Cacería entre espejos
Personaje invitado de Hambre infernal, historia de VladTurunen
🗡 Malice Latoes
Personajes de Sombras de condenación y Sangre nóckut, sagas de Eli_MacNoel
🌹 Voryanda Rynfer
🔫 Exan Deil
Escrito por: Eli_MacNoel
Importante, puede tener spoilers del libro Sombras de condenación I, de la misma autora.
*El equipo CreatiBot agradece a la autora del fanfic por el envío de tan lindo banner*
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Voryanda Rynfer recargó su revólver y apuntó al gigantesco perro alado. Aquella bestia de tres colas y alas de murciélago ―más precisamente, un espíritu fugado de los Calabozos Infernales― merodeaba entre los espejos-portales que se hallaban de pie sobre el vasto campo siempre nocturno del Paso de los Espejos. La misión de Voryanda era simple: enviar al kludde al calabozo del que había salido.
―Te encontraré, maldito espíritu travieso ―dijo, avanzando lentamente entre los espejos, más altos que ella. Los tacones de bronce apenas hacían crujir el pasto―. Te encontraré, y le llevaré tus cenizas a mi maestro.
El kludde, con sus dos metros y medio de largo moviéndose furtivamente entre los espejos, soltó un jadeo que a Voryanda le sonó más semejante a una risa humana, burlona y desagradable.
***
La sed de sangre guio los pasos de Malice Latoes al Conservatory Water, ese estanque artificial del Central Park con veleros y estatuas que quedaba a pocas calles de la sede de la Orden del Dragón, en New York. A esas horas, la luna llena y el lejano resplandor de los rascacielos iluminaban tenuemente los senderos junto al lago: un escenario perfecto para apresar a algún desprevenido al que echarle un mordisco al pescuezo.
"Solo un sorbo esta vez, Malice", se dijo, desanudando el lazo al cuello de su uniforme escolar de marinera, que le quedaba tan ajustadamente bien. No le importaba que pareciese algo fetiche: el conjunto negro con vivos rojos y el pelo blanco recogido en dos coletas sin duda llamarían la atención de algún hombre bien dispuesto.
Se detuvo delante de la estatua de "Alicia en el País de las Maravillas". Rodeado del verde opacado por la noche, el bronce destellaba en la penumbra.
Un rumor detrás de Malice la obligó a girarse con los sentidos vampíricos en alerta. A su alrededor solo había oscuridad y... Otra vez ese rumor, como el eco de una voz proveniente del lago a pocos metros de allí. Malice desenvainó su daga oculta debajo de la minifalda, y avanzó hacia el lago. La cercanía a las aguas le produjo aprensión.
"Estúpida ―se dijo―. Es un estanque artificial. Además, ni que fueras a cruzarlo".
Un destello surgió del fondo de las aguas, y unos trazos plateados sobre la superficie se alinearon formando un círculo. Malice oyó disparos, ¡y provenían de las profundidades del lago! El resplandor se intensificó hasta cubrir gran parte del estanque. Y Malice, atraída igual que Alicia con el conejo blanco, avanzó por el muelle más próximo y se inclinó para observar mejor aquella luminiscencia. Entonces una fuerza invisible la engulló hacia las aguas.
***
Voryanda perdió la cuenta de la cantidad de espejos-portales que el kludde había destrozado. Hizo una pausa en medio de aquella especie de juego de las escondidas que el espíritu le había impuesto: ella persiguiéndolo entre los cientos de portales en el campo nocturno, y el kludde corriendo agazapado, una sombra replicada en los espejos. Voryanda salió de la zona de los portales, y alcanzó el sicomoro junto al lago de aguas negras, el único sector despejado de espejos en ese campo iluminado por velas flotantes de luz acuática. Sin bajar la guardia, se recostó contra el ancho tronco.
¿Cuánto tardaría el vórtice entre espacios restaurar los portales destruidos por aquel espíritu? Según lo que recordaba, el Paso de los Espejos era un recurso de enorme utilidad para el maestro de Voryanda: un Cazador de entes oscuros con las habilidades de Exan Deil podía aparecer desde allí en cualquier punto de la región donde también hubiese un espejo-portal. Solo se requería contar con las runas de apertura, o con el don de percibir y manipular la energía que emanaba de esos portales. Al menos así había comprendido Voryanda durante las lecciones compartidas con su primo Botis, el último aprendiz del Cazador.
Vony guardó silencio. Podía ver el cuerpo oscuro del kludde moviéndose entre los espejos que permanecían intactos. Ella se preguntó si la estaba acechando, buscando el momento para saltarle encima, o si simplemente seguía con ese juego de perseguidor y perseguido. El kludde era muy veloz, y Voryanda no había logrado acertarle ni una vez con las balas antidemonios.
"Me queda una sola Déleo-D ―se dijo, contando mentalmente los cartuchos que había disparado―. Y la paciencia se me agotó hace tiempo".
