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Son mala gente los gringos



Después de unas cervezas y un par de canciones, Jacob se ofreció a ir a dejarme hasta mi casa, aludiendo a que era peligroso que condujera en "ese estado".

Resignada accedí, no porque estuviera ebria y mis sentidos arácnidos se vieran perjudicados. Solo acepté, por las inclemencias del clima. Un incesante aguacero, había comenzado, del cual no iba a poder protegerme con la motocicleta.

Entre trompicones subí hasta el vehículo y dormité lo que duró el breve viaje, hasta que desperté en medio de un brusco movimiento que me impulso hacia adelante.

— No puede ser... — Murmuró Jacob, entre dientes con la vista fija en la carretera, apretando las manos contra el volante.

— Sí puede... Voy a vomitar...

Me lancé hacia la carretera, con una mano aleteando en el aire y la otra apoyada en la puerta del vehículo, mientras vaciaba mi estómago.

El cabello alrededor de mi cara fue despejado con rapidez, mientras boqueaba en busca de aire.

Fruncí el ceño al ver a Edward a mi lado.

— Se irá conmigo. — Anunció, con una mano alrededor de mi cintura y otra bajo mi axila.

Di un bufido.

— ¿Y tú? ¿No te dije que no me siguieras colorado? — Me separé del vampiro, con un movimiento brusco que me hizo trastabillar, amenazando con caerme sobre mi propio vómito.

Aferrándome a la puerta, con más ahínco, intenté alejarme del desastre.

— Déjala en paz — Ordenó Jacob, enseñando los dientes.

Me alejé de igual forma de él, encaminándome hacia la carretera.

— Julieta, vamos. — El hombre lobo, me tomó del brazo para arrastrarme hasta el auto.

— Quítate tú.

Deshice su agarre, y di un par de pasos por la orilla, alejándome nuevamente.

— Julieta...

Edward se acercó con cautela. Su rostro empapado por la lluvia, estaba contorsionado en una mueca de súplica.

No me vuelvas a decir... hip... bebé — Evoqué la última canción que cantamos en el karaoke en la casa de Seth.

— Julieta ¡vamos! —Apremió Jacob

Yo no soy tuyo ni de nadie ¡yo soy solo de mí!

Seguí caminando hasta quedar a la orilla de la carretera.

— No me iré con ninguno de los dos. Haré... autostop como dicen ustedes los gringos.

Mis piernas empezaron a temblar, mientras me dirigía hasta la pista. Para mi desgracia, no pasaban autos a esa hora de la noche. Estaba oscuro y silencioso.

Edward y Jacob, siguieron midiéndose la testosterona a mis espaldas, mas, no les presté mucha atención. Que mal que hacía el aire fresco, con unas cervezas en el cuerpo.

A una velocidad alarmante, un vehículo de alta gama, se acercó hasta donde nos encontrábamos, de modo que, aproveché de hacerle señas para que se detuviera.

—¡Hola! —La persona que iba conduciendo, apenas bajó el vidrio. —¿Me lleva a mi casa? Queda... por ahí. —Apunté a lo largo del camino. —Tiene puertas y en ventanas. Y mi hermano, parece visillo. Siempre está pegado, mirando como vieja copuchenta...

La ventana, subió automáticamente, y el conductor puso el motor en marcha, sin decir una palabra y arrancando a toda velocidad.

¡Oiga...! Que es mala gente usted. —Hice un puchero, decepcionada. —Son mala onda los gringos.

No me percaté de que un vampiro y un hombre lobo, me flaqueaban a ambos lados, ni lo asocié a que ese era un motivo a la huida del conductor. El aire me estaba haciendo muy mal. Me retorcía el estómago con violencia.

Allá en mi puej...

Por el rabillo del ojo, pude ver, como Jacob desviaba la cara, asqueado.

Apretó los puños e intercambio unas palabras con Edward, para luego dar un asentimiento y dirigirse hasta su auto. Cerró con un sonoro portazo la puerta del copiloto y luego se sentó en lado del conductor, cerrando con más suavidad. A gran velocidad, dio marcha atrás.

Edward, por su parte, siguió apartando mi pelo, hasta que mi estómago, dejó de contraerse y las arcadas cesaron.

Con su ayuda, me enderecé y limpié mi boca. Yo tenía pensado hacerlo con la manga, sin embargo, él sacó un pañuelo del interior de su chaqueta, y lo pasó por las comisuras de mi boca.

—No deberías beber de esa forma. Sabes que tienes una muy baja tolerancia al alcohol. —Acusó, poniendo mi brazo sobre su hombro y su mano en mi cintura.

La diferencia de altura, hacía de las suyas, despegando mis pies del suelo y volviendo la escena irrisoria.

—Bájame. Puedo caminar.

Edward, sacudió la cabeza y masculló entre dientes.

¿Qué habrá dicho?

Lamentablemente mis poderes arácnidos estaban embriagados y no alcancé a escuchar, sin embargo, estaba segura en un chorrocientos porciento que rogaba porque no le vomitara el auto.





Nunca me falteeeees, nunca me engaaañeees, que sin tus lecturas, yo no soy nadieeee.

Capítulo especial por el día del amor y la amistad💕 (con 0 contenido de amor y algo de amistad(?)

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