8. Caos.
Chicago, Illinois.
Unos años después:
LUCREZIA:
Mis hermanos reciben entrenamientos especiales en el complejo de mis padres, pero yo me sé de memoria el camino desde casa al ballet y al teatro de Chicago. He estado tantas veces en mi escuela y sobre el escenario que nunca me perdería si un día tuviera que recorrer las calles de nuestra ciudad sola.
Espero que ese día nunca llegue.
Siempre quiero tener a mami, a papi y a mis hermanos.
Me gusta estar cerca de mi familia.
Hoy estoy muy feliz porque bailaré el Cascanueces para todos ellos y podrán ver cuán talentosa soy en nombre de los Ambrosetti y los Cavalli: la mejor bailarina del ballet de Chicago. Chiara, quién no es tan buena, también bailará en la parte de atrás del escenario, el lugar en el que nunca he estado desde que empecé en el ballet.
Mamá dice que está bien no ser bueno en algo si eres bueno, o el mejor, en otra cosa.
Ella es buena en las artes marciales, incluso mejor que Valentino.
A pesar de eso las lágrimas se deslizan por sus ojos en el vestuario mientras Petrushka cierra su traje. Chiara será un hada de nieve y yo un ángel. Mami y papi están en las butacas, en uno de los balcones, con el resto de la familia. Nuestra nana siempre nos viste. Es muy mayor ya y son pocas las veces que habla porque siempre se cansa y no es muy buena con el inglés, pero ambas ya hablamos ruso. Cuando termina con tutú de Chiara, el cual es blanco con brillos, la hace dar la vuelta y luego tira de mi brazo para que me coloque frente a ella.
─Su bisabuela fue la bailarina más famosa de Rusia en su momento. De ahí proviene la belleza de su madre y de ustedes. Por eso ambas pueden ser bailarinas, pero no es solo eso lo que corre por sus venas. Lo saben bien. ─Yo solo quiero ser una bailarina, pero asiento ya que entiendo que también se refiere a... nuestra elasticidad. ─Chiara sorbe por su nariz, hipando. La observo con preocupación. Se ve hermosa. No le gusta el ballet, así que no entiendo por qué le molesta tanto estar en el fondo cuando siempre se lleva todas las medallas en las artes marciales─. Mark Vólkov, su abuelo, era el Pakhan de la mafia roja y jamás derramó una lágrima por ningún motivo asociado al enemigo o debido a algo que no pudiera enfrentar. Eso también se encuentra en sus genes, no solo la clase, la belleza y la elegancia. Esta noche sus padres estarán ahí afuera y deben hacerlos sentir orgullosos. ─Nos abraza, su mirada volviéndose cálida y de anciana de nuevo─. A mí igual, mis niñas.
Chiara y yo afirmamos con la cabeza.
─Sí, nana.
Nos observa antes de reclinarse de nuevo sobre su silla, luciendo agotada, y sacar sus agujas para tejerle un suéter a Valentino ya que está usando hilo negro y es el único en la mansión que siempre usa negro. Ya las dos estamos listas, así que nos sentamos en un banco a esperar que nuestras instructoras nos busquen. El show de los ángeles es primero, así que mi profesora es la primera en asomar la cabeza. A pesar de que sus ojos están llenos de lágrimas, Chiara me mira con sus ojos verdes atormentados antes de que me vaya.
No entiendo qué le sucede a mi hermana.
─Suerte, aunque no la necesitas.
Me encojo.
Sé que no la necesito, pero no me gusta cómo acaba de hablarme.
Me gustaría que ambas estuviéramos feliz la una por la otra esta noche.
Aunque amo el ballet, preferiría quedarme y hacerla sentir mejor, pero gira el rostro hacia el espejo para no mirarme y mi profesora me anima a salir del camerino colocando una mano sobre mi espalda. Camino entre el elenco a penas pongo un pie fuera de mi camerino. Las otras niñas de mi edad no tienen uno, pero tanto la señorita Sparta, mi profesora, como mi mami me tratan como una estrella y siempre comparto mi camerino y mis beneficios de estrella con Chiara porque de otra forma me sentiría muy aburrida y sola.
Antes de salir del escenario la señorita Sparta, una fiel creyente de Dios, hace que me gire hacia ella.
─En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén ─decimos, pero en mi mente rezo otra cosa.
En nombre de la Sangre, la dinastía Cavalli y la Santísima Muerte, Amén.
Valentino lo creó para mí cuando le conté que la señora Sparta me hacía rezar y que no me gustaba.
No entiendo qué es una dinastía, pero no me gusta que la señorita Sparta me obligue a hacer cosas.
