Pensamientos con cochinae' Cochinae' fuertes
Julieta no alcanzó a beberse por completo, el segundo chocolate caliente, que le había llevado Katherine. Rápidamente, se rindió al sueño y la comodidad que suponía dormirse junto a Edward. El vampiro retiró la taza de sus manos enrojecidas y la acomodó sobre el sofá, cuidando cada movimiento, para no interrumpir el pesado sueño de la chica, que no despertaría ni con un terremoto, menor a ocho grados Richter.
—La deseas... —Espetó la preciosa vampira, que se acercaba a paso felino hasta el sofá donde reposaba la humana en estado de bulto.
Edward, disimuló su ofuscación con un suspiro.
Su sentido común, vociferaba que no era prudente revelarle aquello a una vampira que acababa de conocer, sin embargo, el sentimiento de confianza que le inspiraba Katherine era difícil de ignorar. Era como si se conocieran de toda la eternidad y su lengua viperina y actitud despreocupada, lo incitaban a sincerarse.
—No puedo negarlo... —Murmuró finalmente, avergonzado a tal nivel, que no la miraba a la cara.
Una sonrisa pícara se extendió por el rostro cincelado, de la vampira, mientras posaba una blanca mano sobre su regazo.
—No tienes por qué avergonzarte... es algo natural...
—No para mí. —Replicó, casi en un gruñido. Katherine, elevó una comisura de su sensual boca, en una media sonrisa. —Todo, es nuevo y desconocido. Es... doloroso... Casi de forma física. Su indiferencia, los celos...
—La lujuria, el deseo, las fantasías, los sueños húmedos... —Interrumpió la vampira, enumerando las emociones que era incapaz de pronunciar. Aunque estaban solos en la mansión, únicamente con Julieta, sumida en un sueño profundo, no tenía el valor suficiente para compartir su sentir en voz alta. Necesitaba de intermediario a Katherine y su actitud liberal.
—Aunque los vampiros no necesitamos dormir... —La vampira alzó una ceja, sugerente. —Dime... Ahora mismo, ¿estás fantaseando con un trío? —Preguntó, probando los límites de su tolerancia, mientras acariciaba el cabello de Julieta.
—¡Claro que no! —El tono ofendido de Edward, le hizo soltar una carcajada a la vampira.
—Estoy bromeando, gringo. Dios, en todos los universos, tu sentido del humor no existe.
Edward ignoró el comentario y se volvió a cuestionar, si comentar sus intimidades con esa mujer, era una decisión sabia.
—No tienes por qué tomarte todo tan literal, gringo. Ni sentirte como un monstruo, por tener pensamientos lascivos, con Julieta. Es una chica linda. Cualquiera fantasearía con ella...
—Eso lo sé de primera fuente. —Masculló Edward con amargura.
Katherine se mordió el labio, percatándose de que había pasado por alto su don. Estaba tan acostumbrada a él, que no había considerado con lo que tenía que lidiar el atormentado vampiro, en ese lado del universo.
—Lo que quiero decir, es que tener fantasías, no te hace un mal hombre...
—¿Y qué me diferencia de aquellos salvajes que sueñan con poseerla?
—En que ellos no tienen ninguna posibilidad. Tú sí.
—Yo menos que nadie, podría...
—¿Tener sexo?
Edward, asintió, mirando sus manos de fuerza inhumana. Siempre debía ser cuidadoso. Siempre debía estar concentrado en reprimir el deseo de su sangre, el que, desde hace un tiempo, se veía superado, por otro tipo de deseos que no creyó jamás experimentar. La inmortalidad, no lo había preparado para ser uno más, entre los hombres. Para ser embargado por la multitud de sensaciones que iban desde la más pura admiración, hasta la posesividad más obsesiva. Era extraño, desconocido y abrumador.
—No existe impedimento, para consumar el verdadero amor. —Los dedos de Katherine, volvieron a revolotear en el cabello de la humana. —Ni imposibles, para Edward Cullen.
—Esta es la excepción.
—Si te lo propones...
—Podría hacerle mucho daño. —Interrumpió el vampiro.
—O podrías darle mucho placer...
Edward sacudió la cabeza, fijando la vista en los labios entreabiertos de la chica que dormía ajena a su conversación con Katherine. ¿Qué pensaría al respecto? El hilo de su subconsciente era confuso, al igual que su mente cuando estaba despierta.
—Es una niña. —Sentenció Edward, dando la discusión por finalizada. Desvió la vista de su boca húmeda y volvió a mirar a Katherine, quién lo escrutaba con una ceja alzada.
—Es una mujer hecha y derecha, gringo. Ya cumplió los dieciocho. —Edward abrió la boca para replicar, sin embargo, la vampira, al percatarse de sus intenciones, arremetió con rapidez. —Si lo dices por lo del peluche...
—No es un detalle menor.
—Ok. —Katherine dio un suspiro. Con movimientos calculados, tomó asiento, cuidando de no perturbar el sueño de la humana que estaba a punto de babear. —Eso solo demuestra lo terca y obstinada que puede ser.
—Una actitud infantil.
—Eso no implica que no se toque pensando en ti. —El vampiro abrió la boca, descolocado ante el rumbo que había tomado la conversación.
Katherine, sonrió victoriosa.
—¿Crees que eres solo tú, el que piensa en sexo y tiene fantasías eróticas? Por Dios, gringo. Acá el inocente, es otro.
Edward, sacudió la cabeza negando.
—¿No dices que no puedes leer sus pensamientos?
—Capto su esencia... por explicarlo de alguna manera.
—¿Y nunca ha pensado en acostarse contigo?
El silencio reinó entre ambos, mientras la mente de Katherine viajaba hasta su reciente Luna de Miel en Europa. El recuerdo de sus cuerpos fusionados, con la aurora boreal, iluminando su semblante, se trasladó hasta sus primeros encuentros en su tierra natal. La adorable inexperiencia del vampiro encubría una insaciable avidez, por devorar cada rincón de su cuerpo y sentir su interior llenarse con su...
—¡Basta! —Gruño Edward, lo bastante fuerte, para que Julieta emitiera un quejido y se acomodara sobre el regazo de la vampira, ovillándose un poco más, sobre el mullido sofá. —No me ayudas a sobrellevarlo. —Murmuró en voz casi imperceptible.
—Debe gemir parecido... —Comentó Katherine, repitiendo el quejido de la humana en su mente. —Dime... ¿Te la imaginas gimiendo tu nombre, después de un orgasmo?
—¿Tu objetivo es torturarme?
—No gringo. Quiero que entres en confianza conmigo. Que compartas, eso que te agobia y no conversas con nadie.
—Es... inconcebible... Me estoy convirtiendo en la clase de hombre, del que la quiero proteger.
—Exacto. —Katherine, chasqueó los dedos y apuntó en su dirección. —Te estás comportando como un hombre, Edward. Como un humano. No necesitas ser un superhéroe. O un vampiro puro y casto, que piensa tener sexo solo en el matrimonio. Amas a una mujer y la deseas. Quieres poseerla. Eso es, halagador para nosotras. Es bueno para nuestra autoestima sentirnos deseadas.
—Se siente... malvado.
—¡Ay por Dios, gringo! Es gratificante, que un hombre te desee. Sobre todo si ese hombre es Edward Cullen.
La vampira concluyó la frase con una sonrisa radiante, que no logró contagiarlo de su buen humor.
—Podría sentirse intimidada...
—Y excitada. Y dispuesta a hacer tus fantasías realidad. El sexo, servirá para fortalecer su relación.
—Está enfadada. Ni siquiera estoy seguro de lo que piensa de mí.
—El sexo, hará que te perdone. —Katherine le guiñó un ojo, con picardía.
—Hablas como si fuese la solución a todo.
—En tu caso, lo es.
—No... Podría...
—Podrías lastimarla sí. Pero, puedes comenzar lentamente. Probando terreno. —Los dedos de Katherine, rozaron el suéter de Julieta, pasando por sus hombros, hasta reposar en su cadera. —Dime... ¿Fantaseas con la idea de...?
Los pensamientos de la vampira le hicieron desviar la vista y disimular su incomodidad, tras una máscara de indiferencia. Nuevamente los recuerdos de sus encuentros con su esposo, eran demasiado detallados.
