Primera parte
El suspiro exasperado de Kim Jongin irrumpió el silencio de su oficina. La compañía para la que trabajaba había presentado un incremento de ventas durante ese año y esa tarde dirigiría una junta para mostrar su plan de nuevos ingresos y contrataciones, pues el personal comenzaba a ser insuficiente. Su trabajo como director administrativo no era el más divertido del mundo, pero pagaba lo suficiente para darle la mejor vida a Jeonghwan, su hijo de cinco años.
Ahuyentando el fastidio, dejó de escribir en la libreta por un momento y enfocó la vista en la fotografía de su sonriente hijo que reposaba sobre el escritorio; era el único objeto que contrastaba con el estilo sobrio y minimalista de su oficina. Y como una gran coincidencia, cuando aún seguía viendo el rostro del niño, su teléfono comenzó a sonar y el nombre de la profesora del pequeño apareció en la pantalla.
—¿Hola?
—H-hola, ¿señor Kim? —La voz de la mujer se oyó nerviosa a través de la bocina y al escuchar al fondo el inconfundible llanto de su hijo, pudo imaginar la razón de la llamada. Por un momento sintió pánico y se levantó abruptamente de su silla giratoria.
—Sí, soy yo, ¿qué ha sucedido?
—Verá, hay una situación aquí —la mujer hizo una pausa—. Los niños estaban jugando y tuve que salir a la dirección por unos minutos, cuando llegué me encontré con que uno de los niños le estaba cortando el cabello a Jeonghwan, y ahora no deja de llorar. Lo siento mucho no debí dejarlos solos.
El alivio que sintió fue momentáneo, ya que para Jeonghwan era de suma importancia dejarse crecer el cabello, llevaba más de un año sin cortárselo y seguramente estaba inconsolable.
No volvió a sentarse, en lugar de eso, tomó su cartera y llaves del escritorio y caminó hacia la salida con el teléfono aún contra la oreja.
—Voy para allá, llegaré en unos minutos, ¿puede avisarle a Jeonghwan?
Al ver el reloj en su muñeca, se dio cuenta de que faltaba alrededor de hora y media para la junta que tenía pendiente, tiempo más que suficiente para ir y volver. Además, un respiro del trabajo no le vendría mal, pensó.
Cortó la llamada al salir de su oficina y se aseguró de enviar un mensaje de texto a su asistente para solicitarle que le ayudara a organizar el material necesario. Saludó con un gesto afable a quienes se encontró por los pasillos hasta llegar al estacionamiento.
Durante el viaje de cinco minutos hasta el preescolar, Jongin no dejó de pensar en una lista de palabras y acciones que podría emplear para confortar a su hijo. Animar a un niño de cinco años no era tan complicado, bastaba con que su atención se focalizara en un punto diferente de aquello que lo molestaba, pero no sería tan fácil considerando que vería su cabello cada día en el espejo.
Tras estacionar el auto frente a la entrada del colorido inmueble, sacó unos caramelos de la guantera y se dispuso a entrar. El aula de Jeonghwan se hallaba al fondo de un pasillo, mientras avanzaba, lo vio sentado junto a su profesora y otro niño en una banca color rosa con dibujos de patitos. Tenía la pequeña cara ruborosa y húmeda, aunque ya no estaba llorando. Sin embargo, tan pronto como lo vio llegar, volvió a soltar el llanto y saltó de la banca para correr a su encuentro.
Angustiado por el rostro arrugado de su pequeño, Jongin lo cargó fácilmente con un solo brazo y le enjugó las lágrimas con el dorso de la mano en la que aún sostenía los caramelos.
El problema no era tan grave. A pesar de que su brillante cabellera negra, que antes le llegaba casi hasta los hombros, era ahora un lío de mechones disparejos, fácilmente se podría solucionar con un nuevo corte. La profesora, una mujer joven y menuda, se levantó del asiento e inclinó la cabeza con respeto.
—Lo siento mucho, señor Kim —dijo mientras se frotaba las manos y clavaba los ojos al suelo con evidente vergüenza. Jongin sintió lástima porque se veía realmente compungida.
—Entiendo, ya no se preocupe.
Le echó un vistazo al niño que seguía pegado a la banca, lucía más bajo que JeongHwan y tenía el típico peinado en forma de hongo, pero lo más llamativo era su vestimenta poco ordinaria, pues llevaba botas para lluvia en un día caluroso como ese y tenía puesto un disfraz del hombre araña con una capa de Batman encima. Sus cejas estaban arrugadas y su labio inferior sobresalía de manera adorable, Jongin no podía sentirse enojado con él. Decidió repartir los caramelos entre su hijo y aquel niño, quien le sonrió al recibirlos.
—¿Qué fue lo que pasó? —Miró con duda a la profesora. Jeonghwan se había calmado en su abrazo y tenía la cara oculta en su cuello,
—Verá, lo que pasó fue que... —La mujer levantó la cabeza para responderle y justo en ese momento Jongin escuchó pasos detrás de él—. Oh, ¡señor Do! ya está aquí.
—Lamento la demora —Jongin se giró ante el sonido de una voz grave. Cuando sus ojos se posaron en la persona recién llegada, algo en su interior se agitó.
No era propio de él reaccionar de tal modo, pero se trataba de nada más y nada menos que del hombre al que solía echarle miradas cada vez que coincidían cuando llevaba o recogía a Jeonghwan, aunque no habían estado así de cerca antes, y debía admitir que era más atractivo de lo que alguna vez pensó. Llevaba ropa negra deportiva que se ajustaba sensualmente a su cuerpo que, aunque delgado, lucía ligeros pero firmes músculos y unos anteojos de pasta gruesa reposaban sobre su nariz. No tenía idea de que ese pequeño era su hijo, aunque si miraba con atención, sus rasgos eran casi idénticos.
—No se preocupe, el señor Kim también llegó recién —Jongin notó cómo la mujer, aunque aún avergonzada, mostraba una sutil sonrisa y podía jurar que sus mejillas adquirían un tenue rubor y los ojos le brillaban mientras veía al hombre. No le sorprendía, probablemente él lucía similar.
Soltó el aire que no sabía que estaba conteniendo cuando el hombre le devolvió la mirada y ambos se inclinaron con respeto de forma simultánea. Estuvo un poco decepcionado cuando la atención del apuesto hombre volvió a la maestra.
—¿Qué ocurrió?
—Um, verá, los niños estaban jugando a la peluquería. No le di mucha importancia porque es un juego habitual de Youngsoo, pero salí por un momento y cuando volví, encontré a Youngsoo cortando el cabello de Jeonghwan —Al terminar de hablar introdujo la mano en el bolsillo de su mandil floreado y sacó unas tijeras—. Creo que son suyas, señor Do.
Jongin estaba atento a la interacción, encontraba un poco gracioso el hecho de que lo llamara "señor", pues parecía bastante joven, aunque la maestra era una chica recién graduada y se trataba más que nada de meras formalidades. El chico suspiró y su expresión se endureció al tiempo que se dirigía a su hijo, quien comenzó a balancear sus piernas cortas y a inflar las mejillas.
—Youngsoo.
—¿Papi? —la voz del niño era aguda y dulce, como la de un personaje animado. El hombre entonces se cruzó de brazos.
—¿Por qué le cortaste el cabello a tu amigo?
—Tú dijiste que a mi prima no. Tampoco a sus muñecas —respondió con audacia—. Jeonghwan no es mi prima.
Jongin tuvo que disimular la risa, él estaba familiarizado con las malas interpretaciones de los niños, sabía que se debía ser muy específicos con ellos.
—No puedes cortarle el cabello a ninguna persona, Youngsoo, para eso tienes a tus muñecas. Y solo puedes hacerlo mientras yo miro, es muy peligroso usar las tijeras. Si vuelves a tomarlas sin permiso, estarás castigado y no podrás jugar a la peluquería.
—Pero Jeonghwan quería parecer cantante de la televisión —se quejó. El hombre se sentó al lado del niño y le habló con tono condescendiente.
—Entiendo, pero no lo hagas más, ¿bien? Tu amigo se sintió triste porque cortaste su cabello y pudiste causar un accidente, ¿qué debes hacer ahora?
—Ahh... —Se mordió el pulgar, esforzándose por hallar una respuesta—. ¿Pedir perdón?
—Sí, deberías disculparte con él.
Jongin vio atentamente cómo Youngsoo saltaba de la banca para acercarse. Cuando estuvo cerca, tocó gentilmente el pie de Jeonghwan y él lo bajó para que los niños pudieran hablar.
—Jeonghwan, ¿me perdonas?
Su hijo era un niño tímido, introvertido y generalmente se encerraba en su propio mundo, de modo que solo asintió con la cabeza. Jongin se sorprendió un poco cuando Youngsoo se lanzó a abrazarlo y él correspondió el gesto sin mostrar incomodidad.
—Ya no voy a cortar tu cabello —prometió.
—Puedes jugar a peinarme —sugirió Jeonghwan con su voz suave, a lo que Youngsoo asintió enérgicamente.
Los niños continuaron en su conversación y la profesora volvió al salón de clases para cuidar al resto de los niños, pues comenzaban a volverse ruidosos. En ese instante, el chico se acercó a él.
—Lamento mucho lo que hizo Youngsoo, fui descuidado al dejar que tomara las tijeras sin que me diera cuenta —expresó frotando las palmas de sus manos. Jongin carraspeó y se acomodó la corbata de forma inconsciente—. Estoy seguro de que debió ser difícil dejarlo crecer tanto.
—No demasiado, aunque Jeonghwan ama dejarse crecer el cabello porque vio una foto de cuando yo tenía su edad y mi cabello era largo, dice constantemente que quiere parecerse a mí.
—Ahora me siento mucho más culpable.
—Está bien, son cosas que suceden y estoy seguro de que Youngsoo no tenía malas intenciones —Quiso aprovechar la oportunidad para hablar más con él, daba la impresión de ser una persona agradable—. Nuestros hijos parecen llevarse bien.
