Libro abierto... e ilegible
Luego de una agotadora clase de gimnasia, —en la que me preocupé de esquivar pelotazos— llegó mi hora favorita del día.
El almuerzo.
Solo superado por la cena, cuando Willy no tenía turno de noche, o se iba más temprano y me dejaba cenando sola.
Como ya se había hecho costumbre, compartíamos mesa, Jessica, Angela, Mike, Eric y yo.
Estaba comentando alegremente el último capítulo de One Puch Man, con los dos últimos, cuando escuchamos un suspiro quejumbroso, de una de las chicas.
— Oh, no ha venido... otra vez —murmuró Bella, mirando en dirección a la mesa de los Cullen.
Puse los ojos en blanco y eché un vistazo rápido en su dirección.
Se sentaban todos los santos días, en la misma mesa, con la misma comida del día anterior.
Luego de un tiempo, que parecía cronometrado, se levantaban todos al unísono con la comida intacta y mientras se dirigían a clases, no miraban a nadie.
Me enervaban.
Eran ridículamente rutinarios.
Un día de estos iba a llegar temprano, me iba a instalar en su mesa y los vería entrar en shock, mientras les explotaba la cabeza y decían: — Error en la configuración. Bip, bip, bip.
Entonces quedaría en evidencia que eran robots.
Jessica esbozó una sonrisa, mirando a la alicaída Bella.
Yo quería hacer lo mismo, no porque me alegrara su tristeza, sino porque otra vez faltaba a clases Edward.
Lo cual era un alivio.
O casi.
Todavía no me terminaba de convencer que le haya molestado algo que no fuera yo.
Intrigada, comencé a investigarlo más a fondo, como la buena psicópata paranoica que soy.
El individuo en cuestión, no militaba en ningún partido de ultra derecha, o al menos, no lo expresaba abiertamente, ni él, ni su familia. Tampoco tenía fama de xenófobo. Ni era chovinista. Es más, ni siquiera había votado por Trumph, o al menos no le había hecho campaña.
En resumen, su impecable historial, de chico modelo, me impedía acusarlo abiertamente de anti-inmigrantes.
Además, eso implicaba que no le agradaba mi hermano... y Willy se había cruzado un par de veces con él, en el hospital. Todo muy cordial, super nice.
Por lo tanto, la teoría de que era un seguidor de pumpkin head, estaba descartada.
Sin embargo, la posibilidad de que se sintiera mal ese día, se desvanecía, puesto que, no solo se había ausentado esa clase de biología, sino las tres semanas siguientes a esa clase.
No nos había honrado con su presencia en casi un mes, lo cual tenía triste a su fan número uno y ansiosa a su fan número dos.
Para mí, que no se apareciera era un alivio... o casi.
Ya que, la posibilidad de que se sintiera mal, ese día, se desvanecía, dando paso a otras teorías.
Estaba enfermo y se iba a morir.
Bueno, no tanto, su padre era médico, podía salvarlo.
Y la que menos me agradaba... yo era la causa de su ausencia a la escuelita.
Sin embargo, luego de meditarlo una milésima de segundo, lo descarté.
Yo no tenía ese poder sobre las personas. No podía influir en sus decisiones de buenas a primeras.
Además, no era una persona non grata, a primera vista.
No hasta que me conocías por lo menos.
Bella, siguió cuchicheando con las chicas, y yo volví mi atención a mi bandeja de comida, semivacía.
Casi se me escapa el redbul, por la nariz, cuando oí la barbaridad que estaba diciendo Newton.
— Bro, cual pelea épica —me entrometí.
— ¡Ha estado genial! —repetía el rubio con una sonrisa.
Eric nos miraba expectante.
— Bro, ¡la animación ha estado horrible! Las rocas de Witt, estaban mejor hechas.
— Ah... pues sí, pero, el giro de la trama ha estado inesperado.
— Ya, pero seguro ganan a punta de Nakama Powers.
Seguimos discutiendo, hasta que terminó la hora de almuerzo.
Como Eric, no era imparcial, decidimos que Jess, Angela y Bella, dieran el veredicto final.
¿La animación, entorpece una pelea? Eric, se inclinaba por el factor nostalgia y no quiso quedar mal con nadie.
Jessica y Angela, se negaron tajantemente a ver dos minutos de video.
Bella se encogió de hombros y forzó una sonrisa.
