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Cuidado con el voltaje nena

Si no captan la magna referencia en el título de esta cochiná, me muero.


El momento que medio Latinoamérica unida estaba esperando, se vio interrumpido con un hiatus de meses, porque me entró la fiaca. Ahhh, así no era.

Bueno, esta es la parte donde saco a relucir mis –inexistentes– dotes de relatora erótica. Así que, tome asiento, agárrese los calzones y con la otra mano, agarre la biblia, porque se viene...

Consciente de que mi boca abierta, y ojos desorbitados, se adecuaban más o menos al contexto, pero, mi expresión patidifusa, no encajaba mucho en una escena erótica, cerré el hocic... digo junte los labios. Asumo me veía más seria, a los ojos del vampiro, que aguantaba la respiración.

¿Preparadas para la acción?

Las manos en la biblia, donde yo las vea.

Cómo describir lo que aconteció...

Como diría el gran Coscuella "Prrrmm..."

O el legendario dúo Wisin y Yandel, "esta noche quiero hacerle... Rakata, rakata"

O el dúo sobrenatural Alexis y Fido, "métele... caliente"

Nah...

Fue tanto el voltaje nena, que me electrocuté, con tanto sexo, sudor y calor

Digo...

Mis piernas se abrieron, gentilmente para recibir el caeza papa, y empezar a hacer cochinae...

¡No!

Digo...

El calor se concentró en mi núcleo...

En las novelas eróticas, que había leído, la palabra "núcleo" se utilizaba frecuentemente, para referirse a la anatomía femenina. Sin embargo, en lugar de contextualizarme, me hacían recordar la serie Chernóbil y sus operadores vestidos de panaderos, y el colapso del núcleo del reactor.

Entonces, en lugar de continuar con la lectura erótica, buscaba información sobre el accidente nuclear o volvía a ver la miniserie por millonésima vez.

"Me le está calentando el núcleo del reactor 4, camarada"

–¿Chernóbil?

Los vestigios de la sonrisa traviesa de Edward, se dejaban entrever en su expresión confundida.

Sacudí la cabeza y me mordí el labio antes de responder.

–¡No!... ¿No sabes que es mala educación andar espiando los pensamientos de la gente?

–¿Hay algo que quieras ocultarme? –Alzó las cejas de manera sugerente. ¿Qué sugería? No tengo la más mínima idea, pero, parecía intrigado.

–Por supuesto. –Respondí a su pregunta con franqueza.

No valía la pena mentirle, después de todo le había entregado mi corazón y próximamente el cul... digo, la sinceridad era fundamental en cualquier vínculo.

Momento.

¿Quería yo que esto fuese un vínculo? ¿Algo que involucrara, más que un furtivo encuentro sexual?

Como no tenía ganas de pensar, ni quería dejar pasar esta oportunidad, –la que, con toda seguridad, se me presentaría una vez en la vida– me lancé a sus brazos –los que menos mal, me atraparon sino hubiese besado el suelo de la cocina, en lugar de sus labios– y dejé que mi instinto primitivo tomara el control.

El frío de sus manos, me estremecía, pero no quería que dejara de tocarme. Sus labios suaves y su aliento dulce, me impedían pensar con claridad, mas no necesitaba pensar. Solo quería sentir y dejarme llevar...

Tomándome de la cintura, me levantó como si no pesara nada y envolví mis piernas en sus caderas. Cerré los ojos con fuerza. Si era un sueño, no quería despertar y si estaba en un manicomio, medicada al borde de una sobredosis, tampoco quería volver a estar cuerda. Y si estaba dormida, con la boca abierta, babeando en la micro, esperaba que el trayecto fuese eterno.

Edward separó sus labios de los míos para dar una breve carcajada. Frunciendo el ceño, abrí los ojos para ver su sonrisa torcida.

Con mis manos en su nuca, tironee su cabello. Musitó, comprobando que aquello, no era un sueño. Aunque, luego recordé que la que debía sentir dolor, para despertar era yo.

–No es un sueño. –Edward me miraba a los ojos con una intensidad abrumadora. Comencé a hiperventilar y luego recordé que debía entrar la guata, lo que me puso más tensa de lo que ya estaba.

–No, ¿cierto? –Respondí de manera apresurada. –En mis sueños siempre queda la cagada, ahora mismo llegarían los zombis... –Cerré la boca de manera abrupta y desvié la vista de su rostro de belleza celestial, para confirmar rápidamente que no había criaturas no-muertas en los alrededores.

El hilo de mis pensamientos comenzó a desvariar, conforme el vampiro me robaba el aliento.

La vista del perfecto Adonis, frente a mí, disipó las dudas. Era ahora, o nunca... ¿Y si luego, le venía el arrepentimiento? ¿Y si el líder Norcoreano, lanzaba un misil, justo acá, y los gringos respondían, lanzando uno a Rusia y comenzaba la Tercera Guerra Mundial? En honor a la humanidad, haría que esos últimos 72 minutos fueran los más provechosos y dichosos de mi vida.

Sin dejar de besarlo, y apegándome a su cuerpo, comencé a desabotonar su camisa azul claro. Mis dedos temblorosos, estaban dificultándome ese cometido. Esperaba que asociara aquello a lo cachonda que estaba y no a mi nerviosismo, que iba aumentando a cada segundo, de manera exponencial.

O peor... que indagara en mis pensamientos. No paraba de enumerar, preocupaciones mundanas, responsables en su mayor parte de mi creciente ansiedad.

