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Cerrando ciclos... a medias

Muy a su pesar doña Chepa, me aceptó de vuelta, ante la pérdida de uno de sus colaboradores más leales y responsables, con la condición de que no volviera a faltar nunca más sin una buena razón y que no me quejara de nada.

Dos condiciones sencillas, hasta que empezó a poner a todo volumen canciones cebolleras que cantaban acerca de desamor y abandono.

Quería apuñalarme con el cuchillo que cortaba los tomates cada vez que escuchaba lamentarse a Camilo Sesto, <<aaaaalgoooo de mí, aaaalgooo de mí se está muriendo...>>

— ¿Qué pasa Julieta? —Doña Chepa cesó de amasar, para acercarse hasta el mesón donde yo cortaba los ingredientes para la pizza.

Alcé la vista.

Doña Chepa acercaba el paño de cocina que traía entre las manos, hasta mi cara.

Enjuagué con rapidez, las lágrimas que escurrían por mis mejillas y forcé una sonrisa.

— Nada... nada... —Dije frotando las manos contra el delantal sobre mi ropa. — Son... son las cebollas. —Asentí apuntando a las verduras picadas en la tabla.

— Son champiñones Julieta...

— ¿Ah?

Bajé la vista para verificar aquello. Efectivamente eran champiñones.

Maldita sea.

Las canciones románticas de doña Chepa en el local, comenzaban a hacer efecto.

— Sí... que mensa. Digo... se me metió una basura en el ojo. —Una basura llamada, todavía no supero a mi ex.

Di un respingo.

— Me enteré que el doctor guapo y su familia se fueron. —Dijo, acomodando la masa en el mismo mesón en el que tenía la tabla para cortar verduras.

Seguí lavándome las manos en el fregadero y me encogí de hombros.

Al instante en que recordé sus palabras, me mordí el interior de la mejilla, para no esbozar una sonrisa irónica.

<<Será como si nunca hubiese existido>>

Mis pelotas.

El universo conspiraba para reavivar su recuerdo por cualquier mínima cosa. El que mencionaran a su familia, también tenía un efecto contraproducente en mí.

— El colorado ese... tu novio, ¿se fue también?

Maldita sea Edward. ¡Es impresionante como ya te olvidé, si todos preguntan por ti!

Asentí, sin levantar la vista de los pimientos que cortaba en julianas.

— Terminamos y se largó.

— Que mal mija... Con razón estás tan...

— No hay drama doña Chepa. Estoy bien. —Dije sonriendo. La mujer me miró con aire condescendiente.

— Ya... ya... Julieta. Eres una buena muchacha... Algo rara, pero buena. —Le sonreí agradecida por lo de buena. Lo de rara, iba a dejarlo pasar. — Ahora sabes cómo es el amor... Un día te quieren y al otro día todo termina. Pero, no te puedes echar a morir, eh. Eres joven. Ya llegará otro muchacho que te sepa valorar...

Fruncí el ceño.

Mientras yo me había quedado en Forks, sola, triste y con fama de mascota abandonada, él se había ido Dios sabe dónde, sin el menor remordimiento. Con fama de macho alfa que deja a una pobre diabla con el corazón herido y no como el cobarde que huía a la menor dificultad.

Seguramente ahora disfrutaba de la soltería y estaba en busca de otra vieja a la que chamuyar...

Clavé el cuchillo con violencia sobre la tabla de madera.

— Gracias doña Chepa.

La mujer de mediana edad, sonrió con aires de suficiencia.

— Terminas esta pizza y la llevas a lo de Webner ¿sí?

Asentí cabizbaja.

Cuando más rehuía de las canciones románticas y de las parejas enamoradas, más me lo restregaban de la cara.

La masa de la pizza tenía forma de corazón y con los pimientos cortados debía escribir:

"Feliz primer aniversario".

***

Como todo ser humano tenía días buenos y malos. Eso no había cambiado, ni siquiera con la ausencia del que no debe ser nombrado.

Sin embargo, mis noches desde ese fatídico día se clasificaban en malas, horribles y nefastas.

Esta en particular era una mezcla de las tres.

Después de mucho desvelarme viendo series somnífero, había logrado conciliar el sueño. No obstante, las pesadillas habían impedido que fuera un sueño prolongado y mucho menos profundo.

