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❝Familia feliz❞

La casa estaba desalojada a esa hora de la noche; eso fue lo que Kim JongIn aseguró a SooJung al pedirle que lo acompañara a su vivienda, de donde debía recoger un documento de suma importancia que había olvidado esa mañana encima del desastre de su escritorio.

KyungSoo no llegaría sino hasta pasada la media noche, puesto que era viernes y los viernes permanecía en la oficina durante más tiempo del habitual.

Rondaban las 10:00pm cuando aparcó su vehículo frente a la hogareña fachada. El farol dispuesto en una esquina del pequeño jardín de la entrada era lo único que aluzaba el exterior, debido a que no había casas alrededor, al menos no cerca. Al comprar la casa, él y KyungSoo hicieron la elección con la convicción de un hogar en un ambiente de calma, lejos del estrépito del pueblo y de vecinos ruidosos.

SooJung desabrochó su cinturón y antes de bajar del auto, se apoyó en el asiento para acercarse a él y plantarle un vibrante beso en la mejilla. JongIn se limitó a sonreírle y salió. Caminaron uno junto al otro a través del camino de rocas lisas que desembocaba en la entrada. La chica se colgó de su brazo mientras que él rebuscaba en sus bolsillos hasta hallar las llaves. Ella no lo soltó ni siquiera cuando logró abrir la puerta, pero lo hizo al indicarle que pasara primero. Mientras que la seguía al interior, JongIn elevó la cabeza, alcanzando a vislumbrar una luz encendida en una de las habitaciones de arriba a través de una ventana cubierta por una cortina brumosa, antes de que fuese repentinamente apagada.

Al entrar, vio que SooJung ya estaba acomodada en uno de los sillones de la sala. Habían estado bebiendo en un pequeño y escondido bar del pueblo antes de dirigirse a la casa, por lo que el alcohol seguramente la había aturdido. Luego se quitarse de encima la chaqueta y de colgarla en el perchero, se aproximó a ella.

—Espérame aquí —pidió, asumiendo que, de todos modos, ella estaba lo suficiente azorada como para siquiera levantarse—. No tardaré, recojo la carpeta y enseguida nos vamos.

—Mi amor, espera —lo interceptó, levantándose y caminado hacia él. Descubrió que no estaba tan afectaba como lo había creído. SooJung ni siquiera se tambaleaba al avanzar. De pronto, le rodeó el cuello con los finos brazos y se paró de puntillas para alcanzar sus labios. La boca de la mujer albergaba un resabio a alcohol, JongIn omitió una mueca ante el sabor—. Hay que divertirnos un poco, ¿sí? Todavía nos queda tiempo antes de que tu esposo llegue.

—Dudo que sea buena idea, preciosa.

—¿Por favor? —Ella usó el tono de galanteo que funcionaba con casi todos los hombres. JongIn bufó, aferrando las manos a su cintura. Era cansino cuando SooJung no quería entender las cosas—. Vamos, JongIn, tomamos un par de copas y luego... —Uno de los largos dedos se paseó con su pecho, pretendiendo tentarlo—, luego podemos usar tu cama.

—Preciosa, tengo que recordarte que ese documento es importante, hoy es el día límite para entregarlo, de lo contrario ni siquiera habría venido —argumentó. Para que ella lo dejara libre, tuvo que robarle un beso, sólo así lo soltó—. Te traeré una copa de vino para que lo bebas mientras vuelvo, ¿estás bien con eso?

—¿Tengo opción?

—No.

La chica se dejó caer en el sillón cuando JongIn se alejó de ella para ir hacia la cocina. No encendió ninguna de las luces, sus ojos ya se habían acostumbrado a la penumbra, sin mencionar que conocía a la perfección cada espacio de su hogar. Se puso a pensar en su esposo mientras vertía la bebida en una copa. ¿Cómo se encontraría? En los últimos días lo había notado agotado por el trabajo, ya era necesario que se tomara un descanso. Esa noche se lo iba a sugerir.

Mientras tanto, SooJung aguardaba, aburrida, en el mismo asiento. Se echó sobre su espalda, contemplando un momento el techo. JongIn estaba demorando más de lo debido porque definitivamente servir vino no era una tarea que tomara demasiado tiempo. Cansada de esperarlo, se levantó. Pretendía encontrarlo en la cocina, sin embargo, como un parpadeo fugaz, una idea llegó a su cabeza. Quería acostarse con JongIn.

