Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Motocristo en Jesucleta

Repantigada sobre el sofá, escuché las exclamaciones ahogadas de Willy desde la cocina, mientras aburrida hacía zapping en la televisión.

— No Tay, ¡que terrible! ¿Todos jóvenes?

— Así es... — replicaba el novio de mi hermano, refiriéndose a la noticia que llevaba días repitiéndose en los noticiarios de la tele.

Hace semanas se llevaban reportando desapariciones de jóvenes y adolescentes en la ciudad de Port Angeles.

Tal era el nivel de desesperación de la policía por pistas, que habían pedido la cooperación de la policía de Forks, que siempre aburrida no tenía ningún caso interesante entre manos.

Me incorporé, y estiré los brazos por sobre la cabeza, al tiempo que daba un bostezo.

—Me viro. —Anuncié, recogiendo mi celular de la mesita de centro.

— ¿Qué? ¡Julieta! — Inquirió Willy.

Con una mano en el pomo de la puerta, volteé al escuchar su tono severo.

— ¿Qué?

— Es muy tarde... No puedes salir sola a esta hora. ¿No has visto las noticias?

Puse los ojos en blanco.

Obviamente había visto la tele. Por eso iba a salir. Todos los canales estaban con la misma noticia. Incluso las redes sociales. Estaba harta y quería salir a despejarme.

— Tranqui. Voy con los cabros. No a Port Angeles.

— ¿Sola?

— No... con Sunny. Obvio voy sola. —Abrí la puerta, haciendo una mueca, consecuencia del frío en el ambiente. — Ya... cambia la cara. Nos vemos más rato.

Ignorando su réplica, salí de la instancia, para encaramarme en la Suzi-Chan. Sin embargo, en lugar de su habitual ronroneo, el vehículo emitió un sonido molesto.

— No... no me falles bebé. Mami te llenó el estanque recién. — Murmuré sacando las llaves del contacto. Volví a ponerlas y arranqué el motor. — Oh... ¡vamos carcacha inútil!

Finalmente desistí y bajé del vehículo dando un portazo a mis espaldas.

— Maldición... —Mascullé entre dientes, mientras intentaba abrir el capó del vehículo.

Una mano blanca y fría se posó sobre la mía, deteniendo con suavidad mis torpes intentos de revisar el motor.

Asombrada ante la presencia extraña retrocedí unos pasos, retirando la extremidad con un movimiento brusco.

Frente a mí, el motivo de que mi auto no funcionara, se erguía con semblante despreocupado.

— ¿Qué quieres? —Inquirí resignada, cruzándome de brazos y evidenciando mi enfado.

La luz de la luna que no terminaba de ocultarse tras las nubes, iluminaba sus rasgos exaltando su belleza.

— No deberías salir tan tarde. — Murmuró, contrastando su tono suave, con su expresión inquisidora

— Y tú... —La intensidad en su mirada, me hizo titubear. — No deberías meterte en los asuntos de los demás. Ni sabotear sus autos. ¿Qué diablos hiciste? — Volví la atención al auto, en un intento de rehuirle.

Con parsimonia giró un objeto de aspecto pesado, entre sus dedos pálidos y níveos.

Entrecerré los ojos escéptica ante lo que veía. El maldito motor de del auto giraba como si de un balón de baloncesto se tratase.

— ¿¡Es una maldita broma!?

— Es peligroso que frecuentes a los licántrop...

— Sí y los vampiros son ángeles de la guarda seguramente Cullen — Interrumpí mirándolo con rencor. De manera casi imperceptible torció el gesto. — Además, no son licántropos. Son mis amigos. Así que devuelve ese motor a su lugar.

— Son peligrosos... — Siseó obstinado.

Se acercó unos pasos, con el artefacto en la mano, como si pesara menos que un paquete de cabritas.

Me alejé caminando de espaldas, sin darle oportunidad de cerrar la distancia. Dejándole ver que no era sólo palabras vacías. Él era peligroso. No por su naturaleza sobrenatural. Sino porque con un solo gesto era capaz de destruirme. Ya lo había hecho una vez.

— ¡Dame el maldito motor Edward!

— Es pesado ¿sabes?

— ¡Ponlo en el maldito auto!

Todo rastro de buen humor desapareció de su rostro. Con el motor aun colgando entre sus manos, avanzó un paso, escrutándome con gesto serio.

— No permitiré que sigas viendo a esas criaturas...

— ¡Oh! Disculpa. ¿Escuché bien? ¿Dijiste permitir? — Gesticulé con las manos exagerando el ademán de escuchar.

Volví sobre mis pasos y le planté cara indignada por sus palabras.

— ¿Qué diablos te crees Cullen? ¡Tú me prohíbes a mí una mier...

— ¡Ay! ¡Que son esos gritos! — Dijo Willy saliendo de la casa, mientras agitaba las manos de manera exagerada.

— Nada. — Mascullé más calmada.

— ¡Edward! —Saludó mi hermano, ignorando la atmósfera de tensión.

— Willy, tráeme las llaves de la moto.

— ¿Ah? — Miró en mi dirección confundido. — ¿No saldrás con...?

— Willy ¡las llaves!

— Ya, ya.

Iba a darle la espalda, cuando Edward se acercó con premura tomándome por sorpresa.

Se inclinó lo suficiente para que nuestras narices casi se rozaran y su aliento gélido me dejara aturdida con su dulce aroma.

— Julieta... por favor no vayas. — Su voz tenía un matiz suplicante.

Quería cerrar los ojos para rehuir su mirada y no perderme en sus ojos demandantes, pero colmados de ternura.

Me mordí el labio inferior ante la indecisión. Fueron largos segundos en los que me debatí entre mi orgullo y lo que deseaba mi corazón.

Inmediatamente recordé que ya no tenía corazón, porque él se había encargado de hacerlo mierda y todas mis dudas desaparecieron.

Cerré los ojos un breve instante, liberándome de su encanto y di un bufido.

— Vete al demonio Cullen.

Willy a mis espaldas me esperaba en el umbral de la puerta, con las llaves en la mano.

Se las arrebaté con brusquedad y me dirigí hasta la motocicleta recostada contra un costado de la casa.

— Julieta...

Un gruñido gutural sucedió mi nombre.

Lo miré fijo mientras arrancaba el motor de la motocicleta y aceleraba sin dar marcha.

— Ni se te ocurra seguirme colorado. — Sentencié antes de escapar a toda velocidad.





¿Sandías qué?
Soy pésima con los títulos de los capítulos.
Este estuvo a nada de llamarse motomami...

Este y otros datos innecesarios en su adaptaplagio de siempre :')

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro