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Shadowside

Es tarde, hace sueño y esta cosa, puede tener más errores de lo habitual.
Pero, mi diablito interior dice: dale, dale, publica, no seas gansa, mañana ni te vas a acordar.


La dirección era una pequeña y estrecha sala, con poca ventilación. El lugar menos indicado para encontrarme con la chica cuya sangre clamaba por ser bebida.

Estaba discutiendo con la señora Cope para que cambiara mi clase de biología por una materia más avanzada cuando una silenciosa presencia llegó a hacernos compañía.

—Lo siento Edward, todas las clases están llenas ¿Tienes problemas con el profesor Molina?

"Tal vez le aburren las clases de Pancho. Sus notas son perfectas y responden todo correctamente. Quizás quiere algo más avanzado".

Unos pasos a mi espalda, indicaron que alguien más había llegado a la sala. El silencio que le anticipaba, revelaba a la nueva visitante como Bella Swan.

Giré la cabeza y la vi por el rabillo del ojo.

Sus ojos grandes y expresivos me miraban expectantes.

Con una media sonrisa volví la atención a la señora Cope, quién me devolvía la mirada con mejillas encendidas.

—Química... —Balbuceo bajando la mirada hasta la pantalla del viejo computador. — Es un curso avanzado, para alumnos de último año. —Explicaba atropelladamente. — Verificaré si quedan cupos.

"Dios, Martha, podría ser tu hijo... Aunque. No estoy tan vieja. Pero, es demasiado joven, demasiado joven. Pero y sí..."

Apreté los labios en una línea, borrando todo rastro de la sonrisa encantadora.

Cerré la mano sobre el mesón en un puño y me concentré en no partir el mueble en dos.

Todavía no ingresaba a la dirección, sin embargo, ya escuchaba sus pensamientos, o parte de ellos desde el pasillo. Como si me hubiera familiarizado fácilmente con ellos.

"Podrían hacer una aplicación con un mapa de esta cuestión. O ponerla en maps. Mira que darme un mapa en papel todo cazcarriento. No entiendo una chota. ¿O soy yo la mensa? Bella parecía sin problemas. Bueno que a ella la ayudó medio colegio. A mi que me parta un rayo. ¿Es porque soy negra? Gringos racistas que le dicen nigga a todo lo que no sea gringo..."

Luego, la puerta se abrió dejando entrar con ella una brisa fresca que se mezclo con su aroma. Inspiré por la nariz concentrándome en la bocanada de aire fresco y no en lo tentador que resultaba su esencia.

—Lo siento Edward. Todas las clases están llenas.

Los pensamientos lujuriosos de la señora Cope, volvieron a emerger provocando que hiciera una mueca de disgusto.

Una segunda secretaria entró para dejar documentación asociada a las dos nuevas estudiantes.

"Edward... Me suena..."

Concentré mi poder en la chica a mis espaldas, para evitar las fantasías lascivas de la señora de mediana edad.

"¡Ah! ¡Edward! ¿Qué hace aquí?"

La segunda secretaria dejó caer los papeles con brusquedad sobre uno de los estantes, enviando una ráfaga cargada con la esencia de la chica que intentaba evitar.

Tensé los músculos y aguanté la respiración.

—No importa. —Dije con los últimos vestigios de aire que me quedaban. — Muchas gracias por su ayuda.

Giré sobre mis talones y salí rápido de la sala, antes de volver a meditar la posibilidad de dejar a la bestia cumplir su cometido. Al monstruo en mi interior le parecía muy razonable masacrar a tres mujeres inocentes en lugar de un salón repleto de niños. Un intercambio generoso, con tal de acaparar la sangre de la chica.

"Vaya que es alto". Pensó cuando pasé por su lado para salir de la dirección. "Pero, igual le daría su par de charchazos. ¿Qué se cree?"

Esbocé una sonrisa siniestra cuando noté el rumbo de sus pensamientos. La chica se había percatado de la aversión que me producía su presencia y pretendía enfrentarme en una lucha física, para hacerme cambiar de parecer.

Como si tuviera alguna mínima oportunidad.

Como si pudiera enfrentarse a mí.

Como si su vida se prolongara por más de unas pocas horas a partir de ese momento.

***

Fui a dejar a mis hermanos hasta la casa y salí enseguida rumbo al hospital. No entré a la casa, lo que dejó algo preocupada a Esme, al notar una actitud que clasificó como errática.

Conduciendo a el doble de la velocidad permitida, llegué al hospital donde trabajaba mi padre.

Carlisle, se sorprendió al verme entrar a toda prisa a su oficina, sin embargo, recobró la compostura enseguida en un intento por tranquilizarme.

—Edward. —Saludó con voz calma y una sonrisa.

El dilema interno que tenía se incrementó cuando vio mi rostro.

No era el rostro de su hijo.

Era el rostro de un hombre que derrotado, viene por su exoneración.

¿En eso me había convertido? ¿En un pecador que venía por el perdón de su padre? ¿Por qué iba a hacerlo? No había hecho nada malo.

"Pero, lo harás". Contestó la voz fría del monstruo en mi interior.

—Carlisle. ¿Qué puedo hacer?

—¿Qué sucede Edward?

Carlisle era perceptivo, como lo es un padre con sus hijos y sospecha que algo anda mal. Sin embargo, no contaba con el poder de saber en detalle, que me tenía tan afligido.

Gracias a Dios, no tenía el don de leerme el pensamiento. Ya estaba lo suficientemente avergonzado conmigo mismo, al saber que el monstruo tomaba el control de mis decisiones.

—Es... —Admitirlo en voz alta, era como admitir una derrota de una batalla que venía peleando hace más de ochenta años. — Es la sangre de una humana. Clama por mí. Me llama. Necesito beberla.

El rostro de Carlisle se contorsionó en una mueca de tristeza. Rodeó el escritorio y se sentó en la silla de cuero frente a éste.

—Supongo que algún día tenía que suceder. —Dijo con un suspiro. — Aquello que los Vulturi, llaman la tua cantante.

—La mataré Carlisle. —Mascullé entre dientes.

Hablaba con demasiada liviandad. Iba a arruinarlo todo. Nos tendríamos que mudar.

Y tal vez iba a destruirle la vida a alguien. A más de uno. A una familia. No es como si aquello pudiera detenerme, sin embargo, el cargar en mi conciencia con ello, haría mi existencia más miserable la próxima década.

Quería un castigo.

Un regaño.

No la amable comprensión que me ofrecía.

"Edward... Sabes que te apoyaremos en lo que decidas. Somos tu familia".

Dio un suspiro apenado y se incorporó.

—Es casi imposible rehuirlo. —Me miró a los ojos, mientras discutía el tema, con la frialdad de un médico que da un diagnóstico irreversible. — Tienes que alejarte de la tentación, si no quieres... —Se rehusaba a pensarlo siquiera, mas, el concepto pasó fugaz por su mente.

—¿Y si la mato?

—De todas formas, tendremos que irnos de Forks. —Recogió unas fichas de pacientes y miró al frente, esperando al visitante que nos interrumpiría. — Prepararé todo para que nuestra partida sea esta noche. —Murmuró dándome un último vistazo.

—Doctor Cullen. —Ambos miramos hasta el joven enfermero que se dirigía a mi padre. — Es hora de la ronda de los hospitalizados. —Denotó en tono profesional.

Carlisle asintió y el joven, un chico de veintitantos llamado Will, salió cerrando la puerta a sus espaldas.

Fruncí el ceño ante lo dispares que eran sus acciones y sus pensamientos. El breve momento que estuvo en la sala, no paraba de chillar internamente.

"Dios mío, estaban los dos. El chico más joven y el padre... El jovencito, no está nada mal... Ay. No. Es un niño. ¿Aún va a secundaria? Ay sí. Todos van a la preparatoria. Ah. Pero, doctor Cullen. Está como el vino. Cada día más guapo. Lástima que sea hetero. Eso sí, me alegro que esté casado. Las enfermeras están verdes de envidia. Pooobres".

Algo en sus pensamientos, me provocó una sensación de déjà vu, como si se asimilara a algo que ya había escuchado antes.

***

No fue difícil encontrar la casa de la chica, cuya sangre me hacía perder la cordura.

Ni siquiera fue necesario echar un vistazo al expediente escolar que robé.

La chica, era hermana de Will González, uno de los paramédicos con los que trabajaba mi padre.

Por ello, sus pensamientos tenían un tono similar a los de ella. Eran familia.

Afuera de la pequeña vivienda, me oculté sobre un árbol que me permitió inspeccionar el área.

—¡Willy! —Escuché desde el interior de la morada.

Era un tono agudo, que indicaba urgencia. ¿Había llegado otro cazador antes que yo?

Me acerqué hasta la habitación para observar por una ventana. Uno de las cortinas no estaba completamente cerrada, por lo que pude observar por medio de una pequeña abertura.

—¡Willy tengo hambre! —Se quejaba la chica que daba vueltas en círculos en una pequeña sala, que compartía espacio con una cocina. — ¡No hay coca!

Una breve pausa después la chica siguió vociferando.

—¡Qué! ¡Agua! ¡Willy la concha! ¡Dónde tienes plata para encargar algo decente! — La chica dio un bufido y puso los ojos en blanco, deteniéndose en medio de la salita. — ¡Hola! ¿Willy? —Quitó el celular de su oreja y lo miró con la boca abierta. — ¡Desgraciado! ¡Qué se cree! Agua voy a tomar...

"No queda de otra" . Se respondió mentalmente.

Se dirigió hasta los estantes de cocina, perdiéndose de mi vista y continuó con su alegato mental.

La casa estaba aislada, los vecinos más cercanos estaban a varios metros de distancia y no alcanzarían a prestarle ayuda en caso de que... el monstruo llevara a cabo su cometido.

El saberla una persona con familia. Con un hermano que la esperaba al llegar a casa, hacía más difícil la cuestión, me convencí inútilmente.

Sin embargo, como un último favor, procuraría que no sufriera demasiado.

Sería rápido, para que sus súplicas y lamentos, no alertaran a nadie que viniera a socorrerla. Solo su hermano al llegar de su turno del hospital, sería quién descubriera mi crimen.

¿Cómo me había convertido en un potencial criminal?

El esfuerzo que había puesto a lo largo de estos ochenta años se estaba yendo a la basura, con aquella humana recién llegada.

Apreté los puños y volví a mirar por la ventana.

La chica yacía acostada sobre un sofá, con las piernas sobre el reposa brazos y un artefacto móvil entre las manos.

"Mmm... No. No le voy a dar me encanta. ¿Quién es esa yegua? Lola desgraciada... Me cambió de una. Por la... —Otra palabra cuya traducción no sabía, pero asumía no significaba nada bueno. — Y una acá espantando a la gente..."

Volvió a acomodarse en el sofá, y siguió con el móvil entre las manos.

Minutos después el dispositivo resbaló de sus dedos chocando contra la alfombra.

La chica no reaccionó ante el ruido.

Aguardé, hasta que escuché su respiración acompasada y me dirigí hasta la puerta de la cocina.

Estaba cerrada con seguro, por lo que no la forcé. En cambio, busqué una abertura que me permitiera entrar sin dejar rastros.

Para mi sorpresa, una de las ventanas de las habitaciones estaba sin seguro. Con un rápido movimiento penetré en el pequeño dormitorio.

Apegada a las paredes de una esquina, había una cama sin hacer, de sábanas púrpura. Junto a ella, una mesita de noche con una lámpara del mismo color, con los cables de la misma y lo que parecían unos audífonos enredados.

Las paredes tenían un par de póster de bandas de metal. Reconocí algunas, sin embargo, una de ellas no se me hacía conocida, a pesar de que su nombre estaba en inglés.

Di un par de pasos, encontrando en mi camino ropa desperdigada por el suelo.

Retrocedí, quedando a centímetros del escritorio. Sobre éste había un portátil y unos cuantos pequeños libros, que no eran libros.

Eran cómics. Pero, no cómics tradicionales. Su orientación era diferente y tenían nombres de los que nunca había oído hablar.

Ante la incomodidad de estar aguantando la respiración, desde que había entrado en la habitación, di una pequeña exhalación, que me arañó la garganta.

La sensación de llamas rasgando mi garganta era dolorosa. Sin embargo, como si me hubiera vuelto masoquista, expulsé por completo el aire de mis pulmones e inhalé el fuego de su esencia encerrado en la habitación.

La ponzoña se acumuló en mis colmillos y las llamas del infierno quemaron cada célula de mi cuerpo.

Era el averno. Estaba purgando mis pecados en el infierno y el monstruo en mi interior se consumía en llamas.

En un enorme esfuerzo me quedé estático en medio del dormitorio, rodeándome de su esencia, tentando a la criatura con los acompasados latidos de su corazón al otro lado de la habitación.

Podía cruzar la casa en menos de lo que dura un suspiro y terminar con el calvario, sin embargo, prefería torturar a la criatura y demostrarle mi dominio.

Yo era quién decidía sobre mis acciones futuras. No el demonio que vivía en mi interior.

Entrecerré los ojos y agudicé el resto de mis sentidos. El sabor se concentraba en la punta de mi lengua, invadiendo mi boca de amarga ponzoña.

El aroma de su esencia, tensaba mis músculos para saltarle a la yugular.

La yema de mis dedos se deleitaban con la sensación de calor que percibirían al tocar su piel.

Fruncí el ceño.

Tal vez, tendría que apartar su cabello, para tener un acceso más directo a su cuello, pero, ¿por qué habría de tocarla?

No sería necesario.

Al menos que se resistiera, lo cual podría ser el caso, sin embargo, ahora mismo dormía plácidamente en la sala de estar.

Su respiración indicaba que había caído en un sueño profundo, por lo cual, no me vería llegar. No habría necesidad de otro toque que el de mis colmillos desgarrando la piel de su cuello.

No sentiría el calor de su piel.

Tan solo el frío que le sucedería a mi vil acto.

Emitió algo que sonó como un ronquido y abrí los ojos con lentitud.

Ya era hora de enfrentarla.

Ella y el monstruo que la quería, frente a frente en un duelo que solo permitía un ganador.




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