Lo anhelaba tanto. Iba a volverse loca si él no la hacía suya en ese momento. El plan era adentrarse a su habitación y aguardar desnuda en su cama. Cuando él la hallara así, sería imposible que se resistiera a tomarla ahí mismo.

Así pues, sigilosamente, atravesó la sala y caminó por un pasillo. No tenía idea de dónde se situaba su habitación, puesto que nunca antes había puesto un pie en esa casa, pero estaba dispuesta a encontrarla. Al avanzar por el estrecho pasadizo, se paró un instante para observar los cuadros colgados a la pared tapizada. Había fotografías de JongIn y su esposo, en otras aparecían ambos, luciendo tan enamorados, que le hizo rabiar. Sentía unos deseos intensos de arrancarlos de allí y lanzarlos lejos para sustituirlos con sus propias fotografías. Pero no podía hacerlo, no al menos por el momento. No cuando ella y JongIn no poseían ni siquiera una foto juntos.

Se percató también de que había algunos clavos vacíos en la pared, como si antes hubiese habido otras fotografías colgadas, pero ya no.

Al final del alargado pasillo, la esperaba una puerta de madera. No sabía si era allí donde JongIn y su esposo dormían, pero tendría que cerciorarse.

Esa noche estaba determinada a ensuciar las sábanas de la cama que el matrimonio compartía. A adueñarse de JongIn una vez más y que él le demostrara que era ella a quien amaba.

Al girar el picaporte, sintió que se trababa. Estaba cerrado con llave. Para su fortuna, la llave se encontraba colgada justo en la pared paralela a la puerta. Las tomó de ahí y abrió la puerta.

No se trataba de la habitación principal, sino de un sótano. Ella bufó con exasperación. Lo habría dejado pasar para reanudar su búsqueda y obtener la noche que quería al lado de su amante, de no ser porque aquel sótano tenía toda la pinta de una habitación. Vislumbró parte de una cama esquinada, y también un ropero. Giró la cabeza, echando un vistazo en caso de que JongIn estuviese cerca, pero no vio atisbos de su presencia. Silenciosamente bajó un escalón y cerró la puerta tras su espalda. Los escalones crujían ligeramente bajo sus pisadas, sólo un poco, puesto que la madera no parecía ser vieja. En realidad, nada allí tenía un aspecto antiguo.

Al ascender todas las escaleras, quedó asombrada por lo que vio. Se trataba de una habitación, pero no una cualquiera. Los muros estaban cubiertos por pintura color celeste y había algunos juguetes dispersos por el suelo, algunos parecían ser nuevos, pero otros estaban completamente destruidos.

La estancia era espaciosa y sólo un tenue resplandor entraba por la diminuta ventana en lo alto de una de las paredes.

De pronto, despojándola de ensimismamiento, se emitió un rechinido. Fue algo tan ingrávido que no estaba segura de haberlo escuchado realmente, iba a adjudicarlo al alcohol y un poco también al temor, sin embargo, el chirrido se repitió, esta vez con más estrépito.

Retrocedió un paso, casi tambaleándose. El sonido había provenido debajo de la cama. Sus ojos se ampliaron y el sonido del palpitar de su corazón en constante incremento casi podía ser escuchado. No podía despegar la mirada de aquel mueble y se arrepintió de no haberlo hecho al momento de distinguir una mano surgir de la profunda oscuridad.

No quiso ver más, no a qué cosa pertenecía esa mano y tampoco planeaba quedarse para descubrirlo. Lanzando un grito impregnado de horror puro, se echó a correr escaleras arriba. Al llegar al penúltimo escalón, giró la cabeza para comprobar que aquella cosa no la estuviese siguiendo. Aún mirando hacia abajo con miedo y sospecha, salió y cerró la puerta de un azote.

No tuvo tiempo de suspirar de alivio porque volteó al frente y otro grito escapó desde su garganta. JongIn se encontraba parado delante de ella, a unos pocos centímetros. Le había dado un susto de muerte que no pudo evitar soltarse a llorar, aferrándose a él y refugiándose en su amplio pecho.

—A-allí abajo —musitó, cada palabra emergía entre temblores—. Había algo, yo lo vi.

—Tranquila. Cálmate —Él le acarició la espalda—. ¿Estás segura de que no lo imaginaste? Estuviste bebiendo antes de venir aquí.

—¡JongIn, no estoy mintiendo! —repuso llena de frustración por no ser tomada en serio—. Estoy segura de lo que vi y no insinúes que estoy ebria porque no lo estoy.

—¿Qué fue lo que viste?

—JongIn, sácame de aquí, por favor —ella suplicó, asustada de que la cosa de allá abajo pudiese subir las escaleras para buscarla.

—De acuerdo, vamos.

No lo soltó en ningún segundo en tanto caminaban hacia la salida, estaba más que aterrada. No demoraron en abandonar la casa y sólo fue capaz de sentirse segura después de subir al auto y JongIn arrancó. Llevó sus temblorosos dedos al rosario que colgaba de su cuello y comenzó a recitar oraciones entre murmullos. Sabía que Dios podría protegerla de lo que fuera que había visto debajo de esa cama.

—Entonces, ¿qué fue exactamente lo que viste? —cuestionó JongIn por segunda vez, aunque aparentaba una actitud de serenidad, la leve vacilación en su voz lo delataba. SooJung soltó lentamente el rosario y giró la cabeza hacia él.

—No estoy segura de lo que era, todo estaba oscuro —musitó acongojada—. Vi... una mano, salió por debajo de la cama —De pronto, abrió la boca, un tanto sorprendida—. Tú sabes que es, ¿cierto JongIn? Por supuesto que debes saberlo.

Tras una vuelta más, llegaron a la calle en la que ella vivía. Las calles a esa hora se encontraban ya desoladas, todos debían irse a la cama temprano puesto que los deberes comenzaban a realizarse antes de la salida del sol. JongIn se estacionó a dos casas de la vivienda de la mujer. SooJung no quería que sus padres vieran el auto al asomarse por la ventana. Era hija de un matrimonio religioso, lo cual le había provocado abundantes problemas después de que ellos se enteraron de que mantenía una relación con un hombre casado.

Por breves instantes permanecieron de ese modo, en silencio, sin mirarse uno al otro. Fue un pesaroso sonido expulsado con JongIn lo que rompió la sobria atmósfera.

—Te voy a explicar todo —aseguró. Tuvo que quitarse el cinturón para ladear el torso en dirección de la chica. Su expresión era de angustia cuando comenzó a relatar—. KyungSoo se embarazó hace seis años. Todo fue planeado, así que fuimos dichosos cuando el médico aclaró nuestras dudas, ¿quién no estaría feliz de conseguirlo después de tantos intentos? Pero cuando el bebé nació, supimos que no era normal. Fue diferente desde su nacimiento.

—¿Eso quiere decir que... tienes un hijo? —SooJung se pasó las manos por el cabello atado en una coleta. No podía formular palabras, tuvo que tomar un profundo respiro antes de continuar—. ¿Y nunca me lo dijiste? ¿Esa cosa era tu hijo?

—No hubo tiempo, SooJung, apenas llevamos un par de meses saliendo —respondió. Al ver que la mujer parecía lastimada, se acercó a ella y la envolvió en sus brazos—. Mi preciosa, no te quería decir porque me siento avergonzado. Estoy avergonzado de tener un hijo así. Debido a él, no he sido capaz de llevar una vida normal. No sabes lo agotado que estoy de todos los cuidados que requiere, no puedo continuar, no quiero seguir. Pretendo divorciarme de KyungSoo y comenzar una nueva vida.

Limpió con el pulgar las lágrimas que emergieron de los ojos de la chica, quien había comenzado a temblar contra su pecho.

—¿Tú... tú no lo amas?

—Te aseguro que no —dijo—. No puedo, no quiero estar cerca de él. Con tan sólo verlo me recuerda al hijo defectuoso que tengo, durante años no he sido capaz de tocarlo.

—Marchémonos de aquí, JongIn —suplicó ella, colocó las manos en sus mejillas—. Por favor, podemos irnos lejos y comenzar una nueva vida, juntos. Podemos tener una familia, nuestra propia familia, normal y hermosa. Tendremos hijos preciosos y serás feliz, mi amor.

La chica se aferró con los puños a su camisa, respirando copiosamente en su cuello. JongIn asintió.

—Vamos a hacerlo, ¿sí? Cuanto antes, mejor.

—Dime que me amas, JongIn. Dime que no sientes nada por tu esposo.

—No albergo ningún sentimiento por él —respondió mirándola a los ojos—. Tú eres a quien amo, quiero tener una familia contigo lejos de este lugar.

—Entonces estaré esperando, mi amor. Te prometo que te haré feliz.

Antes de abandonar el auto, subió a las piernas de JongIn y, colocando una mano detrás de su cabeza, le arrebató un beso prolongado.

—Te amo —le dijo. JongIn se pasó la mano por el cabello.

—Y yo a ti, SooJung. Ve con cuidado.

Cuando la puerta fue abierta por la chica, JongIn la sujetó por la muñeca, mostrando una expresión seria.

—Ve preparando las maletas, nos iremos dentro de dos días. Mañana me encargaré de dejar todo listo.

Parada delante del espejo, contempló su reflejo. Había dejado en el olvido su habitual recato. El cabello atado en una coleta baja estaba ahora esparcido por encima de los hombros. Trazó una línea delgada sobre el párpado y rizó sus pestañas. Sus labios, antes pálidos, habían sido teñidos de un color bermejo. También reemplazó los pantalones, las faldas largas y las blusas que la cubrían hasta las clavículas, con un corto vestido púrpura que se ajustaba a su delgada figura. Lo único en su aspecto que permanecía igual, era el rosario que rodeaba su cuello.

No había dejado de creer en Dios, simplemente había optado por verse linda para el hombre al que amaba.

Su maleta ya estaba llena con las cosas que iba a requerir al marcharse y la había colocado junto a la puerta principal, lista para cuando JongIn pasara a recogerla. Decidió no llevar todas sus pertenencias, pues, si quería comenzar una vida nueva, lo haría de manera definitiva.

Bajó escalón por escalón, sujetándose al barandal puesto que no estaba acostumbrada a caminar con zapatos de tacón alto. Al llegar al final de las escaleras, vislumbró en la sala de estar a su padre y su madre. Ella estaba sentada en su silla mecedora con una manta echada sobre las piernas y una biblia en su regazo. Su padre, en cambio, se encontraba parado de brazos a un costado la maleta negra. SooJung tembló sutilmente debido al temor que el evidente disgusto de su padre despertó en ella. Su padre siempre había sido un hombre de mano dura, poseía un firme juicio respecto a la moralidad y repelía toda clase de actos pérfidos como el que, según él, su hija estaba cometiendo.

Aun así, no se mostró afectada. Nada, ni siquiera su familia, la haría cambiar su decisión. JongIn era el amor de su vida y ella lo seguiría a todas partes. Cuando lo conoció, su amor fue tan inmenso que dejó pasar por alto el hecho de que JongIn estaba casado. Si ellos se amaban, no le importaba nada más. Y que Dios la perdonara.

—¿A dónde crees que vas vestida así? ¿A un prostíbulo? —profirió ceñudo el hombre. Su imponente figura casi la hizo retroceder.

—Padre, soy tu hija, no me digas esas cosas.

—¿Acaso pretendes que aplaudamos tu forma de actuar?

—No te educamos así, SooJung —articuló su madre escandalizada. La mirada que le daba de arriba abajo la hacía sentir en un juzgado.

—No tengo razón para darles explicaciones, soy mayor de edad y puedo hacer lo que sea con mi vida.

—¿Y qué explicaciones le darás a Dios por haberte metido con un hombre casado? —Bufó ofendida cuando su padre exclamó eso con desagrado—. No entiendo cómo fuiste capaz de meterte en un matrimonio.

—No importa nada de eso cuando ambos nos amamos —ignorando las lágrimas que se acumulaban en sus ojos, ella respondió.

—Si ese hombre de verdad te amara, habría dejado ya a su esposo. Pero sigue con él, ¿no es así?

—No es tan fácil como crees, padre —repuso—. Se va a divorciar.

—SooJung, todos los hombres casados hacen la misma promesa y jamás la cumplen —Ella miró en dirección a su madre.

—JongIn no es un mentiroso. Nos iremos juntos, por eso hice mi maleta. Él va a dejarlo por mí, porque me ama a mí.

—¡Entonces lárgate ya! —El grito de su padre la hizo saltar en su lugar. Los ojos del hombre temblaban con furia. Señaló hacia la puerta con el dedo y con la mandíbula apretada, pronunció palabras duras—. Si te vas a marchar, hazlo ya. Porque en este preciso instante, nosotros dejamos de tener una hija. Lárgate y no te atrevas a regresar, SooJung, no queremos volver a saber nunca de ti, ¿me oíste?