─Tú puedes, Lucrezia ─dice mientras salgo al escenario, a lo que mi rostro se gira hacia ella de golpe.
Claro que puedo.
A penas pongo un pie en el escenario de pisos de madera después de que todas las otras niñas salen, empiezo a girar. Veo a mamá y a papá, pero me concentro en que mis pies, los cuales son todavía de bebé, sigan la coreografía que interpreta la bailarina de mi cajita de música dentro de mi mente. Mi bisabuela. Ni mi abuela, ni mi mami, ni mi hermana pueden saltar y moverse como nosotras. La música es lenta y sostengo una lámpara que tomo del suelo mientras guío a las demás. Sonrío hacia las cámaras, pero aún así no pierdo el hilo de la coreografía de la señorita Sparta. Cuando termina la música, espero que todas se vayan para mi solo.
Mi solo dura dos minutos.
Cuando termina mami y papi se levantan de sus butacas, orgullosos de mí.
Sonrío hacia el público antes de inclinarme hacia adelante y salir del escenario.
La señorita Sparta pone una mano tras mi espalda y me aleja de las demás niñas porque debo cambiarme rápido. También bailaré con las niñas más pequeñas para guiarlas siendo un ratón, lo que fui el año pasado, así que debo darme prisa. Cuando descendemos a los camerinos, sin embargo, mis pies se detienen al ver a Chiara reunida con su profesora y con su grupo para un ensayo de última hora. La señorita Sparta insiste en que siga, pero no me muevo. Hay tres niñas mayores que mi hermana empujándola y riéndose de ella, ocasionando que se equivoquen. Rojo. Rojo es cómo me siento. Ya me sé los colores y rojo es lo único que veo.
Chiara no es buena bailando, pero es mejor de lo que ellas lo son en el ballet en las artes marciales.
¿Por qué no las golpea?
Mis ojos se llenan de lágrimas y mis puños se aprietan cuando una de ellas la empuja al suelo.
Incapaz de ver más, me giro y voy hacia mi camerino.
Cuando la señorita Sparta me deja en él descubro que Petrushka se ha quedado dormida tejiendo. Su piel está de gallina, así que me monto en un banco para tomar una manta que siempre lleva con ella y la arropo con ella. Después de hacerlo y de ponerme por mí misma mi disfraz de ratón, mis ojos se dirigen a su bolso abierto.
*****
Es navidad, así que papi convence a mami de llevarnos de paseo por la ciudad cuando el Cascanueces termina. Debemos esperar a Chiara y a Petrushka porque mi hermana salió después de mi acto de ratón. Papá, el Rey de Chicago, me toma en brazos mientras esperamos por ella. Yo sostengo un ramo de rosas rojas que trajo para mí y él sostiene el que todavía tiene que darle a Chiara, el cual es de rosas verdes y rojas, como la navidad. Un gorrito de Santa se encuentra sobre mi cabeza y todavía llevo puesto el traje de ratón porque es cómodo y no quería cambiarme de nuevo. Mamá habla por teléfono junto a nosotros. Santino y Valentino nos esperan en el auto.
─Estuviste asombrosa, Caos ─felicita papá en italiano.
─Gracias, papi.
─¿Te gustó volver a ser un ratón de nuevo?
─Sí, pero me gustó más ser un ángel y tener un solo.
Papá, quién es la muerte para muchos, pero para mí es mi papi, sonríe de manera cálida mientras me ve.
─Eres mi ángel, Lucrezia. Nuestro milagro. Nunca dejaré que nadie, ni nada, te ensucie. Ni a tu hermana.
Lo observo, tímida.
─¿Mami se ensució, papi?
Él traga. Gira el rostro hacia ella, pero coloco mis manos en su barbilla y lo hago observarme.
Sus ojos se ven todavía más negros de lo que ya de por sí son.
─Sí, Lucrezia, pero tu madre se adueñó de esa oscuridad.
Agito mis pies, amando cómo se sienten dentro de zapatillas.
Mi mami es increíble.
─¿Puedo hacer eso también?
Papá separa los labios para responder, pero sus palabras son cortadas por varios sonidos que provienen de la aglomeración de otros padres y niñas. Papi me deja en el suelo, su mano en la mía, y mira a mi madre, quién corta su conversación por teléfono para acercarse con nuestros escoltas. Lleva un abrigo negro y su cabello está recogido en un moño similar al mío y al de Chiara, pero hecho con esmeraldas.
Las esmeraldas son verdes.
Los rubíes son rojos.
Los zafiros son azules...
─¿Qué sucede? ─pregunta mami a una de las mujeres que grita, deteniéndola.
─Tres de las niñas... tres de las niñas... ─empieza, pero no puede continuar.
