la congeló por un momento, pero no iba a retroceder ahora. Era más importante hacer justicia que su egoísmo de quererlo siempre a su lado.
Finalmente, halló un video de media hora de duración y lo presionó.
En la pantalla solo se vio oscuridad por un momento, entonces un borrón brusco y más movimientos indefinidos, luego fue cuando notó que el celular ya estaba debajo de las maderas, pues la única luz entraba por una ranura desde el punto de vista de la cámara. Y entonces, como si fuera un milagro, el rostro del castaño psicópata se vio perfectamente por la ranura, al igual que el destello del cuchillo en su mano.
-Siempre supe que serías una molestia, niño.- su voz se escuchó claramente, y Karin decidió pausar el video antes de que tuviera que volver a revivir esa horrible escena que había experimentado en carne propia.
-¿Qué es eso, Karin?- preguntó seriamente su hermano.
Antes de que pudiera responderle, su padre paró el auto.
-Ya estamos aquí.-
Los cuatro entraron a la estación y los policías conversando alegremente en el escritorio los miraron con curiosidad al ver a toda una familia en pijamas a esta hora de la noche.
-Disculpen, pero tengo una prueba para el caso de un niño llamado Toshiro, no tengo su apellido pero sé que su caso no fue cerrado ¿o sí?- los guardias la miraron confundidos, luego miraron a su padre, que se encogió de hombros.
-¿Y qué prueba tienes, niñita?- preguntó divertido uno de los policías.
En toda respuesta, Karin les tendió el celular y les dijo que reinicien el video. Ellos así lo hicieron y miraron con el ceño fruncido, entonces ella escucho tenuemente la voz del asesino de su primer amor, y luego el grito estridente de su amado muriendo a manos de ese bastardo.
Todos se estremecieron, y Yuzu de inmediato se lanzó a abrazarla al ver las lágrimas correr nuevamente por su rostro.
-Esto es…- el otro guardia tragó saliva. –Esta niña acaba de resolver el caso Hitsugaya.-
-¿Caso Hitsugaya?- indagó confundida, secando las lágrimas de sus mejillas.
-Hitsugaya Toshiro.- dijo el primer guardia. –Hijo adoptivo de Ichimaru Gin y su esposa Rangiku. Gin solía ser jefe de la policía, pero se retiró cuando no pudo encontrar pruebas suficientes para encarcelar al hombre que creía que apuñaló a su hijo.-
-Pero tenía razón. Fue Aizen.- murmuró el otro guardia. –Ni yo lo creía. Aizen siempre pareció tan amable… y apuñaló a un niño de doce años por un puñado de billetes en una caja fuerte.- se llevó las manos al rostro. –Tenemos que llamarlo, Hisagi-san, tenemos que mostrarle esto de inmediato.-
-Tienes razón, Kira.- asintió, luego miró a la familia. –Tendrán que quedarse a declarar. Necesitamos despertar a mucha gente y podría tomar un tiempo.-
-No me importa, haré lo que sea por Toshiro.- dijo decidida.
Los policías la miraron con confusión.
-¿Cómo te llamas? ¿Eran amigos en la escuela, acaso?- preguntó el llamado Kira.
-Soy Kurosaki Karin y… algo por el estilo.- rió nerviosamente, comenzando a pensar qué demonios diría para explicar cómo sabía todo lo que sabía.
Para cuando los padres adoptivos de Toshiro llegaron, Karin reconoció a la mujer tetona, al hombre de cabello plateado aunque ahora no estaba sonriendo, y la bibliotecaria, dándose cuenta recién ahora que ella era la hermana mayor de la que le habló.
Cuando les mostraron el video, las dos mujeres lloraron de modo tan desgarrador que casi rompe su corazón. El llamado Ichimaru Gin las consoló por un momento, pero luego tuvo que irse a hablar con unos policías llevándose el celular.
Pasaron un par de horas y finalmente fue llamada a una oficina, donde se encontró siendo observada por la familia de Toshiro, los oficiales de antes y varios otros policías desconocidos.
-Eres la niña de esa vez…- murmuró impresionada la bibliotecaria. Karin solo agitó una mano hacia ella con una sonrisa cansada.
-¿Te llamas Kurosaki Karin, verdad?- preguntó seriamente el padre adoptivo de Toshiro, a lo que asintió. -¿Puedes decirnos cómo conoces a Toshiro, Karin-chan? Ninguno de nosotros tres nunca oímos de ti y sabíamos de todos los amigos de Toshiro, que no eran muchos para el caso.-
-Yo…- vaciló, por un momento olvidando su excusa ya premeditada. –Yo lo conocí en una tienda una vez. Él me ayudó con mis compras y yo… simplemente me agradó mucho. No lo culparía por haberme olvidado, en realidad solo fueron unos minutos pero… nunca lo olvidé.- se mordió el labio, esperando que eso fuera lo suficientemente creíble.
