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La previa

Luego del almuerzo, la tarde se acortó de manera considerable.

Posterior a la ceremonia, los estudiantes recién graduados, fueron a almorzar al local, más elegante de Forks.

La pizzería de doña Chepa.

Delegando múltiples tareas a sus colaboradores, supervisó que todos los pedidos fuesen cubiertos, hasta que llegó el jefe de policía Swan y su hija, a quienes atendió personalmente, doña Chepa, tomándose unos minutos para charlar con ellos incluso.

A escasas mesas de distancia, Julieta, paró de devorar las papas fritas, con salchichas en forma de pulpito, para mirar la escena boquiabierta.

William, rodó los ojos, ante el nulo disimulo, que tenía su hermana, mezclándose su vergüenza, con alivio, al verla despegar la vista del celular, en busca de una notificación de mensaje que no llegó.

Los esfuerzos de William, por contactarse con su madre, para que llamara a su hija ese día, fueron inútiles. Así como la precaución de Julieta, de llamarla cada dos días, para recordarle la fecha de su graduación.

Sentada sobre el sofá, la muchacha se desperezó, estirando los brazos y apretando el móvil, resistiendo el impulso de lanzarlo lejos. William notó como su labio inferior, sobresalía en un puchero, mientras enfocaba la vista en el televisor apagado.

Iba a hacer un comentario, respecto a la fiesta en casa de los Cullen, para distraerla, cuando la voz de Hatsune Miku, cantando "Levan Polkka", lo hizo rodar los ojos.

—Jessica? —Dijo Julieta, respondiendo a la llamada.

Sus ojos se abrieron con asombro, cuando fue notificada, de que en unos momentos Jessica pasaría por ella, en una limusina arrendada. Iban a ir a casa de los Cullen, recordó. Y no se había lavado ni a cara.

Corriendo hasta la ducha, en un tiempo récord, digno de ecologista, en la cruzada por salvar al planeta de los multimillonarios, que contaminan más que un contribuyente común en tres vidas, estuvo lista

Sin embargo, se presentaron otros inesperados inconvenientes, que la atrasaron.

—¡Sunny! —Escuchó William desde la sala de estar. Se levantó y caminó hasta la habitación de Julieta. Una breve pausa, seguida de un maullido reclamando tener que cambiar de lugar, lo alertó a ir a la cocina. —¡Willy! ¡La gata se echó sobre mi vestido!

La pequeña Sunny, en su afán por calentar la ropa con su pancita, llenó de pelos el vestido que Julieta iba a lucir esa noche.

William ahogó una risa, mientras continuaba buscando del rodillo para quitar pelusas.

La sencilla tarea, le llevó varios minutos de retraso, a los que Julieta, no parecieron importarle.

Sentada en ropa interior, hacía zapping, buscando con qué distraerse, mientras su hermano, dejaba en óptimas condiciones su vestido de fiesta.

—¡Listo! —Anunció William, alzando la voz, para hacerse escuchar por sobre el ruido de los bocinazos de la limusina aparcada en el antejardín.

Julieta, corrió en su dirección, arrebatándole el vestido en el acto y poniéndoselo con rapidez, dándole apenas tiempo a su hermano, para subir el cierre de la prenda.

—¡Nos vemos mañana! —Se despidió la muchacha, con los zapatos de tacón en la mano, para evitar una caída.

—¿Qué? —Gritó William, desde el umbral de la puerta, viendo como su hermana corría hasta la limusina, sin darle ninguna explicación.

Por las bocinas del auto que se acercaba a gran velocidad, se escuchaba una canción, cuyo idioma Charlie, no reconocía, pero luego de un par de frases ininteligibles, concluyó que se asemejaba al español.

El ritmo, era algo más sosegado que un rap, sin embargo, la letra era difícil de comprender, como si de un rápido hip-hop se tratase. Acompañando la composición, una extraña melodía —si es que, a eso, se le podía llamar tonada siquiera— se incrementaba con el pasar de los segundos.

—¡Bella! —Desde el umbral de la puerta entreabierta, llamó a su hija, al percatarse de que la ruidosa limusina, aparcaba en su antejardín.

La puerta del copiloto se abrió y la música se hizo más estridente.