—Lo hacen, Youngsoo habla todo el tiempo de Jeonghwan —Esa información era nueva para él, Jeonghwan solía ser muy callado y rara vez le contaba acerca de lo que hacía en el jardín de niños—. Por cierto, soy Kyungsoo, Do Kyungsoo.
—Y yo Kim Jongin.
Antes de que pudieran seguir charlando, la maestra se asomó por la puerta y les dedicó una sonrisa.
—Señor Do, señor Kim, falta una hora para que terminen las clases, pero no hay problema si quieren llevarse ya a los niños.
—Está bien, le agradezco todo, señorita Choi.
La mujer asintió tímidamente a las palabras de Kyungsoo y avisó que iría por las mochilas. Tras unos segundos salió de nuevo y se las entregó. Mientras que la mochila de Jeonghwan era simple, de color azul con estrellas, la de Youngsoo era peluda y tenía forma de conejo, sin mencionar que la capa no le permitía usarla con comodidad, aunque eso parecía no importarle. Se despidieron de la maestra y abandonaron la institución.
—Creo que Jeonghwan tendrá que hacer una visita al peluquero para resolver el problema —dijo Kyungsoo cuando ya habían abandonado el jardín de niños. Sin darse cuenta, Jongin lo había acompañado hasta su auto. Kyungsoo sacó una pequeña billetera de su bolsillo—. Fue nuestra culpa, así que yo asumiré el gasto.
—No es necesario —se apresuró a decir —. No tienes que hacerlo.
—¡Yo soy un peluquero! —gritó Youngsoo, emocionado. Kyungsoo le sonrió y sacudió la cabeza.
—Un peluquero que arregle el desastre que hiciste, pequeño diablillo.
—En serio, no es necesario —insistió. En ese instante su teléfono vibró, le dio una mirada de disculpa a Kyungsoo y lo revisó. Se trataba de un mensaje de su asistente, quien le avisaba que había un par de confusiones con algunos documentos, de modo que tendría que volver a la empresa tan pronto como fuese posible—. De hecho, el peluquero tendrá que esperar, surgió algo en el trabajo.
Kyungsoo se quedó callado unos segundos, con las cejas fruncidas.
—¿Y qué pasará con Jeonghwan?
—Puede esperar en mi oficina, solo mientras llega la niñera. Mañana lo llevaré a la peluquería.
—Yo puedo llevarlo ahora, si quieres —sugirió, tomando a Jongin por sorpresa—. Sé que nos conocimos formalmente hace un momento, pero prometo que soy confiable.
La forma en la que Kyungsoo lo miraba y sonreía no era un misterio para Jongin; era un hombre de treinta y cuatro años con experiencia suficiente para reconocer cuando una persona se sentía atraída hacia él, y Kyungsoo no parecía especialmente bueno en ocultarlo.
—¿No es un problema para ti?
—Por supuesto que no, tenía planes para pasar la tarde en el centro comercial con Youngsoo —dijo, dedicándole una sonrisa a su hijo—. El auto tiene un asiento para niños extra.
Jongin no pudo evitar reír, pues Kyungsoo parecía decidido a que accediera.
—Es de mi sobrina —se apresuró a aclarar—. Sueno como un secuestrador, ¿no es así?
—Un poco —respondió divertido.
—Puedo darte todos mis datos de contacto. Claro, si tu esposa también está de acuerdo.
Kyungsoo lo observaba atento, esperando su respuesta. Jongin podía estar seguro de que ese era el método de Kyungsoo para obtener información, así que sonrió de forma despreocupada.
—La madre de Jeonhwan vive fuera del país por el momento, así que no hay problema —dijo y levantó una ceja—. ¿Y tu esposa está de acuerdo?
—Mi papi no tiene esposa —declaró Youngsoo, que parecía inmerso en la conversación de los adultos. Jongin miró a Kyungsoo con duda clara en sus pupilas.
—Así es —Kyungsoo se mordió los labios y asintió—. Somos solo Youngsoo y yo.
Esa información era de gran interés para él, sentía que tenía libertad para coquetear con Kyungsoo abiertamente, mientras el chico no se mostrara incómodo y le correspondiera.
—Papá, ¿puedo? Quiero ir —dijo su hijo con ojos brillantes. No era común que Jeonghwan deseara pasar tiempo con otras personas, así que supuso que era algo positivo para él. Miró entonces a Kyungsoo.
—De acuerdo, entonces ¿me das tu número?
Después de su divorcio, Jongin había salido con diferentes personas, tanto hombres como mujeres, sin embargo, había pasado un largo tiempo desde la última vez que sintió tal emoción y, sobre todo, desde que se permitió mostrar esa faceta suya delante de su hijo. Y de alguna forma se sentía bien.
Era emocionante.
♡♡♡
No crean que he olvidado mis otras historias, este semestre tendré algo de tiempo libre y pronto nos leeremos por ahí.
Publico este fanfic ya que lo escribí para un concurso, no estaba segura de qué escribir, pero recientemente tuve esta idea y tenía ganas de escribir al kaisoo con hijitos, asi que espero que les guste, les tqm TuT
El dibujo de la nueva portada fue hecha por barleza ya que gané el concurso uwu, muchas gracias, me encantó
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