Se sentía humillada, le dolía saber que sus padres no la apoyaban. Pero si ellos querían pretender que no existía, entonces ella lo aceptaba con dignidad. Podía soportar todas las adversidades que se presentaran en su camino, mientras JongIn permaneciera a su lado, ella lucharía por su felicidad.

Había caído la noche cuando JongIn bajó de su auto y se encontró con que SooJung lo estaba esperando fuera de su casa. Estaba sentada al borde de la vereda, con la cabeza gacha y temblando de frío, pues encima del vestido llevaba únicamente un suéter de tela ligera. La maleta estaba a su lado, JongIn se aproximó a ella y al entrar a su campo de visión, la chica elevó la cabeza, levantándose al instante.

—¡Has llegado! —pronunció—. Tardaste mucho, pensé que no llegarías.

—Estaba terminando unos asuntos —respondió correspondiendo al abrazo que ella le dio. Con el rostro oculto en su pecho, SooJung aspiró su aroma y lo miró con duda.

—Hueles a perfume —dijo en tono acusatorio—. No es el que siempre usas.

JongIn evitó bufar. Acarició el rostro de la muchacha y dio un fugaz beso en sus labios.

—Estuve en casa, ¿bien? Es normal que se me haya impregnado el perfume de KyungSoo. No seas celosa.

—Tienes razón —ella dijo con una sonrisa—. Después de todo, estamos a punto de comenzar una vida juntos, no quiero que se arruine. De todos modos, no quiero que huelas a él —Se aferró a JongIn.

—Preciosa, tenemos que irnos ya.

—¿Cuál es nuestro destino? —cuestionó siguiendo a JongIn, quien tomó su maleta y comenzó a caminar hacia el auto.

—Iremos a China. Pero antes, pasaremos la noche en un hotel.

—Eso suena maravilloso —casi gimió, acariciando su brazo. JongIn le sonrió.

—Conseguí vuelos hasta mañana temprano, así que tendremos que esperar.

JongIn condujo a un hotel a orillas del pueblo. Al llegar a la recepción, dio al hombre que los atendía identificaciones falsas. Era un sitio pequeño y lejos de ser lujoso, sin embargo, era suficiente para pasar la noche.

SooJung estaba henchida de felicidad. Había logrado lo que quería, que JongIn la amara y abandonara a su esposo e hijo por ella. Era la máxima prueba de amor que podría exigir. Se hizo la promesa de ser la mejor esposa para él a partir de ese momento. A pesar de que aún no estaban casados, sería lo primero que harían cuando JongIn se deshiciera del matrimonio con KyungSoo. Lo segundo, sería darle a su primer bebé.

O quizá, darle el bebé primero sería una mejor idea.

JongIn y ella se habían acostado una única vez desde que se conocieron. Al principio, JongIn se negaba, pues la respetaba y estaba consciente de que era una mujer devota a dios y a la iglesia, no podía cometer una falta de esa medida. Pero ella terminó por convencerlo. Después de todo, no le importaba entregarse al hombre con el que pasaría el resto de sus días.

Había intentado volver a tenerlo en su cama, pero JongIn siempre estaba tan ocupado que no podían. Pero esa noche, su primera noche juntos, definitivamente no le permitiría rechazarla.

Cuando cerraron la puerta de la habitación, ella se arrojó a su pecho y estrelló sus labios. JongIn se tambaleó y tuvo que sujetarla por la cintura para no caer junto a ella.

—Quiero que me hagas el amor, JongIn —dijo con voz casi hambrienta.

JongIn fue tomado por sorpresa cuando la mujer lo lanzó a la cama y se tumbó sobre su regazo. Ella comenzó a frotarse contra su miembro, devorando sus labios. Fue hasta que comenzó a quitarse el vestido, que él la detuvo, colocando las manos en sus hombros.

—¿Qué pasa? ¿No quieres hacerlo? —reclamó.

—Claro que quiero —contestó besando sus labios—. Pero acabo de recordar que dejé los boletos en casa.

—No digas "en casa" —pidió bufando—. Suena como si aún la consideraras como tu casa.

—No es así, mi único hogar será contigo, preciosa —Acomodó en vestido de la chica y la hizo levantarse para luego hacerlo él—. Pero tenemos que volver.

