Hechizada
Los días que sucedieron a la reunión para hacer el informe de Literatura, se desarrollaron en una extraña mescolanza de emociones.
Incertidumbre, ansiedad y extrañeza.
Para Bella, aquello último, fue lo que predominó, desde que Julieta, estuvo toda la tarde, en su casa.
Una vez terminado el informe, comenzó a mostrarle fotos de su gata y a comentar las innumerables ventajas de tener una mascota, hasta bien entrada la tarde.
De modo que, no solo estuvo incomodándola con preguntas fuera de lugar y con su actitud confianzuda y despreocupada. También se quedó a cenar, junto a ella y Charlie.
A pesar, de que disfrutaban de su soledad y del silencio que reinaba en sus cenas, su padre, se veía feliz —y animado incluso— con la inesperada visita, quien no dejaba de alabar el pescado frito que había preparado esa noche.
—No me habías comentado, lo cercana que eran, Bella. —Acusó su padre, a propósito de lo desenvuelta que era su visita. Como si fuesen amigas de toda una vida. O como si fuesen amigas siquiera.
"No somos amigas realmente" Iba a contestar. Mas, se limitó a dar un suspiro y a bajar la vista hasta sus manos.
—¿Ah no? —Intervino Julieta. —Me dueles Bella. —Hizo un ademán dramático y sobreactuado, volviendo a su semblante habitual de forma casi instantánea. —Somos súper amigas. ¡Equipo dinamita!
Bella forzó una sonrisa incómoda.
Su padre, reía de buena gana, feliz de que su hija, se comportara como una adolescente normal. Que llevara amigas a la casa, y que socializara, como lo hacían los jóvenes.
Pasaba demasiado tiempo en casa, ocupándose de las labores del hogar y de sus propias actividades académicas. En soledad y silencio, puesto que, ninguno de los dos, era un buen conversador. Pese a que, disfrutaban de aquellos momentos de paz, Charlie estaba preocupado por el comportamiento de su hija.
No le daba problemas, sin embargo, el que hubiese heredado, su carácter retraído y poco sociable, tal vez le sería un impedimento para que hiciera amigos o supiese corresponder a los sentimientos de un muchacho. Lo que muchas veces era un alivio, también era una preocupación.
¿Y si no lograba congeniar con nadie y se quedaba sola como él?
Necesitaba amigos, con quienes distraerse. Sin embargo, también parecía reacia a relacionarse con sus compañeros de preparatoria.
La presencia de la chica desconocida —desconocida para él, que conocía a todos los muchachos oriundos de Forks— era un alivio esperanzador. Quizás ella pudiese contagiar con algo de su entusiasmo a su alicaída Bella.
—Espero que vengas más seguido. —Alentó Charlie.
Bella le dio una mirada fulminante. Aunque probablemente fuese solo una cortesía, aquella chica, podía tomársela literal.
—¡Claro! Mi hermano tiene turnos nocturnos y me deja sola, triste y abandonada.
Charlie, sonrió, para ocultar la sorpresa por sus palabras. El discurso de la chica era triste, sin embargo, no había perdido su buen humor.
Tal parecía que al igual que su Bella, la chica pasaba largas jornadas sola, no obstante, eso no había repercutido en su ánimo. O tal vez, era buena ocultando sus emociones.
Volvió la vista a su hija. Su pequeña Bells, que cada día se esforzaba en ocultar su remanente tristeza, por haber dejado Phoenix. A pesar de su fachada de indiferencia y conformidad, ante todo lo que le tocaba vivir, las emociones eran latentes en su rostro.
Justo como ahora, cuya incomodidad era evidente. Tal como lo había previsto, Julieta, no sabía leer entre líneas, ni distinguir, entre algo dicho por mera cortesía y una real invitación.
Los condenaría a ambos a pasar la tarde, viendo fotos de su gata, admitiendo lo bonita que era, y obligándoles a adoptar un gato callejero, como hacía con Angela en la cafetería.
Eran alrededor de las dos de la tarde y la cafetería estaba repleta. El bullicio, la distraía de la charla insulsa que se desarrollaba a su lado y de la presencia intimidante a un par de sillas de distancia.
—Creí que habías entrado en una especie de depresión por la extradición del Pana. —Comentó Julieta, sin dejar de robarle papas fritas a Mike.
De improvisto, toda la atención se centró en ella. Dio un suspiro, mirando de reojo a la silueta desgarbada, cuyos ojos dorados la miraban con ofuscación y sacudió la cabeza.
—Ah.
Julieta se encogió de hombros y volvió su atención a las papas fritas.
Sin embargo, mientras ella se había conformado con su escueto ademán, sin necesidad de mayor explicación, Jessica Stanley, seguía con el tenedor a centímetros de su boca, mirando a Bella con la boca abierta.
Suspiró nuevamente. Poniendo un mechón tras de su oreja, reunió coraje, para darles explicaciones de lo realmente sucedido.
—Mi madre...
—¿No estaban saliendo el Pana y tú? —Interrumpió Julieta, ante lo prolongado de su contestación. —Ah... lo siento. ¿Ibas a decir algo? —Se disculpó enseguida, sin dejar de estirar la mano hasta el otro extremo de la mesa, para alcanzar las papitas, interceptadas por Mike Newton, harto de que se las robaran.
"¿Por qué no compras tus propias papas fritas?"
Había interpelado un día, cansado de comprar papas fritas, que con suerte iba a probar.
"Porque robadas saben mejor."
