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¿Amigas o rivales?

Edward, estaba lo suficientemente embriagado con la esencia de la chica mezclándose con su propio aliento, como para no prever la brusca interrupción que le sucedió.

Concentrado el fulgor de sus mejillas, su vista descendió hasta la piel de su cuello, donde latía firme su pulso, deleitándolo con el sonido rítmico de su corazón bombeando sangre. Se relamió los labios, ante el recuerdo del sabor, luego de limpiarla de la ponzoña.

El éxtasis que le había producido beber su sangre, era indescriptible. Trascender, liberándose de todos los vestigios de su humanidad y renacer como una auténtica criatura de cuento de terror.

La visión de la chica lívida e inerte entre sus brazos, detuvo su frenesí.

Con renuencia, se alejó, reteniendo el aire en sus pulmones. Sus ojos negros, buscaron los marrones de la chica, quién había desviado la mirada hasta el pasillo, para incorporarse con rapidez, arriesgándose a una nueva caída.

—¡Bella!

La aludida, caminaba por el pasillo con prisa, avergonzada por su involuntaria irrupción. Cabizbaja, siguió su marcha, sin quitarse los audífonos, en su intento por ignorar los gritos estridentes de la chica, que corría por alcanzarla.

—¡Mi mochila!

Recordando que no contaba con sus pertenencias para abandonar el recinto, Julieta volvió sobre sus pasos, parándose frente a la puerta del salón, golpeando la punta del pie contra el piso, con impaciencia.

—¿Falta mucho?

Edward desvió la vista de los ojos chocolate de Isabella Swan y sacudió la cabeza.

—No realmente.

—Genial.

Sin esperar una señal, un permiso o una afirmación, Julieta irrumpió en el salón con desfachatez.

Edward, observó su comportamiento a través de los pensamientos de sus compañeros. Como era de esperarse, la maestra la reprendió por su actitud, a lo que ella respondió encogiéndose de hombros, argumentando que, de todas formas, la clase estaba por terminar.

Bella, dio un suspiro abatido, captando la atención del vampiro.

Los ojos de la humana de silenciosos pensamientos se agrandaron con sorpresa, tiñéndose sus mejillas de carmesí, al ser descubierta mirándolo.

A pesar de no le era posible percibir siquiera un atisbo de lo que pasaba por su cabeza, sus emociones se reflejaban con sinceridad en su rostro pueril.

Sorpresa, vergüenza y fascinación.

Estaba siendo descortés, al mirarlo con descaro, sin embargo, le era imposible quitar la vista de aquel ser de belleza demoledora y ojos hipnóticos.

Edward, entrecerró los ojos, concentrado en desentrañar los secretos que ocultaba su mente cerrada.

Indecisa, Bella giró los talones y sosteniéndole la mirada dio un paso en su dirección. Desafiando su timidez, avanzó otro paso, encaminándose hasta donde estaba Edward, alentada por la soledad y el silencio que los rodeaba.

Chavela, Chayanne, Chacabuco. Nos Belmont. —Se despidió Julieta, de la señora Goff, saliendo de la clase de español.

Desconcertada, Bella se paró en medio del pasillo, desviando la vista hasta el suelo. Acomodando la mochila sobre su hombro, retomó la marcha hasta el estacionamiento.

Nuevamente, Julieta irrumpía en escena, con sus términos extraños y su nula capacidad para leer el ambiente.

Dirigiéndose a Edward, sin ningún reparó, comenzó a bailar una extraña danza de pasos al azar y movimientos erráticos con las manos.

—Adivina quién te ganó en Español, perrito.

Edward frunció el ceño, volviendo la vista.

¡Este pechito! Como te quedó el ojo guacho. No... si soy una bala. —Pausó brevemente el baile, para retomarlo de manera exagerada. — Le gané a un Cullen...

Su espíritu competitivo, renacía, después de haber sido liquidado, por la perspectiva de que no importa qué tan buena fuese en algo. Siempre habría un asiático que lo haría mil veces mejor. O un gringo, en este caso. A veces incluso, no era necesario, alejarse demasiado. En su entorno, también había personas que se destacaban, más en algo que ella dominaba.

—Lógicamente. Tu idioma nativo es el español. —Dijo Lauren con una mueca.

—La enviiiidiaaaa.

—Ni siquiera sé por qué te dejaron tomar la asignatura. —Intervino Jessica, dejando entrever su molestia.

Estaba considerando, solicitar una audiencia con el director, exigiendo explicaciones por aquella injusticia. Dejarle tomar una clase que obviamente iba a aprobar con nota sobresaliente, era un trato desigual, que rayaba lo absurdo.

Edward, sonrió con aire siniestro, dispuesto a aceptar el desafío. Ciertamente sus influencias eran mucho más efectivas que las de Jessica, y no tenía problema en volver a demostrarlo.

—Si fuera tú, me preocuparía de pasar Literatura.

Descartando ir con el director, Jessica, decidió atacar por algo que realmente hiciera mella en el humor de la chica.

—¡Mierda! — Su baile cesó de golpe, buscando con desespero entre los presentes, a la muchacha tímida que se esforzaba por pasar desapercibida. — ¿Dónde chota se metió Bella?

—¡Beeellaaa! —Grité, mientras cruzaba el campus a toda velocidad para llegar hasta el estacionamiento.

La chica hizo caso omiso, concentrada en su lectura.

—¡Beeellaaa!

Agité los brazos por sobre la cabeza, en un gesto inútil por llamar su atención.

Bella, continúo enfrascada en el romance de época que nos habían encomendado en clase de literatura y el que apostaba, había releído más de una vez a juzgar por lo gastado del lomo que sostenía.

Antes de que acomodara su mochila sobre el capot de su vieja camioneta, y se alistara para marcharse, apresuré el paso, en una carrera digna de mi pariente Speedy González, para alcanzarla.

—¡Beeellaaa! —Grité a todo pulmón, a pesar de que estábamos frente a frente.

La chica se sobresaltó a causa de mi efusividad y se quitó los audífonos con premura.

—Julieta. —Murmuró con resignación.

Alzó las cejas y se acomodó la mochila en el hombro, tamborileando los dedos.

—Bella, te necesito.

A los amigos hay que tenerlos cerca y a las enemigas, que le echan el ojo a tu exnovio más cerca todavía....

Nah.

No es cierto.

Recurría a ella porque era la única que podía ayudarme a pasar Literatura. Bueno, ella y el que no debe ser nombrado, rebautizado: el alumno estrella, salvo en español, porque le gané.

—Necesito que me ayudes con Literatura. —En un innecesario ademán, puse cara de perro atropellado.

Bella no era el tipo de persona, que rechazaría el ayudar a otro. Menos a alguien en una situación tan penosa, desesperada y hasta precaria como la mía. Mi futuro dependía de ella. Literalmente. Además, era una persona buena. Las personas buenas, hacen el bien, sin importar de quien se trate. Tienen el espíritu evangelizador en el ADN.

—No sé si pueda...

Aquello me tomó por sorpresa. Rebatiendo mi teoría, Bella hizo una mueca, reafirmando que no estaba dispuesta a aceptar.

—Hoy en tu casa a las siete. —Presioné sin darle tiempo de inventar una excusa.

Derrotada, dio un suspiro.

—Está bien.

—Yo llevo el cocaví.

—¿Qué?

—Snacks. —Corregí de manera automática.

Sacudió la cabeza, confirmando la hora una vez más y se subió a su camioneta.

Yo la imité. Encaramada en el Suzuki-chan, subí el volumen de la radio, al sonar una de mis canciones favoritas.

Don't call me gringo, you fuckin' beaner, stay on your side of the godmamn river, don't call me gringo... you beaner...

Por andar de cantante casi chocó la parte posterior del cacharro de Bella. Abrí los ojos con desmesura, al percibir una sensación de déjà vu. El aparcamiento estaba vacío salvo por la camioneta Chevrolet de Bella y el lujoso Volvo C30, que retrocedía para dirigirse a la salida. Un Volvo, que ahora estaba lejos de mi alcance, porque ya no era del interés de veteranos suggar daddy.

La casa de Bella quedaba a unas pocas calles de la mía. En no más de cinco minutos, me planté puntual en su puerta, con la pizza recién comprada entre manos.

—¡Bellaaa! —Grité, ante la imposibilidad de tocar el timbre.

Ojalá no estuviera con audífonos, de otra manera, tendríamos que compartir media pizza.

Para la fortuna de ambas, no tardó en abrir.

—Hola, hola...

Llevaba la misma ropa que en la mañana en el instituto. Una acotación innecesaria, pero importante, porque de haber sido la reunión en mi casa, me hubiera pillado en piyama. Punto a mi favor, por tomar esa precaución. Pensar correcto es lo que hago.jpg.

—Pasa...

La casa de Bella era la típica de los suburbios... Pero, de los suburbios gringos. Ni pariente de las casas que se ubicaban en la periferia de mi rancho. Por fuera era de color blanco, de dos plantas y se veía muy amplia. El interior estaba pobremente iluminado, debido a los colores opacos que predominaban en las paredes, salvo por la cocina que se alcanzaba a divisar desde el living. El amarillo chillón, intentaba crear una falsa perspectiva de luminosidad.

Bella se acomodó en el suelo, junto al sofá y yo la imité, cruzándome de piernas.

—Supongo que has traído un computador... —Preguntó al tiempo que apilaba, sus apuntes sobre la mesa de centro.

Alcé la caja de pizza familiar, para que la tomara y me dispuse a sacar el notebook de la mochila.

—Esperemos que haya sobrevivido a la caída —Dije poniendo el aparato sobre la mesa. —Recién se me cayó. Mira, quedó hasta doblado. —Musité, apuntando a una de las esquinas del aparato.

—Ok.

Bella se perdió en la cocina con la caja de pizza familiar entre manos, mientras yo rogué silenciosamente a que el notebook, soportara mi torpeza. Para mi alivio, prendió con dificultad, y un inicio de pantalla pixeleado, el que demoró un par de minutos en volverse nítido otra vez.

—¡Está vivo! —Celebré alzando los brazos.

Por su parte, Bella trajo pizza, en platos de porcelana y cubiertos para celebrar.

—¿Qué sabes de Orgullo y prejuicio? —Interrogó, mientras yo miraba la barra del documento Word en blanco, esperando que el informe se hiciera solo.

Me quedé en silencio, entrecerrando los ojos, poniendo toda mi concentración en la diminuta barra, para que, con el poder de la mente, hiciera su trabajo, sin tener que desgastar mi cerebro.

"Ya pues. Obedéceme. Así como en Matrix."

—¡Julieta!

Su llamado de atención me sobresaltó.

—¿Qué?

—¿Leíste Orgullo y prejuicio?

—Que pongas en duda, mi responsabilidad, me ofende muchísimo.

—¿Y qué sabes del libro? —Su gesto volvió a ser serio. —Resúmelo.

—Lo que diga maestra. —Me enderecé, apoyando la espalda en el sofá y enfoqué la vista en un punto fijo, haciendo memoria. —El señor Darcy es un clasista, Elizabeth, se cree única y diferente, para terminar, con el millonario clasista y maleducado y el resto de los personajes son relleno. Sus historias son relleno, y solo sirven para destacar lo buena persona que es Elizabeth. Además, Jane Austen, tiene una fijación por hacer self-insert y no pierde oportunidad con su obra más famosa, obviamente, así que se mete a la historia, como la inocente Jane, que nada hace, salvo ser una especie de celestina que le da consejos a Elizabeth y avala el amor verdadero y ¡dale que es millonario! Encima es hermosa, y se queda con el segundo interés romántico más decente de la historia, porque el resto de los personajes masculinos, son basura, excepto por el señor Bennet, que es un macabeo, pero es buena gente. En resumen, es disney para adultos.

—Eso es... —Volví la vista a Bella, quién me escrutaba con una expresión de desaprobación y disgusto. —Es un pésimo resumen.

—Lo mismo dijo el profe cuatro ojos. —Respondí encogiéndome de hombros.

Rebusqué en la mochila, hasta dar con el estuche de los lentes con una sonrisa. Por un macro segundo creí haberlos olvidado.

—Es... —Bella se llevó una mano a la sien y dio un suspiro. —¿Entiendes que es un clásico de la literatura universal?

—No. Por eso necesito que me ayudes a encontrarle la gracia.

—Solo.... —Otro suspiro, esta vez de ofuscación. —Te ayudaré si no vuelves a decir eso.

—¿Qué cosa? ¿Qué es disney para adultos, o que el señor Darcy es un zorrón?

—¿Un qué? —Abrió la boca, y la cerró luego de un ademán de estar quedándose sin aire. —Silencio. Y escribe todo lo que te diga.

—A la orden jefa.

Bella me dictó su interpretación de Orgullo y prejuicio, el que apostaba cualquier cosa, coincidía con el del profesor de literatura.

Es decir, una buena calificación asegurada.

Mientras me encargaba de escribirlo con mis propios términos, porque de otra forma me acusarían de plagio y me llevaría el FBI, el que luego me acusaría de tráfico, y le avisaría a la Interpol, la que me acusaría de secuestro de menores y robo, enterándose así los Vulturi que seguía vivita, coleando y de chismosa, ventilando su secreto, a los cuatro vientos...

Desencadenando así, un efecto dominó de desgracias.

Un desastre tras otro, que no se comparaba al Willy enojado, si es que se enteraba que andaba visitando países europeos, sin él.

—Tres mil palabras. No está mal. —Asentí. — No está nada mal. Con esto si tengo para aprobar. ¿Qué me dices Bella?

La aludida se mordió el labio y acomodó un mechón tras de su oreja antes de contestar.

—Eso creo...

—¡Wujú!

—Lo revisaré para asegurarme.

—Ok. Yo iré por más pizza. ¡Equipo dinamita!

Forzó una sonrisa, para luego volver la vista al computador.

Cuando volví con la pizza, Bella seguía con la vista fija en la pantalla, aparentando leer. Y puedo asegurarlo porque la barrita no se había movido ni una línea y tenía cara de perdida.

—Edward y tú... —Musitó, luego de un largo silencio. Seguí zampándome la pizza, fingiendo desinterés. —¿Edward y tú están peleados?

—No...

—Parecen distantes...

—Sí...

Bella, se removió inquieta y desvió la mirada, volviendo la atención al computador.

—No estamos peleados. Terminamos.

Bella giró, para mirarme con la boca abierta.

—Lo siento... Yo... no sabía.

Alcé las cejas.

Eso distaba mucho de lo que me había dicho Jessica. O más bien, de lo que no paraba de repetir durante la clase de Español. La impactante entrada de Edward Cullen y Bella Swan, a la cafetería —el magno evento que me perdí, por andar robando comida a los despistados.

¿Juntos y revueltos? ¿Por qué habían llegado juntos a la cafetería? ¿Estaban saliendo? ¿Era Alice, cercana a Bella? ¿Por qué Jasper no dejaba de tener cara de estar sufriendo? Preguntas que no dejaba de hacer Jessica, hasta que le entregaron los resultados de su examen de Español, encerrándola en un mutismo, al no saber lo realmente importante ¿suspendería la materia?

—¿En serio? Creí que medio pueblo lo sabía.

—Supongo que... no sintonizo bien con la gente.

Me encogí de hombros.

—Como sea. Está soltero el hombre, paso dato.

Las sutilezas no eran lo mío. A pesar, de que era más que manifiesto el interés de Bella por el irresistible —y ahora codiciado soltero— Cullen, no resistí el impulso de ponerla a prueba.

Bella, enrojeció hasta las orejas y volvió su atención a la comida, para disimular lo hiperventilada.

Suprimí un bufido.

—Y tú qué. Llegaste a la cafetería con él. ¿No te dijo que estaba soltero?

¿Y si ya había conseguido otra vieja? Hemos sido engañadas...

¡O peor!

¿Si había dejado una garothina en Brasil?

Eu voi a ir a sua casa e voi a apuñalar sua tráquea 58 veces....

Elmo sabe dónde vives, maldito perro infiel.

—No... nada de eso. —Bella interrumpió mi planificación mental, del allanamiento de morada, parte II: la venganza de la cornuda. —Solo, nos encontramos en el pasillo y caminamos hasta la cafetería.

—Ah. ¿Y cómo es ella? —Sacudí la cabeza. —Digo... ¿De qué hablaron?

¿Era una pregunta normal cierto?

No era el tipo de pregunta que haría una exnovia, yandere, psicópata, ¿verdad?

Los límites de la cordura se estaban volviendo difusos y no podía descartar la posibilidad de que estuviera siendo poseída por el espíritu de Yuno Gasai.

Bella dio un suspiro y bajó la vista hasta sus manos, haciendo que la incertidumbre se hiciera insostenible.

Intenté desenmarañar, el caos que era mi cabeza, enfocándome en las certezas.

Primero, era obvio que Bella estaba atraída por Edward. Lógico. Era un vampiro, guapo y millonario, que vivía en el bosque junto a las hadas y brillaba igual que campanita. Irresistible el hombre.

Segundo, no sabía qué tan en serio iría, o si haría el intento de acercarse a él, en plan conquista. Sin embargo, Bella era una buena persona y no rompería el sagrado código de la amistad. "No te comerás el recalentado de tu amiga."

La nueva interrogante ahora era... ¿Éramos tan cercanas para considerarnos amigas?

Para mi conveniencia, podía ser hasta mi mejor amiga, sin embargo, no podía contar con que ella, opinara lo mismo. No con lo distante que era con todos los chicos de su edad. Y con el mundo en general.

Tercero. ¿Si Bella y Edward, comenzaban a salir... aquello me eximía de la pena de muerte impuesta por la pelirroja?

Había que ver el lado bueno a las cosas, y la verdad que dejara de acecharme a la pelirroja, era mi vaso medio lleno. Casi lleno. Rebosante.

¿Y si bajo esa misma premisa me quitaba a los Vulturi de encima?

Willy se enteró de la verdad... pero ¡No fui yo quien le dijo! ¡Fue Bella!

—De nada. —La miré confusa. ¿Cuándo le había dado las gracias? —Caminamos en silencio. —Se mordió el labio, en una larga pausa, en la que aproveché de rememorar qué le había dicho hace un momento. —Soy un poco tímida y Edward... es algo intimidante. Es imposible no ponerse nerviosa, cuando él está cerca.

Asentí, empatizando.

—Además... debes haberlo notado ya, pero sus ojos son extraños.

—¿Cómo raros?

¿Estaba bizco y no me había dado cuenta? Soy un poco distraída, pero no a ese nivel.

—Cambian de color...

—Ah... —Me llevé una mano a la frente. —Eso... —Me acerqué, con gesto serio. —Bella, ¿podrías guardar un secreto?

La castaña, abrió los ojos con sorpresa.

—Por supuesto... yo... no le diré a nadie.

Guardé silencio, de manera solemne, para crear expectación.

—Es su secreto. ¿Entiendes? Ni siquiera es mí secreto, pero... No sé si debería decírtelo. —Sacudí la cabeza negando. — No... no puedo hacerle eso.

—Puedes confiar en mí. —Sus ojos límpidos, destilaban sinceridad. —No se lo diré a nadie.

—Es un asunto serio Bella. No es cualquier cosa. Es... su más íntimo secreto.

Bella, ni siquiera pestañeaba, presa de una curiosidad insana.

Pasé las manos por mi pelo y di un suspiro. Con la espalda recta y mirando fijamente a los ojos a Bella —que parecía haber dejado de respirar— me decidí a terminar con la incertidumbre.

—Edward Cullen... es otaku.

Bella abrió la boca en una mezcla de asombro y decepción. Estaba pintado en toda su cara, que le habían tomado el pelo, por lo que me apresuré a explicar.

—Hace cosplay, y a veces se le olvida quitarse las lentillas. Por eso a veces sus ojos se ven negros y otras veces dorados.

—No es cierto.

—Lo mismo dije yo. Pero, cuando me mostró el cosplay de Itachi, no me quedó duda. Edward, no solo hace cosplay, es el cosplay. ¿Por qué crees que no se junta con nadie? Es su desarrollo de personaje, a villano.

La chica seguía mirándome confundida e incrédula, con un destello de duda en sus ojos.

Ella podía saber mucho de literatura clásica, sin embargo, yo, sin saber un carajo de letras, podía inventarle la perfecta excusa, a base de puro manga y anime.

De esa manera espantaba las dudas que rondaban en su cabeza respecto a la naturaleza evitativa de Edward, y de paso la espantaba como una pretendiente.






Agradecer con todo el poder del amor a KyVelasquez por sus preciosos recursos audiovisuales, que calzaron a la perfección. Sospecho que esa mujer me lee el pensamiento —procede a ponerse un gorrito de aluminio casero.
Gracias por todo beba. Esperaba tenerte el capítulo el viernes, pero, los caminos de la viiidaaa.
PD. Espero actualización yo también ah, no te demores tanto con el capítulo jfhfjsjd🙈

Me cuenta que le pareció esta última actualización, o me cuenta de su vida, qué se yo. O no me cuente nada y pase de largo, haga lo que le plazca, es una nación libre.

Estrellitas, votos y recomendaciones, son apreciadas y veneradas. —Le meten tremenda funa por el rumbo que va tomando la historia ajdhhfjdjf.

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