El after del after
La reciente revelación no hizo mella en el buen humor de Julieta.
Ninguna pelirroja con aires de mesías, le iba a robar la calma...
...Es decir, iba a arruinar su fiesta de graduación.
Seguiría bailando, jugando beer pong y cantando desafinado. Esa noche disfrutaría como una recién graduada, a la que todo le daba igual.
Ya habría tiempo para lamentarse...
Sus días estarían contados, pero las cumbias eran eternas.
—YO... TOMO VINO Y CERVEZA ¡PISCO Y RON...! —Se escuchaba desde algún recóndito rincón de la mansión.
Dedicándole una mirada de disculpa a Taylor, William corrió para buscar a su hermana entre los jóvenes que bailaban animados, alzando sus bebidas.
—¡PAAARA OLVIDARME DE ELLA! ¡MARA...! ¡Umf! — William la detuvo, en el momento preciso en que se disponía a distorsionar el coro de una conocida canción.
—Ni una palabra más. Julieta González. Ni un trago más. —Advirtió, frunciendo el ceño.
—¡Pero si es coca cola! ¡Ese gil, que no se puso con ni uno, se tomó todo el werisnake! ¡Rata!
—Julieta, no sé de quién hablas...
—Ese... el Darío, el que recogimos cuando veníamos para acá. Ese... —Frunció el ceño, confusa al identificar a la silueta recostada en una extraña pose de contorsionista. — Que está durmiendo sobre el sofá... ¿Estará vivo?
—¿Trajiste a un desconocido a la casa de los Cullen? —William podía sentir como el calor huía de su cara, mientras su voz temblorosa, se desvanecía en un susurro.
—Trajimos... Y no es un desconocido. Se llama Danilo, y nació el nueve de septiembre.
Se frotó la sien, en un intento por aplacar el dolor de cabeza que era su hermana.
—Entiendes que ahora mismo, en la habitación contigua, están los Cullen y parte de la manada deliberando para encontrar una manera de lidiar con Victoria. —Julieta seguía sorbiendo la pajita de bambú, impávida. —¡Para salvarte el pellejo!
—No pasa nah... acá estamos los choros y los que controlan el tráfico...
—¿Podrías tomarte este asunto en serio?
—Bueno ¿y? ¿Les pedí yo que hicieran un congreso justo ahora? No. ¿Les pedí, que me protejan de la pelirroja? No.
—Julieta...
Ignorando el tono serio que había empleado William y su cara de estreñido, Julieta, entornó los ojos y se dirigió al jardín trasero.
Contrario a las aseveraciones de William, no todos los hombres lobo y vampiros se hayaban reunidos en el despacho de Carlisle.
Enfrascados en una acalorada discusión, estaban ambos enemigos naturales, en las afueras de la mansión.
***
Edward, escuchó atentamente los descargos del joven Quileute, oteando cada rincón de su mente, el cual, no dejó ver más allá de sus palabras. Prevenido de que el tramposo chupasangre, podía leer sus pensamientos, Paul, se preparó para ser un lienzo en blanco, trasparentando solo aquello que quería decir.
Era solo, un joven preocupado por su amiga, y las intenciones que tenía aquel vampiro con ella. Nada más.
—No me interesa, con quién sales y lo que hagas con tu vida. —Enfatizó con voz áspera el joven licántropo. —Pero, lo que sea que hagas no involucres a Julieta. —Edward, elevó una ceja, mirando por sobre su hombro. A considerable distancia, la muchacha, estaba reunida con otros jóvenes enrolando un porro. —No quiero verla sufrir otra vez, por culpa de un vampiro que no sabe que hacer...
—Te agradezco que hayas cuidado de ella durante mi ausencia. —El tono del vampiro, era conciliador y educado. Paul, crispó los puños. —Pero, ya no es necesario que te preocupes por Julieta. Estoy aquí y no me iré de su lado.
—¿Eres estúpido? Ella no quiere estar contigo. No haces más que darle problemas y confundirla.
— Trae pa' acá... — Ambos hicieron silencio para escuchar a la humana discutir con sus compañeros. — No dai una.
—La protejo.
—No. No lo haces. La haces sufrir. Yo... yo la veo sufrir... —Una vacilación casi imperceptible, derrumbó la fachada de Paul. Edward entrecerró los ojos, al confirmar sus sospechas.
—La amas...
—No. —Respondió automáticamente Paul. —No al menos, de la forma que amaré a mi impronta. Pero... me agrada. —Tardó un momento en encontrar las palabras correctas, para explicar lo que sentía por ella.
Una calidez se instalaba en su pecho, cuando estaba junto a la chica, una sensación agradable, que iba más allá de la cordialidad y camadería, y sin embargo, no lograba clasificar.
Quería verla con más frecuencia, y pasar tiempo a su lado, sin necesariamente tener un quehacer de por medio, no obstante, con el regreso de Cullen, sus encuentros eran más esporádicos, y se habían vuelto casi furtivos, como si le debiese algún tipo de explicación al vampiro.
La determinación de este último, y lo despistada que parecía Juieta, activaban dentro del licántropo, un instinto protector, del que no tenía conocimiento, hasta ese momento.
Por alguna razón que desconocía, se sentía con la obligación de proteger a esa humana atolondrada, aunque eso conllevara enfrentarse en condiciones desfavorables a su enemigo natural.