Con el agua aun escurriendo de mi rostro recién lavado, desvié la atención a mi celular y accioné el reproductor.

Uhhh, babe, don't leave me now...

La música se mezclaba con el sonido de las tijeras y mi desafinado karaoke.

Los mechones de cabello caían en cortes irregulares, mientras atacaba sin ningún cuidado la melena que había dejado crecer hasta mi cintura.

...I need you babe...

Mi canto desafinado se asemejaba a un lamento desgarrado en la oscuridad de la noche. Sin embargo, no cesé ni siquiera al pensar en la posibilidad de despertar a mi hermano que dormía en la habitación contigua.

Uhhh... babe.... Why are you running away?

La suciedad en el espejo, no me dejaba ver con claridad mi reflejo. Limpié con la mano el adminículo adosado en la pared y di un suspiro al ver mi semblante iluminado por la luz titilante de la habitación.

El cabello me llegaba por encima de los hombros en una melena desordenada e irregular.

Di un suspiro disconforme.

Busqué en el pequeño mueble del lavamanos hasta dar con el aparato. La máquina para cortar cabello de Willy era perfecta para cortar ciclos... Es decir, cabello.

Una vez encendido, lo acerqué hasta mi frente, visualizando mentalmente como los mechones caerían a montones a mi alrededor, solucionando un carajo y haciendo que me arrepintiera a la mañana siguiente de mi estúpida decisión.

Estaba por accionar la máquina, cuando un golpe en la puerta me sobresaltó.

— ¡Chica qué haces! —Gritó mi hermano abriendo la puerta del baño con brusquedad.

— ¡Willy! Iba a afeitarme la cabeza... ¡Como la Britney!... —Contesté animada, mirándolo a través del espejo. Ignoré su cara de reproche y volví a encender la máquina.

Willy desenchufó el aparato con rapidez y me lo arrebató de las manos.

— ¡Trae acá!

— ¡Oye!

— Como la Britney... ¿Estás loca? —Willy agitaba enérgicamente la máquina en alto, como recriminándole una falta a un niño. Incliné la cabeza extrañada.

— ¿Eh?

— ¡No vuelvas a intentarlo nunca más!

— Willy... iba a afeitarme la cabeza, no las cejas... No exageres... —Puse los ojos en blanco.

Siguió mirándome con desconfianza. Dio un respingo y se llevó la máquina y los accesorios de ésta con él.

Hice una mueca al pensar en lo cortopunzantes que podían resultar los accesorios del aparato. ¿Y si en un arrebato de tristeza se hacía daño? ¿Debería quitar los cordones de sus zapatos también?

Corrí hasta su habitación y luego de una larga discusión en la que concluimos que ninguno estaba lo suficientemente cuerdo para cuidar del otro, decidimos guardar la máquina y sus accesorios cortopunzantes y peligrosos, bajo llave en un lugar neutral. El baño.

Willy se encargó de guardar el peligroso aparato, mientras que volví hasta mi habitación y rebusqué entre mi desorden tintura para el cabello.

Para mi desgracia, no me quedaba y tampoco tenía un quinto para comprar una. De modo, que tendría que conformarme con cerrar el ciclo a medias.

***

Con la luz del día, el desastre que tenía en la cabeza era más evidente, de modo que, me dediqué a emparejarlo lo mejor que pude. Sin embargo, era evidente que no tenía futuro como peluquera. Ni como nada en absoluto. No tenía futuro simplemente.

Mientras yo me hundía en crisis existenciales, Willy había retomado progresivamente su ritmo de vida habitual, luego de un largo tiempo.

Aunque seguía sin ir al hospital, salía por las noches. Y se gastaba la plata destinada a pagar las cuentas.

— ¡Willy!

Me había levantado temprano aquella mañana para tomar una ducha. El inclemente frío matutino calaba hasta los huesos, sin embargo, era algo que una ducha caliente podía revertir.

— ¡Willy! ¡La puta madre!

Me castañeaban los dientes bajo el chorro de agua fría. El inepto y deprimido de mi hermano no había pagado la cuenta del gas porque:

a) Lo había olvidado ó b) No tenía un peso para pagarla

O....

c) Todas las anteriores.

— Te odio hijo de remilput...

