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¿Estúpida y temeraria? No, solo estúpida

Porque nadie lo pidió ...
Porque nadie se acuerda de lo que iba esta historia...

Acá va otro capítulo para su deleite (¿o para su tortura?)


Mi vida se había ido barranca abajo, desde que él me había abandonado.

Mi soporte emocional, se había derrumbado al mismo tiempo que yo, hundiéndonos en un abismo de miseria, dependiendo ambos ahora de un gato.

Sunny era de gran ayuda, mas, no era suficiente. Ya era tiempo de retomar el control. Volver a ser la responsable de la producción de dopamina en mi cerebro.

Tal vez si seguía su consejo y continuaba mi vida como si nunca hubiera existido, la tristeza se haría más llevadera y las amargas pesadillas paulatinamente serían menos frecuentes.

Por ello resolví volver a esas actividades con las que era feliz, y ahora mi cabeza las procesaba como una mera pérdida de tiempo.

Dejando a Willy en casa, cuidando de Sunny, me colé a la salida de Jessica y Bella a Port Angeles.

Para volver a despertar mi amor por el séptimo arte, escogí una película con temática de zombis. Lo que no esperaba es que fuera una carta de odio al cine.

— ¡Pero, qué tremenda cagada! —Dije azotando el pote vacío de palomitas contra el contenedor, fuera de la sala de proyección.

Jessica se sobresaltó ante mi acción, mientras que Bella dio un suspiro apesadumbrado, abrazándose a sí misma.

— ¡Los zombis comen personas! ¡No se enamoran! Comen cerebros y convierten a otros en zombis. ¿Qué es eso de que se vuelven humanos con el poder del amor?

— A mí me encantó. —Intervino Jessica, al tiempo que salíamos del cine. — Es como una versión más emocionante de Romeo y Julieta. Un amor prohibido y peligroso.

Afuera, el bullicio nocturno, llenaba las calles de Port Angeles. Las farolas de luces tenues, iluminaban las estrechas veredas repletas de transeúntes.

— ¡Pero, es una película de zombis! ¡Esto es una ofensa para el género de terror! No tiene ningún maldito sentido... Hubieran hecho una película de plantas versus zombis, mejor. ¡Quién hizo esta bazofia! Iré personalmente a quejarme... —Seguí refunfuñando, mientras caminábamos en busca de un lugar para cenar.

Jessica puso los ojos en blanco y Bella continuó silenciosa la marcha.

Iba perdida entre el ambiente animado de la ciudad que invitaba a la juerga, cuando Jessica, comenzó a jalarme el brazo con urgencia, para que le siguiera el ritmo.

— ¡Eh! ¡Bella! —Llamó entre el tumulto.

Miré a mi alrededor y ensanché los ojos con sorpresa. La chica de piel pálida y cabello oscuro había desaparecido.

Luego de una breve búsqueda, Jessica la localizó caminando dubitativa en dirección a un grupo de motoqueros apostados afuera de un bar.

— ¿Qué hace? —Dijo apuntando a la chica que se encaramaba en el asiento trasero de la moto de un desconocido, emprendiendo rumbo quién sabe dónde. — ¿Se volvió loca?

— Completamente chiflada.

Con paso raudo caminé hasta los motoqueros, con Jessica pisándome los talones.

— ¡Julieta! —Se detuvo antes de cruzar la calle.

— No te preocupes Jess, iré a buscar a esa loca. —Dije tranquilizándola.

Esa era mi intención, mas, por alguna razón me miraba con la misma cara de reproche que a Bella.

— ¡Eh! ¡Tú! —Dije acercándome a un pelado, que tenía cara de simpático. — Sigue a ese par que se acaba de ir.

— ¿Eh?

Me subí a la moto y me aferré de los costados del asiento trasero. El sujeto seguía estático, sentado en su motocicleta.

Papi, hablo en chino o qué. —Di un bufido, molesta. — ¡Muévete que los vamos a perder!

Una risa ronca sacudió el cuerpo del desconocido, antes de que arrancara la moto a toda velocidad.

***

Contrario a los prejuicios de Jessica, el pelado motoquero era un tipo de lo más agradable. El breve tiempo que duró nuestro viaje, me contó que tenía esposa y tres hijos y pertenecía a un grupo de motoqueros con crisis de los cuarenta que se apostaban afuera de los bares, con aspecto rudo, sin embargo, eran tan mansos como un osito cariñosito —e igual de panzones— de modo que, para mi alivio, Bella estaba igual de a salvo que yo.

Tan buena onda y bonachón era el pelado, que me dejó montarme en su motocicleta para hacer el viaje de vuelta.

Estaba eufórica, mientras aumentaba la velocidad, proporcionalmente a la adrenalina en mis venas. Era como si hubiera mezclado redbul con mi café de la mañana.

Mis sentidos alertas y sobreexcitados reaccionaban con vigor, ante el estímulo que les había brindado al manejar la moto de un desconocido en la oscuridad de la noche.

El corazón martilleaba violento contra mi pecho haciéndome sentir viva y no como un desperdicio de oxígeno que no hacía más que ocupar un lugar en el vasto universo.

Cuando llegamos hasta el bar, le entregué las llaves al sujeto y le di un beso en la pelada.

¡Sos un grande socio! ¡No te mueras nunca!

Despreocupada crucé la calle y volví con las chicas.

Jessica cesó sus reproches a Bella, para fulminarme con la mirada.

— ¿Qué diablos está mal contigo?

— ¡Ella empezó! —Arremetí apuntando a Bella en una actitud infantil. — Yo solo la seguí para que no se metiera en problemas. —Asentí, muy conforme con mi justificación. Yo era la vigilante, que procuraba que no hicieran cosas imprudentes.

No me había encaramado en una motocicleta con un desconocido para ser estúpida y temeraria.

Las circunstancias me habían obligado a subirme a una motocicleta con un desconocido para ir tras de una amiga.

Ella era la culpable.

No yo.

— Eso fue estúpido. ¿Y si ese tipo era peligroso? En primer lugar, ¿para qué fuiste con ellos Bella?...

La perorata de Jessica y la explicación de Bella —si es que la hubo— se perdió como un zumbido entre el murmullo del ambiente nocturno. Seguí ensimismada en mis pensamientos, hasta que crucé una mirada con Bella y esbocé una sonrisa tímida, confiada en que ambas compartíamos el subidón de adrenalina que nos había otorgado, sentir la brisa nocturna en la cara.

Hacer todo lo contrario a lo que me había pedido como último favor, me había resultado tan satisfactorio como aquellos días que añoraba tan dolorosamente.

Tal vez la clave para volver a ser feliz, era mandar su consejo al diablo y ser tan estúpida e imprudente como era antes de que me rompiera el corazón.

***

— ¡Mira melena lo que traigo aquí!

Sin previo aviso, irrumpí en el taller de Jacob. El muchacho, estaba con otros dos chicos en el garage donde le daba forma de moto a la chatarra que había sacado del vertedero del pueblo.

— ¡Julieta! —Saludó con entusiasmo Jacob.

Respondí a su amplia y cálida sonrisa, con una mueca que intentaba emular una autentica sonrisa.

— Ya conoces a Quil y Emby. —Asentí. — Este es Seth Clearwhater, otro chico de la reserva.

Acomodé el paquete entre mis brazos y estreché la mano del chico que parecía recién entrado en la pubertad.

— Hola Seth... ¿juegas Fifa? —Todos los presentes me miraron con extrañeza.

—¿Fifa? —Jacob cesó de apretar tornillos, enderezándose para mirarme con el ceño fruncido.

— Videojuegos. Play. —Agité la caja entre mis manos. — Más les vale que sí, porque me gasté todos los ahorros de la universidad en una Play 3 usada.

***

Pasamos la tarde en sala de Jacob, jugando Fifa, hasta que su padre nos echó para ver un aburrido partido de béisbol.

Bé-is-bol.

¡Maldita sea!

