Party de pobla
Uno a uno, los jóvenes fueron descendiendo de la limusina, entusiasmados por la vista que les ofrecía la elegante casa de los Cullen, cuyos jardines iluminados con faroles y luces colgadas en el alero de la puerta principal, le daba un aspecto mágico. Una casa en medio de un recóndito bosque encantado.
Incitada por la curiosidad Jessica, se dirigió, hasta la mansión, arrastrando consigo a Bella, quien miraba a su alrededor con aire ausente. Hace solo unos instantes, antes de que la limusina aparcara en el ante jardín, había visto al chico de pelo cobrizo, esperándolos en el umbral de la puerta, sin embargo, su presencia se había esfumado.
¿Dónde estaba ahora?
¿Por qué le privaba del privilegio de su compañía?
Con un suspiro abatido, se dejó guiar por sus amigas, que no paraban de cuchichear, ansiosas por ver la decoración interior.
***
Edward, caminó de entre las sombras que proyectaban los árboles que rodeaban su casa, dándole al conductor de la limusina, un susto de muerte, provocando que el cigarrillo que acababa de encender, cayera de entre sus dedos regordetes y el humo del cigarro se atorara en su garganta, haciéndole toser.
¿Quién era ese sujeto de aura intimidante y mirada siniestra?
Le atemorizaba, incluso más que aquel chico desgarbado que habían recogido a medio camino, a petición de la chica, que había ralentizado su carrera, subiéndose a la escotilla y cambiando la música.
—¡Eh! ¡Don Shumajer! —Dio un sobresalto al escuchar la voz de la joven que había invocado con el pensamiento. —¡Entre a servirse algo! —Invitó la muchacha, saliendo de la limusina. —Buta, los gringos callampa. —Masculló, al percatarse de que sus compañeros de viaje, no habían bajado las botellas de licor.
El hombre de mediana edad, se quitó el sombrero, abanicándose, para secar el sudor que le cubría la frente.
La vista del sujeto intimidante a sus espaldas, le hizo aceptar la invitación de la muchacha y caminar a paso raudo, hasta el interior de la casa, para refugiarse de esa presencia oscura que lo acechaba y que parecía no haberse movido ni un centímetro desde que había llegado. Es más. Pareciera que ni siquiera respiraba.
Cuando, finalmente Julieta descendió del vehículo, cuidando de caminar con propiedad, sobre sus zapatos de tacón. Con premura, comenzó a atusar el desastre que tenía por cabello. En su afán por sentir la brisa nocturna en la cara y disfrutar la experiencia de encaramarse en la escotilla de una limusina, no solo se había cagado de frío, también se había despeinado, como si hubiese viajado en motocicleta sin casco. Todo un espectáculo, que intentaba desenredar con los dedos.
—¡Piensa rápido! —Alertó, al tiempo que le lanzaba el teléfono móvil, a la figura alta que la observaba estático junto a la limusina.
Sin dejar de mirarla, el vampiro atrapó el aparato en un movimiento preciso, provocando que los ojos entrecerrados de la chica, que se esforzaba en enfocarlo, se abrieran con asombro.
—¡Edward! —Saludó, volviendo a entrecerrar los ojos.
El vampiro esbozó una sonrisa, cautivado por la vista que le ofrecía la luz nocturna y las farolas que alumbraban el camino a la mansión. La silueta delicada de la chica, se recortaba entre las sombras y la luna iluminaba su rostro, como a la más exquisita obra de arte, en exhibición.
—Ya que estás ahí, parado haciendo nada ¿por qué no me sacas unas buenas fotos para el Insta? —Inquirió Julieta, apoyándose sobre el capot del vehículo y estirando los brazos tras la espalda.
Edward siguió inmóvil, con las manos colgando flojas a ambos costados de su cuerpo, ignorando el cosquilleo en la yema de sus dedos y resistiendo el impulso de acunar su rostro entre sus manos pétreas. Confundiéndose con sus pensamientos, estaba la conversación que había tenido con Katherine unas noches atrás y los propios recuerdos de aquella mujer, que lo había descolocado con su libertinaje.
—Ya pue' hombre. Pa' hoy día no pa' mañana. —Apremió Julieta, dando unas palmadas sobre el lustroso capot.
Con movimientos mecánicos, accedió a la petición, aliviado de que aquella muchacha despreocupada, fuese ajena a su cambio de actitud. El deseo se arremolinaba en su cuerpo, opacando incluso el dolor en su garganta.
—Mmm... —Rezongó Julieta, cuando hubo finalizado, al percatarse de que Edward, sacó menos fotos, que para las que había posado. Concentrada en evitar su frío tacto e interponer toda la distancia posible, Julieta recuperó su celular, sin dejar de mirar las manos de granito, del vampiro.
