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Tres

Hansi y Bojan dormían profundamente, abrazados uno al otro, con las mantas cubriéndolos debido al frío que traía la noche.

Después de semanas llenas de preparación y nervios, finalmente habían terminado la habitación de su pequeño Pablo, y Hansi estaba exhausto de tanto trabajar.

Por primera vez en días, se había relajado lo suficiente como para dormir profundamente.

Sin embargo, mientras Bojan dormía acurrucado, sintió un pequeño calambre que le recorrió el vientre y lo hizo fruncir el ceño en la oscuridad.

Medio dormido y con la esperanza de que solo fuera Pablo dando su buenas noches con sus ya conocidas pataditas, decidió no despertar a Hansi.

No lo molestaré, pensó, acariciando su vientre con una sonrisa, pero el calambre volvió, un poco más intenso esta vez.

Con un suspiro, se levantó con cuidado, intentando no hacer ruido mientras salía de la cama.

—Será solo un vaso de agua… y volveré a dormir.—Se dijo en un susurro.

Caminó en silencio hacia la cocina, sujetándose de la pared de vez en cuando, mientras sentía otro calambre.

—Pablo, espero que esta no sea una de esas noches en las que te pones de travieso.— Murmuró para sí mismo, frotando su vientre en un intento de calmar a su pequeño terremoto.

Justo cuando llegaba a la cocina, sintió un tirón en el abdomen y, de repente, un chorro de agua se derramó por sus piernas, dejándolo completamente paralizado por unos segundos.

—Oh, Dios mío…—Balbuceó, antes de darse cuenta de lo que había sucedido.

Su corazón comenzó a latir con fuerza, y el pánico empezó a subir por su pecho.

Su bebé iba a nacer.

—¡Hansi! —Gritó con toda la fuerza de sus pulmones.

No pasó ni un segundo antes de escuchar los pesados pasos de Hansi, que apareció en la puerta de la cocina con los ojos bien abiertos y el cabello despeinado, sin saber si estaba soñando o si realmente había escuchado el grito de su esposo.

—¿Butesi? ¿Qué sucede? ¿Estás bien?—Preguntó Hansi, con la voz cargada de miedo.

—Rompí fuente, Hansi, e-el bebé viene.—Dijo Bojan, intentando mantenerse en calma, aunque la situación estaba muy lejos de cualquier idea de tranquilidad.

Hansi parpadeó varias veces, procesando las palabras, mientras el color se le iba del rostro.

—¿Cómo que… ahora? ¿A-Aquí? —Su voz se quebraba y, por un momento, miró alrededor de la cocina como si el espacio en sí mismo pudiera responderle.

—¡Sí, ahora! Y no, no aquí.—Bojan Respondió, comenzando a reír a pesar de la situación.

—Creo que necesitamos un hospital, cariño.

Las palabras parecieron despertarlo, y en un abrir y cerrar de ojos, Hansi estaba junto a él, sosteniéndolo por la cintura y mirándolo con ojos asustados.

—Tranquilo, Butesi, todo va a estar bien. Yo… yo tengo todo bajo control, ¿Sí?

Pero a juzgar por sus temblorosas manos y la forma en que respiraba como si acabara de correr un maratón, Bojan supo que Hansi estaba tan o más nervioso que él.

—Voy a buscar… uh… ¡Las llaves del coche! Sí, eso.—Dijo Hansi, soltándolo con cuidado y corriendo de vuelta al cuarto. Pero antes de llegar a la puerta, dio media vuelta y regreso.

—No, espera, primero, tu abrigo, no quiero que pases frío.

Bojan intentó calmarlo, aunque él mismo sentía los nervios al límite.

—Cariño, las llaves, el abrigo… Lo que sea,  solo que sea rápido, por favor.—Dijo con una pequeña risa entre dientes.

—¡Sí! ¡Claro! —Hansi salió corriendo otra vez, pero al instante volvió a aparecer en la puerta.

—¡Mis zapatos! Necesito… zapatos.

Bojan no pudo contener una carcajada, y Hansi lo miró con los ojos bien abiertos, aunque un poco avergonzado.

—¿De qué te ríes, Butesi? ¡Esto es serio!

—Me río porque estás más nervioso que yo.—Respondió Bojan, con una sonrisa tierna.

—Anda, Hansi, busca las llaves, los zapatos y lo que necesites. Yo te espero aquí.

Por fin, Hansi salió corriendo en serio, aunque seguía olvidando detalles y volvía cada tanto.

Primero regresó porque no encontraba el abrigo de Bojan, luego porque las llaves estaban en su bolsillo desde el principio, y después, porque había olvidado su teléfono.

Todo en menos de cinco minutos, mientras Bojan lo miraba con una mezcla de ternura y diversión.

Cuando al fin Hansi lo ayudó a subir al coche, arrancó con manos temblorosas y miradas de reojo a Bojan cada dos segundos.

—¿Estás bien, Butesi? ¿Te duele? ¿Quieres que baje la calefacción o que suba la música? —Preguntaba mientras conducía, sin despegar la vista de su esposo, no lo culpen, es papá primerizo.

—Estoy bien, Hansi, solo… por favor, concéntrate en el camino.—Respondió Bojan, intentando no reírse.

Aunque estaba asustado, ver a Hansi tan nervioso y preocupado lo hacía sentir amado y protegido.

A mitad del camino, Bojan sintió otra contracción y apretó los dientes, respirando hondo mientras Hansi lo miraba de reojo, claramente aterrado.

—¡¿Estás bien?! —Preguntó Hansi, subiendo la velocidad, aunque sin despegar las manos del volante.

—Sí, sí… solo… parece que Pablo tiene prisa.—Bojan bromeó, aunque empezaba a sentir el verdadero dolor de las contracciones.

Hansi asintió, murmurando para sí mismo.

—Tranquilo, Hansi, tranquilo. Solo es el nacimiento de tu hijo. No es que el mundo se esté acabando ni nada… —Pero sus manos seguían temblando.

Finalmente, llegaron al hospital, y apenas Hansi aparcó, salió corriendo para buscar ayuda, casi olvidando que Bojan seguía en el coche.

Volvió enseguida con dos enfermeras que ayudaron a Bojan a entrar, mientras él las seguía muy de cerca.

Ya en la sala de partos, mientras los doctores y enfermeras preparaban todo, Hansi tomó la mano de Bojan y le acarició el rostro con un cariño indescriptible.

—Lo estás haciendo bien, Butesi, estás siendo tan valiente… —Le susurró, aunque su propia voz temblaba.

Bojan le apretó la mano y le sonrió, a pesar del dolor.

—¿Quién diría que yo sería el tranquilo y tú el dramático? —Bromeó, haciéndole reír entre nervios.

—Solo porque tú eres el más fuerte de los dos.—Respondió Hansi, besándole la frente.

—No puedo esperar a conocer a nuestro pequeño Pablo.

Horas después, con el primer llanto de su hijo, Hansi y Bojan sintieron que todo el mundo se iluminaba.

Pablo había llegado, con el mismo espíritu inquieto que había mostrado durante todo el embarazo, por poco y no sale corriendo.

Hansi, aún temblando, tomó a su pequeño entre los brazos, susurrándole.

—Hola, pequeño terremoto, soy tu papá.—Dijo con una sonrisa emocionada, mientras Bojan, exhausto pero feliz, los observaba con lágrimas en los ojos.

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