—miralas no más y luego porque no hay leche en la cocina. Si es que estas glotonas se la acaban toda.-el lobo respondió con encanto, recostado sobre la alfombra de la sala junto a su familia.

Su bella familia, la vida más bella.

—oye Grandulón ¿crees que podrías preparar el biberón para Eris? Dudo que estas dos vayan a soltarme el brazo...literalmente.-la ladrona felina le preguntó a su amado inmortal, mientras que en sus dos brazos descansaban las dos gatitas.

—sin problemas.-enseguida, el lobo miró al pequeño gatito que se encontraba en su regazo, trepando por sus telas negras.-¿Eris?...

—¿miau? .-el felino bicolor ladeo su cabeza en confusión.

—¿Vamos a la cocina? .-le pregunto con suavidad, dándole una sonrisa llena de amor.

Eris no respondió, sus ojitos rojos estaban fijos en su padre. A pesar de ser un enorme perro con colmillos afilados y garras puntiagudas, nunca le tuvo miedo. Resultaba curioso cómo ambos enamorados parecían tener una conexión especial con sus cachorros. Luna y Dabriah se pegaban a su madre tal cual garrapatas, reclamando cada una su lugar entre sus brazos cada vez que llegaba la hora de la siesta. El único niño de la familia, Eris, conectaba con su padre desde el primer día. Era común ver a la familia con él oculto bajo su túnica negra o descansando como una barra de pan en su hombro. Eran el mayor tesoro y fuente de alegría para ambos.

—vamos a la cocina.-La Muerte replicó cargando a su hijo, dirigiéndose al susodicho lugar.-hmm, tal vez tambien deberia ponerlos a dieta una vez dejen de usar de esos. No más mira la bolota que tu y tus hermanas tienen ahí.-ria el shinigami, con uno de sus dedos tocando la punta de su pancita.

—¿Miau?...

—Ey no te me pongas así, lo hago por tu bien. Eso es lo que hace un buen padre.

—Miau...

—si como quieras pequeño ¿descremada o entera?.-Dijo la Muerte, ahora abriendo la alacena.

—Miau...

—Descremada será...

un par de aventuras de familia mas y esta historia se acaba <3