Camino al salón de biología, Mike y yo estábamos cada uno con un teléfono móvil a ambos lados de su cara.
— Mira esa pelea, ¡está asombrosa! —comentaba Mike.
— Pero mira esa animación... fíjate en las rocas de acá, ¡las rocas! —le vuelan la raja a la pelea épica, iba a agregar, pero me arrepentí, porque, de todas formas, no me iba a entender —le quita emoción si se ve... —como el culo, agregué para mis adentros— Mal.
— No lo sé...
Di un bufido.
Ya habíamos llegado al salón.
Y en el mesón, que ya era todo mío, había otra persona.
El dueño original, había vuelto a reclamar el trono.
Se me acalambró el estómago.
Iba a dar media vuelta e irme, cuando, me decidí a dar batalla.
Igual si lo ignoraba, no sería tan incómodo.
Sin mucha delicadeza, corrí la silla, y lancé la mochila al suelo. Desperdigué mis cosas sobre la mesa y cogí el móvil.
Nancy, acababa de postear una foto en la playa, se le veía bronceada y despreocupada.
"Que todo fluya, que nada influya".
Enfurruñada, azoté el móvil, contra la mesa.
— Hola. —Saludó, una voz grave, pero melodiosa.
Me giré para descubrir, quien interrumpía mi momento de ira.
Mis ojos se ensancharon con sorpresa, al descubrir al David de Miguel Ángel, vestido muy elegantemente a mi lado.
— No me he presentado formalmente. Soy Edward Cullen.
Seguí mirándolo pasmada, un instante más. Mi cerebro no era capaz de procesar tanta perfección, en un solo ser. De cerca era incluso más guapo. Agh.
¡Reacciona Julieta!
— Ho-Hola.
Por su rostro cincelado en mármol, se extendió una sonrisa.
— Soy Julieta... González. ¡Mucho gusto! —y como buena pueblerina que soy le extendí la mano, para que me la estrechara.
Demonios.
Había dejado en evidencia que me había turbado las neuronas y además que era una campesina. Mis esfuerzos por ocultar, ciertos modismos y manías habían sido reducidos a nada, por aquel sujeto de ojos color caramelo. Ahora que lo veía de cerca, notaba que su cabello, no era exactamente cobrizo, de modo que el apodo de "cabeza de cobre" no le venía bien.
Avergonzada, planeé esconder la mano, tras de mi cabello, o rascarme la cabeza.
Sin embargo, antes de que pudiera siquiera pensar qué hacer con mi mano estirada, él la estrechó. — Un placer...
Fue un momento breve, en el que pude notar lo suave que era y lo fría que estaba, como si las hubiera metido en un cubo de hielo antes de venir.
— Debes estar disfrutando de la nieve...—denotó luego de una larga pausa, en la que fingí que prestaba atención a la clase.
Lo miré inquisitiva. ¿Me había descubierto?
— Sí... pero no. —Murmuré dejando el lápiz a un costado de la libreta de apuntes.
— No entiendo... —me giré para mirarlo a los ojos y me encontré con los suyos, concentrados observándome.
— Pues... en navidad es lindo. Pero ahora... —ahora me cago de frío y en la mañana me fui de culo en la entrada de la casa, por lo que me tuve que cambiar y llegué atrasada— ahora es señal de que hace muchísimo frío.
Inconscientemente, me froté las manos.
Gracias a Dios por inventar la calefacción.
— Entonces no te gustan los climas fríos... —concluyó el muy genio. Digo, mi nuevo compañero de biología.
— Exactamente... bueno, depende la época del año.
Navidad con nieve era lindo. Trineos, Santa, regalos.
Nieve, sin navidad, en una sala de clases... era señal de que me iba a congelar mientras conducía.
— Entonces...¿Por qué te viniste a Forks? —sonó como si me estuviera interpelando por invadir su territorio.
Una nueva teoría se formuló en mi cabeza. ¿Era narco? Eso tenía mucho sentido y explicaba muchas cosas.
— Es complicado...
— Puedo ser capaz de entender.
Fruncí el ceño. No quería despertar su curiosidad. No obstante, me miraba con interés.
— Te explicaré después de clase —solté, esperando que se olvidara del asunto.
— Ok —susurró con una sonrisa torcida.
No entendí un carajo de biología.