¿No tenían otro pasatiempo los norteamericanos?

¿No tenían otro pasatiempo los malditos-vampiros-vegetarianos-sin-responsabilidad-afectiva?

Da igual. Ese asunto lo discutiría en otro momento. Mientras intentaba conciliar el sueño, me parecía una buena hora.

Los amigos de Jacob, resultaron ser divertidos y parlanchines.

Además, de pésimos perdedores.

Herí la hombría de todos, cuando les gané a cada uno, por goleada, jugando por Brasil. Entre jugadas y apuestas de pizza para el que resultara perdedor, pasé una agradable tarde en compañía de los muchachos.

Finalmente, resolví dejar la consola en casa de Jacob, para que Willy no se enterara de su existencia y me regañara por gastarme los gastos reservados para la universidad, por lo que, cada tarde que tenía libre iba a pasarla en casa del melena junto a sus amigos.

Como consecuencia, la restauración de la moto, demoró más de lo esperado.

Aquella tarde lluviosa, acordamos quedarnos en el garage, para continuar con la reparación de la Harley Davidson.

Mano, no puedo creer que sea una Harley. Ojalá a Willy se le pase luego el entusiasmo para quedármela yo.

Tremendo tesoro que había encontrado en la basura. Además, de adoptar forma de motocicleta, ahora tenía marca.

Mano? Like hand?

Puse los ojos en blanco y dejé escapar una risa.

No melena. Mano like bro.

Brother... —Jacob dio un suspiro resignado, azotando las herramientas contra el suelo.

Se incorporó en toda su altura y se sentó a mi lado. Desvié la atención de la motocicleta, y miré su cara. Su gesto serio, estaba suavizado por el leve sonrojo cubría sus pómulos.

—¿Qué pasa? ¿Faltan tuercas? —Inquirí sin dejar de frotar mis manos entumecidas.

Sacudió la cabeza negando y atrapó mis manos, entre las suyas grandes y cálidas.

Elevé las comisuras de mi boca, en un intento de sonrisa, al tiempo que miraba con detención el contraste entre mis manos amoratadas de frío y cubierta de pequeños rasguños de gato y las suyas, lo suficientemente fuertes para apretar los tornillos de la moto a la vez que delicadas para maniobrar en los detalles que requerían mayor precisión.

Ta helao' Juan.

—¿Qué?

Solté una carcajada mordaz, antes de alzar la vista. Se había inclinado lo suficiente para que su aliento tibio me cosquilleara el rostro. Sus ojos oscuros me observaban con intensidad.

—Julieta... —Un leve temblor sacudió su voz.

—¿Qué? ¿Qué pasa? — Retrocedí llevándome las manos hasta la cara, en un rápido examen. Quizás tenía una legaña y no se atrevía de decírmelo.

Jacob, dio un suspiro y deshizo su afiance, llevando su mano hasta mi mejilla, acariciando con su pulgar, la piel de mi rostro. Como si quisiera expresar con gestos, aquello que no podía decir con palabras.

Ensanché los ojos con sorpresa, mientras mi corazón se sacudía en latidos erráticos.

—Jake... —Susurré. Sus ojos brillaron con una chispa de expectación. — Me dio hambre ¿A qué hora crees que lleguen los cabros?

Su respuesta fue un suspiro ofuscado.

Fruncí el ceño, confundida y me incorporé con rapidez, mientras un escalofrío recorría mi espalda.

— ¡Hola chicos! —Saludó Seth desde la entrada que daba a la cocina.

Quil entró tras él, sonriendo de lado.

— ¿Interrumpimos algo? —Inquirió con voz maliciosa.

— ¡No! —Zanjé con tono exasperado y las mejillas coloradas.

Jacob se incorporó con parsimonia y guardó sus manos en los bolsillos de sus pantalones.

— ¿Encargamos comida...? —Estiré el cuello, en busca del mejor amigo de Quil. — ¿Y Embry?

— Esta en lo de Sam.

— ¿Consiguió vieja? —Alcé las cejas con sorpresa. — Quién lo diría. —Me encogí de hombros.

