El comeback del que nadie se acordó y que todos necesitábamos
Estaba muy a gusto, preparando tallarines con carne, cuando el descriteriado de mi hermano, me honró con su presencia.
Y como obviamente, era un amante del drama, no podía solo entrar.
Tenía que cruzar la puerta con escándalo.
—¡Qué es ese olor! —Se quejó, mientras yo revolvía mi salsita bien sazonada, pa' todos los carnacas del cacerío. — ¡Y esa música!
—Quiero matar ballenas hasta exterminarlas... y que todos los bosques por fin se talen.... Las lagunas con basura rellenarlas y poner bombas en el Discovery Chanel... —Seguí cantando, haciendo caso omiso a su griterío.
Tomé un tallarín y lo arrojé hasta el techo.
—Listeilor. —Dije cuando quedó colgando.
—¡Julieta! —Willy dejó su bolso sobre el sillón y avanzó a grandes zancadas.
—...Cuando reviente yo ya no voy a estar... mirá cómo tiemblo, yo ya no voy a estar...
—Julieta Gertrudis González Tapia... —Masculló, con el rostro rojo de ira, desviando la vista de su satén de teflón, recién achicharrada, a mí. Agrandé los ojos con pánico. —¿Eso es carne? ¿Carne en mi wok?
Di un suspiro aliviada.
Cierto. La salsa y la carnita asada —ligeramente chamuscada— cubría lo quemado. El regaño por quemar y fundir la mitad de las ollas iba a quedar para otra ocasión.
—Carne salteada con verduras... —Dije, asintiendo muy pagada de misma. — Las verduras son en tu honor.
—¿Por qué hay tallarines pegados en el techo? —Preguntó con el ceño fruncido.
A sus espaldas, Taylor asomaba tímidamente, alzando la vista con curiosidad.
—Es la súper técnica ancestral para comprobar que los tallarines están en su punto.
Willy y Taylor compartieron una mirada cómplice, coincidiendo ambos que era mejor no dejarme sola. En la cocina, por lo menos.
***
Con el regreso del Willy, se confirmó algo que decía como broma, pero se transformó en una dolorosa realidad.
Un hecho evidenciado con su ausencia.
Una afirmación que se había grabado a fuego —literalmente.
No sabía cocinar.
Ni agua hervida.
El primer día, de mis desventuras en la cocina, había dejado agua hirviendo en una olla, para preparar tallarines. Sin embargo, salí, se me olvidó y encontré la olla fundida y el agua desaparecida. Todo un misterio, a resolver, digno de novela de Aghata Christie.
—Es un milagro que no hayas explotado la casa. —Comentó Willy, mientras revolvía sus verduras asadas. Originalmente iban a ser salteadas, pero con la discusión —y la emoción, porqué no mencionar la emoción tan grande que me dio, verlo llegar. Y la ira... la creciente ira, de que se fuera sin avisar y me dejara como a un calcetín guacho...
—Envidioso, todo porque cocino mejor que tú. —Respondí, con la boca llena, sin dejar de masticar el mismo pedazo de carne, del primer y único bocado que había dado. Estaba más duro que charchazo de la mamá.
—Ridícula...
Desistió de comer sus verduras color ahumado y se reclinó en la silla para mirar a Taylor con ojos de amor.
Me devoré, el plato con avidez, para ignorar a los tórtolos. Un nudo me acalambró el estómago. Tal vez Lola tenía razón... Me estaba volviendo una amargada repelente a las parejas felices.
Sin que se lo pidiera, Willy comenzó a darme detalles de su reencuentro con Taylor.
De como la luna, con ascendencia en no sé qué, se alineó con el cometa de no sé dónde y su signo de agua apagó el fuego y se cruzaron con un perro lunar.
Con mi cara de concentrada y asentimientos intermitentes, hice como que entendía algo de lo que me decía. Cabe aclarar, que no lo ignoraba. Tenía puesta en él, toda mi atención, con tal de pasar por alto, el sabor de la comida.
No obstante, a pesar de mis esfuerzos, sus términos y frases de lector del horóscopo eran confusos, por lo que mi cerebro los desechaba con rapidez.
