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Bienvenida la vagancia

La ceremonia de graduación fue al aire libre.

Aprovechando el buen clima —más concretamente que no lloviera, porque pedirle un pixel de sol a este pueblo, era esperar un milagro— los alumnos de cursos inferiores, apostaron sillas para los alumnos de último curso y sus invitados, en las afueras del gimnasio.

Las primeras filas, estaban reservadas para los recién graduados envestidos por una horrible toga amarilla.

—En las películas esta cosa es negra. —Dije extendiendo los brazos. —¿Quién chota pensó que era buena idea hacerlas amarillas? Parecemos teletubis.

Bella sacudió la cabeza, en un silencioso reproche. Ignorando mi queja, se adelantó para tomar su lugar, mientras Jessica, caminaba en círculos, repitiendo una y otra vez su discurso.

—Más encima huele a naftalina... —Continué olisqueando las mangas.

—¡Cállate Julieta! ¡Me distraes! —La voz de Jessica, se elevó lo suficiente para que todas las miradas se concentraran en ella.

El calor invadió su cara, cuando desvió la vista y descubrió a Edward Cullen, mirando en nuestra dirección, con un ápice de rencor.

—¡Uy! A alguien no le tocó anoche...

Jessica hizo una mueca disgustada y con paso apresurado, se encaminó hasta el escenario de madera.

Con las manos entrelazadas tras la espalda, la seguí.

—Tanto drama por un discurso. Si se te olvida improvisa y ya. —La animé, sin considerar que quizás consiguiera el efecto contrario.

Jessica siguió ignorándome, mientras revisaba el cableado que cruzaba el piso de madera.

—¿Está encendido? —Consulté dando ligeros golpes al micrófono sobre el estrado barnizado.

—No. —Masculló desconectando el aparato.

Con los ojos ensanchados de sorpresa, hice un mohín, enfurruñada.

—Jess ¡relájate! Nadie va a recordar tu discurso... a menos que... Hagas el ridículo, se te trabe la lengua o te caigas del escenario.

La aludida puso los ojos en blanco y me volvió la espalda, caminando hasta el otro extremo del escenario, mientras murmuraba hostilidades.

—¡Para ti también amiga! —Grite a modo de despedida, con una sonrisa.

El buen humor, no me duró mucho, ya que, por andar de comediante, tropecé con los cables enrollados en el piso.

"Cagó la toga." Pensé al irme de culo.

Ahora tendría que subir a recibir el certificado con el trasero embarrado.

¡Maldito Karma!

Para mi suerte, los malvados villanos, jamás recibimos nuestro merecido.

Antes de que mis posaderas tocaran las tablas de madera, humedecidas por la lluvia, Edward me tomó por las axilas, evitando mi caída.

—Vaya... —Mascullé incorporándome con premura. —Ahora sí que eres idéntico a Cedric Diggory. —Dije mientras alisaba la toga a la altura de mis rodillas. —Igualito a como estiró la pata.

No iba a admitir en voz alta lo guapísimo que se veía.

Todos nos parecíamos al pajarraco de plaza sésamo con la toga amarilla, que se asemejaba más a una malla de limones, que, al vestuario de una graduación, sin embargo, él vestía con propiedad y elegancia.

Daba igual si llevaba harapos, una horrible toga de graduación o un traje a medida.

Toda la atención se iba a su rostro de facciones simétricas y sus ojos hipnóticos.

Las manos de Edward dejaron de sostenerme, para poner distancia, endureciéndose su gesto, mientras se cruzaba de brazos.

—Deberías fijarte por dónde caminas.

Su tono gélido, fue una punzada en el pecho, que encubrí con una sonrisa irónica.

—Para qué. Si tengo a un vampiro espiando que no me saque la cres...

Edward, interrumpió con un gruñido de advertencia, que simuló con una falsa tos.

Agrandé los ojos con pánico al ver a Bella, escuchando a hurtadillas, desde el borde de los escalones.

—¡Ah! —Exclamé con una nota de pánico. —¡Bella!

La chica hundió los hombros y me extendió un sobre color marfil.

—La invitación que te prometí. —Murmuró mirando a mi espalda, con evidente interés.

Probablemente, Edward seguía frío en su sitio, ante la posibilidad de que Bella hubiese captado algo de nuestra breve conversación.

—¡Ven! ¡Vamos a entregársela a Taylor! —Arrimándole un brazo, sobre los hombros, la invité a largarnos de allí....

