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15


Gato se lanzó sobre sus cuatro patas con un grueso quejido gatuno en el momento que La Muerte aparece detrás suyo.

—Hola, Mago, ya traje a la Muerte.-Perrito saludo inocente, siendo cargado por el ya mencionado tal cual un costal de papas.

—¡¿dónde está ella?!.-Pregunto el lobo con histeria..

El atigrado español, temblando sobre sus elegantes botas, no tenía palabras, solo dejaba escuchar su agitada respiración. De seguro fue por el miedo que le daba tener a la misma Muerte frente a él nuevamente en ese estado de desesperación...o tal vez fue la ansiedad suya por Kitty.

—¿¡Que. Donde. Esta. Ella?!.-reitero el shinigami, alzando más su voz para así tal vez obtener respuesta a través del miedo.

El Gato se apartó, jugando embobado con sus patitas, incluso sus orejas permanecen caídas por el miedo. Cosa que solo hizo a la Muerte gruñir con frustración. El felino ojiverde entonces recuperó su compostura y dio lentos pasos hacia su rival.

—¿podrías por favor mantener la calma?.-pregunto Gato entonces, sin brusquedad, pero precavido.

—debes de ser demasiado idiota como para pedirme calma en un momento asi, gato sarnoso.-escupio la Muerte a lo bajo, sus ojos carmesi fulminaban al contrario.

—Tuve calma en nuestra última batalla lobo y aun asi se que jamas podre derrotarte y la siguió manteniendo aun sabiendo que jamás podré huir de ti...¿qué excusa tienes tú entonces? .-Gato dijo.

Estaba por responder con toda la agresividad posible, pero apenas esas palabras golpearon su cabeza, los insultos quedaron atrapados en su garganta. Mirando impresionado al felino naranja. Este guardó silencio entonces, tragándose orgullo.

—ella estará bien...-Gato se adelantó.-Hace un tiempo llegó la partera, la está ayudando en su habitación. Yo también estoy algo preocupado pero hay que tener esperanza de que nada malo sucederá...

—la esperanza es mortal...-La Muerte respondió en frío.-y los mortales mienten siempre...

—eso es algo que no puedo negar, Muerte.-Gato respondió, bajando su cabeza con desánimo.

—pero...la he tenido en estos últimos dos meses, he tenido esperanza de conocer a mis hijos. Así que te creeré...-La Muerte regresó a verlo, mostrándose manso ante su rival.

Gato sonrió y entonces ambos se sentaron en el sillón, Perrito en el centro de ellos.

—¿crees que serán todos niños? ¿o habrán mixtos? .-Gato ya con más confianza.

—¿sabes? no soy una persona muy quisquillosa con lo que me toca o quiero...pero me encantaría tener un varón.

—lo que me faltaba, una mini Muerte sacandome el corazón todos los dias.-Gato respondió burlón.

—...¿Kitty estará bien? .-el shinigami miró hacia la puerta de la habitación que compartía con su amada esposa, si podía escuchar las pequeñas voces difuminadas por las paredes.-no la he visto desde que me fui ¿le habrá pasado algo? ¿crees que se ocupa de mí?.

—opa, te veis mas tonto de lo norma, colega.-Gato le menciono, poniendo su patita sobre el enorme brazos del lobo en forma de apoyo, de no ser por el estado en el que se encontraba, Gato hubiera acabado como tapete de baño.-respirad, trata de mantener esa cabeza fria.

Pasaron tan solo unos minutos, los cuales fueron eternos para el shinigami, quien rasguñaba la tela y golpeaba el suelo con sus piernas tal cual un tambor. Sus orejas caninas estaban completamente atentas al ruido...a la señal que fuera.

Hasta que de pronto, un cerrojo se abrió. La Partera apenas levantó su mirada y abrió su boca, quedó tan pálida como la nieve y soltó un agudo grito en el momento que se topó con aquella enorme silueta negra al fondo del pasadizo, penetrándola con rojo carmesí. La Muerte se acercó a ella de inmediato, haciendo que ella cayera contra la pared con todo terror. Pero a este poco le importó y siguió su camino hacia dentro de su habitación.

Una vez dentro, su angustiada mirada busco a la gata bicolor y la encontró acostada de costado sobre la cama, acurrucada a algo que él no sabía(o tal vez si sabia...pero aun no lo asimilaba). Kitty estaba hecha un verdadero desastre, su pelaje estaba desecho y sus ojos azulados estaban agotados. La Muerte bajo sus orejas con empatía y se acercó lentamente hacia su esposa.

—¿Princesa mía? .-llamó él con suavidad.

—grandulón...-Kitty ronroneo, se dio la vuelta enseguida.

Él entonces se inclinó para acercarse a ella, tomándola del rostro y formando un beso cargado de ternura al que Kitty correspondió. Una vez se separaron, él la volvió a besar, pero sobre su frente.

—¿estás bien?...-pregunto la Muerte.

—estoy bien jodida...siento que tengo trescientos trenes atropellando, pero ya todo esta mejor.-Kitty respondió con cansancio, pero sin quitar esa sonrisa.

—tu perro llegó a avisarme, me sentí muy asustado...

—no pasa nada, grandulón. Ya estoy bien...-Kitty tomó una pequeña pausa, antes de dejar ir una suave risita.-bueno...

Nosotros estamos bien.

Las orejas de la Muerte se cayeron en el momento que escuchó a su amada decir "nosotros" y ahí fue donde se sintió pequeño...tan pequeño. En seguida Kitty se dio la vuelta, justo con lo que antes parecía estar acurrucada, lo sostuvo gentilmente entre sus brazos, envuelto en una manta blanca y cálida. Sus ojos rojos se enternecieron al descubrir el motivo por el que él se sintió tan pequeño...y esos eran dos pequeños hechos bolita entre el algodón de aquella manta.

El shinigami entonces se sentó en la esquina de la cama, con una mirada frágil sobre quienes eran ahora sus hijos:sus pequeños y amados gatitos.

Eran dos gatitos blancos al igual que su padre y una gran mancha gris que cubría sus ojos y nariz, también algo de su padre, uno de ellos tenía incluso manchas en sus patitas delanteras. Pero al abrir sus ojos, veía que ambas tenían dos pares de orbes azules como el cielo, marca de su madre. La Muerte llevó una de sus manos al pecho, viendo como los dos gatitos movían sus cabezas con cansancio y torpeza hacia todos lados mientras que Kitty les daba pequeños mimos en la cabecita y mentón de cada uno.

—anda, cargalas...son dos lindas niñas.-Kitty explico.

La Muerte obedeció y algo huraño y dudoso acercó sus enormes manos para así sostener a ambas gatitas envueltas y acurrucarse a su pecho tanto como pudo, ambas pequeñas soltaron un pequeño maullido y levantaron sus cabezas inocentemente, encontrándose con su padre y enseguida correspondiendo a los torpes mimos que les estaba dando el shinigami. Sus cabezas eran tan pequeñas que cambian perfectamente entre su enorme palma gris, con mucho cuidado de no herirlas con sus garras. Su cola empezó a sacudirse, ninguna palabra salía de su boca, sus ojos llenos de sorpresa y timidez se comunicaba perfectamente por él. Mientras con uno de sus dedos las acariciaba no podía dejar de verlas, su interior no dejaba de revolcarse de la ternura y la felicidad...de no ser por su fuerza, habría empezado a gritar y a aullar de la alegría...la felina bicolor guardó silencio, recostandose contra su marido, endulzada por lo que presenciaba.

—así que...yo soy su papi...¿eh pequeñitas? .-La Muerte murmuró con extrema dulzura.

—Parece que Luna y Dabriah ya quieren mucho a su padre.-Kitty respondió con una sonrisa.

—¿Así decidiste ponerle a nuestras pequeñas?.

—tu lo dijiste...Dabriah es un muy lindo nombre y pues, vi que una de ellas tiene una mancha en su cabeza que parece una luna, así que creo que le va perfecto.

La Muerte acarició dicha mancha sobre una de las bebés, era cierto, era una luna merengada. Esto lo hizo sonreír por sí mismo.

—Hola Luna, hola Dabriah...mis pequeñas princesas...-el shinigami respondió con suavidad, volviendo a consentirlas con pequeños mimos.-soy su papá...la Muerte...

Ambas gatitas se le quedaron viendo fijamente, Dabriah tenía los párpados muy pedazos por el sueño y Luna permaneció perpleja ante su progenitor, no entendiendo ni una palabra.

—Y-y n-no hablo m-metafórica, ni retórica, ni p-poéticamente...ni en-ninguna otra forma elegante-te. Ustedes dos son vidas que la misma Muerte ha creado...las más bellas.-aclaró él con ese mismo tono suave, ahora acariciándolas entre sus brazos.-...y las amo muchísimo ...hasta la muerte...Ay ¿tan rápido me cambiaron, mis niñas?...

Aquel lobo blanco y aterrador seguía manteniendo su amorosa y frágil mirada en esas dos pequeñas gatitas que lo tenían tan enamorado. Más tarde, regresó a ver a su amada esposa...y se dio cuenta de que entre los brazos de ella ahora descansaba alguien más...

Por supuesto, faltaba el tercer pequeño.

Otra perforación en el corazón inexistente del shinigami.

Entre los brazos de Kitty, ahora lloraba otro minino, quien temblaba sin parar buscando protección en los brazos de su mami, el pequeño recibía pequeñas caricias sobre su espaldita y colita. Su pelaje era negro con manchas de blanco sobre sus patitas, pecho y nariz. Idéntico a su madre. Al notar lo anonadado que estaba su esposo al ver a aquel pequeño descansar entre sus brazos, se lo ofreció para también cargarlo y con esa misma curiosidad y temor aceptó.

En el instante en que ese pequeño bostezo abrió sus ojitos, la Muerte dejó escapar un suspiro conmovido... ya que no esperaba ver que su único hijo varón hubiera nacido con el rojo carmesí de los ojos de su padre.

La Muerte lo miró con compasión, acercando su mano hacia él viendo como con sus dos hermanitas empezaba a jugar con esta, poniendo sus patitas, agarrándose con sus garritas y raspando con sus lenguitas. Rio a lo bajo, jamás se había sentido tan suave y tocado como lo estaba en ese momento que conocí por primera vez a las vidas que él mismo procreo.

—¿y qué nombre le has dado a este principito, cariño?.-preguntó la Muerte.

—¿que tal si tu eliges su nombre?.-Kitty replicó con seguridad.

Sorprendido por aquella respuesta, el lobo regresó a ver al pequeño minino bicolor y se acercó para darle pequeños arrumacos con su nariz.

—hola chiquitin, es un gusto al fin conocerte:Eris...a ti y a tus hermanas-en silencio, la Muerte sollozo con alegria.-Quien me viera ahora, amando a vidas que no conocía hasta hoy...

y en un puro acto de amor, los acercó a él, restregando su cara contra los tres, permitiendo llorar de la felicidad.

—mis gatitos...mis hijos...

Maldita sea, los tres eran tan pequeños, tan adorables, tan amables. Eran como pequeñas bolitas de algodón, los tres encajaban perfectamente en sus dos palmas...eran perfectos...los gatitos más lindos que él había visto en toda su estancia sobre la tierra.

Kitty seguía abrazada a su amado esposo. Viendo toda esa escena con gentileza.

—ya te vi grandulón...

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