—...Y con la luna llena en Capricornio, nos reencontramos. —Concluyó Willy, mirando furtivo a Taylor.
—Y supe, que no podía vivir sin él. Will es el amor de mi vida, eso no va a cambiar nunca. Ni con el tiempo, o la distancia.
Aquello nos tomó por sorpresa, tanto a Willy como a mí. Taylor era una persona de pocas palabras. Reservado y serio. No hablaba más de lo necesario y rara vez, compartía tan abiertamente sus sentimientos por mi hermano. Sumado a eso, parecía incómodo cuando era el foco de atención.
Sin embargo, en lugar de sonrojarse y ocultar parte de su rostro con sus manos, se sentó derecho, para mirar a Willy a los ojos.
—Tay...
Las mejillas de Willy se encendieron y sus ojos brillaron expectantes.
Taylor atrapó el rostro sonrosado de mi hermano y cerró la distancia con un apasionado beso, provocando que el nudo en mi estómago se intensificara.
Ahora en lugar de mariposas, tenía víboras envidiosas en el estómago.
Refutando esta teoría, solté un sonoro eructo, terminando con mis molestias estomacales y con la atmósfera de romanticismo.
—¡Julieta! —Se quejó mi hermano, terminando el contacto íntimo con su pareja y frunciendo el ceño. — ¡Estúpida! ¡Qué asco!
Por su parte, Taylor desvió la vista, con evidente vergüenza ajena.
—Lo siento. —Musité. La verdad no lo sentía, porque ahora me sentía mucho mejor. —Creo que la carne me cayó mal...
Willy puso los ojos en blanco y se incorporó, finalizando la cena que apenas había probado.
—¡Fuera de mi cocina! Voy a lavar los platos...
Me puse de pie y me dirigí hasta el sofá frente al televisor, hasta que recordé que, si él lavaba las ollas, se enteraría de que estaban sin fondo.
—¡No deja ahí! ¡Lavo yo!
Willy volteó a verme extrañado, con una sombra de sospecha cruzando su rostro.
Tragué grueso, en un breve, pero delator silencio, que le hizo entrecerrar los ojos con suspicacia.
—Julieta Gertrudis...
¿Una sombra de sospecha?
Willy tenía una tormenta de certeza escrita en toda la cara.
—Tengo que salir... —Repuse enseguida, improvisando un plan para escapar de su regaño y enmendar mi desastre.
Simulando una falsa calma, entre trotes apresurados, me dirigí a mi habitación, para recoger las llaves del Suzuki y conducir hasta el centro comercial más lujoso, con el que me cruzara, para comprar las ollas más caras y resistentes del mercado —en las que iba a cocinar comida en oferta, por supuesto.
—¡Julieta qué hiciste!
—¡Nada! —Grité desde la puerta corriendo a toda velocidad.
Esa era la idea.
Sin embargo, afuera, una gruesa capa de nieve cubría las veredas. Antes de llegar al auto, me fui de culo contra la acera. No obstante, aquello, no fue impedimento para que huyera a toda prisa. Con la adrenalina corriendo por mis venas, me puse de pie enseguida, sin darme el tiempo de limpiarme siquiera.
—¡Julieta!
Todavía escuchaba los gritos de mi hermano.
Debía huir.
¡Huir!
Antes de que se diera cuenta de la masacre de sus ollas y saliera a darme sartenazos.
Ahhh.
Cierto que sartenes tampoco tenía.
Gif que resume el capítulo, porque todos mis banner tienen al Edward y como no apareció... Aprecien las habilidades culinarias de la Julieta.
Capítulo humilde en cantidad de palabras, editado con una mezcla de café, cerveza y alertas de evacuación preventiva, porque 9 de cada 10 desastres naturales prefiere Chile. Y 9 de cada 10 incendios forestales, prefiere mi pueblo. El décimo, prefiere rodearlo o estar muy cerca.
La ansiedad me tenía chopeco, pero, los comentarios, lecturas y estrellitas me motivaron al chorrocientos porciento. Y como lo prometido es deuda, le traigo capítulo con mucho amor.
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