—¿KyungSoo está allí

—No, no está. Se fue con el niño a la casa de sus padres cuando le pedí el divorcio.

—Es una lástima, me había encantado que me vea llegar contigo. Por cierto, tienes que contarme cómo reaccionó. Debió verse tan patético cuando le dijiste que ya no lo amas y que vivirás conmigo, ¿lloró?

—Creo que podremos hablar de eso en otro momento —dijo JongIn—. Tenemos que apresurarnos para estar de vuelta pronto.

Tomó la mano de la chica y la sacó de la pequeña habitación. Se dirigieron al auto, donde aún estaban sus maletas. JongIn no las había querido bajar, puesto que se irían pronto.

Después de acomodarse en los asientos, condujo hasta el hogar que compartía con su esposo. Todas las luces estaban apagadas cuando ellos llegaron, SooJung fue la primera en bajar del auto.

—KyungSoo tiene un pésimo gusto con las flores —dijo contemplando los rosales de la entrada—. Para nuestra casa, contrataré a un diseñador de interiores. Ya tengo algunas ideas, mi amor.

—¿Sí? Me gustaría escucharte después.

JongIn abrió la puerta y, colocando una mano en la espalda de la mujer, hizo que pasara primero.

—Mi amor, ¿dónde dejaste los boletos? —cuestionó caminando por la sala. JongIn cerró la puerta.

Entonces, una figura emergió entre la bruma de la cocina.

—¿A quién llamas tu amor, perra?

KyungSoo no parecía contento, sin embargo, su mueca se transformó en una sonrisa cuando SooJung retrocedió un paso. Caminó hasta ella y la sujetó por los brazos, comenzando a tirar de su cuerpo hacia el pasadizo que conducía al sótano. Aunque ella intentó resistirse, KyungSoo era un hombre y su fuerza física era mayor.

—¡Quítame las manos de encima! —exclamó colérica, removiéndose como un pez sacado del agua.

Miró asustada en dirección a JongIn, quien observaba todo con atención, pero no hacía nada por defenderla.

—¡Por favor, JongIn, ayúdame! —clamó al percatarse a dónde se dirigían, o más bien, a dónde estaba siendo llevada contra su voluntad.

Estaba aterrada y no entendía por qué JongIn no hacía nada por detener a KyungSoo.

Ya estaban a unos pocos metros de la puerta del sótano. Comenzó a gritar.

—¡Mi amor, ayúdame!

—Deja de llamar ya a mi esposo.

JongIn estaba allí, sin inmutarse. Sin embargo, al ver que SooJung se giraba enardecida, logrando hacer algunos rasguños en la cara del hombre, una fuerte ira nació en él. No podía soportar ver que alguien dañara a su esposo. KyungSoo emitió un sonido producto del dolor y ella aprovechó para golpear de nuevo su rostro.

Cansado, JongIn se aproximó apresuradamente a ella y la tomó por el cabello. No fue difícil forzarla a caminar. Abrió la puerta del sótano y la empujó al interior. Una vez que cerró la puerta, introdujo la llave en la cerradura y la giró con precisión.

SooJung comenzó a sollozar desesperada, golpeando la puerta.

—¿Te hizo daño? —preguntó preocupado, girándose para ver a KyungSoo. Frunció los labios al vislumbrar unas franjas rojizas atravesando desde la mejilla hasta la frente.

—Sólo me arde un poco —respondió KyungSoo.

La estrepitosa voz de la mujer los interrumpió.

—¡JongIn, por favor! ¡Mi amor, sácame de aquí! —suplicaba—. Mi amor, recuerda nuestros planes, aún podemos cumplirlos. Sólo debes sacarme de aquí, estoy dispuesta a perdonarte. ¿Qué acaso no sientes nada por mí? Sé que tus palabras no eran mentira, no totalmente, la manera en la que me tocabas no era falsa.

JongIn se giró hacia KyungSoo cuando el chico sujetó su mano. Al mirar su rostro, vio en su expresión el miedo a que vacilara. KyungSoo definitivamente estaba preocupado de lo que hiciera, de que intentara ayudar a la mujer, que cediera ante su tono suave y persuasivo, pero él no tenía intenciones de hacerlo. Antes había sentido lástima por lo que le esperaba a SooJung, pero después de escuchar todas las cosas despectivas que dijo acerca de su chico, pensaba que lo merecía.

