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Shaolin Soccer

Willy y Taylor, hacían la cena, mientras yo revolvía la ropa de mi armario en busca de un atuendo adecuado para el partido.

Lo ideal hubiera sido calcetas blancas y bermudas, sin embargo, el tiempo no cooperaba y no estaba dispuesta a congelarme las rodillas.

— ¡Willy! ¡¿Dónde está mi camiseta de la selección?!

— ¡No sé! ¿Buscaste en la maleta? —Gritó desde la cocina.

— ¡La maleta! —Exclamé entusiasmada.

Saqué de debajo de la cama la maltrecha valija y seguí con mi búsqueda.

— ¡Aquí está! —Inmediatamente hice una mueca de disgusto. — ¡Ay no!

***

Llegué hasta la cocina arrastrando los pies.

Willy y Taylor preparaban un postre, al tiempo que yo me desparramaba sobre una de las sillas del comedor.

— ¿Ahora eres fan del Barça?

Di un bufido enfurrruñada.

— No. Nancy me echó la camiseta de Diego.

En lugar de la camiseta de la selección nacional de fútbol, traía una del Barça, con el número diez en la espalda.

— ¿Y la vas a ocupar de piyama o?...

— No. De eso te iba a hablar. —Me mordí el interior de la mejilla antes de seguir. — Edward... vendrá a.... la casa—Willy compartió una mirada cómplice con Taylor. — Así que... no le hagas preguntas raras ¡y tampoco le leas la carta astral! ¡Ni el horóscopo! Solo... actúa normal...

— ¿Normal? —Enarcó una ceja — Ok. Iré por mis tacos y mi ropa de DragQueen.

— ¡Willy! — Reí de buena gana. — En ese caso me preparo para el noviazgo más corto del mundo. —Seguí carcajeándome ante la mirada atónita de mi hermano y su novio.

— ¿Cómo que novios?

Eso poh. Verás... se estaba demorando mucho en pedirme pololeo, entonces, me avivé y le dije: somos o no somos, no vengai nah con hue...

— Julieta, español neutro. Tay también quiere enterarse del chisme.

— Ah... cierto. Sorry Tay. Bueno, rebobinando...

Les conté con detalle nuestra cita en su casa. Bueno casi. Omití relleno innecesario, como la parte en que saltó por la ventana y escaló pinos milenarios con la facilidad de... bueh, cualquier animal que sea rápido para escalar árboles.

— Quién lo diría... mi hermanita con un Cullen... No... es que impactada quedé... —Willy abrió los ojos exageradamente para acentuar su asombro.

Yo me limité a asentir con la boca llena.

— ¡Me hubieras dicho antes que viene! ¡Hubiera preparado seitán!

Cesé de asaltar la olla con tallarines y con la boca medio llena repliqué: — No viene a cenar... Viene a buscarme para jugar pelota.

Willy dio un suspiro de alivio y siguió poniendo la mesa.

Una media hora más tarde, cuando me disponía a demostrarle mi indecoroso talento oculto a Taylor, llegó Edward.

— ¡Hola Edward! ¡Bienvenido!

Me incorporé de un salto y corrí hasta la entrada. Taylor me siguió dubitativo.

— Hola... —Saludé en un murmullo. Me aclaré la garganta y continué. — Eh... bueno... ustedes ya se conocen, así que... Edward, mi hermano Willy, Willy mi... novio Edward. —El calor invadió mi cara sonrosándome las mejillas. Pasé mis palmas frías por mi rostro intentando disminuir lo colorado.

— Will, Julieta. Will. Eres la única que me dice Willy.

Esbocé una sonrisa agradecida, ante su intervención.

— Un placer Edward. —Willy estrechó la mano de Edward con gesto serio.

— Edward, él es Taylor. El novio de mi hermano. — El aludido sonrió tímidamente. — Es un poli de acá... igual y ya lo conoces.

El apretón de manos entre Taylor y Edward fue mucho más breve. El muchacho, parecía algo intimidado con la presencia del vampiro.

— Un gusto conocerte.

Willy se puso entre Taylor y yo y entrelazó los dedos con su pareja.

— ¿Jugarán a la pelota? ¿Con este clima?

— Así es... quiero que Julieta me acompañe a jugar béisbol.

Miré a Edward con gesto confundido.

¿Béisbol?

— Sí sabes que mi hermana no sabe nada de béisbol, ¿verdad?

***

El vehículo todo terreno, no cesó de dar tumbos camino al sector escogido por los Cullen para jugar el partido.

Me sentía terriblemente fuera de lugar con aquella camiseta del Barça que me quedaba grande, camino a un partido de béisbol.

Sin embargo, a causa de las bajas temperaturas debido a la tormenta, la dichosa camiseta finalmente quedó cubierta por mi abrigo color crema.

— ¿Cómo van a jugar con esta tormenta? —¿No le daba miedo que el palo de béisbol actuara de trasmisor y lo agarrara un rayo? Como precaución iba a mantenerme lo más alejada posible de esas cosas. Con la suerte que tenía me iba a convertir en chicharrón de Julieta.

— La tormenta es necesaria. Ya verás por qué.

Siguió con la vista concentrada en el camino lleno de hoyos que parecían hechos por asteroides, hasta que aparcó en una superficie lisa, cubierta de pasto.

De un salto me bajé del vehículo y me abrí paso hasta donde se encontraban los Cullen.

Edward, se plantó frente a mí y se sacó la gorra que traía puesta para ponérmela.

La gorra.

No otra cosa.

Seguimos en una historia para todo público —para mi decepción.

— Mucho mejor. —Señaló acomodando mi cabello.

Sonreí halagada y tomé su mano, para dirigirnos juntos hasta el centro de la improvisada cancha.

***

Rosalie me miró con frialdad cuando saludé a la familia. Sacudió su rubia melena y me ignoró magistralmente. ¿Sabría con exactitud algún día la causa de su resentimiento?

Y más importante.

¿Aprendería algún día cómo se juega béisbol?

Tal vez. Pero hoy no sería ese día.

Edward y su familia se agruparon para jugar ese dichoso jueguito del que no sabía nada, salvo que le pegaban a una pelota minúscula con un palo —bate pa'  los entendidos — y algunos corrían como unos pirados con un guante en la mano. Para atrapar la pelota asumo.

Mis ilusiones de que Edward me dedicara un golazo de media cancha sacándose la camiseta, quedaron destruidas en segundos, teniendo que conformarme con el espectáculo que era verlos jugar béisbol.

Debido a mis inexistentes conocimientos del pasatiempo americano, no vale la pena entrar en detalles de su juego, salvo por el hecho de que con cada batazo se escuchaba un estruendo similar al de un rayo. Y que ese medio cuadrado ¿o era un triángulo? Como sea, esa trayectoria que hacían con el fin de alcanzar la pelota era a una velocidad espectacular. Apenas lograba visualizarlos.

De cuando en cuando se perdían entre el verdor del bosque que rodeaba la cancha, en medio del sonido de los truenos para ir en busca de la pelota, supongo.

Ahhh, pero si hubiera sido fútbol el que estuvieran jugando...

Además, de asemejarse a un partido de Shaolin soccer, lo hubiera relatado cual comentarista del canal del fútbol.

Seguí entrecerrando los ojos para distinguir los borrones que eran las siluetas de los Cullen, cuando de momento a otro se agruparon todos a mi alrededor.

Incluso la rubia Rosalie, estaba a poca distancia.

¿Había acabado el juego?

Llevaban varios minutos, sin embargo, hasta unos instantes parecían jugar despreocupadamente.

— Ahora... —Murmuró Alice mirando un punto fijo en el horizonte.

Ensanché los ojos con sorpresa.

¿Ahora qué?

¿Iba a caer un rayo?

Abrí la boca para cerrarla de manera abrupta.

— No digas nada. No hagas nada. Y por favor no te apartes de mí. —El siseo ronco de Edward, me hizo estremecer.

A la distancia, un trío de siluetas se acercaba a velocidad inhumana.

Ahhh.

Era eso.

Otros vampiros venían a hacernos compañía.

¿Serían del tipo amistoso?

¿O serían del tipo carnicero, devora humanos? Susurró una voz siniestra en mi cabeza.

Ay santo Bram Stoker, ¡sálvame de tus criaturas!

***

— ¿Queda lugar para unos jugadores más? —Preguntó uno de los vampiros de ojos inyectados de sangre.

Los otros dos, un sujeto rubio y una mujer de abundante cabello anaranjado, miraban a todos de hito en hito.

— Claro. Algunos de nosotros ya se iban. —Respondió el doctor Cullen cordialmente.

Miré de reojo en su dirección como si con eso pudiera trasmitirme sus nervios de acero. Jasper pareció notar como la ansiedad me carcomía por dentro, porque enseguida mandó una oleada de indiferencia por toda mi anatomía.

Pensé en la posibilidad de volverme adicta a su súper poder como un pastero.

¿Calificaría su habilidad en la categoría de droga?

La pelirroja dijo algo que no alcancé a escuchar, puesto que, estaba ensimismada en reflexiones sin sentido, a lo que Emmett, el Cullen alto como un oso, replicó con una exclamación animada.

Parpadeé frenética, sintiendo como el color volvía a mi cara cuando Edward tomó mi mano en un ademán para virarnos de allí.

Agradecida con el de arri...

Apenas había dado un par de pasos cuando una ráfaga de viento cruzó el campo en nuestra dirección y se llevó mi gorrita de béisbol ahogándola en un charco.

— ¡No...! —La exclamación apenas escapó de mis labios.

Las desgracias no cesaban.

Había perdido el primer obsequio no oficial que me había hecho mi novio y encima...

Estaba descubriendo de la peor manera que los recién llegados, no eran vampiros amistosos.

***

Edward emitió un gruñido gutural, cuando el rubio se agazapó en su sitio, preparado para saltarle al cuello.

Ante la provocación, inmediatamente, los Cullen se pusieron en posición de ataque para defender a uno de los suyos.

Petrificada en mi sitio me limité a esconderme detrás de la espalda de Edward, mirando a hurtadillas la escena de pelea épica que se desarrollaba con música de Linkin Park de fondo y una resolución de 240p.

— Trajeron un bocadillo... —Murmuró el rubio, relamiéndose los labios.

Edward me cubrió con su cuerpo y gruñó salvajemente, enseñando los colmillos. O los dientes. Lo que sea... desde donde estaba sólo veía su espalda tensarse.

Fruncí el ceño y me apunté con el índice, confundida.

Jasper miró en mi dirección y asintió en un gesto apenas perceptible.

¿Qué?

¿Encima de verme como comida no llegaba ni a cena?

¿Bocadillo?

¿Es en serio?

No sabía si sentirme intimidada porque el rubio tenía cara de drogadicto angustiado u ofendida porque me consideraba menos llenadora que un pollo.

— Ella viene con nosotros.

El sujeto que había propuesto unirse al juego, se enderezó y les dio la señal al rubio y a la pelirroja para que hicieran lo mismo.

— Me temo que tendremos que dejar el juego para otro día... dado que están acompañados de un humano... —Me dedicó una mirada desdeñosa.

Junté toda mi fuerza de voluntad para no sacarle la lengua a modo de respuesta.

Hizo un ademán para indicarle a su clan que lo siguieran y se internaron en el bosque con la misma velocidad que cruzaron el campo al llegar.

Antes de darme tiempo de procesar todo aquello, Edward me arrastró un par de pasos, para luego montarme en su espalda en un certero movimiento.

Corrió como un bólido hasta el vehículo y me sentó en el asiento del copiloto.

— Pero hombre ¿qué pasa? —Inquirí al ver la desesperación con la que me abrochaba el cinturón de seguridad. — Deja ahí que lo hago yo.

— Vienen por ti. —Murmuró con voz ronca antes de rodear el auto y tomar lugar para ponerlo en marcha.

— ¿Qué? Pero si se fueron...

— James... es un rastreador. —Alzó la voz unas octavas para que fuera capaz de oírlo por encima del rugido del motor — Tenemos que irnos lo antes posible de aquí. Podemos llevarlo a Vancouver y darle caza allí. Sí... Alice nos ayudará a tenderle una emboscada.

— A ver, a ver. Chanta la moto. —Alcé las manos en un gesto para apaciguarlo — Vamos a calmarnos. No entiendo un carajo y no hablo en clave. ¿Qué es eso de rastreador? ¿Vancouver? ¿Qué?

— Es el olor de tu sangre... —Inspiró hondo antes de continuar. — Quiere matarte. Lo habría hecho de forma limpia en el campo de béisbol, no obstante, como salí en tu defensa, ahora quiere darte caza. —Apretó las manos en el volante y desvió la mirada del camino para mirarme a los ojos. — Es un rastreador. No importa dónde te escondas, va a encontrarte. Y ahora la cacería se ha vuelto más emocionante.

— ¿Cacería? —Fruncí el ceño. — ¿Y este me vio cara de animal salvaje o qué? —Crucé los brazos enfurruñada. — Un momento... si el tipo es tan rastreador como dices... ¿No quiere decir eso que el primer lugar al que irá será... mi casa?

Edward asintió.

— ¡Willy!

Seguimos dando tumbos mientras la aguja del velocímetro se incrementaba de forma alarmante.

Un sonoro golpe me hizo desviar la atención hasta la puerta. Alice se había encaramado en el vehículo en movimiento. Desde el espejo retrovisor, podía ver sus facciones agudas contraídas en un gesto de preocupación.

— Rosalie, se encargará de plantar un falso rastro... para darnos algo más de tiempo. —Le animó.

— ¡Oye! ¡Llévame para mi casa! ¡Willy puede estar en peligro!

— ¡No tenemos tiempo para ir a tu casa! ¡Tengo que sacarte lo antes posible de aquí! ¡Tu vida corre peligro! —Gritó Edward exasperado.

— ¡Tengo cara de que me importe! —Chillé ensordecedoramente, al tiempo que desabrochaba el cinturón de seguridad. — ¡Sácame de aquí! ¡Vampiro secuestrador! ¡Llévame a mi casa! —Comencé a forcejear con la manilla, solo para percatarme de que estaba con seguro. — O me llevas a mi casa, o te despides de tu parabrisas. —Amenacé con la pierna en alto.

Edward siguió ignorándome concentrado en el camino. Tomó la ruta contraria a la que daba a la carretera principal y aceleró.

— Tenemos que considerar esa opción Edward. James se dará por vencido si la transformas...

Dio un frenazo que, de no ser por mis reflejos de gata, me lanza eyectada por el parabrisas.

— Irás por tu pasaporte y le inventarás una excusa a William para justificar que te vas de casa. Esme y Rosalie, se encargarán de proteger a tu hermano. Tú te vienes conmigo. —Su tono posesivo, encubría en parte la ira en su voz.

— Lo que digas. —Respondí con las manos aún en el salpicadero. — Pero si ese baboso le toca un pelo a mi hermano, yo misma lo cago a palos.

***

Entré a toda prisa a la casa. Subí las escaleras de dos en dos...

Ahhh.

Cierto que mi casa tiene un piso.

Me fui derechito al baño en busca del cepillo de dientes, para empezar a hacer mi mochila.

— ¿Julieta? —Llamó Willy desde el umbral de la puerta de la habitación. Taylor a su espalda miraba con gesto confundido. — ¿Qué sucede? ¿Pasó algo en el partido?

Cesé de buscar calcetines limpios y me dirigí hasta el dormitorio de mi hermano para robarle los suyos.

— No... Es que... Me entraron ganas de irme. —Tomé unos cuantos pares y volví a mi habitación.

— ¿Peleaste con Edward?

¿Dónde había dejado el talco para pies?

— Sí, sí. Eso. Y pues me viro vampiro. Tú sabes. Me voy unos cuantos días con el Juan de Dios. Para... despejar la mente... eso.

— Ay Julieta... lo lamento tanto... —Willy me miraba con condescendencia, mientras yo revolvía la mochila.

— Ah cierto. Antitranspirante. —Murmuré para mí.

Habiendo empacado mi último artículo de primera necesidad, me dirigí presurosa a la puerta.

— Wow, wow, wow. Momento. ¿Te vas? ¿A esta hora? ¿Con este clima?

Me volteé para ver su rostro contorsionado en una mueca de desconfianza y asentí.

Masculló algo ininteligible y se encogió de hombros.

— Si no me llamas en 48 horas te voy a reportar como desaparecida. —Alzó las cejas.

Puse los ojos en blanco e hice un ademán despreocupado con la mano.

Antes de darle la espalda y largarme Dios sabe dónde, le di un vistazo una última vez.

Sus facciones se habían suavizado y sostenía firmemente la mano de Taylor.

Quería lloriquearle y decirle que era el mejor hermano del universo, por si no nos volvíamos a ver, sin embargo, eso levantaría sospechas, de modo que me limité a despedirme con un simple:

<<Ahí nos vemos.>>

***

Edward me miró con asombro cuando me subí al Suzuki Carry.

— ¡Ya pues hombre! ¡Arranca! —Lo alenté con gesto confundido.

Él, era el que más urgencia tenía por irse y ahora estaba de piedra.