...Y a no hacer preguntas incómodas, que no iba a saber cómo responder. Salvo con la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad. Porque mentir es malo y no quiero otro motivo para irme al infierno, donde de seguro tenía un apartado VIP, junto a otro famoso antisemita y al general que mi vieja tanto defendía.

La chica se removió incómoda, sin presentar mayor objeción, mirando a intervalos de forma muy mal disimulada a Edward, mientras nos alejábamos.

Los lugares destinados a los futuros graduados no estaban ordenados en orden alfabético.

Diría que, a estas alturas, esas sutilezas me traían sin cuidado, no obstante, el tener que sentarme entre Bella Swan y Edward Cullen, hacía emerger mi nostalgia por lo tradicional, el orden y la organización.

Entrecerré los ojos con sospecha, al ver como Jessica, a un par de filas de distancia, ocultaba su sonrisa con una mano, mientras cotilleaba con Angela.

<<Que perra mi amiga>>

Resignada, me senté entre mi ex y la tipa que le tiraba los corridos, para aguantar una tortuosa ceremonia, que rogaba no se extendiera demasiado.

Tal vez, la ceremonia, duró lo que cualquier graduación, no obstante, para mí, fue una eternidad, en la que luché, para no quedarme dormida.

Con el codo sobre la rodilla y la palma de la mano sobre la mejilla, disimulaba los bostezos, mientras los maestros daban su perorata.

Disconforme con la posición, volví a enderezarme, con un bufido abatido.

Edward, alzó el índice en un ademán de silencio, mirándome con reproche.

Le saqué la lengua, y volví a repantigarme, escondiendo las manos en los bolsillos de la toga.

¿Cómo había aguantado tantas ceremonias de graduación, sin morir de aburrimiento?

"Porque ya está muerto, genio".

Cierto.

Sin embargo, tener que pasar por el tedio de la escuela y las ceremonias de graduación, por el resto de la eternidad, se me antojaba la más terrible de las condenas, equiparable a una eternidad en el purgatorio.

¿Para qué tomarse tantas molestias?

El director subió al estrado, con un eco de aplausos forzados y continuó el discurso.

Tamborileé brevemente los dedos, sobre el reposabrazos de la silla y miré a Edward con los labios fruncidos, para no reclamar su reciente acción. Su mano gélida, sobre la mía, había cesado todo movimiento.

Retiré la mano con suavidad y volví la atención, a las mangas de la toga, cuyos hilos, se habían desprendido, al enredarse en la vieja madera desastillada de la silla.

Ensimismada, tiré uno de los hilos, esperando a que se cortara, Sin embargo, en lugar de encontrar un límite, la manga de la toga se deshilachaba infinitamente.

Enarqué las cejas, ante el descubrimiento. Con rapidez, volví a meter las manos a los bolsillos y saqué el encendedor que estaba guardado hace quién sabe cuándo. Quizás algún fumador, lo había perdido, la graduación pasada.

Pajarón.

Con disimulo y sumo cuidado, acerqué la pequeña llama, hasta los hilos sueltos de la manga, para que no se siguieran desprendiendo.

—Mierda... —Mascullé, al percatarme de que la toga, no era de algodón, como me imaginaba.

Además de fea. Mala calidad.


La rápida reacción de Edward, impidió que me convirtiera en la antorcha humana.

O en el sinsajo. En la parte dos. En llamas, cuando su vestido se consume en una llamarada.

"Llamarada Moe", pensé, reprimiendo la risa, al ver el borde ennegrecido de la manga de la toga.

El sonoro carraspeo del director, se oyó por los alto parlantes, mientras daba una mirada acusatoria en nuestra dirección. Incómodo, por el aura intimidante de las criaturas sobrenaturales, que lo hacían sudar, volvió la vista hasta las hojas revueltas sobre el estrado, intercalando su atención entre su discurso y el público.

Abrí los ojos con desmesura, poniendo toda mi atención, en las palabras del hombre rollizo, labios estrechos y cara roja.

Sin embargo, su discurso era repetitivo y trivial.

Volví a esconder las manos en los bolsillos de la toga y esta vez, saqué un yo-yo.

¡Hace mucho no veía uno de estos!

Sonreí emocionada, por el juguete retro y ensayé con rapidez y cautela un par de movimientos con la mano derecha. Bella no me delataría, ni me reprendería.

—¿Qué haces? —Preguntó Edward en un susurro.

Estrechando la distancia, se inclinó para envolverme con su mirada inquisidora. Su dulce aliento, cosquilleó mi cara, estremeciéndome con su frío.

—Nada... —Repliqué inocente, escondiendo las manos tras la espalda.

El vampiro me observó estático, hasta que humedecí los labios. Sus ojos se detuvieron un instante en el trivial gesto, para luego desviar la vista con rapidez, volviendo a enderezarse en su sitio.

Por el otro lado, Bella se mantuvo callada como imaginé.

Sin embargo, ante cualquier cambio de postura del vampiro, ella respondía de manera casi automática, removiéndose inquieta, para adoptar una nueva postura que le permitiera verlo mejor. A hurtadillas, y con disimulo, lo observaba con anhelo, mientras se mordía el labio.

Era evidente, que se sentía atraída por el magnetismo natural del vampiro. Se notaba en cómo sus ojos se ensanchaban con emoción, cada vez que alguien hablaba de él o en cómo se mordía el labio, cada vez que nos honraba con su presencia.

Apreté los labios en una línea, sin dejar de oscilar el yo-yo.

Decidida, a manifestar mi creciente ira y a practicar mis trucos con el yo-yo, elegí un objetivo conocido.

Para desgracia de Mike, divisaba su nuca de cabellera rubia, en la fila siguiente.

Tomando impulso, en rápidos movimientos verticales, lancé el yo-yo en una imprecisa diagonal, que pretendía ser horizontal.

El redondeado objeto de plástico, cambió de trayectoria al desprenderse de la cuerda de algodón que lo mantenía en órbita, saliendo disparado hacia la cabeza de Jessica.

Culpa de ella por andar de babosa, tras de Mike.

A centímetros de la cabeza dura de Jessica, el pequeño objeto desapareció, al ser interceptado, por Edward.

—Detente. —Su voz grave, realzaba su tono autoritario.

—Ups. —Dije haciéndome la desentendida.

Bella a mi lado, se encogió en la silla, al cruzar una mirada con la criatura de aspecto intimidante. Avergonzada, la chica de mejillas encendidas, se ocultó detrás de una cortina de cabello.

Un breve momento de distracción, que Edward aprovechó, para pulverizar mi juguete entre sus manos de granito.

—¡Oye! —Aleteé, intentando impedir aquello, no obstante, ya era tarde.

El objeto de plástico, desapareció como arena entre sus dedos.

—Silencio. —Masculló mirando al frente, fingiendo que prestaba atención.

—Cállame. —Le desafié, cruzándome de brazos.

Edward alzó una ceja, mientras sus labios se curvaban en una sonrisa petulante.

Di un bufido, irritada. Ya no tenía con qué pasar el resto de la hora, sin morir de aburrimiento.

Para mi suerte, los altoparlantes, anunciaron el primer graduado. Volví la atención al escenario, percatándome de lo rápido que pasaban los estudiantes a recoger su certificado.

***

Los estudiantes pasaban como una exhalación.

La entrega de certificados era rápida, mecánica y fría.

Siquiera había tiempo, para la foto de rigor y para que sus padres les aplaudieran, antes de que pasara el siguiente.

Era un momento memorable, que duraba menos que el flash de la foto.

Así que decidí extenderlo —un poquito—, para que no se perdiera en mis memorias, como lo que había almorzado ayer.

Subí al escenario corriendo, alzando lo brazos sobre la cabeza, y buscando con la mirada a mi hermano, mientras repetía "¡lo hicimos, lo hicimos!", marcando así, el primer precedente.

Mientras, el profesor Molina, me entregaba el certificado, aproveché el breve lapsus, para arrebatarle el micrófono al director, quien acomodaba los papeles, para anunciar al siguiente graduado.

—Quiero darle las gracias... —Comencé mi propio discurso de graduación. —Al hombre más importante de mi vida... —Una breve pausa, para crear expectación y ver por el rabillo del ojo, como subían el profe de Literatura y el de Historia, por los escalones que conducían al escenario —¡Mi hermano Willy! ¡Saluda hombre! —Le incité.

Willy estaba de pie, aplaudiendo, junto a Taylor y doña Chepa.

¡Lo hicimos, vieja! —Alzando el puño, comencé a gritar: —SAAA CHEEE III...

Se escuchó un "chi" a lo lejos, de entre el público. De su emisario, solo pude distinguir una cabellera castaño claro, antes de que me quitaran el micrófono y me obligaran a bajar del escenario a trompicones.

Posterior a eso, la entrega de títulos se hizo con mayor celeridad, para evitar que algún otro estudiante, replicara la escena.

En tiempo récord, estaba junto a mis compañeros saltando en grupo, abriendo un espumante, acompañados de cánticos que rimaban con "eh, eh, eh, tenemos sed, tenemos sed."

Mis invitados de honor, Willy, Taylor y doña Chepa, fueron los primeros en felicitarme.

Doña Chepa, me palmeó con dureza la espalda, mientras sus ojos se fijaban en la alta figura masculina, que cruzaba el campus acompañado de su hija.

—¿Y ese hombre tan guapo? ¿Será papá soltero? —Preguntó sin dejar de abrazarme.

Ni idea doña. No tengo ojos en la espalda. —Aunque la descripción, encajaba con el padre policía de Bella Swan, necesitaba más antecedentes para estar segura. —¿Tiene bigote de turco y cara de que te va a meter un tunazo? Digo... ¿tiene pinta de policía?

—Que me meta la presa ese hombre...

—¡Doña Chepa!

Abrí los ojos con desmesura, al reparar en mi error. En la frase anterior, sobraba un artículo, que mi mente mal enseñada, había agregado, distorsionando las palabras de doña Chepa.

"Soy una degenerada", concluí sacudiendo la cabeza, mientras el calor ascendía hasta mis mejillas.

—Ahí viene el doctor. —Anunció con fugaz entusiasmo. — Viene con su mujer, así que se me pasaron todos los males... Mejor voy a que me pasen un parte, porque ando sin frenos...

La miré boquiabierta, sacudir las caderas en una extraña danza de cortejo.

—¡Felicidades!

En lugar de apretujarme como una anaconda por, desmantelar su casa, maldecir a su esposo —por acomodarme la mano sin anestesia— y no darle ni la hora a su hijo —porque Dios perdona, yo no—la señora Cullen, me rodeó con sus brazos fríos, en un abrazo maternal, con auténtica felicidad, por mi etapa superada.

—Pensamos que no lo iba a lograr. —Comentó Willy, entre risas.

—¿Pensamos? ¿Quiénes? ¡Obvio que iba a graduarme! —Por la razón o la fuerza. O por esa legendaria clausula en el estatuto estudiantil, que aseguraba, que en caso de que se incendiara la escuelita, todos nos graduábamos automáticamente. O en caso de que un estudiante estirara la pata. El sacrificado sería Eric. Le daría la oportunidad de cumplir el sueño de todo otaku. Renacer en un Isekai.

—Fue casi un milagro... Como si le hubiese ayudado un ángel guardián... —Willy enarcó una ceja, compartiendo una mirada cómplice con el doctor Cullen.

Pasé con las rodillas pelás, pero lo importante es pasar.

—¡Julieta! —Me reprochó Willy, acercándose para darme un codazo a la altura de las costillas.

—¡Le dai color! ¡Si ni cachan!

—Ay que vergüenza. —Susurró mi hermano, como si los vampiros, no fuesen capaces de escucharlo. Ni siquiera sus pensamientos estaban a resguardo. Sin premeditarlo, busqué a colorado con la mirada.

El muy canalla estaba, de lo más cómodo, hablando con una rubia, que no había visto ni en trilla de papas. Su cabello, brillaba de forma antinatural, como el cabello de las vampiras cuya inmortalidad las dota de una belleza encantadora, por lo que concluir que era uno de ellos, fue casi automático.

Además, ningún humano, se desenvolvía con soltura con Edward y la desconocida rubia, estaba riéndose de sus chistes malos y tocándole el hombro muy casualmente. ¿O era el brazo? Lo que sea, a esta distancia y sin mis lentes, podía perfectamente confundirlo con un pajarraco amarillo y cazarlo.

—Bueno... Nos vemos por la noche, doctor...

—Llámame Carlisle, Will.

Ahora fue el Willy, quién recibió un codazo en las costillas, —con excesiva e inmerecida violencia me temo— por sonreír como una gata rompe hogares.

Después de ese momento embarazoso, fuimos a buscar a Taylor, quien charlaba con su jefe, el jefe de policía, junto a doña Chepa y Bella, que tenía cara de no disfrutar de la atención y felicitaciones, que recibía por culminar la secundaria y ser libre de este martirio llamado educación secundaria, te veo en el infierno. Bienvenida sea la vagancia.












Un capítulo con sachei, y otra referencia alusiva a mi rancho, en el mes patrio.

Porque sí, hoy es 18 de Septiembre y el presente capítulo, ha sido traído a usted, con incontables empanadas en la cuerpa y un motecito con huesillo pa' la calore. (Cuál calor si estoy más fría que vampiro).

Demás está decir, que se aprecian los comentarios, y los análisis me suben la serotonina, lo suficiente para sacar capítulo, a lo trastornao'

Se le quiere estimada lectora, no se pierda.

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