<<Cuando llego qu'ero toa' la mira' pal' suelo'>>

Charlie, frunció el ceño, al escuchar aquella frase, que no se parecía en nada a los versos de "Bésame mucho" que solía bailar en su juventud, con Reneé.

—¡Hola, tío!

Saludó una muchacha joven, vestida de gala, sobre unos altos zapatos de tacón. Charlie, tardó un momento en reconocer el acento inconfundible de aquella chica.

<<<A tu perra la pongo en cuatro y en lo' cachete le pego...>>>

Retumbaron los parlantes, antes de que el jefe de policía pronunciara palabra.

—Julieta. —Saludó finalmente Charlie con expresión sombría.

Confundido, frunció el ceño, mirando a la chica en busca de una explicación.

A modo de respuesta, ella entrelazó las manos, con una sonrisa inocente.

¿Había escuchado mal?

A pesar de su escasa práctica con el español, conocía ciertas palabras y su pronunciación. No obstante, albergaba ciertas dudas, respecto a la estruendosa tonada que sonaba desde los parlantes de la limusina.

—Ya me voy Char... papá. —Bella pasó a su lado, cabizbajo, para simular sus mejillas encendidas.

—¡Claro! ¡Diviértete! ¡Y no llegues demasiado tarde!

Bella sacudió la cabeza, negando y dio un suspiro abatido.

Recomponiéndose con presteza, le ofreció a su padre una sonrisa forzada.

Avergonzado, Charlie, desvió la vista, sintiéndose fuera de lugar.

Le era difícil estar en sintonía con su hija. Como toda adolescente, se sentía extraña en un mundo demasiado hostil y no se abría con facilidad, ni con sus pares, ni con su familia. La única con la que conciliaba era Reneé, dejándole a él, perdido respecto a su actuar y su forma de pensar. A pesar, de que ya no los separaban miles de kilómetros, seguía entre ellos una brecha emocional, que Bella, se esforzaba en ocultar. Charlie dio un suspiro. Hace tiempo que se había enterado de que su hija, lo llamaba Charlie, en lugar de papá a sus espaldas.

—¡Claro! ¡No se preocupe! —Acotó Julieta con una sonrisa pícara. —Vamo' a un vacile piola. Yo le cuido a la chiquilla. Se la traigo entera, antes de las doce.

—¿Qué...?

Las palabras, se atoraron en su garganta, cuando vio cómo, sin ningún tipo de resquemor, Julieta le daba un beso en la mejilla a Bella, que se removía nerviosa, a su lado.

Charlie contuvo el aliento, al notar la cercanía y la confianza que existía entre su hija y la chica González. Su pequeña Bella, estaba creciendo y él cómo padre, la apoyaría en cada proceso de su descubrimiento personal. No era el momento de cuestionarla, ni de incomodarla con preguntas.

—La dejo en tus manos entonces...

Mientras, su compañera de preparatoria, la arrastraba hasta el interior de la limusina, Bella, miró a su padre con expresión suplicante, por una excusa, que la eximiera de aquel compromiso, que se resignaba a aceptar.

Su primer objetivo, —el conocer la casa y con ello los oscuros, secretos de la familia Cullen— no compensaban el tener que compartir una limusina, con jóvenes recién graduados, sedientos de alcohol, aventuras y música estridente.

—¡Súbele a ese temazo! —Ordenó Julieta al conductor, que maniobraba para salir de su casa.

Bella, se mordió el labio, reuniendo todo el coraje que tenía, para aguantar aquel viaje.

<<Es un secreto...>> Se escuchaba por las bocinas a todo volumen.

Que tu mamá vende compleeetos a mil quinientos... —Complementaba Julieta, alzando los brazos, en una extraña danza, mientras se encaramaba por la escotilla de la limusina.

***

El sencillo trayecto hasta la casa de los Cullen, se alargó más de lo necesario.

Bella, pasó la mayor parte del tiempo, encogida en su asiento, junto a Angela, mientras Julieta y Jessica, se asomaban cada tanto por la escotilla de la limusina.

¡En el V16! ¡Flotando en el V16!

—V16?

Inquirió Jessica, indignada, ante la comparación de la carísima limusina arrendada por sus padres, como regalo de graduación, con el clásico modelo de Nissan.

Enfurruñada, se sentó, apoyando la espalda en el respaldo de cuero del vehículo. Cruzándose de brazos, manifestó su intención de no volver a salir hasta la escotilla.