Desvió la mirada al frente y con un movimiento brusco obedeció.

— ¿Qué ha sido todo eso?

— ¿Qué cosa? —Abrí la guantera del vehículo y rogué porque mi yo del pasado no se hubiese comido todos los snicker.

— Fue una despedida bastante pacífica. —Dijo después de una larga pausa.

— ¿Querías fuegos artificiales y drama de teleserie? Si quieres volvemos y te armo escándalo.

Edward dio un gruñido bajo. Pisó el acelerador a fondo y concentró la vista en la carretera.

— Admito que estoy sorprendido. Creí que William opondría resistencia a que te fueras.

— ¿Por qué? No es mi mamá, ni mi papá. Aparte estoy a punto de cumplir 18. —Esbocé una amplia sonrisa. — Además, le dije que me iba con el viejo.

— ¿Y crees que se lo creyó?

— Bueno... si no me cree, no es mi problema. — Me encogí de hombros. — Aparte, no tengo un mango. Sabe que no voy a llegar lejos sin plata.

Volvió a mirarme desconcertado y aminoró la velocidad. Llegando a lo que parecía un cruce, se detuvo completamente.

Una pareja nos esperaba, apoyados en un vehículo oscuro que parecía de alta gama.

— Seguirás con Alice y Jasper hasta el aeropuerto de Seattle. Si no consigo darle caza a James aquí... Nos reencontraremos en Vancouver.

Inflé las mejillas e hice un puchero, aguantándome las ganas de llorar.

Di un respingo e intenté encubrir mi ansiedad, tristeza y miedos en una máscara de desenfado.

— Asegúrate de darle una paliza en mi nombre. — Dije golpeando el brazo de Edward con un puño.

Jasper y Alice compartieron una mirada cómplice y se subieron al vehículo en silencio.

Edward me abrazó y depositó un ligero beso en mi coronilla.

Di un suspiro, resignada y desvié la vista hasta sus manos, las que sin previo aviso se posaron en mi cara, acortando la distancia entre nosotros con prolongado beso, que arreboló mis mejillas.

***

Desperté en una habitación que no era la mía, completamente vestida para mi suerte.

— ¿Qué pasó? —Pregunté a nadie en particular, con una desagradable sensación de sequedad en la boca.

— ¡Buenos días Julieta! —Saludó Alice desde el umbral de la puerta. — Te dormiste a mitad del camino. —Incliné la cabeza intentando procesar aquello. O sea, ¿el vampiro psicópata no era un sueño?

Hice un mohín, disgustada.

— ¿Dónde estamos?

— En un hotel a unos pasos del aeropuerto.

— ¿Aeropuerto?

— Así es. Hemos decidido que el destino más seguro para ti es Punta Cana.

Y entonces en lugar de huir como pobres almas condenadas, nos fuimos todos de vacaciones a Punta Cana a tomar piña colada de guata al sol.


Fin...
















*

*

*

¿Qué?

¿Cómo que así no sigue la historia?

¡Es mi historia y yo la termino como quiero!


***
Holaaa!

Me reporto para recordar que los comentarios siempre son bien recibidos y estamos en la recta final.
Dejo un pequeño adelanto para que no abandonen la lectura.
¡Un saludo!


***Adelanto

El tono de voz angustiado al otro lado de la línea hizo que calor abandonara mi cuerpo y un frío pesado se instalara en mi estómago.

— ¡Julieta! —Chillaba mi madre con tono desesperado. — Julieta ¡qué hago!

— ¿Nancy? —Me incorporé y comencé a dar vueltas por la habitación a la espera de los detalles. — ¿Nancy? ¡Qué pasa! —Mi voz se entrecortaba debido a la sequedad en mi garganta. Cesé de caminar en círculos y carraspeé. — ¡Nancy!

La llamada se cortó abruptamente, dejándome en la más horrible incertidumbre. Ni siquiera el súper poder de Jasper fue capaz de apaciguar la angustia que me apretaba el pecho.

Estaba demasiado débil para seguir de pie y lo suficientemente asustada para no caer en la inconsciencia, por lo que, caí de rodillas sobre la alfombra marrón.

Con manos temblorosas volví a llamar, pensando en los más diversos escenarios.

...

Los timbrazos antes de que conectara la llamada fueron los más eternos de mi vida, mientras las suposiciones corrían una tras otra, sin descanso.

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