— ¡Te recuerdo que somos hermanos! ¡No ofendas a nuestra madre! ¡Y se me olvidó pagar la cuenta! —Gritaba desde el otro lado de la puerta, mientras yo maldecía a todo pulmón.

Corté el agua y exhalé un suspiro. El vaho salió desde mis labios delatando el frío del ambiente.

Imaginándome las cálidas playas de Punta Cana y el calor abrasante de los veranos en mi pueblo, volví a dar el agua fría que me congeló hasta el tuétano.

***

— ¡Willy!

Concluida la ducha y habiendo terminado de ponerme mil capas de ropa de abrigo, fui a quejarme con el inepto de mi hermano.

El muy subnormal cantaba y bailaba en medio de la sala, totalmente despreocupado, mientras las cuentas se acumulaban y comenzaban a cortarnos el suministro de servicios básicos.

— ¡Willy! —Me planté frente a él con los brazos cruzados.

Ignoró mi cara de infinito odio y me dio la espalda para voltear dramáticamente y responder: — Amiga... Tengo el corazón herido...

— ¡Y yo me congelé hasta el alma Willy! ¡Anda a trabajar!

— Estoy sufriendo...

— ¡Me importa un bledo! ¡Vuelve a trabajar!

— Pensando así lo perderás... —Continúo cantando.

— Ya se fue... —Me encogí de hombros.

Tomándome de la mano, me arrastró hasta que ambos quedamos frente al televisor.

Me planté inmóvil, en silencio, fulminándolo con la mirada, hasta que sucumbí a mi debilidad por el karaoke.

— Cómo puede ser... —Canté imitando a Ana Gabriel.

— ¡Entrega todo!

— Todo se lo di...

Willy agrandó los ojos con sorpresa y me tironeó del brazo exigiendo una respuesta.

— ¿Le diste todo, todo?

— ¡Ay Willy! ¡Así dice la canción! —Golpeé su brazo con un puño. — ¡Tonto! En vez de preguntar tonterías... ¡Anda a trabajar!

— Tu consejo no me aleja del dolor... —Hizo una pausa dramática, antes de continuar. — Son cosas del amor...

— Te despidieron. —No era una pregunta, era la trágica confirmación de un hecho más que evidente.

Desvió la mirada, avergonzado.

El prolongado silencio era interrumpido por los repetidos "No" de Gianni Bella en la televisión.

Di un suspiro resignada y palmeé su espalda.

— No pasa nada bro. Nos las vamos a apañar. Ya vas a ver. —Esbocé una sonrisa no muy convencida de cómo íbamos a sobrevivir, pero con la clara convicción de que no iba a tomar otra ducha fría, así tuviera que vender un riñón.

***

Mala suerte en el amor, buena suerte en el juego aseguraba el dicho popular.

¿Podría entonces apostar el dinero de la venta del auto de Willy bajo esa premisa? Pensé, mientras jugaba con las llaves y me dirigía al aparcamiento de la escuelita. El vibrador en el bolsillo de mi chaqueta me distrajo, provocando que las llaves cayeran a un charco.

— Me lleva... —Mascullé entre dientes, mirando al suelo con resentimiento. Di un bufido antes de agacharme a recogerlas.

— Hola, hola Julieta. —Jacob agitaba las llaves salpicando agua en todas direcciones. Se las quité con brusquedad y forcé una sonrisa a modo de saludo, para disimular lo mucho que me alteraba que apareciera de la nada, tal y como lo hacía el que no debe ser nombrado.

— Hey Jake. —Dije haciendo caso del apodo que me había sugerido. Melena, aunque original, no era del todo su agrado. — ¿Cómo va todo? ¿Ya tuneaste el Nissan?

Jacob, el melena mecánico había sido el comprador del auto de mi hermano. Era nuestro salvador. Con su ayuda se habían multiplicado los panes y el agua se había convertido en vino. O casi. Por lo menos me había salvado de cometer matricidio. Aunque todavía consideraba que un matrimonio por conveniencia con Hassan no era del todo malo...

— No... faltan algunos detalles. —Respondió escondiendo una mano tras de su nuca. — Pero, todo bien... ¿Qué hay de ti? ¿Te peleaste con la peluquera?

Di una carcajada sórdida antes de responder. — Gracioso... Cuando seas grande comprenderás que los adultos hacemos cosas muy extrañas a las tres de la mañana. — Con una depresión sin tratar.

Alzó una ceja de manera sugerente.

— ¡Oye!

— Bueno... señora adulta. Te venía a buscar para ir por la moto de Will.

— ¿La qué? —Mi mano resbaló de la manilla del Suzuki Carry.

— La motocicleta que me encargó. Encontré una en el depósito de chatarra. Va a salir algo caro restaurarla, pero, quedará magnífica.

— ¿Moto?

— Así es... Tú sabes... en parte de pago por el v16.

La conchadelalora... ¡Willy! —Me di un palmetazo en la frente. — No tenía puta idea. —Reí socarronamente, al tiempo que Jacob esbozaba una sonrisa cómplice.

¿Eso nos dejaba igual o peor financieramente?

No quería saber.

De eso debía preocuparse Willy, él era el adulto responsable... Al menos así era antes de que comenzara a culpar de todas nuestras desgracias —incluido nuestro penoso pasar económico— a Mercurio retrógrado.

— Bueno... ¿vamos? —Su sonrisa amplia parecía contagiar un aura de calidez y confort.

Desde la partida del que no debe ser invocado, la gente me miraba con condescendencia o con cara de que se me había zafado un tornillo. Para todo el mundo era una pobre diabla abandonada. Fue reconfortante que Jacob actuara con naturalidad, como si no estuviera enterado.

Quizás los chismes no llegaban hasta la reserva.

***

Se fue manejando a una velocidad prudente por la carretera mojada, mientras me dedicaba a buscar una estación de radio decente. Cuando por un breve instante sonó una tonada de piano, aporreé tan fuerte el aparato que creí haberlo averiado.

Jacob me miró con asombro. Sin embargo, no emitió ningún comentario.

Al pasar por el restaurant de doña Chepa cobré mi beneficio de trabajadora a tiempo parcial y preparé rápidamente una pizza familiar.

— Yo pongo la pizza y tú las cervezas. —Dije instalándome en el asiento del copiloto. Jacob hizo una mueca y arrancó el motor. — ¡Es broma hombre! ¿Qué edad tienes? ¿Catorce?

— Dieciséis. Y tú pareces una señora mayor. ¿Tienes un complejo con la edad o algo así?

— Mmm, salía con un tipo mayor. Y se aprovechó de mi inmadurez... —Las comisuras de mis labios se curvaron hacia abajo. — Por eso ahora estoy en busca de niños inocentes a los que corromper. —Lo miré de manera intimidante al tiempo que una sonrisa siniestra se extendía por mi rostro.

Cuando el nerviosismo fue evidente en su rostro avergonzado, dejé escapar una sonora carcajada.

— Es broma hombre...

— Lógico... Cullen no es un tipo mayor.

Me mordí el interior de la mejilla y desvié la vista hasta la ventana, viendo pasar la ya conocida carretera, ensimismada en los recuerdos que quería olvidar.

***

La casa de Jacob era de una planta y estaba rodeada por un vasto bosque. Vivía sólo con su padre, quién observaba vigilante desde la ventana de la pequeña estancia.

El rostro del hombre de mediana edad, se crispó cuando entré a saludar, sin embargo, cuando dejé el six pack de cervezas sobre la mesa del comedor, su expresión se volvió más alegre.

Saliendo por la puerta de la cocina estaba el garage que oficiaba de taller y tal como me lo había advertido, la moto, si es que así se le podía llamar a ese pedazo de lata sin ruedas con forma de motocicleta desarmada, era chatarra.

No obstante, mi buen amigo melena mecánico aseguraba que la podía restaurar hasta volverla útil.

En el intertanto llegaron los muchachos con los que alguna vez fuimos a la playa de Bush.

Los recuerdos felices de aquellos días, se me hacían lejanos e indistinguibles de la realidad a la que ahora me enfrentaba. Tal vez, esos recuerdos eran parte de un pasado que me había inventado para sobrellevar mi situación actual.

¿Habían sido también un sueño aquellos recuerdos de los que él era parte?

Seguí en modo automático, sociabilizando con aquellos chicos, mientras suprimía las ganas de huir, encerrarme y regocijarme en mi miseria.




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¡todo se agradece!

PD. Si conoces la canción que suena cuando Julieta se corta el pelo te dedico el próximo cap c:

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