
Fuiste
Además de cuidarme la espalda de la pelirroja, que todavía usaba Internet Explorer, porque de otra forma no me explicaba que no se hubiese enterado del chisme, que media Latinoamérica unida sabía, tenía que preocuparme de mi aberrante desempeño escolar.
El profe de Literatura me había advertido que, de no hacer un informe decente, que se adaptara a su interpretación de Orgullo y Prejuicio, me reprobaría. Condenándonos a otro fastidioso año escolar, soportándonos el uno al otro.
Él no quería eso y yo tampoco.
A ambos nos convenía que me dejara pasar.
Sin embargo, en su infinita crueldad, prefería reprobarme, antes que aceptar que Elizabeth, era un trópico "único y especial" que finalmente termina cediendo a los encantos del protagonista, mandando su supuesto desarrollo al diablo.
Al fin y al cabo, todos los personajes, ficticios o no, sucumben al poder del capitalismo.
—Señorita González, el manifiesto comunista, déjelo para la clase de historia. —Sugirió en tono severo, el viejo cuatro ojos.
Me acomodé los lentes, sobre el puente de la nariz y di un resoplido.
El único que se había resistido al poder de las gafas con armazón de nerd, era él. Porque sabía que el usar lentes, no te hacía más inteligente. Él mismo lo había comprobado, siendo un idiota.
—Tráigame un informe bien hecho de Orgullo y Prejuicio y tal vez, obtenga la nota suficiente para aprobar mi asignatura. De otra forma, me temo que nos volveremos a ver.
Su sonrisa socarrona, no me intimidó.
Quité con brusquedad, el examen reprobado de Romeo y Julieta, sobre el escritorio del viejo y caminé hasta la cafetería, para ahogar mis penas en redbul y papas fritas.
—¡Pero qué mierda!
Me quedé paralizada, en medio del pasillo que daba a la cafetería, viendo como refulgía una melena rojo fuego, delante de mí, a un par de pasos de distancia.
Las tragedias me perseguían hasta la escuelita.
Y venían en combo extragrande para llevar.
—¿Qué le pasa? —Preguntó alguien, cuya voz no reconocí.
Aquella caminata despreocupada, y el ignorarme de forma tan descarada, solo podía significar una cosa.
Iba a atacarme mientras comía.
De improvisto, la pelirroja volteó, descubriendo su cara pálida y una expresión confundida.
—¿Lauren? —A la pregunta le sucedió un suspiro de alivio. —¿Qué mierda te hiciste en el pelo?
Jessica, rio disimulada ante mi comentario, mientras que la aludida, hizo una mueca delatando su descontento.
—El cobrizo es tendencia esta temporada.
"Pareces una maldita vampira psicópata retrasada". Iba a responder.
Sin embargo, Lauren no tenía por qué ser víctima de mi paranoia. Resignada, me limité a morderme la lengua, el resto del camino a la cafetería, para no decir alguna imprudencia, o sugerirle que cambiara de tono de cabello.
En la mesa de siempre, nos esperaban Mike, Angela y Eric. Este último con una cámara de video de última generación, grabando con una solemnidad digna de documental.
—Las últimas semanas de los titanes de Forks... —Relataba enfocando a cada uno de los presentes.
Puse los ojos en blanco y me repantigué sobre la silla, mirando con descontento. la larga fila, para comprar comida.
—Oh por Dios. —Murmuró Angela, con la boca abierta de la impresión.
Jessica y Lauren torcieron el cuello, para enterarse del chisme.
Eric, se apresuró a grabar el objeto de la atención de su novia y abrió la boca como un pelotudo también.
Yo no.
Porque soy única y diferente... y mientras todos miraban, lo que sea que fuese tan impactante, aprovechaba de robarme su comida.
—Fuiste. —Les advertí a Eric, robándome su refresco sin abrir y a Jessica su ensalada.
—¡Oye! —Lauren, frunció el ceño, al percatarse de la ausencia de su pudín.
—El que fue a Melipilla, perdió su postre. —Dije encogiéndome de hombros.
—Creí que perdía su silla. —Replicó una voz cautivadora a mi espalda.
Haciendo eco, del refrán, Edward Cullen ocupó el lugar abandonado por Jessica, quién resignada, había ido por otra ensalada.
—¿Podemos unirnos a ustedes? —Desviando la atención de la desfachatez de su hermano, la dulce Alice, consultó antes de tomar asiento, junto a Jasper.
Nadie se negó al encanto sobrenatural de la vampira de aire inocente, a pesar de que, su instinto de supervivencia, luchaba contra sus ganas de deleitarse con la presencia de los depredadores.
Eran unos idiotas, acercándose a un volcán a punto de estallar, solo por conseguir popularidad.
Me hundí en la silla, con el postre entre las manos, rememorando el desastre en que había resultado nuestro último encuentro en su casa.
—Esto no salió como yo esperaba. —Comentó Willy, mientras conducía hasta casa.
Cesé de buscar snikers en la guantera y lo miré confundida.
—¿Y qué esperabas?
—Una reconciliación.
—¿Qué? Willy... ¿Te aspiraste la pintura de los cuadros o qué?
—Estúpida.
—Y Bosnia... —Repliqué en tono desafiante. — Cual reconciliación. De milagro no nos hacen puré. O batido. Tú serías batido dietético.
—Ridícula. —Dijo, poniendo los ojos en blanco. — Era obvio que no nos iban a hacer nada. Son los Cullen. —Espetó, como si aquello fuese la garantía de algo. —Son vampiros vegetarianos, viven en un bosque y uno de ellos está enamorado de una humana. Es el perfecto cliché romántico.
—¿Qué? Cuál cliché romántico. —Mi hermano era muy tonto, o se negaba a afrontar la realidad, creando universos alternos. — Carlisle tiene complejo de Toretto. —Por lo tanto, el cliché, designado, era el de una película de acción. — La familia, familia, nada es más importante que la familia. Te metiste con mi familia. Vamos a matarte por el bien de la familia. Familia, familia, familia.
— ¿Qué?
— ¿Qué? ¿No te diste cuenta? Me odian. Digo, antes por lo menos me toleraban. Ahora no me van a querer ver... ni en pintura.
Ambos nos reímos como un par de subnormales, ante la coincidencia.
—Más encima, a ti ni siquiera te conocen y piensan que eres igual que yo.... —Las risas de Willy, concluyeron de forma abrupta. —Solo porque eres mi hermano. —Mi risa de hiena, se hizo más estridente, siendo interrumpida, por las constantes quejas del Willy.
Esbocé una sonrisa tonta, al recordar la cara de constipado de mi hermano.
Desviando la vista de la ensalada, me enderecé, percatándome, de las miradas lacerantes de mis compañeros, las cuales iban de Bella, a Edward, a mí.
Fruncí el ceño.
¿Qué clase de patraña con forma de figura geométrica era esta?
¿El comienzo de una trama, desarrollada en base al recurso más manoseado de los dramas?
En ese caso no me conformaría con solo ser una arista. Pido la cúspide.
Jessica regresó, sin entrar en reparos por haber perdido su lugar, sentándose al otro extremo de la mesa, arrastrando con lentitud enervante el inmueble, para no interrumpir el incómodo silencio que se había cernido.
—Amor ¿qué dices si hoy vemos el club de la pelea?
—¿Otra vez?
Angela, puso los ojos en blanco, ante la petición de Eric, quién entusiasmado, por conocer un par de películas de culto, había decidido estudiar cine, postulando a todas las universidades con esa única opción.
—Es mi vocación amor, el amor al cine...
Retomando la grabación, pidió unas palabras para la posteridad.
Jessica levantó el dedo de en medio, Bella se tapó la cara y Lauren sacudió la melena, alejando la cámara con una mano. Para cuando llegó mi turno, decidí que pondría a prueba su supuesto amor al arte.
—En diez años más, tu amigo va a trabajar en la empresa del papito y tú... vas a seguir limpiando baños.
Eric, no captó mi magna referencia y torció el gesto disgustado. El resto de los presentes solo percibió el tono sombrío en mis palabras, tomándome por nihilista al pedo.
—Eres un idiota Eric. No sabes una chota de cine.
Saqué un tomate cherry de la ensalada de Jessica y se lo lancé a la cara.
—¡Hey!
La grabación del pseudo documental, nuevamente se vio interrumpida. Con premura, Eric, revisó los mecanismos de la cámara.
Para mi suerte, le había atinado a la altura del ojo. No al costoso aparato que tenía entre manos. Podía dejarlo tuerto, pero deberle una cámara profesional de chorrocientos mil dólares, jamás.
Suficientemente endeudada estaba con mi benefactor "anónimo". El comprador de los cuadros no era otro sino Antony Masen. No un pariente de Marilyn Mason o de Charles Manson. Lo que me dejaba doblemente encalillada.
"Debí casarme con Hassan, mientras tenía oportunidad". Pensé, apuñalando las verduras en el recipiente de bambú.
El turco, no solo tenía en común lo guapo, con Leonardo Di Caprio. También, compartía el gusto por las jovencitas de cierto rango etario. Para Hassan, ya era demasiado vieja, para ser su esposa.
Di un bufido.
Sin proponérmelo, de reojo vi, como Bella se enderezaba en la silla. Con lentitud, giró, para quedar de frente al único gringo que tenía dos apellidos. Su intención de entablar una conversación —o por lo menos, cruzar una palabra— fue evidente, sin embargo, cerró la boca de manera abrupta, antes de emitir un ruido siquiera.
—Yo voté por Machuca, cuando la nominaron en el festival internacional de Vancouver.
Aquello me sobresaltó, no solo por el hecho de que Edward, entendiera la referencia a una película extranjera, e ignorara de manera magistral mis referencias a Los Simpson, sino porque se había inclinado lo suficiente para que sus labios rozaran mi oreja y su aliento frío cosquilleara mi nuca.
Interpuse distancia, poniendo toda mi concentración en el pudín en mis manos y no en lo comestible que se veía él.
Sí.