Lo cual era bastante normal, pero ahora era por motivos diferentes.
Sentía la mirada agüijoneante de Edward encima de mí, monitoreando cada movimiento.
Para apaciguar mi paranoia, lo miré a hurtadillas varias veces, comprobando, que efectivamente, me tenía en la mira.
— ¿Te gusto o te debo plata? —iba a soltarle.
Pero eso no era correcto —así como tampoco el hecho de que me acosara tan descaradamente.— Además, no iba a entenderme.
Terminada la clase, me dispuse a recoger mis cosas.
Edward, —ojos color sol— levantó mi mochila del suelo, entregándomela con cuidado de no tocar mis dedos. Guapo y amable. Eso solo significaba una cosa.
— ¿Y bien?
Solté un bufido.
— Pues mi madre... tiene un nuevo novio...
Había escuchado a Bella decir eso, y la verdad sonaba bastante normal.
— ¿Y el tipo no te gusta?
— ¿Qué? ¿Diego? Por supuesto que no me gusta, pero qué le voy a hacer, es lo que Nancy quiere. —Me llevé ambas manos a la boca.
Maldición.
Sal de mí impulso de hablar de más.
— Pero, nos llevamos bien —agregué, dejándolo más confundido.
Caminábamos por el pasillo, con nuestras manos rozándose.
¿Seguirían la suyas frías? Podría ponerlas sobre mis cachetes, que se iban tornando rojos, a causa de su silenciosa réplica.
— ¿Por eso te has ido? —dijo al fin, entrecerrando los ojos.
Parpadeé frenética, intentando ordenar mis pensamientos.
— No. —Fruncí el ceño y me crucé de brazos.
La teoría de que no me quería allí, renacía de las cenizas, regresando mi paranoia.
— ¿Y a ti qué te importa por qué estoy acá? —alzó las cejas y sonrió de lado.
Ay.
— Digo, alch, es que... es una historia larga y aburrida y...
— Te puedo acompañar a tu siguiente clase y me cuentas de camino.
¿Era de la migra?
No había otra explicación.
Bueh.
Le iba a demostrar que estaba bien legal en ese país y que el único motivo por el cual estaba varada allí, era porque nadie de mi familia me quería... excepto mi hermano.
— Bueno, para hacerla corta...
Ay Dios mío, este hombre me cruzó los cables del segmento idioma.
Fuck.
— Digo... Mi madre y su novio, se fueron de vacaciones a Punta Cana. Unas muy largas vacaciones y vendieron la casa. —Muy en contra de mis pronósticos, no tenía cara de aburrido, mientras me acompañaba al gimnasio. — Y pues como ya no tenía casa, me vine con mi hermano.
— ¿Tu hermano?
— Sí, Willy... Digo, William González. Es paramédico en el hospital.
— Ah Will, sí lo conozco.
Will. Ulalá señor francés.
Alcé la vista, para ver su carita toda preciosa de perfil.
Ya. Que era estética. ¿Ok?
Alch, ¿cómo hago para no pensar lo anterior?
Bueno, el asunto, es que tenía una nariz perfilada y la curva de su mandíbula era firme, sin llegar a ser demasiado angulosa. Pasó la mano por su cabello antes de agregar: —No se parecen demasiado.
Claro que no.
En nada.
Él era el cuerdo, yo la loca.
Él pensaba antes de actuar, yo era impulsiva.
Yo dejaba la cagada, él la arreglaba.
¡Ah! ¿Se refería físicamente?
Pues, también. Él era guapo. Yo no.
— Sí... a veces creo que soy adoptada —reí sin ganas.
Ojalá fuera así. Eso querría decir que me querían. Reí más fuerte.
Estábamos parados frente a la puerta del gimnasio.
Hice una mueca de disgusto. No quería hacer deporte.
Hacía frío y quería ver la nieve, mientras tomaba café. No sudar como un cerdo.
— Bueno, supongo que nos veremos luego —se despidió mi nuevo amigo cabeza de... nido de pájaros. Su cabello estaba despeinado, pero no del tipo cuando recién te levantas. No. Su nido de pájaros parecía echo en la peluquería. Que envidia.
— See you —articulé despidiéndome con la mano.
En el interior del gimnasio, Bella, Jessica y Mike me miraban con espanto.
¿O era confusión?
No lo sé, pero parecía que hubieran visto un muerto viviente.
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