Después de todo, hacía sido decisión suya interferir en un matrimonio.

—JongIn —musitó KyungSoo, y él no hizo más que abrazarlo.

—Te amo, Soo.

SooJung dejó de insistir. Entonces, gruñidos atroces y gritos desgarradores llenaron el ambiente. Se escuchó el estrépito de algo cayendo de las escaleras, y luego más gritos que lentamente fueron agotándose.

—JongIn, te extrañé mucho —susurró KyungSoo abrazándose a él. JongIn lo sujetó con fuerza, levantándolo del suelo unos centímetros y besando su cabeza y frente antes de llegar a sus labios.

—Y yo a ti, mi vida, no tienes idea de cuánto —expresó con sinceridad, mostrando una sonrisa honesta mientras observaba el rostro herido de su esposo.

—Estuve muy celoso —confesó el hombre más pequeño. JongIn sonrió y lo estrechó contra su pecho.

—Perdón, mi cielo. Sabes que esa no era mi intención, el plan inicial era volverme amigo de SeHun, sabes que no tiene familia y habría sido fácil, pero ella se me insinuó, estaba tan interesada que no pude dejar pasar la oportunidad que surgió. Tampoco fue fácil para mí estar con ella y fingir que ya no te amaba.

—¿Te acostaste con ella?

JongIn suspiró.

—Una vez. Te juro que no fue algo que me gustara hacer.

—Perdón por todo lo que tienes que pasar, JongIn. La próxima vez me haré cargo yo —KyungSoo, llenó de culpabilidad, acarició su rostro, pero él sacudió la cabeza.

—Soo, sabes que por mis dos bebés yo haría lo que fuera, ¿cierto?

KyungSoo asintió con una sonrisa tenue, apoyando una mejilla en su pecho. Los gritos ya habían cesado.

—Nuestro hijo también te ha estado extrañando.

JongIn se sintió colmado de felicidad al escuchar esas palabras. En el mundo no existía nada que amara más que a sus dos hombrecillos.

—Yo también lo eché de menos. ¿Crees que ya haya terminado? Deseo verlo.

—Seguramente —respondió sonriente. Se dejaron de abrazar para girarse hacia la puerta—. Iré por los utensilios de limpieza.

—Espera —pidió JongIn, logrando que se detuviera—. Te amo demasiado, KyungSoo —expresó antes de robarle el aliento con un beso.

KyungSoo se marchó feliz al cuarto de limpieza en tanto él se encargaba de abrir la puerta. Avanzó por las escaleras, percatándose de que ahora sólo quedaba en el suelo una enorme mancha de sangre. Pasó junto a los rastros oscuros, haciendo una mueca que se esfumó al ver la mata oscura de cabello a un par de metros de él. La pequeña espalda del niño se agitaba mientras se lamía los dedos, formulando aún suaves gruñidos.

—Bebé. Papi está aquí —lo llamó de forma cariñosa. Sonrió al escuchar la risa cantarina del más pequeño de los dos amores de su vida.

—¡Papi! —exclamó el niño al correr hacia él. JongIn lo atrapó y le dio un par de vueltas en el aire.

KyungSoo entró en ese momento, contento al verlos de ese modo.

—Ya vacié sus cuentas bancarias —le dijo JongIn, girándose hacia él sin soltar todavía al pequeño.

—Espero que todo resulte.

—Definitivamente. Sus padres no quieren volver a saber de ella. No la buscarán. De cualquier modo, casi llega el momento de irnos a otro lugar.

Se quedaron lo que restaba de la noche allí, jugando con su pequeño y besándose ocasionalmente.

El sol salió en el exterior, sin que nadie supiera lo que se suscitaba allí dentro.

Dentro de los muros de aquella casa, JongIn y KyungSoo se encargaban de limpiar el desastre que había quedado, mientras volvían a ser una familia feliz.

Porque definitivamente, JongIn haría cualquier cosa por su familia. 

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Desde hace tiempo que tengo esta idea xD y pues se me cruzó halloween para publicarla

La verdad no sé qué cosa rara escribí, pero me gustó uwu

Espero leer sus comentarios <3 

JAja, la verdad no quise detallar mucho al hijo porque deseaba que ustedes lo imaginen a su manera y saquen sus propias conclusiones~

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