Eso es.
Que rico pudín.
Que ganas de decirle sí a todo y besar... la cuchara que tenía el rico pudín.
Mierda.
Mis mejillas se estaban comenzando a calentar, como consecuencia de la intensidad con la que me miraba el rico pudín.
Digo, Edward.
¿Esto se iba a repetir todos los días?
No iba a ser capaz de compartir la misma mesa con él, fingiendo que era una persona civilizada, si por una parte quería estampar su carita toda preciosa, contra la mesa o embarrarle la cara con pudín, para lengüetearlo y decirle: "eres mío, ya te lamí."
Más compuesta, alcé las cejas con escepticismo.
—Edward. La película es del 2004. Para esa fecha ni nacías.
Me reí de mi propia broma y volví la atención al frasco vacío de pudín, que no dejé de raspar con la cuchara.
Por el rabillo del ojo, vi como esbozaba una sonrisa a modo de respuesta.
Jessica, encontró el momento preciso para integrarlo a la conversación, respecto a qué carrera querían cursar, después de concluir la escuelita.
Todas las miradas se posaron sobre el vampiro, quién comentó que entre sus posibilidades estaba el seguir los pasos de su padre, estudiando medicina o tomarse un año sabático en el sudeste asiático.
—Claro. Porque el que tiene plata hace lo que quiere. —Mascullé con resentimiento, por haber nacido pobre.
Un año sabático, haciendo nada más que respirar y viajar no estaba entre mis posibilidades, si quería seguir comiendo.
Lo más cerca que estaba de irme al extranjero, sería a lavar platos o limpiar baños.
—¿A qué universidad piensas postular Julieta? —Preguntó Angela, con sana curiosidad.
"A la universidad de la vida. Donde van lo' vio'." Quería responderle.
Sin embargo, Angela era demasiado amable, para confundirla con mis modismos y mis jergas en COA.
Aunque estuve muy tentada a ello, me abstuve, esbozando una sonrisa forzada en su lugar.
—Voy a ser monja. —Junté las palmas y levanté la vista en una pose, que emulaba santidad.
Las risas se hicieron presentes de inmediato, ante mi contestación, zanjando el tema para mí y volviendo a interrogar al resto de los reunidos en la mesa.
—Hey, Julieta no ha dicho qué quiere estudiar. —Interpeló Bella, para zafar de la pregunta.
Puse los ojos en blanco ante su insistencia.
—Cuando sea la Heisenberg de Forks y tu padre me arreste serás la primera en enterarte.
Varios se rieron ante la referencia, mientras otros me miraron con preocupación. Probablemente, aquellos que sospechaban que le vendía drogas al chico Hogwarts.
"Tan potentes que te hacen volar como Harry Potter."
Edward, frunció el ceño, gesticulando un ¿qué? A la espera de una explicación detallada.
Lo ignoré y presté atención a mis soñadores compañeros, los que sí tenían padres que les costearan la universidad.
Aclaro que yo también tengo padres... Pero mi mamá, sabía que no era buena para los estudios y prefirió gastarse la plata de mi universidad en un viaje a Punta Cana y Juan de Dios, con suerte tiene para mantenerse él.
Además, estaba el factor pelirroja psicópata en la ecuación.
¿Y si pagaba la matrícula y me terminaba matando?
No había reembolsos en caso de que estirara la pata. ¿O sí?
Seguí desvariando, hasta que el timbre, anunció que era tiempo de volver a clases.
Dejando la bandeja a un lado, me estiré sobre la mesa, para desperezarme.
Mi lucha contra el sueño, posterior al almuerzo, se extendió lo suficiente, para casi vaciar la cafetería. Ya todos habían abandonado la mesa.
Salvo por una excepción, la que me estudiaba con ávida curiosidad.
—No tienes por qué preocuparte por Victoria.
Era patente, el aplomo en sus palabras.
—Te creo... algo parecido dijiste respecto a.... déjame recordar. —Puse una mano en mi mentón en un ademán exagerado. —Algo de que me querías... o que no me ibas a dejar... Algo así. Ya no lo recuerdo.
Por un instante casi imperceptible, sus ojos dorados se estrecharon.
—Te protegeré con mi vida.
Mi risa socarrona, resonó en la cafetería vacía, en un eco de amarga alegría.
—Edward, estás muerto. —Puse los ojos en blanco, por su desatinada elección de palabras. — No intentes arreglarla, pecho frío, solo lo empeoras.
—¿Es lo mismo para nosotros?
Me encogí de hombros y le di la espalda, caminando hasta la salida.
—No hay ningún nosotros, pecho frío.
Que no se pierda la bella tradición de los capítulos de más de dos mil palabras y publicar pasada la medianoche.
¿Sandías qué...?
Estuve peleando conmigo por la primera parte del capítulo, porque, eso no fue una referencia, fue propaganda descarada.
Pero, bueno.
No está demás, recordar que las opiniones de los personajes, son responsabilidad de ellos y no representan la opinión de su servidora.
O tal vez sí, porque la obra refleja a su autor. No sé. Abro debate.
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