— No. Sam es...

— Otro más a su secta. —Masculló Jacob entre dientes. Empujando a un lado a Quil y Seth, entró a la casa.

Ensanché los ojos, intrigada por su reacción.

— ¡Oye! ¡No me dejes así! —Grité caminando apresurada tras de él. — ¡Yo también quiero saber el chismecito!

***

Seth y Quil me explicaron que Sam, no era una chica, sino un reclutador de una secta en la reserva Quileute. Engatusaba muchachos jóvenes para que se unieran a su culto de machos descamisados, adictos al gimnasio.

— Me pregunto quién será el siguiente. —Continuó Quil, sentado en el sofá, junto a Jacob quien miraba hacia el frente, con los brazos cruzados.

Seth y yo sentados sobre la alfombra, alzamos la vista con atención.

—Cada vez que nos encontramos, Sam me mira como si estuviera esperando por mí... —Masculló Jacob, apenas despegando los labios que apretaba en un rictus serio.

— ¿Con ojos de enamorado? —Intervine, ganándome un palmetazo en la nuca por parte de Seth. — ¡Oye!

— Embry ha cambiado mucho. Ya no es de antes. Es como si le hubieran lavado el cerebro. —Continuó Quil.

Jacob maldijo por lo bajo, antes de que un silencio sepulcral se hiciera presente en la pequeña sala de estar. Habíamos perdido a un amigo, a manos del malvado líder y cualquiera de ellos podría ser la siguiente víctima.

¿Qué retorcidas estrategias serían las que ocupaban para reclutar adeptos?

¿Promesas vacías que aseguraban experiencias místicas bajo la premisa: no se puede explicar con palabras... tienes que vivirlo?

***

Jacob conducía la destartalada camioneta que le había conseguido a Bella por la carretera que rodeaba la playa La Push.

A su lado íbamos discutiendo, Willy y yo, en ese orden, conmigo sentada en el lado de la ventana y Willy entre los dos, con el teléfono móvil entre sus manos.

Es un casco de neko kawai. Mira. —Se lo arrebaté para observar con detalle. Estaba navegando en una aplicación móvil, en la cual había encargado un casco de moto, rosa pastel con puntiagudas orejas de gato. —Eso te hace un motoquero otaku. ¿Cierto melena?

¡Que no soy otaku! —Se defendía Willy. —Ni siquiera me gustan los monos chinos esos. Es un casco de motoma... ¡Ay por Dios! ¡Jake para!

Jacob se detuvo a un costado de la carretera como le ordenó Willy, quién me empujó fuera de la camioneta, para tironearse el cabello y gritar histérico.

— ¡Qué está haciendo! ¡Hay que detenerlo!

Me paré a su lado y entrecerré los ojos enfocando aquello que lo tenía tan alterado.

A la distancia, una persona se alzaba al borde de un risco. Retrocedía para tomar impulso y lanzarse desde una gran altura hasta las aguas de la playa en un perfecto clavado.

Di un silbido producto de la admiración.

— ¡Hay que llamar a una ambulancia! —Continúo mi hermano.

— No te preocupes Will. Están haciendo salto al acantilado. —Dijo Jacob quitándole importancia al asunto.

— ¿Salto al acantilado? Wow, eso es... ¿Viste lo alto que han saltado?

— La mayoría salta de más abajo. Supongo que Sam y sus seguidores quieren demostrar que son chicos rudos. —Jacob torció el gesto en una mueca de desagrado.

—¿Eran ellos? —Inquirí volviendo a entrecerrar los ojos. — No veo un carajo.

Una segunda persona, volvía a imitar a su predecesor, saltando con la misma gracia que el anterior, perdiéndose entre las oscuras aguas de la playa de La Push.

***

Jacob, nos llevó hasta una carretera despejada para que Willy practicara con la moto. Yo los acompañé, al acecho, para estar en el momento preciso en que Willy desistiera de su nuevo hobby y apoderarme de la Harley Davidson.

—Embrague.