Papá se acerca a mamá.
Le ofrece mi mano.
─¿Por qué no vas con Lucrezia a esperanos a Chiara y a mí con Valentino y Santino?
Pero mami niega.
─Quiero ver qué sucede.
─Arlette, no tienes por qué ver eso. Lo que sea que haya sucedido no es nuestra culpa.
─¿Papi? ─lo llamo, trayendo la atención de ambos a mí─. Tengo hambre.
Mami se arrodilla junto a mí, su mano yendo a mi hombro.
─Echaré un vistazo rápido para saber si puedo ayudar a tus compañeras mientras Chiara y Petrushka salen y después iremos a comer al restaurante de papá, Lucrezia. ─Aprieta mi hombro cuando abro los labios para protestar, así que termino asintiendo. Mami me da tanto miedo a veces. Se levanta─. Ya regreso.
─A la mierda ─dice papá, tomándome en brazos otra vez─. Iré contigo a ayudar, Anticristo navideño.
A pesar de que sus ojos azules brillan con desaprobación, mamá sonríe.
─Deberías quitarle el Anti para obtener más veracidad en estas fechas.
─¿Y ganarme otro pecado por el que arderé en el infierno al burlarme de Cristo? No, gracias.
─Creo que ya tienes los suficientes pecados para ir al infierno con o sin ese.
─Los tenía, pero luego nos casamos y te transferí la mitad.
Mamá ríe.
─¿Qué hay de mi mitad?
Papá se tensa.
─Creo que definitivamente iremos al infierno ─dice al mismo tiempo que vemos a las tres niñas que molestaban a Chiara sobre la nieve, a lo que la mano de papá se dirigen a mis ojos y los cubre─. ¡¿Alguien ya llamó a una ambulancia?! ─exige saber, pero todos están llorando o gritando debido a lo que pasó. Papá besa mi frente y lleva sus labios a mi oído por un momento─. Lamento que hayas tenido que ver eso, Caos. No es bonito.
─No es necesario que llamen a una ambulancia. ─Escucho decir a mamá después de un rato─. No tienen pulso.
─¡¿Alguien ya llamó a la policía o a los servicios funerarios?!
─Vicenzo ─gruñe mamá, alejándonos de la multitud─. Esta no es la manera de lidiar con esto.
─Lo siento, no estoy familiarizado con la muerte que no involucra cuerpos corriendo por desagües o un equipo de limpieza. ─Papá descubre mis ojos cuando regresamos a estar cerca de la puerta por la que saldrá Chiara. Parpadeo y observo a la multitud agrupada en el sitio en el que estábamos─. Tampoco con este tipo de escenarios. ─Mira a mi madre, quién por alguna razón no deja de observarme─. ¿Qué crees que les pasó?
─No lo sé ─responde ella─, pero lo averiguaré. ─Extiende sus manos hacia el frente─. Espera a Chiara y a Petruskha. Esperaré en la camioneta con Lucrezia. Mis tacones me están matando.
La frente de papá se arruga.
─Nunca te quejas por tus tacones, ¿te sientes bien?
Mamá afirma.
─Sí, solo dame a Lucrezia.
Papá me pasa a sus brazos.
Mamá me aprieta en su contra y no puedo evitar sentir miedo.
Ella sabe lo que pasó.
Cuando llegamos a la camioneta giro el rostro de un lado a otro en búsqueda de Santino o Valentino, pero no los encuentro. Mami me sienta en uno de los asientos traseros y luego cierra el cinturón sobre mí, ajustándolo con fuerza. No es mi silla. Quiero mi silla. Cuando rodea el auto para sentarse a mi lado, prohibiéndole la entrada a los escoltas, se la pido con los ojos llenos de lágrimas y ella no hace más que mirarme fijamente.
─¿Quieres tu silla? ─pregunta y afirmo─. Bien. ─Aprieta mi pierna─. Yo quiero saber la verdad. No, en realidad ya sé la verdad, pero la quiero oír de tu boca.
Lloro, mi rostro sumergiéndose en su pierna.
─Yo solo quería que esas niñas dejaran de molestar a Chiara.
Mamá se tensa, pero cuando toma mi rostro entre sus brazos, haciéndome verla, no se ve enojada.
Sí preocupada.
Sus propios ojos azules están llenos de lágrimas, como los míos, y me hacen preocuparme.
Mami nunca está preocupada.
─Te voy a preguntar algo y necesito que seas sumamente sincera, Lucrezia Ambrosetti. ─Afirmo. No me gusta mentirle a mami, pero a veces debo hacerlo porque si no se enoja conmigo o con mis hermanos y no me gusta que esté enojada. Soy la única de ellos que puede hacerlo porque mamá nunca ha pensado que sea tan astuta─. ¿Escuchas alguna voz en tu cabeza? ¿Ellas te dicen qué es lo que debes hacer? ¿Te dan... órdenes?
No.
─No ─respondo─. No, mami. No escucho a nadie.
─¿Me lo juras por lo que más quieres en el mundo?
─¿Por papi?
Algo de dolor asoma en sus ojos, pero mamá asiente.
─Sí, Lucrezia, ¿me lo juras por tu padre?
─Lo juro por papi, mami.
Mamá afirma.
─En ese caso no veo necesario tomar ciertas medidas, pero no puedo arriesgarme a que algo como esto vuelva a suceder y nos expongas a todos, Lucrezia. ─Me observa con pesar─. No te quitaré el ballet, mi dulce niña, pero no podrás seguir asistiendo a San Antonio como tus hermanos. Al menos no por ahora. Encontraré a los mejores profesores para ti para compensarlo. ─Me tenso al entender que no volveré a ver a Daniel o a mis amigos. Mis ojos se llenan de lágrimas y separo los labios para replicar, pero los cierro al recordar que no puedo hacerlo─. Tu padre estará de acuerdo con esto. Será solo hasta que seas mayor y puedas entender el significado de lo que es llevar nuestra sangre, ¿comprendes?
Afirmo, las lágrimas deslizándose por mis mejillas.
Amaba la escuela, pero amo mucho más a mis hermanos.
─Sí, mami.
*****
Mamá habla con papá.
Mi papi se enoja conmigo. Lo sé porque en lugar de alzarme como usualmente lo hace, me pide que camine con mis hermanos cuando visitamos el árbol de navidad en uno de los parques de Chicago. Hay una pista de nieve en la que Valentino y Santino patinan con Beatrice, nuestra tía, y me gustaría unirme a ellos, pero estoy triste.
Chiara me acompaña en un banco.
─Lo siento mucho, Lucrezia ─dice, todavía vestida como un hada de la nieve bajo su abrigo verde─. Su enojo pasará pronto y podrás volver a San Antonio el año que viene. Solo deberás hablar con papá. Él te ama mucho y siempre te da todo lo que quieres. Esto no tiene por qué ser diferente.
La contemplo, sonriendo a pesar de lo mucho que me duele el corazón.
No me gusta que papá esté enojado conmigo.
Todos estamos acostumbrados al enojo de mamá, menos Valentino, pero el enojo de papá se siente muy mal.
─A mí no me iban a castigar como a ti, Chiara. ─Me devuelve la sonrisa─. ¿Te sientes mal por lo que hiciste? ─pregunto y desvía la mirada hacia la pista de patinaje, negando─. Ellas murieron, ¿eso no está mal?
─Si hubieran vivido habrían sido personas malas y habrían lastimado a otras niñas más al crecer. Las hemos salvado. Los villanos no solo existen dentro de la mafia o, como le dices, en este mundo. ─Me mira─. ¿Eso no está bien? ─Su mirada verde se oscurece como lo hace a veces─. ¿Te arrepientes de haberme ayudado, Lu?
Trago, mirando hacia mis manos antes de responder.
Yo solo quiero ser una bailarina, pero soy muy buena mintiendo.
─No.
Sus hombros se relajan.
─Yo también haría cualquier cosa por ti. ─Me ofrece su mano─. Vamos a patinar, hermana. Fuiste una estrella esta noche y mereces estar feliz, no triste. Oíste lo que Petruskha dijo. El abuelo Mark nunca derramaba lágrimas por el enemigo. Ellas no valen la pena. ─Ríe y mis labios hacen una sonrisa pequeña─. Estuviste increíble.
Mis mejillas se sienten calientes.
Su aprobación para mí es muy importante.
─¿Eso crees?
─Sí, serás la mejor bailarina del mundo un día.
─¿Del mundo? ¿No solo de Chicago?
─¡Del universo entero, Lucrezia! Eres así de buena.
La abrazo mientras los escoltas de papá nos buscan los patines de nuestra talla.
Los míos rosados, los suyos verdes.
─Te quiero. Eres mi hermana favorita, Chiara ─susurro─. Pero no le digas a Valentino o a Santino.
Sus ojos verdes brillan con calidez.
─También te quiero, Lu. Gracias por mentir por mí.
AAAAAAAAAAAAAH
Algún día ustedes releerán esto, se los aseguro
Amo a Caos, amo cómo jugó con nuestras mentes (incluso la nuestra) y amo la oscuridad en Chiara que solo su hermanita conoce hasta ahora
DIOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOS
NECESITO MAS DE ELLASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
JUNTAS SON AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHKLSLKD
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