Enfundó la pistola, y se desprendió el par de estacas que llevaba a la espalda: con aquel tesoro sustraído del Templo de las Doncellas Rojas pondría fin de una vez y para siempre aquella cacería.
Se agazapó entre las raíces del sicomoro, las puntas de diamante y piedra lunar de las estacas brillaron bajo la luz acuática de las velas flotantes. Lista para saltar hacia el kludde, el estallido de un espejo la obligó a protegerse los ojos. Y de reojo vio que gran parte de los fragmentos de aquel portal terminó en las aguas negras del lago, al pie del sicomoro.
El kludde estaba ante ella, con las alas plegadas contra la espalda. La acechaba desde el límite de la zona sembrada de espejos erguidos y destrozados, con sus marcos de oro y plata vacíos.
―¡Maldita bestia! ―dijo Voryanda, y saltó con el brazo extendido hacia la cabeza del perro.
El kludde la esquivó, y ella le clavó en un ojo la segunda estaca que aferraba con la otra mano. La hundió y la retorció antes de arrancársela, y dio un paso atrás.
―¡Impresionante! ―dijo una voz juvenil, desconocida para Vony.
Mientras el kludde se retorcía sobre la hierba, Voryanda recuperó la posición de guardia y miró hacia el lago, de donde había provenido aquella voz. Desde la orilla de las aguas negras, la estudiaba una muchacha de pelo blanco y ojos rojizos, con una vestimenta jamás vista en las Ciudades Confederadas... Y con algo que Voryanda pudo percibir gracias a su naturaleza nóckut: por las venas de aquella chica corría sangre de vampiro. ¡Una vampira en el Paso de los Espejos!
―Dos enemigos, vaya reto ―dijo Vony. Agarró de manera invertida una de las estacas y apuntó la aguzada punta hacia la vampira.
―¡Cuidado! ―La muchacha se convirtió en un borrón que rodeó al kludde.
El enorme perro se revolcaba sobre la hierba, entre babas y el espumarajo negro que le supuraba del ojo cegado. La muchacha de cabellos blancos se movía alrededor del kludde con sorprendente velocidad, clavando y cortando con una daga en distintas partes del cuerpo. El espíritu nada podía hacer contra su atacante, que saltaba y esquivaba zarpazos y mordidas. Las salpicaduras de sangre alcanzaron los espejos más cercanos.
―¿Quién demonios eres, vampira? ―exigió saber Voryanda, y esquivó un golpe que el kludde le había lanzado con una de sus alas.
―Primero dime tú dónde estoy. ―La muchacha dio un salto atrás a la vez que el kludde, sangrante por donde se lo mirara, lograba levantarse sobre sus cuatro patas.
En cuanto un fuego azul empezó a emanar de la cabeza del perro, Voryanda y la vampira se pusieron en guardia.
―Va a transformarse ―dijeron las dos al mismo tiempo, y Rynfer desenfundó nuevamente su pistola.
―¿Conoces lo que es un kludde? ―le preguntó la muchacha.
―Por supuesto, vampira.
Vony apuntó a la cabeza del espíritu y disparó. Y no se detuvo a observar cómo la cabeza y el cuerpo, y después las alas membranosas y las tres colas, se deshacían en cenizas sobre la hierba y las esquirlas de espejo: tiró la pistola ya sin balas, y apuntó a la vampira con las estacas.
―¿De dónde has salido? ―dijo―. ¿Por qué me has ayudado?
La muchacha la estudió de arriba abajo, entrecerró los ojos y respondió:
―Acabo de salir de aquel lago, y mis ropas están secas. Parece que tú conoces mejor que yo este terreno, y eso te da ventaja sobre mí, ¿no crees? ―Hizo girar su daga entre los dedos―. Igualemos esto. Dime cómo te llamas.
Voryanda aferró con más fuerza sus estacas. Sin embargo, supo leer en la luz rojiza de los ojos de la vampira una fuerza que únicamente había identificado en seres muy longevos. Los vampiros, al igual que los nóckuts, podían llegar a vivir varias centurias. Aunque percibió esa longevidad cargada de una energía que en nada se parecía a la de los vampiros que ella había combatido.
―Eres una vampira, y por lo tanto mi enemiga. ―Vony se lamió los labios, consciente de que debía controlar el impulso de abalanzarse contra la muchacha para destrozarle el cuello―. Soy Voryanda, nóckut del clan Rynfer.
―Malice Latoes, hija del barón Latoes, vasallo de Vlad III Draculea. ―Malice hizo una reverencia, y Voryanda no supo cómo reaccionar a eso.
Jamás había oído del linaje de los Latoes, y mucho menos de ese tal Vlad.
―Es curioso que me consideres tu enemiga ―siguió diciendo Malice―. Juntas hemos vencido a un demonio, y eso es algo que nos une. ¿Has dicho que eres una nóckut? No sé qué es eso.
Voryanda frunció el ceño, confundida. Respiró hondo, y bajó las estacas. Malice, por su parte, se guardó la daga debajo de la pollera tableada.