Edward, lo observó en silencio, avergonzado de admitir, que lo estaba midiendo como a un rival. Los pensamientos del joven licántropo carecían de premeditada malicia para fastidiarlo y no había fantasías lascivas que involucraran a la humana. Sus recuerdos iban de la admiración, al genuino cariño, que no sabía cómo expresar. No quería dar un paso más allá con ella. No si eso implicaba, romperle el corazón, como aquel chupasangre. O dejarla tan decepcionada y triste como a Leah. Una víctima colateral de lo que implicaba amar a una un hombre lobo, que estaba destinado a amar a otra persona.
—Ella es... —La frase quedó inconclusa, a causa de una repentina interrupción.
— Pero ¡qué mierda acabas de hacer!
El bramido de uno de los recién graduados, hizo que ambas criaturas sobrenaturales se pusieran alerta, prestando atención a la discusión que se desarrollaba a unos metros de distancia.
—¡Iban a fumarse un grillo, tontos!
En cuclillas y alumbrando con una linterna, Tyler, intentaba salvar los restos de mota que no habían volado —tan lejos — con el soplido que le había dado Julieta, al porro que estaban armando. Su soplo, digno del lobo y los tres cerditos, había sido según ella, para salvar a una invisible polilla, de la que nadie se había percatado.
Rápidamente, fue echada del círculo de marihuanos, junto con Eric, quién había aguantado una pitada, con los ojos abiertos, y sin reírse de cualquier cosa.
—Vámonos mi guacho. —Dijo Julieta, consolando a un Erick, que no se daba cuenta de nada. Con un brazo arrimado sobre sus hombros, lo condujo hasta el interior de la mansión. —¡Ay la canción de los Jojo's! —Los pequeños ojos del muchacho se abrieron con emoción.
Con ridículas poses de lo que ambos consumidores de anime denominaban las Jojo pose, William vio arruinado un clásico del reguetón, por la voz desafinada de su hermana y una performance que rayaba en lo ridículo.
Afuera, sin llegar a ser iluminados por las lámparas colgantes, con las que Alice, había decorado cuidadosamente, cada rincón del jardín trasero, Edward y Paul seguían en un tenso silencio.
—Ya sabes lo que pienso. —Señaló Paul, con recelo. —Pero, de todas formas, te advierto, que si ella llega a derramar una lágrima por tu culpa... me olvidaré de esta estúpida tregua.
—Espero que cumplas tu palabra y no la ilusiones inútilmente. —Siseó Edward, en respuesta.
Ignorando el tono amenazante de los pensamientos del joven licántropo, volvió a la mansión, conteniéndose para ir a paso humano.
El reguetón, nuevamente había sido reemplazado por las cumbias y como había advertido entre los pensamientos libidinosos de los jóvenes recién graduados, Julieta estaba bailando, sin zapatos, despeinada y con un botellín de cerveza entre las manos.
—No, me quiero ir a dormir... quiero seguir tomando... quiero seguir bailando... cumbia hasta morir... —Cantaba animada por los pocos asistentes a la fiesta que quedaban en pie.
Entre ellos Emmett y Jasper, quién se había dejado influenciar por las emociones que predominaban en la fiesta de graduación.
Contrario a su perpetuo, estado de tensión, Jasper se veía relajado. Feliz incluso, bailando —un poco fuera de lugar, teniendo en consideración, el ritmo de la canción— junto a Alice. Su cara de constipado había sido reemplazada por una sonrisa.
—¡Dónde es el after cabras! —Preguntó Julieta, alargando la "s" al final de la frase. —Afírmate, afírmate, mier... —Trastabillando con sus propios pies, sacudió los brazos, en busca de apoyo y dado el caso, para amortiguar la caída.
Edward, la sostuvo, justo a tiempo, para que no se le vieran los calzones de abuelita, que traía bajo el vestido.
—Hora de dormir, bella durmiente. —Edward, esbozó una sonrisa, mientras la cargaba estilo princesa. Dadas, las circunstancias, ebria durmiente, era un mejor apodo.
—¿Y el after? —El hálito alcohólico, era perceptible en su aliento, sin embargo, sus ojos grandes y vivaces, lo observaban con atención. —¿Y el after, del after?
—A dormir. —Sentenció el vampiro, sin dejar lugar a réplicas.
Julieta, echó la cabeza hacia atrás y se dejó llevar. Literalmente. Había dejado los pies, bailando y la sensación de frío que se filtraba desde la camisa del vampiro, era reconfortante.
—¡Ay no! —Espetó la humana, removiéndose inquieta entre los brazos del vampiro, que la observaba preocupado. —¡No bailamos la canción de graduación con Seth! Boya, boya, boya ai nou, aiu yu gat the fils... —Edward alzó una ceja.
Desde la llegada del joven licántropo, que Julieta tanto estimaba, las canciones variaron de los ritmos latinos y su ininteligible lírica, hasta el pop coreano y sus elaboradas coreografías. Entrecerrando los ojos, la chica volvió a echar con lentitud, la cabeza hacia atrás.
—Cierto que se está comiendo con Jessica. Tamos ready. —Masculló antes de ser vencida, por el cansancio, el sueño, el humo de los porros, que no fumó, pero sí arruinó y las malas noticias, que no impidieron que fuese una noche inolvidable.
Un pixel de interés y subo otro capítulo altoke y ke paza, aunque se me derrita la neurona.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro