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Team Edward vs Team Hassan

Porque son vísperas navideñas, porque estoy de buen humor, porque los comentarios y votos dan vida ¡y son gratis! Déjame unooooo. Aquí nuevo capítulo.

Estaba comiéndome con un pan con palta y mayo, cuando Willy azotó la puerta principal con escándalo.

- OAYYY ¡Dónde está la futura señora Cullen! -Un pedacito de pan se me fue por el camino viejo, provocando que tosiera desesperada por despejar mis vías aéreas.

Willy miraba con gesto confundido, mientras yo aleteaba frenética para que me asistiera con la maniobra de Heimlich. Ahora que la necesitaba, no la hacía.

Luego, de unos instantes en que vi la escalera al cielo, fui capaz de respirar con normalidad ante la indolencia de mi hermano.

- Ya pues, cuéntame. -Demandó al tiempo que dejaba un vaso con agua sobre la mesa. Fruncí el ceño mirando lo que me quedaba de pan y su cara de cuasi homicida por omisión.

¿Y si Edward seguía por los alrededores y había escuchado aquello?

Nahhh.

Hoy le tocaba cazar pobres animalitos. Porque era un vampiro especista, que valoraba más una vida humana que una animal. Él y su familia eran del tipo "vegetarianos" me había explicado en el bosque. En lugar de beber sangre de vírgenes y hombres guapos, cazaban animales salvajes que causaban problemas de sobrepoblación.

- Fuimos a pasear... Y conversamos... Y...

- Cómo besa, dime. Es 100% hetero o...

- ¡Willy! Es hetero... creo...

- No te besó.

- No, no lo hizo. ¡Y tú cómo sabes!

- Porque si lo hubieras besado, no tendrías la duda si es hetero o no, pues niña.

- Ah...

-Tampoco te manoseó. Obvio, si ni siquiera te dio un beso.

Hice una mueca enfurruñada, recordando como me había apartado cuando me acerqué con la clara intención de robarle un beso. A pesar de su explicación y de que estuvimos toda la tarde juntos recostados sobre el prado, su rechazo había dejado una cicatriz en mí que ni la mejor crema regeneradora iba a borrar.

Otro trauma a la lista.

Te quiero, pero de lejos, traduje su acción. O peor, te quiero, pero como amigos.

Al demonio.

Esta noche iba a ir a un antro a besar chicos guapos y por qué no ¡chicas también! Y me iba a tomar todas las botellas de alcohol que me pusieran por delante, y...

- Se nota que es buen cabro... -dijo Willy con una sonrisa.

- Wtf bro?

- Si pues lesa. Te lleva a cenar, salen a caminar, conversan de la vida...

Hice un mohín, molesta. Yo no quería cordialidades. Yo quería ¡pasión! Besos, manoseo, mentiras, drama, un fuck boy...

Oh wait...

¿Quería una historia tipo wuattpad?

No realmente... Estaba feliz con la salida de la tarde. Si bien, era una adolescente hormonal, también era una romántica empedernida que disfrutaba de las citas; con la luz del sol, iluminando la piel de granito de mi ser amado. Sus ojos límpidos refulgiendo con una sonrisa y sus brazos rodeando mi cintura en un férreo abrazo.

Entre suspiros, me encontré sonriendo como una boba, mientras miraba hacia el infinito.

- Julieta... -Willy tenía las cejas enarcadas, monitoreando mi semblante.

- ¡Cierto! ¡Hoy dan el Smackdown!

- ¿El qué?

- ¡El especial de la WWE!

La cara de mi hermano se contorsionó en mueca de disgusto. Rodó los ojos, mientras yo corría a desparramarme en el sillón.

Con parsimonia me siguió y se cruzó de brazos.

- Te cuento todo entre comerciales... si me haces un pan con manjar y mantequilla.

- Hecho.

- Pero ¡ya! ¡Que está por comenzar!

***

Willy puso mala cara cuando acabada la lucha libre, proyecté las competencias de cachetadas desde Yutub a la tele. Momentos después, llegó Taylor, de modo que opté por darles privacidad e irme a mi habitación. Sin dejar de ver como los participantes más escuálidos saltaban a la conchetu... lejos, me conecté a una videollamada con Lola.

- ¡Julieta! -saludó animada mi mejor amiga.

- ¡Lola! ¿Cómo estás? -Quería saltarme las cortesías, pero al mismo tiempo, realmente quería saber de ella. Con Lola, nunca se estaba seguro de nada.

- Más o menos. -Admitió arrugando la nariz. - Te cuento... me suspendieron del cole...

- No... ¡qué hiciste!

- Qué no hice... -soltó una carcajada irónica. - ¿Te acuerdas de Marcelo?

- Agachate y conocelo.

- Es exactamente lo que hice.

- ¡¿Qué?! -No podía ser cierto. Seguro me estaba tomando el pelo. Además, el único Marcelo que conocía era un vago de un curso superior, con fama de fuckboy, que fumaba, andaba en moto y tenía tatuajes... Ok. Eso encajaba con el tipo de chicos que eran la debilidad de Lola.

- Literal, estábamos en el baño de chicos, un profe entró y nos suspendieron a los dos.

- ¿Qué estaban haciendo?

Lola puso los ojos en blanco antes de responder. - Jugando UNO... ¿Qué crees que estábamos haciendo? -Me encogí de hombros. - Estaba en plena conferencia, cuando de la nada aparece Winnie Pooh y nos ve.

- ¿El profe de religión?

- El mismísimo.

Me reí sin reparos al imaginar la expresión de los involucrados y la reacción de la señora Salomé. Lola también se reía mientras me dada detalles de cómo le habían avisado a su mamá.

- Que ganas de haber estado ahí. -Me quejé, dando un suspiro.

- Ya... suficiente de mí. Cuéntame. ¿Cómo van las cosas por allá? ¿Ya te comiste a un gringo o sigues esperando a Hassan?

- Eh... bueno...

- ¿Quién es Hassan? -En la oscuridad, unos ojos inquisidores me escrutaban. Parpadeé varias veces en un inútil intento por asimilar aquello.

Edward Cullen, estaba sentado frente mío, inclinado a centímetros de mi cara exigiendo una respuesta.

***

El grito que di me salió del alma.

Pegué un salto cuál gato, que provocó que el computador saliera disparado. De milagro no se estrelló contra el piso de madera.

En estricto rigor, de milagro no. Gracias a la intervención de Edward, no me quedé sin PC.

- Julieta ¿Sigues ahí? -Consultó Lola desde el aparato.

Con el corazón latiéndome desbocado y la boca seca, volví mi atención al notebook.

- Sí, sí, estoy acá. -Balbuceé.

Edward seguía sentado sobre la cama, pero, ya no invadía mi espacio personal. Silencioso, aguardaba pacientemente.

- ¿Qué te pasó? Estás pálida.

- Una... una araña. Sí, una araña. ¡Enorme! Sigue por ahí. Luego te llamo ¿sí?

Lola accedió, no muy convencida y finalizó la llamada. Cerré el aparato de golpe y volví mi atención a Edward, el que se veía muy cómodo, después de casi matarme del susto.

- Me quieres explicar, qué haces acá... ¡Y POR DÓNDE CARAJOS ENTRASTE! -Dejé escapar un jadeo e hice un ademán para que guardara silencio. - ¡Willy! -Chillé al escuchar un ruido.

¿Y Willy? ¿Por qué no había venido cuando grité? Bien podría haber sido un grito de auxilio y Willy no solía ignorarme.

- Siento haberte asustado -Su expresión de niño regañado parecía sincera, no obstante, seguí guardando mi distancia, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. - William no está.

¿Salió? ¿Y sin avisar?

Digno hijo de la Nancy.

Avancé sigilosa, dejando el portátil sobre el escritorio. Antes de sentarme en un extremo alejado de la cama, eché un vistazo rápido a la ventana. Abierta de par en par.

- Entraste... por ahí -dije apuntando.

Edward asintió.

- ¡No podías hacerlo por la puerta! ¡Como una persona normal!

- Suelo hacerlo por la ventana.

- Ah... claro... ¡Qué! -Esperé a que me dijera que era un chiste, con una paciencia impropia de mí. Sin embargo, su rostro apacible no daba indicios de que fuera una broma. Entre risas nerviosas, rezaba en mi fuero interno haberlo malinterpretado. - Edward...

- Me gusta verte dormir... Es fascinante.

- Es broma ¿Cierto?

Sacudió la cabeza, afirmando mis temores. Me llevé las manos a la sien, en un ademán de tirarme los pelos. ¿Y esa desfachatez? ¿Qué esperaba? ¿Que reaccionara de lo más relajada? No hay drama. Vuelve cuando quieras. Ser un acosador está de moda. Buena red flag.

- ¿Qué otra cosa iba a hacer de noche?

- Edward... - esbocé una dulce sonrisa, antes de comenzar a gritar. - ¡No tienes algo mejor que hacer! Digo ¡no sé! ¡Salir a correr! ¡Jugar en línea! ¡Ajusticiar la mazacuata! ¡Ver tele! ¡Cualquier estupidez! Pero... ¿verme dormir? ¿Es en serio?

- Sentía curiosidad por ti. -Puse los ojos en blanco.

- ¡Babeo mientras duermo!

- También hablas dormida... a veces.

- ¡Sí! ¡Y tengo pesadillas también! ¡De tipos que me espían mientras duermo! Ah... ¡pero eras tú!

- Siento eso. Desde esa noche no lo hago... con tanta frecuencia.

- ¡Gracias! Hombre ¡Qué considerado!

- No te disgustes. -Suplicó apenado.

Me incorporé y comencé a dar vueltas por la habitación refunfuñando. En gran medida estaba avergonzada. Y también me sentía pasada a llevar. Mi casa era el único lugar donde podía pasearme en calzones y eructar de lo lindo. Mi habitación el sagrado templo donde desfilaba piyamas de Hello Kitty y donde dormía a pata suelta. Porque estaba al amparo de mi hogar. No al acecho de un vampiro acosador. Fruncí el ceño al percatarme de que me estaba mordiendo el pulgar.

- Me frustra no ser capaz de captar del todo tus pensamientos, y sospecho que omites muchas cosas... de modo que, no me di cuenta de lo que estaba haciendo, ni de por qué lo hacía hasta que te escuché hablar dormida.

- ¡Oh! Entiendo... estabas frustrado... -Incliné la cabeza hacia un lado en un gesto comprensivo. Volví a sentarme y sin quitarle la mirada de encima, abracé una almohada. - ¡Idiota! -Se la lancé en la cara y para mi sorpresa no la esquivó. - ¡Yo no leo la mente de la gente y no por eso la espío!

- No eres un vampiro con suficiente tiempo libre.

Le lancé otra almohada, pero esta vez la tomó antes de que impactara su rostro. Me crucé de brazos, al tiempo que lo fulminaba con la mirada.

- ¿Y te sirvió de algo tu pseudo investigación? -Pregunté con desdén.

- Extrañas a tu madre.

- No es cierto. Ni siquiera interpretas bien los sueños.

- Cuando llueve no logras tener un sueño profundo. -Continuó. - Y no duermes lo suficiente. Varias veces te encontré despierta, cuando suponía estabas dormida.

- ¿Algo más? -Entrecerré los ojos y con esfuerzo seguí con expresión seria. La verdad, lanzarle las almohadas había resultado relajante, de modo que no estaba tan enojada como al principio. Tal vez si le ponía una encima de la cara y se la dejaba un buen rato, con todo mi peso sobre ella, el enojo se me pasaría por completo.

- ¿Quién es Hassan?

Puta madre, no se le iba una...

- ¡No me cambies el tema! -rebatí a la defensiva. Piensa Julieta, piensa... Me mordí el labio inferior, al tiempo que pensaba en mil y una excusas que no implicaran decirle la verdad. - Eh... bueno... es... -Antes de percatarme siquiera estaba balbuceando, para llenar el incómodo silencio. - ¿Hassan? Hassan es... el nombre de una persona... -La había cagado en tiempo récord. Debería ir y reclamar mi puesto en el Guiness, en lugar de estar tratando de encubrir la identidad del turco. - Mierda ¡no! Digo ¡sí! Es el nombre de una persona... que no conoces, ni vas a conocer -¿Por qué me comportaba como si se me hubiera juntado el ganado, si no alcanzaba ni para gallinero? - Es... -Cerebro ¡ayúdame! <<cerebro abandonó el grupo.>> - ¿Y a ti qué te importa quién es Hassan? Ni que fuéramos algo... -Lleve ahora su guía pirata de cómo mandar todo al carajo. Clases los lunes por Zoom. - Es un amigo... -Concluí asintiendo convencida.

Un amigo al que le mando nudes... de mis patas y con el que hablamos de matrimonio. Cosas que hacen los amigos. Porque él es mi buen suggar amigo.

- ¿Y si es sólo tu amigo, por qué estás tan nerviosa?

- ¡No estoy nerviosa! -Grité. - ¡Estoy enojada! Vienes a mi casa, dices que me espías por las noches y encima me preguntas por el turco... ¡Obvio que me voy a enojar! -¿Dije turco? Fruncí el ceño, haciendo eco de mi inexistente memoria a corto plazo. - Oh... Olvida lo de recién ¿sí? Tú te olvidas del turco yo hago lo mismo con el asunto de que me acechas mientras duermo ¡eso! y.... quedamos a mano. -Maravillosa jugada. Un jaque que me había puesto en desventaja, tras un rápido y audaz movimiento se había convertido en tablas a mi favor.

Edward enarcó una ceja, no muy convencido y se llevó el dedo índice a los labios, distrayéndome momentáneamente con el gesto.

<<Por favor, por favor.>> Rogaba en mi fuero interno. No fui consciente de que estaba reteniendo el aire en mis pulmones, hasta que finalmente accedió a mi propuesta nada decente. Por ahora...- Yisus... -dije con un suspiro de alivio. Solté una carcajada y pude sentir, como mis músculos se destensaban y los últimos vestigios de mi mal humor desaparecían.

En un gesto de complicidad e infinita patudez, golpeé su antebrazo con la mano cerrada en un puño. Hice una mueca al sentir la dureza de su extremidad.

- ¿Puedo quedarme? -Denotó mientras yo sacudía la mano.

Confundida miré en su dirección ante el radical cambio de tema. Edward acunó mi mejilla en su mano y la acarició con el pulgar. Su roce gélido, provocó que me erizaran los cabellos de la nuca.

- Lo pensaré... -Me encogí de hombros y sonreí de lado. Mi corazón tamborileaba frenético ante su compañía.

- Quédate quieta. -Ordenó de repente. Abrí los ojos con desmesura, confundida por su petición y de inmediato me llevé las manos a la cara.

- ¿Qué tengo? -¿Me había lavado la cara hoy? ¿Tenía una legaña? ¿O comida en la comisura de la boca? ¡O peor!

Edward no me dejó seguir enumerando incidentes embarazosos, porque con firmeza y delicadeza tomó mis muñecas y las puso en su regazo.

- Quédate quieta. -Susurró en tono demandante y cautivador. - Quiero intentar algo.

- ¿Qué cosa? -Con lentitud iba acortando la distancia. - ¿Vamos a jugar a las quemadas? -Puse mi mejor cara de concentración, la que pasó a ser de desconcierto, cuando sacudió la cabeza negando.- ¿Seguro que no tengo nada en la cara? No es que desconfíe de tu súper vista, pero... eh... ¿Se me ven las pecas full HD o algo así?

- Julieta... -Dio un suspiro exasperado y apretó ligeramente mis manos aprisionadas.

- Lo siento. -Dejé escapar una risa tonta. - Estoy... algo nerviosa. -Admití avergonzada. -Y cuando me pongo nerviosa, no me callo nunca... Y... es extraño, porque no sé de qué estoy nerviosa. Debería estar enojada, pero se me olvidó y ya no tiene sentido que me enoje ahora...

Sin premeditaciones, me tomó por la nuca e inclinó mi cabeza hacia atrás. Tragué duro y me preparé mentalmente para lo peor. Estaba en la posición precisa para atacar mi yugular y mandarme al infierno.

En lugar de eso, posó sus labios donde mi pulso latía violento. Solté el aire de mis pulmones y sentí como el peso de mis miedos y de paso mi fuerza me abandonaba. Mis extremidades se habían vuelto de plomo, a merced de esa criatura y su encanto.

Edward siguió una trayectoria desde mi cuello hasta mi mandíbula, deteniéndose en mis mejillas, las que tomó entre sus dedos largos y finos.

Entreabrí la boca, con la intención de retomar nuestra conversación, o mi monólogo, sin embargo, sin palabras me dio a entender que no quería seguir escuchándome, puesto que, aprovechó la oportunidad para atrapar mis labios con los suyos...

Comenzó como un ligero roce, que fue cobrando intensidad con cada segundo que pasaba. Con manos temblorosas, enredé los dedos entre su sedoso cabello, mientras me deleitaba con el sabor de sus labios.

De imprevisto un momento a otro, su mano viajó hasta mi cintura y me apegó más a su cuerpo, profundizando el beso.

Su boca me devoraba con ansias y sus manos recorrían mi torso desenfrenadas.

Mis pensamientos pasaron a ser un lienzo en blanco, a volverse un torrente eufórico. ¿En serio estaba pasando aquello o era producto de mis desvaríos? El dulce sabor de su boca era algo más allá de mi imaginación de modo que, descarté la posibilidad enseguida, pasando a otros temas más mundanos... ¿Qué sostén traía puesto? ¿Mi ropa interior combinaba? ¿Cuándo había sido la última vez que me había depilado?

Abrí los ojos con asombro cuando sus manos presurosas pasaron por debajo de mi polera, deteniéndose en el broche de mi sujetador. Torpemente bajé mis manos desde su nuca, hasta su cuello. Mi respiración hiperventilada, se mezclaba con la de él, acompasada y embriagadora. Gemí contra su boca, cuando con destreza me empujó de espaldas en la cama. Cesó de besarme y me miró con ojos chispeantes de deseo.

Sin darme tiempo de procesar nada, con un rápido y brusco movimiento se alejó todo lo que le permitió la habitación. Medio mareada, medio consciente, me senté sobre la cama, con miedo de haber metido la pata. El dolor en el rostro de Edward era casi palpable. Tragué duro, suplicando en mi fuero interno que con la emoción del momento, no le hubiese propinado sin querer una patada en... bueno, en cualquier parte duele que te pateen, especialmente en...

- Creo que tengo más autocontrol del que pensaba.

Lo miré pasmada sin mover un músculo. Eso quería decir que no le había pateado el depósito de hijos. Bien ahí. Entonces... ¿por qué su cara de que le dolía hasta el alma?

Pasé las manos por mi despeinado cabello y arreglé mi camiseta arremangada, mientras me devanaba los sesos pensando en el significado de sus palabras. Holy shit. Había estado mirando a la muerte a la cara y ni me enteraba. Edward no deseaba mi cuerpo. Edward deseaba mi sangre. Y yo la muy pelotuda, estaba dispuesto a darle ambas. Me golpeé la frente con la palma abierta.

- Debería irme... -musitó sin moverse de su sitio.

- ¡No! -Carraspeé antes de agregar más mesuradamente. - No te vayas... Me da miedo quedarme sola.

- ¿No te da más miedo estar al acecho de un vampiro?

- Nahhh. Eres demasiado bueno para inspirar miedo.

Su rostro se contorsiono en un gesto de confusión.

- ¿Aún crees que soy bueno?

- Claro que sí. -La que se había comportado como una ninfómana era yo... Ok, exagero un poquito... Pero, mientras él ponía de todo su esfuerzo por controlar su sed de sangre, yo rememoraba las poses del Kamasutra.

- Creo que estás confundiendo los roles. Es al revés.

- ¿Qué? No... - Di un bufido.

No sé qué imagen altamente idealizada tenía Edward de mí. Tal vez, el hecho de que no pudiera captar del todo mis pensamientos -algo alcanzaba a atisbar, me había explicado por la tarde. -Lo dejaba a ciegas respecto al comportamiento humano.

Mientras los pensamientos de la mayoría de las personas se "sintonizaban" en una frecuencia en específico, mi cabeza era como escuchar un murmullo de fondo, mientras la radio está a todo volumen. Diálogos de los Simpson y tonadas como las de Andrea Boccelli "Tiene cara de animal el profesor..." era todo lo que era capaz de obtener, así como frases sueltas que carecían de sentido.

Lo que Edward no sabía, era que mis pensamientos no tenían la menor coherencia. Mi cabeza siempre era un enredo que me daba pereza ordenar.

Hice un ademán para que se recostara junto a mí. Con recelo aceptó, procurando mantener las distancias.

Me estiré con desenfado y medité la posibilidad de quedarme esa noche con la ropa puesta. El único piyama que tenía limpio era una camisola de Hello Kitty que apenas me tapaba el trasero.

- ¿Quieres provocarme? Es demasiado diminuto. -Acusó Edward leyéndome el pensamiento.

- ¡Oye! -Hice un mohín mientras me enrojecían las mejillas. - ¿Si me transformo en vampira también leeré los pensamientos?

- No. -Sus dedos fríos rozaban cuero cabelludo, de cuando en cuando, mientras acariciaba mi cabello.

- ¡Que estafa! ¿Entonces cuál sería mi súper poder?

Emitió un gruñido antes de contestar. - No quieres esta vida.

- Yo te veo bastante fresco. Además, qué tan malo puede ser... ir al colegio, una y otra y otra vez... -Hice una mueca de disgusto. - ¿No te aburres? Digo, con doce años de escuelita me basta y me sobra, gracias. Ni aunque me paguen vuelvo otra vez. ¿No te aburre fingir que eres estudiante? Encima te sabes todo, solo con leerle el pensamiento a los profes...

- Bueno...

- ¡Eres un tramposo! ¡No se vale! ¡A mí igual me iría bien si les leyera los pensamientos! Sobre todo a Barney el dinosaurio. ¡A mí qué me importa el binomio al cuadrado! No voy a ir comprar una raíz cuadrática de pan maldita sea.

- No hago trampa.

- ¡Claro que sí!

- Además... después de todo este tiempo, repetir la preparatoria ha valido la espera. -Inclinó el rostro y me miró a los ojos. - He conocido a una chica... -Tragué saliva sonoramente y aguanté su mirada penetrante. - Es algo peculiar... pero una chica muy buena. Y frágil. Demasiado frágil. -Desvié la mirada, incapaz de seguir viendo el brillo en sus ojos, que delataban la emoción que le provocaba hablar de la vieja que le gustaba.

Me senté sobre la cama, dándole la espalda y deshaciendo el reciente abrazo del que era presa.

- Súper, me alegro que tanta escuela haya servido de algo. -Quería sonar despreocupada, pero el nudo en la garganta me lo impedía. Di un suspiro resignada y me volteé para sonreír disimulando mi amargura. - Espero que... sean felices de veras. -Mi voz se quebró al terminar la frase. Retomando mis planes de irme de farra, me incorporé.

Edward me tomó la mano, impidiéndome avanzar. Hice varias inspiraciones profundas, breves y apresuradas antes de voltear y afrontarlo.

Edward miraba divertido mis esfuerzos por mantenerme firme y demostrarme indiferente ante la mención de su chica. Vampiro del demonio.

- Bueno y qué haces acá. Deberías ir y decirle que te gusta, no estar aquí... perdiendo el tiempo. Te recuerdo que los humanos tenemos fecha de caducidad. A menos que la vieja que te gusta sea vampira... -Me la podía imaginar. Alta, perfecta, rubia, de ojos dorados y piel de porcelana. La envidia de cualquier modelo.

Me lleva...

No.

No me importa.

Sería una narco, e iba a conocer a otro narco de una banda rival y tendríamos una historia de pasión, drama, sexo... y más drama con resultados sexuales...

Pronto en su librería más cercana.

Di un suspiro, para aterrizar mi historia a la realidad. Sería una historia con drama, un balazo y pal río.

Cesé de mirar el infinito con expresión enojada cuando escuché el murmullo suave que era la risa de Edward.

- ¿De qué hablas Julieta?

- Pues... de tu chica. Que te vaya bien con ella... y.... largo de mi casa.

La risa de Edward fue más sonora. Se incorporó en todo su regio porte y se inclinó para besar mi coronilla.

- ¿Olvidé mencionarte que es una humana muy despistada? - La nueva de la escuelita tenía que ser entonces. Asentí, apretando los labios en una línea recta que amenazaba convertirse en un puchero. - Creí que exageraba cuando ella decía que era lenta... pero veo que no. -Esbozó una sonrisa torcida que iluminó sus ojos de tornasol.

- Que mal que te gusten las boludas, creí que tenías mejor ojo.

- No eres ninguna tonta Julieta. Simplemente las indirectas no son lo tuyo.

Me crucé de brazos y alcé la barbilla. Boqueé como un pez, largo rato, hasta que cogí a Elmo del suelo y se lo lancé a Edward en la cara. Lo esquivó y como consecuencia le di a la lámpara. Recogió el peluche y me lo devolvió. Se lo arrebaté con brutalidad y volví a acurrucarme junto a él. Edward trazaba círculos en mi espalda mientras me apegaba, hasta que quedé en una posición cómoda. Con la cabeza sobre su pecho y el peluche de Elmo en mis manos, lo asalté con nuevas interrogantes.

- Y ya que estamos en esta... ¿Deberíamos adoptar una mascota? Para empezar... digo yo.




***
Dejo pequeño adelanto a modo de regalo navideño :')

Edward extendió la mano y me arrastró a su lado, sentándome en la baqueta.

Anonadada, miré la cantidad de teclas blancas y negras que se agrupaban. ¿Cómo sabía cómo sonaba cada una? En un impulso infantil, interrumpí su balada y toqué una tecla al azar.

Edward cesó la tonada y me miró fijo.

- Lo siento. -Junté las palmas en señal de disculpa.

Él, sonrió de lado y con la misma tecla que había tocado comenzó a hilar una armoniosa canción.

Lo miré boquiabierta sin ser capaz de romper el hechizo de la melodía.

- Ésta la inspiraste tú. -Fruncí el ceño y alcé las cejas.

- Que chamullento que eres Edward. - Si bien era cierto que era una canción inédita, obviamente yo no había inspirado algo tan bonito.

- Julieta... -Su tono de voz sereno, indicaba que algo malo estaba haciendo. Le sostuve la mirada en un acto desafiante. - No te entiendo... -Se rindió finalmente. - ¿No es evidente que inspiras todo lo bello? Esta canción es solo una pequeña muestra de todo lo que me haces sentir. Es evidente el cambio que ha habido en mí con tu llegada. Eres mi tua cantante. Todos saben que me he enamorado. Todos salvo tú. -Continuó la balada unos segundos más, para darle un brusco final.

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