―Acompáñame, Malice Latoes. Te llevaré ante mi maestro. Quizás así las dos obtengamos las respuestas que buscamos.
***
Caer en el estanque del Central Park para surgir de entre unas aguas tan negras como el cielo, ¡y sin siquiera mojarse!, en un lugar que no conocía, resultó una experiencia de lo más inesperada para Malice. Con aquel kludde convertido en cenizas, la muchacha de trenza roja y brillantes ojos verdes la había guiado a través de uno de los espejos intactos en el campo nocturno. ¿Se trataba acaso de alguna dimensión habitada por demonios? Cuando estuviera de regreso en New York, le pediría a Kraven que investigase sobre aquello en su infalible base de datos.
Malice había dejado atrás el campo de espejos y velas flotantes para surgir del espejo-portal en una sala de estética antigua, más propia de mediados del siglo XIX. Había allí butacas de cuero, lámparas de gas y un reloj de bronce en la pared.
"Apuesto a que la condesa Camille Bathory se hallaría a gusto en un ambiente así", pensó.
Voryanda se volvió hacia Malice:
―Espérame aquí ―le ordenó.
Malice la vio alejarse y detenerse junto a una puerta que acababa de abrirse.
―¡Exan! ―dijo Voryanda.
La pelirroja hablaba ahora con un hombre de gabardina negra y faldones hasta el piso. Bajo el sombrero de ala ancha, Malice le vio el pelo blanco, igual al de ella. ¿Se trataría de un vampiro? Era extraño, en realidad aquellos dos resultaban sumamente extraños: ni la sangre de Rynfer ni la de ese tal Exan olían a sangre humana, tampoco a la de un vampiro.
Voryanda y el otro conversaban en voz muy baja, sin que el hombre dejara de echarle a Malice miradas inquisitivas por encima del par de lentes negros. Seguramente aquel sujeto se trataría del maestro que Voryanda le había mencionado, y la nóckut ―¿así se había presentado?― debía de estar explicándole lo sucedido hacía minutos.
―Vaya forma de recibirme ―dijo Malice, cruzándose de brazos―. ¿Alguien es tan amable de decirme cómo volver a New York?
―Fragmentos de un espejo-portal en el lago del Paso de los Espejos ―dijo Exan, apartando a Voryanda y yendo hacia Malice―. Has cruzado un portal anómalo, señorita Latoes. Lady Rynfer me ha resumido la situación. "Hija del barón Latoes, vasallo de Vlad III Draculea", así te has presentado.
―Voryanda tiene buena memoria ―dijo ella, aburrida.
―Tú vienes de otra región. ―Exan sonrió, y se llevó la mano al ala del sombrero―. Vienes de una región muy lejana, en la que mis hermanos del Inframundo solían divertirse. Jamás he pisado las tierras de Vlad III Draculea, pero su nombre no me resulta desconocido. Bienvenida, Malice Latoes, a la tierra de Cazadores y guerreros nóckuts.
***
Nota del diario de Malice Latoes, 9 de febrero
[...]
Me ha costado apartar de mi mente la extraña sensación de atravesar un espejo. He vuelto aquí, a pesar de la incertidumbre de no saber si resultaría. Según Voryanda Rynfer y su maestro Cazador, la energía que poseo y el antecedente de aquella anomalía en el lago eran garantía de que volvería a mi ciudad sin necesitar de ninguna runa sobre el espejo. Y aquí estoy, después de haber reaparecido en New York, aunque esta vez terminé empapada en las aguas del estanque.
En tan solo una semana me asignarán mi primera misión oficial como miembro de la Orden del Dragón. Desconozco la naturaleza de mi futura asignación, pero ya le he preparado un informe sobre ese asunto de los espejos-portales a Kraven, mi compañero de siempre cada vez que mis misiones requieren información exacta del enemigo. No sé si a la Orden le interesará iniciar una investigación acerca de los portales hacia otros mundos. Después de lo que Voryanda me ha podido mostrar de Agalia ―una ciudad siempre nevada y con una cordillera infestada de demonios―, estoy convencida de que las fuerzas del Mal no son exclusivas de mi mundo. Por el contrario, de las palabras del Cazador Exan Deil sospecho que Agalia y los continentes que conozco están conectados de modos inesperados. Espejos que llevan de un lugar a otro, aguas combinadas con fragmentos de espejo que las convierten en portales... ¿De qué otros modos nuestro mundo podría conectar con tierras que aún desconocemos?
Esta entrada en mi diario será breve. Pero, antes de terminar, dejaré asentado que todavía sigo dándole vueltas en mi cabeza a un extraño presentimiento: ¿qué debo pensar de Exan Deil? ¿Realmente un habitante del Inframundo, como se designó él, se ha puesto del lado de los humanos para protegerlos de los demonios? Tal vez no deba resultarme extraño que, un día, uno de los nuestros se vuelva contra los suyos: una guerra entre vampiros, entre hermanos. No quiero pensar en ello. Terminaré aquí.
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