¿Me había bañado hoy?

¿Me había depilado?

¿Qué tanto podía ver, con su visión súper desarrollada?

¿Notaría mis estrías incluso con la luz apagada?

¿Y si me había salido celulitis en el culo y no me había percatado?

No era lo que se dice una belleza hegemónica.

Tenía pelos, donde se suponía que no debía tener pelos, el color de mi piel, iba variando de acuerdo a la exposición que tenía al sol y por ende no era uniforme. Encima apenas respiraba, mientras me esforzaba por echar la guata pa' dentro y ocultar mi panza.

La vista de su torso desnudo y comprobar que no solo su rostro, era la encarnación de la perfección, sino también su cuerpo, hizo aumentar mi inseguridad, de por sí elevada, hasta niveles insospechados.

Si en lugar de ver competencias de cachetadas rusas en Yutub, hubiese seguido una rutina de ejercicios, estaría tonificada, me lamenté.

Y si en lugar de comer chatarra, hubiese comprado productos de skin care, no tendría marcas de acné en la espalda.

Había elegido ser feliz, comiendo chatarra y viendo salir volando a los participantes escuálidos que se enfrentaban a pelados robustos, con las manos cubiertas de magnesio.

Estaba llena de pifias, que no sabía cómo ocultar, ni tampoco disimular.

¿Cómo podía zafar?

Edward, acalló mis pensamientos, besándome con una intensidad que me dejó sin aliento. Bueno, eso y mi preocupación porque no se me viera guata, hizo que la cabeza me diera vueltas y casi me diera un porrazo.

Conchetu... –Un vocablo propio de mi rancho se escapó de mis labios, rompiendo el hechizo. O tal vez, fue el hecho de que me empecé a reír de manera incontrolable.

Edward enarcó una ceja, sin dejar de sostener mi nuca –la que casi se da contra la encimera de piedra.

Recostada como estaba, mi guata no sobresalía, con cada respiración agitada que daba. Sin dejar de mirarme Edward se inclinó hasta casi rozar su pecho con el mío –el que tampoco, sobresalía mucho, cabe mencionar.

Su mano pasó de mi nuca, hasta mi cara, apartando los cabellos que cubrían mis mejillas sonrosadas.

–Eres hermosa. –Su voz melosa, contrastaba con la avidez, de su mirada. –Si estás incómoda, si quieres detenerte, si te hago daño...

–Lo harás bien. –Interrumpí.

No cabía duda, de que él, haría todo perfecto a la primera. El problema era otro. El problema tenía nombre y apellido y se negaba a admitir que era el problema.

Volví a enredar mis dedos en su cabello y a tratar de concentrarme en el momento, en la suavidad de su piel, en su aliento embriagador y no en los sonidos quejumbrosos que intentaba suprimir e inevitablemente, salían de mis labios, cada vez que sus dedos fríos me rozaban.

Mis mejillas se colorearon con violencia, al percatarme que gemía, al más mínimo contacto de sus manos gélidas.

Me mordí el labio, mientras su boca descendía hasta mi cuello con lentitud.

Se tomaba su tiempo, con sus manos alrededor de mi cintura y su lengua saboreando mi piel.

Mis uñas se aferraban a la piel de su espalda, producto de la tensión.

¿Se me olvidaba algo importante?

¿Qué cara estaba haciendo ahora mismo?

¿Mi voz era sexy o se asemejaba a una tortuga gimiendo?

Sus manos ahora ascendían desde mi vientre, hasta mis costillas, por debajo de mi camiseta.

Mierda.

Con tanto nerviosismo, me estaba asemejando a una maldita estrella de mar.

Exhalé un suspiro, preparando el próximo movimiento.

–Julieta...

–No, no es cierto. Claro que sí. Lo haremos sin sentimientos de por medio, a lo rockstar.

Edward se detuvo, sosteniendo mi mentón entre sus dedos, obligándome a sostenerle la mirada. Sus ojos oscuros, exigían sinceridad.

Cómo el vampiro, estaba inmóvil a la espera de que yo tomara la iniciativa, había tomado ciertas precauciones advertí. No respiraba, para estar privado de su sentido del olfato.

Por ende, fui solo yo, la que se percató del olor a quemado.

Con las manos sobre su pecho, interpuse distancia, incapaz de alzar la vista y mirarlo a los ojos.

–¡Los panqueques! –Chillé saltando de la encimera.

Apenas había dado un paso, cuando se me dobló el pie de la nada. No solo estaba roja e hiperventilada, también me había doblado vergonzosamente el tobillo, antes de estirar el brazo para apagar la llama de la cocina.

Edward, se rio en mi cara de mi torpeza, sin ningún reparo.

Fruncí los labios e inflé las mejillas.

Frente a frente, nos miramos un tiempo infinitesimal, antes de que desviara la vista a los panqueques que no parecían quemados. Tal vez, me había fallado el olfato y lo único que olía a quemado era mi suerte. O mis neuronas.

La idea era culiar, sin encularse, pero, yo lo había hecho al revés, sin siquiera culiar.







Admiren ese meme, ¿sí o no que queda bien, con el capítulo?

¿Hemos sido robados?

Cuénteme si se sintió estafada y si desea hacer su reclamo. Sus dudas y sugerencias serán recepcionadas y respondidas a la brevedad, por la esclava del servicio a la lectora.

Y recuerde
"este material es como las we*as, pero a la larga es bueno"

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