La familia de Toshiro compartió una mirada y ella supo que no le habían creído del todo, pero se lo dejaron pasar.
-Sabemos por lo que nos dijo tu padre que viven en la que antes fue nuestra casa. Dinos… ¿Dónde estaba el celular? ¿Cómo lo encontraste?- preguntó Ichimaru. -¿Cómo sabías desbloquearlo? ¿Cómo sabías del video?-
-Yo…- no estaba preparada para tantas preguntas. –El celular estaba debajo del piso, entre la madera. Lo vi brillar y lo saqué por curiosidad. Y lo desbloqueó solo por… suerte… Y encontré el video cuando estaba husmeando. Eso es todo.- se encogió de hombros.
La familia no pareció tan convencida, pero los demás parecieron creerle. Le hicieron un par de más preguntas que respondió más fácilmente y luego finalmente fue libre de irse, no sin que antes las dos mujeres casi la ahorcaran en un abrazo mientras le agradecían.
-Muchas gracias, Karin-chan.- ese fue el único agradecimiento que recibió de Ichimaru.
Su padre los llevó de vuelta a la casa y, antes de que pudieran comenzar a interrogarla, Karin saltó fuera de la camioneta y corrió hacia su habitación, rogando que por favor él siguiera allí.
Abrió la puerta de golpe y jadeó ante lo que vio.
Toshiro… ya no estaba. Las cadenas que normalmente rodeaban la habitación habían desaparecido.
Él ya no estaba.
Revisó en cada parte de la habitación, luego en toda la casa, pero no pudo encontrarlo.
Su familia la siguió sin dejar de preguntar el porqué de su actitud, pero cuando finalmente dejó de buscarlo y aceptó que ya no estaba, ella solo pudo caer de rodillas sollozando desgarradoramente, y ellos dejaron sus preguntas para abrazarla, brindándoles un consuelo que agradecía pese a que no era suficiente para parar su sufrimiento. Nunca sería suficiente.
Un par de meses después, se enteró por las noticias que ese psicópata de Aizen Sosuke fue arrestado y le dieron cadena perpetua. Eso fue un buen consuelo, pero seguía sin ser suficiente.
Poco tiempo después de enterarse de eso, sonó el timbre de su casa y cuando fue a abrir la puerta se quedó con los ojos muy amplios al ver a la familia de Toshiro en su pórtico, los tres muy sonrientes.
-¡Hola, Karin-chan!- la saludaron alegremente en perfecta sincronía.
-Hola…- los miró dudosa.
-Lamentamos venir sin avisar, pero de nuevo queríamos agradecerte.- murmuró la hermana de Toshiro, que ahora sabía se llamaba Hinamori Momo.
-No es necesario.- se frotó la nuca tímidamente.
-¡Pero claro que lo es!- aseguró Rangiku. –Falta que te demos todo nuestro agradecimiento.-
-No, de verdad.- agitó las manos con nerviosismo. –Para mí es suficiente solo saber que ese psicópata de Aizen fue encarcelado.- suspiró con tristeza. –Ahora Toshiro podrá descansar en paz.- eso era lo más importante.
-¿Descansar en paz?- la familia se miró entre sí, los tres confundidos.
-Karin-chan…- murmuró Gin lentamente. -¿Sí sabes que Toshiro despertó del coma, verdad?- Karin se congeló por completo.
-¿Coma? ¿Qué quieres decir?- negó con la cabeza. Sí esto era una broma, era una muy cruel. -¿Toshiro estaba en coma?-
-¿No lo sabías?- Momo se llevó una mano a la boca con sorpresa.
-¡Claro que no!- chilló aún sin poder creerlo. -¡Pensé que estaba muerto!- ¿él estuvo todo este tiempo en coma? Y ahora… -¿Él está… vivo… y despierto?- tomó los lados de su cabeza con las manos, sus ojos muy abiertos por el gran shock.
-Casi muere.- murmuró Rangiku con amargura. –Pero lograron salvarlo aunque… estuvo en coma por dos años. Aunque milagrosamente despertó el día siguiente al que tú llevaste la prueba. ¡Fue un verdadero milagro!-
Karin sintió todo su mundo tambalearse y una gran mezcla de emociones llenar su mente. Alegría, alivio, incredulidad y tantas cosas que ni siquiera sabía lo que estaba sintiendo. Se había acostumbrado tanto a la idea de que no iba a volver a verlo jamás y ahora venían estos tres y le decían que…
-Oigan.- una voz muy familiar se hizo oír de repente. –No tienen que hablar de mí como si no estuviera aquí, ya saben.- los tres se apartaron de pronto, dejando que la joven Kurosaki vislumbrara lo que nunca creyó volver a ver.
Allí estaba Toshiro. Hitsugaya Toshiro. En carne y hueso, ya sin cadena en el pecho o encadenándolo a una habitación. Él vestía unos jeans y una camiseta negra con una chaqueta verde. La miraba con absoluta indiferencia ¡pero era él! Estaba vivo, estaba aquí, justo frente a sus ojos.
-Toshiro…- se llevó las manos a la boca, intentando no llorar como una estúpida y espantarlo.
Él la estudió con la mirada.
-No recuerdo haberte conocido en ninguna tienda, Kurosaki.- masculló con frialdad.
Ella solo pudo reír como en mucho tiempo no lo hacía.
-Sí… supuse que no me recordarías.- murmuró intentando fingir que ese hecho no le dolía.
Todas esas horas que compartieron en su habitación mientras era un fantasma solo vivirían en su memoria, pero estaba bien con eso, era mejor a que él esté muerto.
Hitsugaya la miró con el ceño fruncido, como intentando descifrarla, luego se acercó un par de pasos y se inclinó levemente ante ella, dejándola un poco confundida.
-Muchas gracias, Kurosaki Karin, por hacer justicia en mi nombre.- agradeció con una calidez familiar brillando en su mirada, pero esta de inmediato desapareció y él se volteó hacia su familia de chismosos que no habían quitado sus ojos de ellos ni por un segundo. –Ya le dije gracias ¿podemos irnos ahora?-
-¡Claro que no!- chillaron las dos mujeres, y en ese momento Yuzu apareció y por supuesto que los invitó a tomar el té, por lo que las dos no perdieron tiempo en arrastrar a los dos albinos dentro de la casa, ignorando las protestas del más joven.
Aunque Toshiro no pudo escapar, Karin sí pudo. Le encantaba verlo, de verdad que sí, pero sentía que sí seguía mirándolo y él le devolvía la mirada con tanta indiferencia no aguantaría mucho y rompería a llorar en cualquier momento, por lo que prefirió simplemente retirarse a su habitación.
En un intento de desviar sus pensamientos del chico que amaba en el primer piso, tomó el libro de parapsicología y siguió leyendo en donde se quedó, que era justamente el último capítulo.
Este capítulo hablaba sobre aquellos que estaban atrapados entre la vida y la muerte y cómo afectaba a sus almas. Karin leyó con desinterés las páginas que hablaban sobre esos que volvían de la muerte y tenían poderes de sensibilidad espiritual impresionantes, pero luego sus ojos se ampliaron al leer sobre las almas de las personas en coma.
Aparentemente, cuando una persona estaba en coma su alma podía salir de su cuerpo, aunque seguiría atada en cierta forma a él. La mayoría de estas almas no podían alejarse más de tres metros de sus cuerpos, pero había otras que podían alejarse todo lo que quisieran. La cadena se alargaba haciéndose cada vez más y más transparente excepto por los eslabones más cercanos al cuerpo y al alma, algunas almas por volver invisible a sus cadenas al alejarse tanto muchas veces no podían encontrar de nuevo sus cuerpos y eventualmente la cadena era cortada y morirían del todo.
Karin siguió leyendo más y más hasta que llegó a la parte que más le interesaba. Las almas de las personas en coma encadenadas a un objeto o lugar. Estas almas seguían unidas a sus cuerpos, solo que también estaban atadas y por estar atadas no podían regresar, a veces esta atadura significaba que tenían un rencor, un recuerdo muy fuerte, o un guardián que los quería cerca para proteger su alma después de haber fallado en proteger sus cuerpos.
Al leer eso, los ojos de la Kurosaki más joven vagaron inconscientemente hacia el dragón pintado en la pared sobre la cama, y casi se va de espaldas al ver los ojos destellar de rojo por un milisegundo, pero fue tan rápido que se obligó a sí misma a creer que fue solo su imaginación y ya.
Volvió a leer y pronto se topó con una página que hablaba sobre los recuerdos. Estas almas con sus cuerpos en coma a veces no podían recordar mucho o casi nada de sus momentos en plena vida pues al ser arrancadas de sus cuerpos muchos recuerdos se quedan allí, o bien puede ser que se estén protegiendo de algún recuerdo traumático. Aunque esos recuerdos podrían querer volver cuando el alma optaba por dormir.
Bueno… eso explicaba mucho.
¿Pero por qué?
-¡¿Por qué tenía que decir todo lo que quería saber en el último MALDITO capítulo?!- chilló sumamente frustrada.
¡Hubiera agradecido mucho esa información antes de pasar meses deprimida y con el corazón roto creyendo que había perdido para siempre a su primer amor!
¿Quién fue el bastardo que escribió ese libro?
Se fijó en el nombre del escritor y finalmente tuvo a quien maldecir.
¡Maldito sea Urahara Kisuke!
Escucho unos golpes en la puerta y fue a abrir hecha una furia, solo para congelarse al ver a Toshiro parado fuera de su puerta.
-¿Estás bien? Escuchamos gritos y todos prácticamente me obligaron a venir a ver cómo estás.- comentó mientras entraba a la habitación. –Veo que no cambiaste mucho mi habitación… Aun me cuesta acostumbrarme a la nueva pese a que técnicamente llevo dos años sin estar en esta.- se sentó en la cama con naturalidad.
-Bueno… supongo que te tomará un tiempo acostumbrarte.- murmuró un poco incómoda. –Debió ser duro para ti pasar tanto tiempo en coma.- pero era mejor a estar muerto. –Supongo que aun te estás adaptando a la nueva vida en la que despertaste.-
-Supones bien.- él seguía mirando alrededor de la habitación, apenas prestándole atención. –Ah, Hyorinmaru.-
-¿Disculpa?- lo miró con las cejas en alto.
-Hyorinmaru.- señaló al dragón pintado en la pared. –Yo lo dibuje allí. Vi un cuadro suyo en un museo y luego lo estudié en la biblioteca porque me fascino. Se supone que es un guardián celestial, que protege las almas de aquellos que lo pinten en su hogar y lo admiren sin temor a pesar de ser un gran dragón de hielo. Me alegra que siga aquí.- sonrió levemente mirando al dragón.
-Elegí esta habitación por él, en realidad.- o más bien se quedó en esta habitación por él, pero… detalles.
-Bueno, supongo que ahora te protege a ti, Kurosaki.- se encogió de hombros. –Eso me agrada, después de todo te debo el que hayas hecho justicia por mí.-
-¿No puedes pintar otro en tu nueva habitación?- él negó con la cabeza. -¿Por qué?-
-Se supone que él me sigue protegiendo incluso sí ya no estoy aquí, solo que tú serías su nueva prioridad. Sería blasfemo pintar uno nuevo, como sí no confiara en su protección ahora.-
-Oh, eso es complicado.- frunció el ceño.
-No tanto. Solo debo dejarlo así y confiar en él.- alzó los hombros.
-Oh.-
Se quedaron en silencio.
Karin estaba incómoda. Ella seguía enamorada de él, aunque no tuviera idea de todo lo que pasaron, y sentía que sí seguía estando a su alrededor tarde o temprano se expondría a sí misma y quedaría como una estúpida. Quería que la dejara sola para que pudiera lamentarse en silencio, pero al mismo tiempo lo quería lo más cerca posible.
No quería volver a perderlo nunca. Fue horrible pensar que se había ido para siempre.
-Oye, Karin.- se sobresaltó ante su repentino llamado, pero más al darse cuenta de cómo la había llamado.
-Me dijiste por mi nombre.- susurró impresionada.
-N-no… No lo hice.- él ladeó la cabeza con confusión.
-Ah…- ¿tal vez se lo había imaginado? -¿Qué querías decirme, de todos modos?-
-Quería preguntarte por los libros que tienes en el escritorio.-
-Oh, eso.- se sintió un poco decepcionada. –Puedes llevártelos, son tuyos. Y yo no soy muy fan de leer.- solo leía cuando era invierno y hacía demasiado frío para tolerar estar fuera.
-Tal vez otro día.- se acercó al escritorio y los ojeó. –Oye… estos no son míos.- señaló a los cuatro libros nuevos.
-Esos los compré para mí pero no me gustaron, llévatelos.- mintió un poco, puesto que había estado leyéndolos y eran muy buenos pero no iba a decírselo.
-Es extraño… de alguna forma siento que ya los leí.- murmuró mientras pasaba las páginas de dos de los libros. Karin lo miró con los ojos muy abiertos. ¿Acaso recordaba algo, aunque fuera inconscientemente? -¿Sabes qué otra cosa es extraña?- la miró fijamente con tanta intensidad que la hizo sonrojar.
-¿Qué?- inquirió de modo apenas audible.
-Por alguna razón, realmente quiero salir de esta habitación e invitarte a tomar malteadas conmigo, a pesar de que estamos casi en invierno y odio las malteadas. ¿Eso tiene sentido?- la miró como esperando que ella tuviera la respuesta.
Karin lo miró con los ojos muy abiertos, antes de largarse a reír con ganas.
Él definitivamente algo recordaba. Y aunque nunca recordara todo, eso era suficiente para ella. Más que suficiente.
-Tiene mucho sentido.- le sonrió cálidamente y el chico cambió su anterior mueca de molestia al escucharla reírse de él por una mirada llena de tanta adoración y familiaridad que hizo su corazón acelerarse como solo lo hacía en su presencia. –Y me encantaría salir a tomar malteadas contigo… o café, sí hace demasiado frío.- al oír eso, Toshiro finalmente le sonrió.
-Suena bien… Karin.-
Fin.
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