A su lado, Bella se encogió en su asiento, rogando porque Julieta la imitara y de esa manera no siguiera ralentizándose el viaje.

¡Ta helao Juan! —Comentó Julieta, regresando finalmente al interior de la limusina. Bella, dio un suspiro, aliviada. —¡Oye rucio! ¡Cómprate algo pa' calentar la cuerpa! —Agregó frotándose los brazos de vello erizado.

Bella, no comprendió en un principio, las segundas intenciones, ocultas tras esas palabras que le resultaron ininteligibles. No hasta que aparcaron un local de vistosas luces, que alumbraban un letrero que anunciaba "Botillería el boca seca".

Secundada por Eric y Mike —rebautizado "el rucio"— Julieta descendió del vehículo, dándoles instrucciones y enumerando la lista de compras en voz alta.

Bella escuchaba con atención, intentando desentrañar el misterio de las palabras de a extranjera.

Luego, de varios minutos, en los que las ocupantes de la limusina aprovecharon de cambiar las canciones y regular el volumen de la música, los jóvenes volvieron con varias bolsas plásticas a su haber.

—No sé cómo le voy a explicar a mi padre, la cuenta que acabo de cargar a su nombre. —Se quejaba Mike, acomodando las bolsas bajo los asientos.

Relaja la raja, rucio. Sólo se vive una vez. —Lo tranquilizó Julieta, encogiéndose de hombros. —¡Afírmate hombre! —Le reprochó a Eric, al verlo trastabillar, amenazando con tirar las preciadas botellas.

¿Qué pasa con los temazos Schumaher? —Inquirió la muchacha al conductor de la limusina. — Ponte unos de esos que ya tu sae'....

Bella, hizo una mueca, cuando nuevamente Julieta, tomó el control de la radio. Las voces graves y las palabras ininteligibles volvieron a resonar por las bocinas.

Luego de un trayecto demasiado largo, el cual no estuvo exento, de acontecimientos inesperados, que hicieron que se cuestionara su decisión de asistir a la fiesta de graduación, el rostro de Bella fue iluminado por las farolas que iluminaban el camino, hasta la lujosa casa.

La vista del espeso bosque, rápidamente fue reemplazada por los dueños de casa, que aguardaban en el umbral de la puerta, estupefactos ante lo que presenciaban.

—¿Qué es eso? —Preguntó la preciosa rubia, poniéndose de pie, y acomodando su elegante vestido color champagne.

—¿Pasa algo? —Su pareja, la secundó, apretando los puños y adoptando una postura defensiva.

Agudizando sus sentidos, se concentró en el ambiente a su alrededor. La veintena de corazones que latían en el piso inferior, la música que sonaba por los altoparlantes. Los pasos a velocidad humana, caminando de un lado a otro. Las tímidas conversaciones entre los asistentes.

—¿Victoria? —Preguntó Edward, cruzando el umbral de la puerta y penetrando con rapidez en la habitación, con una curiosa vampira pisándole los talones.

—No. Es como un zumbido subterráneo. Una fuerza de la naturaleza. —Rosalie giró sobre sus talones, para ver a los recién llegados. —¿No lo sienten?

—Lo veo. —Confirmó Alice, agrandando los ojos, al advertir el futuro. —Pero no es una fuerza de la naturaleza, es...

La suave risa de otra vampira, irrumpió en el tenso silencio que se había cernido sobre los Cullen. Sus carcajadas, en un principio disimuladas y cantarinas, se hicieron más sonoras al ver, desde el balcón, aquello a lo que los vampiros, indagaban con curiosa expectación.

Ni siquiera la visión de Alice, — la que no había sido lo suficientemente anticipada— los preparó, para lo que estaban a punto de presenciar.

A la distancia, el zumbido de las bocinas hacía temblar la tierra al ritmo de una particular tonada.

<<Tumba la casa mami>>

Se escuchaba a través de los altoparlantes de la limusina, que traía a una chica, con medio cuerpo fuera de la escotilla del techo.

Edward, pasó saliva, rogando en su fuero interno, para que ella, no se tomara aquella sugerencia de manera literal.









Capítulo de nada despreciable casi 2000 palabras, traído a usted para que no se olvide de esta historia.

Cualquier muestra de que estuvo por aquí Messirve.

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