Rendido ante esa lógica, hizo una mueca, antes de resignarse a dejar las papas en el centro de la mesa.
Bella se mordió el labio y levantó la vista hacia el cobrizo.
Edward miraba con ceño fruncido a Julieta, quién parecía ajena a ello. Toda su concentración estaba puesta en el sachet de kétchup que intentaba abrir con los dientes.
El prolongado silencio, se extendió, cuando Bella cruzó miradas con el cobrizo.
La oscuridad contenida en sus ojos, le hizo bajar la vista de manera instantánea.
—No estaba saliendo con tu colega... Simplemente vinimos al baile juntos... —Musitó, con las mejillas encendidas.
Alentada por lo feliz que se veía Charlie, al verla actuar como una adolescente normal, sumado a la insistencia del chico, se resignó a aceptar su invitación al baile.
De esa manera, hacía felices a su padre y al amable chico de la pizzería. Además, se sacaría de encima a sus indeseados pretendientes del instituto.
Ahora, se arrepentía en algo de su decisión, puesto que, no había previsto, que un simple baile, diera pie a tales rumores.
Alzó la vista, percatándose de que Julieta, la seguía mirando con ojos grandes, expectante a una explicación más detallada.
Dio un suspiro, mirando por el rabillo del ojo a Edward. Sus ojos hipnóticos, la miraban con intensidad, como queriendo desentrañar un misterio.
Bella se mordió el labio inferior, sintiendo su corazón retumbar contra su pecho.
—¿Y te fuiste por...? —La cotilla Stanley, la sacó de su breve trance.
—El esposo de mi madre se lesionó. Juega en las ligas menores y mi madre se ha quedado cuidando de él en Phoenix. — "Y yo de ella", agregó una voz socarrona para sus adentros. Sacudió la cabeza, espantando ese pensamiento y agregó: —Como no seguirían viajando, decidí volver a Phoenix...
—Ah.
Jessica, hizo una mueca, evidenciando su decepción. Su relato, carecía de la emoción que rodeaban los rumores que explicaban su repentina partida. Además, era consistente y verídico, lo que no dejaba lugar a dudas, para especulaciones que lo sazonaran. Era tan sencillo y sincero como ella. Dejó de prestarle atención y retomó la conversación con Lauren, quién miraba con cierta animosidad a Bella.
Dio un pequeño bufido. El sentimiento era mutuo.
—Yo creí que estaban saliendo. —Intervino Julieta. — Y que tu papá se había enterado, le había salido lo Trumphista y estaban en una especie de "aaaamorrr prohibido murmuran en las caaaalleeees", porque el Pana era inmigrante y pobre, que novedad —Agregó con tono irónico. —Y más encima... —Se lo pensó mejor e infló las mejillas, para auto censurarse.
Edward, miró en su dirección y alzó las cejas, como si hubiese captado el mensaje que pasó por su cabeza.
—Bueno, la cosa es que como en una telenovela, los había descubierto tu papá... Y en venganza, lo había denunciado a la migra. Y que por eso habían deportado al Pana. —Terminó su relato con una mueca de tristeza.
—Ni siquiera sabía que lo habían deportado.
Bella, sacudió la cabeza. Eso era raro, a niveles exagerados, incluso viniendo de alguien como ella.
—Eso es muy fantasioso, Julieta. —Comentó Alice con una sonrisa. —Pero... ¿interesante?
La vampira no encontró las palabras exactas, para expresar lo conmovedora que le parecía su historia, a la vez que exagerada. Sin embargo, optó por ser cortés, sin dejar de denotar, cierto desconcierto.
—Por eso les hice fanfic. —Respondió Julieta, muy pagada de sí misma, con una sonrisa.
Edward abrió los ojos, estupefacto.
—¿Un qué? —Inquirió Alice, confusa ante el término.
—Se llama...
—Hey chicos... Se hace tarde... —Intervino Mike, incorporándose, mientras miraba como lentamente se iba vaciando la cafetería.
—¡El informe!
Julieta, tomó con premura el agua mineral de Mike, sobre la mesa y corrió hasta la salida, empujando a varios alumnos de cursos inferiores en su prisa por llegar a tiempo a la oficina del maestro de literatura, mientras refunfuñaba mentalmente.
"Más le vale, a este dinosaurio arcaico, que no conoce el correo digital, me apruebe. ¿Sabe cuántos árboles murieron para que yo imprimiera en papel este mugroso informe...? Eso es... Voy a dar pena con eso. Debería ayudar..."
Edward, alzó las cejas con escepticismo, incorporándose con parsimonia, ante la mirada atenta de Bella.
"Si me reprueba... que se prepare el profe, para una muerte en sospechosas circunstancias. La muerte de estos arbolitos no será en vano. ¡Los vengaré!"
El vampiro, se quedó parado en su sitio, sin saber cómo proceder, ante el tono siniestro que habían adquirido los pensamientos de la chica.
¿No podía pensar eso en serio o sí?
Antes de abandonar la cafetería, cruzaron una última mirada, encontrándose Julieta, con el rostro preocupado del cobrizo.
La chica abrió los ojos con sorpresa, al recordar su habilidad para leer los pensamientos.
"¡Carajo! Digo.... Sé que oyes mis pensamientos, muchacho. Ñam, ñam, ñam."
Me avisa, si le gustó, si no le gustó, si le aburrió, si va a seguir leyendo, si no, como estuvo su día.
Cualquier pixel de interés se agradece con todo el kokoro.
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