capítulo 4.
capítulo 2 y 3 en la cuenta de Glob. ❤️
capítulo 4:
Sparta tamborileó sus dedos contra el mesa-banco.
Estaba inquieto. Aunque él consideraba que siempre lo estaba, ésta vez era diferente. No había logrado disminuir su ansiedad desde que escuchó la conversación de su padre y su hermano aquella vez en la cocina, hace dos días. Y era aún peor, porque desde esos dos días no habían cocinado ni ingerido carne. Sparta temía que su padre cumpliera la promesa con su hermano.
Sin darse cuenta, atestó un golpe en el banco, distraído de la realidad. Un carraspeo le hizo reecomponerse de inmediato, era su maestro: flacucho, pálido y de cabello negro. Sparta había notado que le dedicaba algunas miraditas no aptas para un alumno en más de una clase, pero no les prestaba atención.
—¿Rose, ocurre algo? —le inquirió el profesor desde el escritor, con su voz grave. El resto de compañeros voltearon a verlo con curiosidad y algo de morbo.
—Nada —respondió seco y se reclinó en el respaldo del asiento. Alcanzó a ver qué algunos se inclinaban a cuchichear, dedicándole discretas miradas piadosas.
El castaño rodó los ojos, odiaba que la gente creyera que la estaba pasando mal. Pero no tenía forma de contradecirlos si no quería levantar sospechas.
"Si tan solo supieran", pensó, pero no dijo nada más. El maestro tampoco había dicho nada.
Luego de unos segundos en los que sólo se escuchaban los murmullos en el salón de clases, ocurrió algo extraño; el profesor dio salida.
Sparta frunció el celo ante ello, pues aún faltaban cincuenta minutos para salir, era la última clase para terminar el día escolar. Pero tampoco iba a quejarse.
—Salgan todos —repitió el pelinegro al ver que nadie se había movido. Pero apenas lo escucharon, se apresuraron a guardar sus cosas para salir antes de que el profesor se arrepintiera de dejarlos salir antes—. Excepto usted, joven Rose.
Nadie se quejó. Después de todo, Sparta no tenía amigos en el salón de clases, por tanto, nadie que se quedaba a esperarlo.
Cuando salieron los últimos alumnos del aula, el chico se acercó al escritorio con curiosidad, colgando su mochila en sus hombros.
—¿Qué pasó, profesor? —preguntó Sparta en un tono más bajo. Le intimidaba un poco el eco del salón.
El pelinegro comenzó a guardar sus pertenencias en su mochila.
—Quería hablar contigo, Sparta —dijo y el menor tuvo que reprimirse de contestar algo sarcástico y, probablemente, ofensivo—. He visto que has cambiado mucho tu actitud desde... bueno, la desaparición de tu madre.
El castaño alzó los hombros sin poder evitarlo. De verdad estaba harto de escuchar ese tema.
—¿No te importa? —escuchó de nuevo a su maestro.
"En lo más mínimo".
Por el rabillo del ojo notó que su tutor se estaba acercando discretamente a él, rodeando el escritorio. Sintió un escalofrío leve y sonrió mentalmente. Tenía una idea.
—Si —mintió—, pero no sé cómo olvidarme.
—Ya veo —comentó de nuevo el mayor. Luego quedó en silencio por un rato—. Te he estado observando, Sparta.
—¿Si?
—Si —se acercó aún más a él, ésta vez sin discreción, hasta alcanzar los rulos de su cabello. Sparta sonrió—, lo suficiente cómo para cuestionarme porqué nadie quiere estar contigo y... ¿estás mascando chicle?
El menor sonrió de nuevo con burla.
—Quizá.
—Sabes que odio que masquen chicle en mi clase.
—Pero ya no estamos en clase, ¿no, profesor Trollino? —entonces ahí aprovechó para sacar su as. Se acercó a Trollino hasta apoyarlo en el escritorio y cortando la distancia entre ellos. Podía sentir la tensión de su maestro debajo de él y eso le divertía.
—D-de todas formas... me molesta —respondió éste tratando de componer su voz. Pues no le gustaría admitirlo, pero la cercanía de Sparta le estaba poniendo nervioso. Siempre lo hacía.
Sparta se apoyó sobre él, de forma de sus torsos estaban pegados y podía sentir la respiración del mayor en la frente. Trollino empezaba a perder la cordura.
—Entonces... quítemelo —susurró, y después abrió la boca, dejando a la vista su lengua y encima la goma de mascar blanca.
Entonces Trollino no pudo más y mandó al carajo el lugar. Se inclinó de golpe y besó a su alumno con desesperación, con la lujuria que había deseado desde que lo veía solo en los salones.
Lo besó queriendo ahogarse en su boca.
Se había despojado de su cordura, y su calentura había subido al toque. Pero se detuvo. Recordó que seguía en la escuela.
Trollino se alejó rápidamente, sintiendo estremecimientos de adrenalina en todo su cuerpo. Si hubiera sido por él, le habría hecho mil cosas al niño en ese mismo momento. Pero seguían en el salón de clases, donde cualquiera podría verlos, y entonces su trabajo y reputación se habrían ido a la mierda.
—Podemos ir a mi casa —murmuró Sparta, como adivinando sus pensamientos—. Mi padre y mi hermano siguen en la escuela, les diré que salí temprano y me iré a casa a estudiar.
—Suena perfecto —sonrió. Se acercó a la papelera y desechó el chicle.
[...]
Se fueron en el auto de Trollino, olía a aromatizante de lavanda. Durante el recorrido se mantuvieron en silencio, dedicándose gestos y miradas atrevidas.
Apenas llegaron a casa y cerraron la puerta, Sparta cerró las cortinas y Trollino se abalanzó sobre el más chico, quien soltó un jadeo ante el impacto tan repentino, pero no se detuvo.
"Si que está desesperado", pensó Sparta, no pudo evitar reír por aquello en medio del lujurioso beso.
Trollino en cambio trataba de aprovechar de la cercanía del castaño mientras éste los guiaba a alguna parte de la casa. No sabía a dónde, tampoco le importaba. En ese momento todos sus sentidos estaban concentrados en el castaño en sus brazos.
No se había dado cuenta de lo mucho que deseaba sumergirse en él hasta que lo tuvo.
Sparta jadeaba, estemeciéndose ante el frío toque del mayor. Y Trollino no podía hallarse más encantado con él, todo le parecía mágico, seductor y destructor al mismo tiempo. Era un nudo de emociones extravagantes ahora mismo.
Hasta que algo rompió la burbuja del encanto.
Sparta, quien había estado guiándolos hasta el comedor, tomó el primer objeto puntiagudo que tanteó sobre la repisa, era una cruz de metal; y asestó un golpe seco en la cabeza de su maestro. Trollino intentó incorporarse, pero Sparta enpuñó un segundo golpe en el mismo lugar.
Trollino jadeó de dolor, mareado. El castaño aprovechó de esa desventaja, soltó la cruz ensangrentada y empujó al adulto hacia el suelo, quedando a arcadas sobre él. Lo golpeó en los puntos que había visto usar a su padre y rodeó su cuello con ambas manos, ejerciendo toda la presión que podía.
Estando tan inmerso en eso, no pudo prestar atención a los brazos de Trollino, donde trataba de alcanzar la cruz que no había caído muy lejos de ellos. Mientras tanto, intentaba tomar el aire que podía, aunque empezaba a faltarle, seguía resistiendo por su vida.
—Morirás, desgraciado —exclamó Sparta, todavía presionando su cuello—, morirás igual que mi maldita madre.
Apenas sus dedos tocaron el frío del metal, Trollino atrapó el resto de la cruz en su mano y la elevó hasta estrellarla contra la cabeza de Sparta. La sangre salpicó y Sparta se alejó enseguida, aturdido. Trollino tomó esa ventaja, empujó al chico encima suya para salir corriendo de la casa a todo lo que sus debilitadas piernas podían. Su cabeza martilló cuando salió al sol, pero no se detuvo.
Sparta no pudo hacer nada para detenerlo. Miró la puerta de su hogar sin poder hacer nada al respecto, su cuerpo tembló nervioso bajo las ideas que empezaban a cocerse en su cabeza, cada una más temible que la anterior, y fue ahí cuando comprendió que estaba completamente perdido.
Ni siquiera Dios podría salvarlo ésta vez.
***
_mazapan
_had3s
próximamente el epílogo 🤠❤️
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