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Cuando Ricitos de oro no se encontraba cazando recompensa con su peluda familia. Le gustaba pasar sus días en la enorme biblioteca del pueblo, siempre buscaba un espacio oscuro y silencioso donde se hallase una mesa vacio, sacaba un libro, de vez en cuando cinco o 6, se escondía entre enormes pilas de papel y tapas duras de cartón con infinitos textos dentro y se sumerge en relatos cargados de sabiduría, fantasía, romance, terror y ciencias(más sentía fascinación por el segundo).
Sin embargo, esa linda tarde de lectura dentro de su lugar seguro, resultó ser perturbado por aquel tétrico silbido del cual conocía su origen, despegó su mirada de su libro y busco por sobre su hombro, luego miró a su izquierda y ahí estaba ese gigante lobo oculto bajo su capucha negra. Ricitos parpadeó perpleja y espero a que este dejara de cantar.
—Hola, ladrona de sopas.-saludo La Muerte con serenidad,pero esta misma serenidad para la joven rubia fue motivo para sentirse intranquila.-y parece que también es ladrona de libros.
—¿lo sabes?.-pregunto la ojiazul anonadada.
—pues eso que llena tu bolso no son piedras ¿o si?.-preguntó el shinigami,inclinando su rostro hacia ella para verla mejor, mostrando esa cínica sonrisa que a todo mortal le daba repelús.-mis respetos a tu silencio para llevartelos y luego regresarlos sin dejar rastros.
La chica de cabello rubio desvió su mirada.
—Tengo el cuello fino, no te causare problemas.-hablo ella a lo bajo, sintiendo de inmediato las ganas de llorar.
—puedes estar tranquila...no he venido por tu vida, huérfana...-respondió él.-...no aun...
—¿entonces cuál es el motivo de tu presencia?.-pregunto Ricitos, manteniéndose arisca con el shinigami.
—eres una cebra con todas esas cosas ¿no?.-preguntó La Muerte, agarrando uno de los libros en aquella mesa sin ningún cuidado por su contraportada.
—supongo que a tus palabras eso significa que se sobre libros, pues si, lo soy ¡y dame eso, lo vas a dañar!.-La chica le arrebató dicho libro de su agarre.
Fue entonces que el lobo retiró la capucha y se acercó a la chica.
—¿sabes si algunos de estos libros hablan de embarazos?.-pregunto en susurros.
Era la sopa recalentada de la cena de ayer que se comió en el desayuno o estaba teniendo alucinación. Incluso arqueo la ceja en desquicio, esperando que así este le corrigiera lo que dijo...pero no fue así.
¿el lobo que algún día vendría a robarse su vida...le preguntó por embarazos?.
—...eh...bueno...¿de qué tipo? ¿en humanos? ¿en animales?.-levantó ella su voz, permaneciendo desorientada.
—en animales, específicamente: en gatos.-aclaró él.
con esa respuesta bastó, ya se estaba dando una idea vaga de lo que estaba pasando e internamente maldecía Kitty por no pasarle el chisme mas antes. Fue entonces que miró aquella gran cantidad de libros coloridos tirados sobre la mesa y estiró su brazo hasta llegar al otro extremo para tomar uno de exterior lila y letras negras.
—bueno, no se si sea coincidencia pero ahorita mismo estaba leyendo un libro sobre animales durante su tiempo de embarazo, sus cambios y los cuidados que se deben de tener con ellos, creo que hay unos cuantos capítulos que tratan sobre los cuidados a las gatas cuando están embarazadas.-le mostró el libro en sus manos.-aunque creo que un libro de paternidad también te vendría de ayu-
La chica no terminó siquiera de dar su explicación, porque para ese momento, el Shinigami le arrebató el libro de las manos y lo abrió con desesperación, buscando dichas páginas. Ricitos rodó los ojos, sintiéndose más perdida que el retoño de la llorona.
La Muerte se quedó junto a Ricitos, siendo educado y explicado con todas esas dudas y pequeños temores que se aproximaban a él.
Solo quería ser y buen lobito, para su amada Kitty y para su pequeño o pequeña.
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