—Katherine, por favor...
—¿Qué? No me has contado nada y soy muy curiosa. Dime... ¿su cara es como la que puso cuando no quería que la regañaras? ¿En tu fantasía usa ojos de cachorro, o es más bien cachonda?
—Basta...
—¿No te pone duro...?
—¡Sí! —Admitió Edward, un poco demasiado alto, evidenciando su frustración. —Y me hace sentir vil y repugnante.
—Eso te hace humano. Un humano, con deseos y frustraciones.
—No soy humano.
—Pero, no estás por encima del hombre.
—Debería... He entrado a su cuarto mientras dormía...
—¿Te tocaste mientras la veías dormir?
—¡Claro que no! —El tono de Edward, reflejaba que se había ofendido, ante tal suposición. —Pero... he traspasado todos los límites de la moral. Tener una mente libre de las fantasías, que conlleva el deseo, era lo único que me separaba de ser...
—Un hombre enamorado que quiere en cuerpo y alma a una mujer. —Concluyó Katherine en su lugar. Edward se limitó a asentir.
—No eres una mala persona. Ni un vampiro pervertido. Simplemente, estás enamorado y quieres experimentar el amor en todas sus formas.
—No puedo. Y es inútil, que piense lo contrario.
—Claro que puedes. —La vampira expelía seguridad, a través de sus intensos ojos dorados. —Y te puedo apostar lo que quieras a que Julieta estaría encantada de gemir tu nombre, mientras la penetras.
De haber podido sonrojarse, Edward, hubiese enrojecido con violencia. En cambio, su cara fue una máscara de escepticismo.
—Nunca sé lo que está pensando realmente. Sus acciones son confusas, y sus pensamientos una maraña sin sentido.
—Entonces pregúntale directamente. Si es contigo con quién tiene sueños húmedos o con ese licántropo que la corteja. O quizás con sus compañeros de preparatoria. Aunque lo dudo, teniendo en frente a semejante semental...
Edward ignoró el comentario y sacudió la cabeza negando.
—No podría...
—¿No quieres que confirme que no eres más que solo un hombre? ¿O realmente crees que fantasea con otro y no contigo?
—No creo que, piense en mí de esa manera realmente.
—Claro que lo hace. —La actitud de Katherine, no dejaba lugar a dudas. —Por supuesto que se toca, pensando que son tus dedos, en lugar de los de ella.
Edward desvió la vista de los ojos refulgentes de seguridad de Katherine, hasta el rostro de Julieta, cuyos labios rojizos temblaban en un murmullo incomprensible.
¿Sentiría ella, la ardiente necesidad, que lo torturaba?
Sacudió la cabeza, desechando la idea.
Julieta, no pensaba en él de esa manera, en ese preciso instante, cabe aclarar, porque estaba teniendo una pesadilla de aquellas. Con subtítulos, canciones de Linkin Park de fondo y una resolución de 240p.
Por su parte Edward, sí fantaseaba con la idea de ser mortal. Un ser humano cálido, que no se preocupase por el frío de su tacto, ni la dureza de su piel.
En sus fantasías, no existían tales preocupaciones. Sin premeditarlo y sin percatarse casi de ello, se la imaginaba desnuda y sonrojada, mientras sus piernas se abrían con lentitud, preparada para recibirlo. No dejaba ni un centímetro de piel sin recorrer, mientras ella se deshacía en sus brazos, gimiendo de placer.
Katherine, volvió a esbozar una sonrisa pícara, adivinando lo que pensaba, como si fuese ella quién tuviese el don y no al revés.
Avergonzado, por el rumbo que habían tomado sus pensamientos, sacudió la cabeza, como si con ello pudiese librarse de aquellas fantasías.Un grito agudo, sucedido de un jadeo, los sobresaltó a ambos.
Julieta había despertado y corría como una exhalación hasta la cocina.
Que no se pierda la bonita tradición de los títulos con un pixel de contexto.
La extrañé mucho querida lectora. Y en vista de que sigue por acá, vamo' a continuar con la historia.
Porque hay que darle hasta que duela.
Ahhhh
Bendicione' y nos leemos pronto si no se me seca la neurona o la emborrasho
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