—Aquí.

—Freno.

—Aquí.

La mano del muchacho de cabellera larga y sedosa, se posó sobre la mano del pelicorto, para indicarle cual era el freno de la motocicleta. Ambos apretaron el artefacto, para perderse en la mirada del otro.

—Acelerador.

—Aquí. —La voz firme del pelicorto se silenció cuando atrapó su carnoso labio inferior, entre sus dientes, provocando una primitiva reacción en el ¿Bottom? ¿Top? ¿Cómo diablos se les llamaba a los uke y seme de mis tiempos?

Antaño se les llamaba así, pero cuando subí el fanfic de uno de los tantos fandoms en los que shippeaba a una pareja del mismo sexo, me funaron.

De modo, que había decidido inspirarme en el melena y mi hermano para crear una historia original basado en sus mínimas interacciones y mi imaginación de vieja rabo verde.

Ahora les llamaban bottom y top, pero ya ni idea de quién era quién.

— Bien, cuando tomes una curva. —Willy soltó el embriague de golpe y se abalanzó hacia adelante unos metros.

—¡Afírmate hombre! —Le advertí ganándome una mirada de autentico odio.

Jacob, miró en mi dirección con una mueca que delataba su inseguridad respecto al peligroso pasatiempo por el que estaba interesado mi hermano. Sin embargo, retomó sus indicaciones.

—Dale Willy es como andar en bicicleta. —Lo animé.

Una vez que te saques la mierda, no te volverás a subir.

Finalmente, la motocicleta se sacudió y Willy se perdió a gran velocidad por el despejado camino de tierra.

Mira cómo va Chaleco López. —Denoté mientras caminaba en dirección a Jacob.

— ¿Quién? —Inquirió el chico, sin dejar de mirar al frente con gesto preocupado.

Cierto que no cachai nah... —Puse los ojos en blanco. — ¡Willy!

Al llegar a una curva, la motocicleta comenzó a moverse de manera errática, estrellándose contra un costado del camino. Mi hermano salió disparado, cuando la motocicleta empezó a derrapar. Rodó por el pasto que rodeaba el camino de tierra, hasta que chocó contra una roca.

—¡Julieta!

Jacob ya estaba encaramado en la camioneta de Bella, preparado para ir al rescate de Willy. Corrí hasta el vehículo y apenas tuve tiempo de cerrar la puerta, cuando ya estábamos en el lugar del suceso.

—¡Willy! —Salté de la camioneta para ir corriendo hasta donde se encontraba el cuerpo inerte de mi hermano. Inclinándome de rodillas, lo examiné. Tenía una fea cortada en la frente desde la que escurría un fino hilo de sangre. —Ay... Willy... —Hice el ademán de examinar la herida, mas, desistí incorporándome. — ¡Un médico! —Mi voz pastosa se confundía con el pitido que zumbaba en mis oídos.

—¡Ay tonta! Estoy bien... —Denotó Willy, apoyándose sobre los codos para ponerse de pie.

Jacob, pasó a mi lado con prisa para ir en su ayuda. Puso una mano en su pecho y le recomendó que no se moviera para prevenir no sé qué.

— Es solo un golpe ¡Auch! —Willy, apretó la cortadura contra sus dedos, provocando que el torrente de sangre se hiciera más abundante.

Entre los puntos de colores que empañaban mi visión, vi como Jacob, se quitaba la polera para limpiar la herida en la cabeza de mi hermano.

¿Una excusa para mostrar su tonificado torso o una forma de prestar primeros auxilios?

¿O quizás estaba coqueteándole?

De todas formas, era muy poco sutil.

—Un médico... —Volví a murmurar.

Willy volvió a replicar que no era la gran cosa y que ya se encontraba mejor.

"No para ti, baboso... para mí..."

Pensé en contestarle, antes de que un punzante dolor de cabeza, acompañara mi estado de inconsciencia.






Apartado, para recordar que toda interacción se agradece y me motiva a desvelarme editando esta cuestión (porque de día se es adulto responsable :v)

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