Edward notó como los latidos de su corazón se hacían más erráticos, mientras retenía el aliento.
La vista de sus labios entreabiertos dejando escapar un suspiro de alivio, al concluir su cometido, le hizo perder el control. Aprisionó sus muñecas frágiles, entre sus manos de fuerza inhumana, reteniéndola unos minutos más a su lado y reduciendo la distancia entre ambos. El calor electrizante de su cuerpo, era palpable a través de la ropa.
Con brusquedad, Julieta alzó la vista. Disimulando su desconcierto, frunció el ceño, enmascarando el nerviosismo que delataba el tono de su voz.
—Pero ¿qué...? ¿Me querí' robar el celular?
Edward sintió sus músculos destensarse con una carcajada.
— Sí sabes que la necesito conmigo ¿no? —Acotó la chica, bajando la vista hasta la mano que sostenía su celular.
—Estás preciosa...
Sin dejar de sostener su muñeca, apartó unos mechones de su cara, deteniéndose en su frente y descendiendo hasta rozar la piel de sus pómulos.
Las palabras no eran suficientes para detallar su belleza. Ni explicarle el torbellino de emociones que se arremolinaban en su interior. El anhelo de protegerla con su vida, batallaba con el deseo de llevársela lejos de allí, para que fuese solo suya.
Pasmada ante el cambio de actitud, Julieta tironeó de su muñeca, sin lograr que Edward la soltara.
—Gracias. No, gracias.
La miró con intensidad, inclinándose hasta casi rozar su nariz y sentir su aliento cálido cosquillear su rostro.
—Espero que disfrutes la fiesta. —Siseo con voz grave.
Egoístamente, quería que desistiera de la fiesta y de rodearse de adolescentes hormonales y sus pensamientos lascivos. Era lógico que no iba a ser el único, que se percatase de lo hermosa que se veía.
—Oh claro que lo haré. Es mi maldita fiesta de graduación, por supuesto que me voy a divertir. —Masculló retrocediendo, mientras intentaba evitar el estremecimiento en su cuerpo.
Edward, finalmente deshizo su presa con una sonrisa torcida.
La vio, retroceder de espaldas con prisa, girando sobre sus talones, para alejarse casi corriendo.
Tuvo que ahogar una risa, cuando casi se da de frente contra la puerta de vidrio de la entrada.
—¡Mierda! —Exclamó Julieta, al percatarse de que estuvo a segundos de no solo asemejarse a un tomate. Sino a ser uno con protuberancias de esos que nadie quiere en la feria.
—Gracias... —Espetó con sinceridad, mirando brevemente al vampiro que sostenía la puerta, con un brazo por sobre su cabeza.
La chica, estaba sinceramente agradecida, de no tener que destinar el hielo de las piscolas, a una compresa.
Los reflejos de vampiro de Cullen, además la salvaron de ser el hazmerreír de la noche. Como todo un caballero, la había salvado de su propia torpeza.
Cabizbaja, finalmente se escabulló al interior de la casa, con premura, procurando no ver la expresión divertida que de seguro tenía el vampiro.
***
Seguí caminando, sin mirar atrás. Desde el pasillo se podía oír la música que se supone estarían bailando.
"Neutron star collision?" Inquirí en mi fuero interno.
—¿Quién baila con la música de Muse? —Murmuró a mi lado una melodiosa voz femenina.
Me sobresalté al ver a la atractiva rubia que había conocido, posterior a la ceremonia de graduación. La mujer, de andares elegantes y mirada felina, efectivamente era una vampira, como sospechaba. Y se había presentado como una amiga de Edward.
Desechando mi reciente teoría de que era una conquista que había dejado el colorado en Brasil, Katherine me dio una grata sorpresa.
—A estos gringos les falta perreo. —Le solté en español.
Mi compatriota —no solo de idioma, además de localización geográfica — se río del comentario. Su risa encantadora, se transformó rápidamente en un jadeo de asombro, mientras observábamos, como los gringos se coordinaban para bailar.
Dios mío, el mito era cierto. Los gringos bailaban como si de un musical se tratase.
Impactada por la escena dantesca de la que era espectadora, tomé uno de los vasos que me encontré sobre una de las mesas alineadas en el pasillo y di un sorbo.
—Sostén mi terremoto. —Le indiqué a Katherine, pasándole el vaso de jugo. —Vamos a enseñarles a estos gringos, como carreteamos en el sur.
Armada con la playlist de mi celular, me vi en la obligación de enseñarles a los gringos... como se mata el gusano.
¿¿¿Quieren que siga o quieren que pare???
Un visto y subo capítulo altoke, así ahora ya!
-se autolee el capítulo, para subirlo de todas formas-
Mi felicidad a una frase de distancia, comente, vote, lea y su humilde servidora, producirá suficiente serotonina, para sacar más capítulos.
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