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7. Santino.

Yakutsk, Rusia.

Unos años antes.

956:

El cielo es completamente azul, incluso durante el día. Mientras en otros lugares el sol sería amarillo como se describe en los libros del Gori, en Yakutsk es azul blanquecino y brillante. Cualquier vista hacia arriba desde donde estoy está enmarcada por ladrillos negros adornados con nieve debido a la muralla que nos mantiene apartados del exterior. Me concentro en los pequeños copos, similares a moléculas de polvo, que se depositan sobre ellos, ignorando el dolor que desencadenan las puntas de las botas de mis compañeros al presionarse contra mis costillas. Cuando la sangre empapa mi boca el hombre a cargo de nuestro grupo de cría hace sonar el látigo que trae consigo en todo momento, a lo que todos se apartan. Algunos de mis compañeros luchan contra las ganas de llorar, lo más jóvenes, porque no es su deseo lastimarme, pero no tienen otra opción.

En el Gori, el sitio donde estoy, no hay otra opción.

─Tu interior se rompe tan fácil, ratón sabelotodo ─dice en ruso, sus dedos envolviéndose en mi cabello negro para alzar mi cabeza y verme fijamente de forma oscura y helada─. Espero que no vuelvas a olvidar que la persona que está por encima de ti siempre tiene la razón, no tú. ─Me suelta─. No eres más que un soldado.

El jefe del grupo de cría tiene razón.

Mi interior se rompe fácilmente.

Mis dientes están flojos después de los golpes, al igual que mi hígado y mis riñones, los cuales nos han enseñado los libros de anatomía que se mantienen sujetos al resto de nuestro cuerpo a través de una débil estructura.

Estoy todo cubierto de sangre y a penas puedo ver debido a la hinchazón alrededor de mis ojos.

Soy carne y la carne sangra, pero tengo alma.

Y mi alma no se romperá.

─La capital de China es Beijing ─murmuro─. La capital de China es Beijing. La capital de...

─¡Cállate! ─grita el hombre, arremetiendo contra mis costillas con la punta de su bota.

Siento algo dentro de mí romperse, quizás una costilla.

Quizás dos.

Pero mi alma sigue intacta.

─La capital de China es Beijing ─le digo tras relamer la sangre que escapa de mi boca, observando a los otros niños, como yo, alineados frente a mí. Todos usamos uniformes negros que no nos protegen del frío ni de las enfermedades que esto ocasiona, por lo que algunos tosen y en ocasiones eso los lleva a la muerte. Aquí adentro no hay medicinas ni calor de ningún tipo. Debe sobrevivir el más fuerte. El Gori busca al soldado perfecto, pero eso también involucra la inteligencia. El líder del grupo de cría tiene conocimientos incorrectos. Ellos deben saberlo─. No Shanghái. La capital de China es Beijing, no Shanghái. La capital de China es...

Mis palabras se detienen ante el impacto de mi frente contra el suelo, un golpe dado por el hombre en la parte posterior de la cabeza para callarme. A pesar de que la punta de mi lengua se abre, mis manos se cierran en puños sobre la nieve y continúo. Continúo porque es importante que ellos sepan que esta grieta, el hecho de que el soldado se haya equivocado de esa manera, significa que no son perfectos, pero nos exigen serlo.

Que pueden estar equivocados.

Que esto, lo que nos hacen, puede ser un error.

─No eres bueno disparando. No eres bueno matando. Siempre pierdes en el Gulag. Lo más alto que llegarás en la vida será a ser carne de cañón y ni siquiera creo que llegarás a tanto. Cuando los hombres con capucha vengan, te sugeriré para sus ensayos. ─Me estremezco, pero ser parte de un ensayo nunca ha sonado tan mal para mí. No sé que harán conmigo si me llevan, pero descubriré qué hay más allá de estos muros y de los extensos desiertos de nieve que nos rodean. Eso es más de lo que algunos de mis hermanos lograrán alguna vez. Jadeo cuando cierra un collar alrededor de mi garganta y se aparta─. ¡De pie! ─exige haciendo sonar su látigo.

Una corriente eléctrica me recorre cuando no me muevo, contrayendo mis músculos hasta que estos obedecen su orden. La sangre que derramé ya se congeló sobre mi piel y solo algunas gotas caen sobre la nieve cuando me levanto, pero estas también se congelan. Cada vez que fijo mis ojos directamente en los del jefe del grupo de cría este acciona el collar para que una corriente eléctrica me recorra. Sus ojos están fijos en los míos también.

Me odia más que a los demás.

Me odia más que a los demás porque encontré una grieta en su instrucción.

La capital de China es Beijing, no Shanghái.

No estamos aquí por el soldado perfecto.

Estamos aquí para formar parte de un ejército de soldados fuertes, pero no capaces de pensar por sí mismos.

Estamos aquí para ser armas a cargo de alguien más, como lo es él.

─412 ─dice con otro collar en mano, uno que también tiene púas en su interior que se hunden en la piel del cuello. Retrocedo un par de pasos. 412 es más joven que yo. Es el más joven de todos─. Ven aquí.

Él lo hace dando pasos cortos. Hay cicatrices que sobresalen de su cuello y que provienen de su espalda que me indican por qué obedece tan ciegamente. Su cabello es rubio, rubio blanquecino, y sus ojos marrones son sumamente grandes y contienen miedo y desolación. Era de su tamaño cuando me trajeron aquí. No sé si tenía una madre o un padre, si tenía un nombre. Lo único que recuerdo es ser designado con el número 956, el cual se encuentra bordado sobre mi uniforme. No marcan nuestra piel porque el soldado perfecto no tiene marcas.

No hasta que tenga un dueño.

─¡Empiecen! ─ladra, torturándonos a ambos con electricidad.

412 es nuevo y llora. Se dobla sobre sí mismo y se orina.

Me niego a avanzar hacia él y la corriente aumenta.

El jefe de cría nos mira con una sonrisa, mira como ambos nos retorcemos sobre la nieve, y aumenta la corriente hasta que empiezo a avanzar hacia 412 y esta se detiene. Quiere sacar lo peor de nosotros, lo que para el Gori es lo mejor. Quiere que lo golpee. Quiere que lo haga sangrar. Cuando me detengo frente a 412, quién se mantiene hecho un ovillo temblando, me arrodillo frente a él y lo obligo a mirarme fijamente.

─La capital de China es Beijing.

Las lágrimas se deslizan por sus ojos.

─¿No es Shanghái?

Estaban grabando las capitales en nuestra mente cuando todo esto empezó.

Niego, empezando a sentir la corriente.

─No. Es Beijing. Lo leí en el Gori. ─El Gori es el único libro que se nos tiene permitido leer durante nuestra instrucción. Nuestra única educación y el nombre del sistema que nos educa─. El instructor se equivoca, 412.

Sus dientes se aprietan por la tortura, pero puedo ver en sus ojos cuánto me cree.

Estoy pasando por lo mismo que él, por lo que sé que todos sus órganos y sistemas se sienten como si fueran a estallar en cualquier instante debido a la presión. No solo estoy pasando por lo mismo que él, una vez fui él, así que no me sorprendo cuando salta sobre mí y me golpea con sus manos de cualquier manera que puede para detener la corriente. Mientras lo hace permanezco sobre la nieve, permitiendo que la electricidad me consuma.

Ese es otro fallo en su instrucción, la razón por la que siempre pierdo en el Gulag.

Solo puedes sentir un dolor a la vez.

Prefiero el dolor de la tortura al dolor de que me ocasionará 412 o lastimarlo.

412 llora sobre mí y se disculpa, pero no puede parar.

─¡A formación! ─grita de repente el jefe de cría, haciendo que 412 se detenga.

La corriente, sin embargo, sigue ahí para mí, impidiéndome ponerme de pie.

─Pakhan ─dice él, arrodillándose y obligándome a sumarme a mis hermanos a pesar de que me tambaleo.

Hay una visita.

─¿Esto es lo mejor que tienes? ─pregunta el hombre, el cual es enorme y tiene marcas en sus manos.

─Hay otros grupos que puede inspeccionar, pero estos son los más jóvenes. ─Coloca sus manos sobre los hombros de 412, acariciándolos con su pulgar. 412 se orina encima y el jefe del grupo de cría ríe─. Mientras más jóvenes, más fácil de moldear serán para cual sea el propósito que tenga en mente para ellos. El Gori lo asegura.

─¿Víktor? ─llama el hombre a su acompañante, quién hace que me congele─. ¿Puedes echar un vistazo?

Es más joven que él, pero no hay ni un centímetro de su piel libre de tinta.

Tampoco habla. Se limita a asentir y a girarse para obedecer las órdenes del Pakhan. Este empieza a inspeccionarnos uno por uno, sus ojos dorados evaluadores y fríos. Su mandíbula está apretada como si algo le molestara, pero sus ojos no contienen ninguna emoción. Uno de mis compañeros tose y gira su rostro rápidamente hacia él para descubrir quién fue, probablemente descartándolo, pero luego sigue con su evaluación.

Se detiene al pasar frente a mí.

─¿Qué le pasó a este?

─Lo único importante aquí es que el Gori ofrece los mejores soldados del mundo. Eso a veces conlleva sacrificios ─responde el jefe de cría─. ¿No le gustaría a su socia ver personalmente a este grupo? Si es una mujer la decisión, en mi experiencia, estará basada en la edad del niño y en su belleza. 412 es una buena opción.

El Pakhan sonríe, el primer gesto no enojado que he visto en su rostro.

─Ella ya lleva un rato haciéndolo. Desde que empezó la lección, en realidad. ─Alza la vista hacia la entrada del patio. No se nos tiene permitido observar a los visitantes de esa manera, así que debo esperar hasta que la mujer de la que hablan aparezca frente a mí. Esta tiene un abrigo largo y blanco. A diferencia de sus compañero, no posee vestimentas gruesas por debajo, sino un vestido de una tela liviana que no debe protegerla del frío. Su piel es de cerámica, al igual que la mía. Es hermosa, pero sus ojos azules están vacíos─. ¿Te gusta alguno?

Ella nos mira a todos, empezando por el primero de la fila.

─¿Cuál es la capital de China? ─pregunta con voz suave, exigente sin alzarla como el jefe de cría.

─Shanghái.

─Muy bien.

Le sonríe fugazmente al chico antes de pasar al siguiente.

Y al siguiente.

Y al siguiente.

Cuando se detiene frente a 412, este me mira antes de responder.

─Beijing.

Un sentimiento cálido, orgullo, se apodera de mi pecho al oír su pequeña voz. La mujer me mira de reojo antes de observarlo a él con una sonrisa, deteniéndose. 412 la observa con algo de miedo, pero también con esperanza, cuando se arrodilla frente a él y acaricia su cabello rubio con cariño... ¿como una mamá?

Me alegra que 412 vaya a tener una mamá.

Es el más joven aquí y probablemente no sobrevivirá al Gori.

─¿Dónde leíste eso?

─En... en... en el Gori ─responde, tartamudeando.

─¿Qué edad tienes?

Pero él solo niega.

─Soy 412.

La mujer presiona sus labios con fuerza ante su respuesta, pero luego le sonríe de nuevo.

Se quita el bonito reloj de plata que lleva, el cual brilla bajo el sol, y se lo enseña.

─Muy bien, 412, ¿me puedes decir qué dice aquí?

─Yo... yo... ─susurra 412, viéndola de forma afligida─. No sé leer.

─Entonces me mentiste antes, ¿no es así? No lo leíste en el Gori.

Afirma. La mujer se inclina hacia adelante y susurra unas palabras en su oído, ante las cuales él asiente. Cuando termina se levanta y continúa con su sesión de preguntas. El resto sigue diciendo que la capital de China es Shanghái. Cuando llega a mí tengo la respuesta en la punta de mi lengua. También lucho contra la inconsciencia. He perdido mucha sangre y algo está roto dentro de mí, pero necesito decirle que yo también sé que es Beijing.

─¿Cuál es la Capital de Angola?

Mi corazón empieza a latir rápidamente dentro de mi pecho mientras busco la respuesta en mi cabeza.

Sé que Angola está en el Continente Africano, pero no recuerdo...

Lo recuerdo. Recuerdo haber leído sobre África y las guerras entre tribus. 

─Luanda.

Los ojos de la mujer brillan.

─¿Chad?

Otro país africano.

─Yamena.

─República del Congo.

─Brazzaville.

─¿Comoras?

─Moroni.

La mujer se inclina sobre mí. Yo también me inclino sobre ella, emoción en nuestros ojos.

─Eritrea.

─Asmara.

─¿Finlandia?

Europa.

─Helsinki.

─¿Fiyi?

Oceanía.

─Suva.

─Impresionante. ─La mujer mira a 412 de reojo, quién nos observa con tristeza, antes de ofrecerme su reloj. Me tenso. Esta debe ser la oportunidad de 412 de salir de aquí. Yo puedo encontrar otra. Si 412 se queda dentro de estas murallas, morirá─. ¿Me puedes decir qué dice aquí?

Tomo el reloj que pone frente a mis ojos.

Leo con facilidad las palabras escritas en él:

Sangre. Lealtad. Poder.

Bienvenido a la familia. Ahora eres uno de los nuestros.

La miro.

Miro sus ojos azules, los cuales están llenos de promesas.

Promesas que no puedo aceptar.

Se lo entrego.

─Dice sangre. Lealtad ─murmuro, a lo que sus ojos brillan─. Y honor.

Retrocede ante mis palabras, viéndose afectada, y yo desvío la mirada hacia 412. Este nos observa fijamente. Los hombros de la mujer se tensan al comprender que espero que lo escoja a él. Me observa y por un momento creo que está enojada conmigo, pero luego sonríe y retrocede.

─Tus deseos se harán realidad. 412 tendrá un hogar.

El alivio me invade y vuelvo a mirar hacia el frente.

La humedad cubre mis mejillas.

Estoy feliz por 412, pero estoy triste por mí.

─Gracias.

La mujer se dirige al Pakhan luego de su conversación conmigo, pero no llega a hablar con él.

En el camino saca un arma del interior de su abrigo y apunta con ella al jefe de cría.

Ni siquiera le da un momento para prepararse.

Le dispara de la manera más rápida y sin emociones que he contemplado.

Al verla asesinar solo una frase viene a mi mente.

El soldado perfecto es una mujer.

─Víktor ─dice tras presionar su mano contra su oído y activar un dispositivo que brilla en sus aretes. Una especie de tiroteo empieza, pero tanto ella como Maksim nos cubren. No entiendo cómo les disparan y siguen en pie, eliminando de uno en uno a los guardias del Gori, pero lo hacen─. ¿Cómo vas ahí adentro?

─Si hubiera sabido que se sentiría tan bien destruir una sede del Gori, habría venido antes.

La mujer bufa mientras dispara, deshaciéndose de un par de guardias en la cima de la muralla que caen e impactan sobre la nieve con un sonido sordo. 412 se mueve hacia mí, temblando, y lo coloco tras mi cuerpo.

─Antes no tenías los recursos.

─Te doy las gracias por eso, Ama.

El Pakhan la contempla con el ceño fruncido.

─¿Sigues diciéndole que te llame así?

─Sigue sin molestarme ─responde ella─. ¡Se me acaban las municiones!

─Toma las mías ─dice el hombre, pero niega y se retira el abrigo. Este es tan grande que nos cubre a todos los del grupo y nos da calor. Ella, sin embargo, queda expuesta al frío─. Arlette, no puedes...

Arlette.

Ese es el nombre de la nueva mamá de 412.

─No, sí puedo. ─Su vestido es manga larga. Lo sube por un momento y toma dos cuchillos de su interior─. Son niños, Maksim. Velos por ti mismo. Mira sus rostros y mira lo que les hacen. Lo que le hicieron a Víktor. Lo que te hicieron a ti.  ─Presiona su oído─. Los quiero a todos ellos vivos, Víktor, y quiero dejar una huella en sus cuerpos para que todos dentro del mercado negro sepan de dónde provienen estos esclavos, así que prepáralos para mí. 

Me estremezco, pero no por miedo.

Es placer.

Ella va a venderlos como carne.

─Sí, Ama.

Arlette mira al Pakhan.

─Llévalos a un lugar a salvo mientras termino con esto.

El hombre niega con desaprobación.

─Se suponía que esto sería anónimo. No ibas a dejar ninguna huella. No ibas a hacerte otro enemigo en Rusia.

Ella lo mira fijamente antes de avanzar hacia la muralla.

Mi mente no es capaz de fabricar ningún escenario en el que pierda.

─Es hora de que el Gori sea enemigo de alguien.

*****

El Pakhan nos separa a 412 y a mí del resto de los niños. No puedo evitar ver cómo se marchan en un autobús desde el espejo trasero del auto en el que vamos, a lo que el hombre de ojos dorados nos tranquiliza diciéndonos que sus destinos serán mejores a cualquiera que pudieron haber conseguido en el Gori. También nos pregunta qué cosas nos gustaría tener para que ellos puedan conseguirlas para ellos y hacerlo todo un poco mejor.

─Un abrigo ─respondo.

─¿Azúcar? ─dice 412, a lo que frunzo el ceño.

Algunos niños me han hablado de ello, algunos lo recuerdan, pero no sé qué es el azúcar.

Las comidas en el Gori eran de una sola manera, de un solo sabor.

─¿Quieres azúcar? ─le pregunta el hombre, a lo que 412 asiente y acepta con entusiasmo el caramelo que le tiende. Yo niego y los labios del Pakhan sonríen─. Serás bueno a dónde vas. ─Lo desenvuelve y lo come frente a mí─. ¿Ves? No está envenenado. ─Me ofrece otro. Lo tomo─. Es chocolate blanco. ¿Te gusta?

Lo desenvuelvo y llevo a mi boca con recelo.

Lo empiezo a masticar y una sensación empalagosa me invade.

Cuando la explosión de sabor estalla en mi boca, la cual solo puedo describir como dulce, asiento.

─Es bueno.

El hombre ríe.

─A dónde irás tendrás un montón de caramelos como este, incluso helado.

─¿Helado?

Afirma.

─Es como la nieve, pero con el sabor de lo que acabas de probar. ─Mira a 412─. El camino de ustedes dos se separa a partir de ahora, pero puede volver a unirse si la vida así lo tiene dispuesto. Se sacaron la lotería al decir que Beijing es la capital de China. Al luchar por lo que sintieron que era correcto a pesar de que todo el mundo les decía que no era así. ─Nos observa a ambos─. Ahora cada uno de ustedes va a tener un hogar gracias a eso.

─¿Una mamá? ─pregunta 412 y el Pakhan asiente.

─Una familia.

Las palabras que leí en el reloj de la mujer que nos sacó del Gori vienen a mi mente.

Sangre.

Lealtad.

Poder.

*****

Viajamos en avión, como un auto que vuela y que solo pensé que era usado para lanzar municiones sobre el enemigo porque eso es lo que especifica el Gori, pero también es utilizado para transportar personas y cosas de la manera más cómoda. Solo Maksim, el Pakhan, nos acompaña en nuestro camino a Moscú. Cuando llegamos y nos bajamos en una pista con otros aviones nos empujan a 412 y a mí hacia otro auto. Recorremos Moscú, una ciudad con muchos edificios que me roban la respiración y muchos otros autos, pero el de Maksim es el más elegante y el único que viaja en manada con otros autos. No puedo evitar quedarme sin respiración ante todo lo que veo, porque estoy fuera del Gori y se siente como un sueño, y sonreírle a 412, quién se ve tan emocionado como yo. Después de casi una hora con uno de los hombres de Maksim tras el volante, nos detenemos frente a una hermosa casa con cúpulas en una especie de valle de nieve. Este está adornada con luces de colores y muñecos blancos. Su interior brilla. Transmite una sensación cálida de la cual no puedo apartar la mirada. Una pareja de una mujer rubia y un hombre de cabello oscuro nos esperan en el pórtico.

Maksim hace que tanto 412 como yo nos bajemos.

Se supone que 412 se irá con la mujer que nos liberó, así que me adelanto hacia ellos, pero el Pakhan niega.

─Todavía no es tu turno. ─Mira a 412─. Hasta aquí llega tu viaje con nosotros, 412. Esta es tu nueva familia.

412 me mira.

No se ve molesto ante la idea de quedarse con ellos y ellos lo esperan con brillantes sonrisas.

─Beijing es la capital de China ─repite, su cabello rubio cubriendo parcialmente su frente, y asiento.

─Beijing es la capital de China.

412 me mira por un largo instante antes de darse la vuelta y caminar hacia su nueva familia, quiénes lo abrazan efusivamente. Su nuevo padre, quién es la figura masculina de las familias según el Gori, lo alza y gira con él, el cual ríe y abraza a su mamá. Al sentir la humedad cubriendo mis mejillas descubro que no solo se llora debido al dolor, puesto que no siento nada de eso en este momento. Solo felicidad por 412.

Maksim me mira, abriendo de nuevo la puerta del auto.

─Sube, chico. Debemos llegar antes de que sean las doce o alguien nos matará.

*****

Nos detenemos en el edificio más hermoso de Moscú, el cual es similar a un palacio con enormes cúpulas doradas y un montón de luces tanto propias como de la construcción en el exterior. Al igual que las figuras que adornaban la casa en la que vivirá 412, hay varios hombres regordetes con barba y renos con muchos elementos decorativos. Hombres con trajes oscuros y abrigo custodian la entrada, dejando de hablar entre sí cuando Maksim y yo pasamos entre ellos. Al entrar en el edificio me piden el abrigo que llevaba puesto. Las mujeres que me atienden jadean al ver el uniforme con mi número. Mi identidad. 956. A penas los vi en el Gori y los escuché hablar entre sí me di cuenta de que no todos se identifican con números, solo nosotros ahí adentro.

El Pakhan se llama Maksim.

El chico de los dibujos sobre la piel Víktor.

La mujer del abrigo se llama Arlette.

Ninguno de ellos tiene un número.

─¿Puedes darle ropa nueva? ─le pregunta Maksim a una anciana, la cual me mira con calidez y asiente, ofreciédome su mano de dedos arrugados. Miro a Maksim antes de tomarla, dudoso─. Debes ir con ella para asearte y sentirte como en casa alrededor de tu nueva familia. Son gente buena, pero no son los más... humildes.

Miro a la anciana, quién me espera con expectación.

Tomo su mano y me jala escalera arriba por el palacio, hacia una enorme habitación en la que ya hay varias estructuras con más ropa de la que he visto en toda mi vida. No sé qué elegir, así que me dejo arrastrar por un par de mujeres hacia el baño mientras la anciana escoge mi ropa. Estoy magullado y herido, pero un hombre atiende mis heridas mientras me sirven una versión líquida y marrón del caramelo que me dio Maksim. Cuando termina de vendar mi torso, entro en un par de pantalones de una tela suave y cálida y en una camisa blanca. El hogar de estas personas está lleno de fuego, así que no necesito un abrigo para no tener frío. La anciana cepilla mi cabello hacia atrás con una brillante sonrisa que no comprendo, soy un extraño para ella, y luego me acompaña de vuelta al pasillo. Cuando nos detenemos frente a las escaleras me mira como si quisiera decirme algo con los ojos, pero no lo comprendo y desciende los escalones más rápido que yo. Empiezo a seguirla cuando una voz me detiene.

No una, decenas de ellas.

─Bienvenido a casa, señor ─dice uno de los guardias.

─Bienvenido, señorito Cavalli ─dicen las mujeres que hace unos minutos me limpiaban.

─Bienvenido.

Intento huir de ellas y de la confusión que me generan bajando los escalones, pero me persiguen.

Ya en la planta inferior, en el salón del castillo, me detengo al ver más brillo del que alguna vez en mi vida soñé contemplar. Hay luces por doquier. Hay personas por doquier usando ropas brillantes y hermosas. Dos de ellos llaman mi atención. Una niña de cabello oscuro en un vestido verde que brilla y un niño de cabello blanco dentro de una pantalón y un suéter, ambos negros. Son mucho más jóvenes que yo, pero lucen más listos que 412. Los dos tienen extraños sombreros rojos con una bola blanca al final. Se acercan a mí. Me encojo, sin comprender cómo es la vida fuera del Gori, cuando ella lo coloca en mi cabeza y lo gira para que la bola quede enfrente.

─Feliz navidad ─dice con voz pequeña.

─Feliz navidad ─repite el otro, viéndome fijamente con el ceño fruncido─. ¿Cómo te llamas?

─956.

─¿956? ─pregunta la niña─. Mami dice que serás nuestro nuevo hermano. 956 Cavalli no suena bien.

El niño de cabello blanco sonríe.

─A mí me gusta, pero puede mejorar.

─¿Mejorar? ─Asiente─. ¿Cómo?

─¿Qué tal 666...?

Niego.

─666 ya está ocupado por alguien más.

La mirada oscura del niño brilla con interés y separa los labios para preguntar, pero alguien lo detiene.

Me giro para ver a la mujer del Gori, Arlette, junto a un hombre de cabello blanco que me contempla con el ceño fruncido. Su ropa es similar a la mía. Cuando se detiene frente a mí, ella se posiciona junto a él. Lleva un vestido rojo que se desliza por el suelo con cada paso que da, contrastando con el blanco pulido de este.

─Dijiste que querías otro hijo. Aquí está. El niño más listo del Gori. ─Me sonríe─. Hola, príncipe.

─Hola ─susurro.

El hombre gira el rostro hacia ella con... ¿enojo?, pero luego ese enojo desaparece al verme.

Su mirada negra, del mismo negro que ves al cerrar los ojos, me recorre.

─Dime una razón por la que debería permitirte entrar en nuestra familia, chico, y estarás dentro. Ignoraré lo precipitado que es todo esto para nosotros y sonreiré como un maldito esposo florero para la fotografía navideña que están a punto de tomarnos a todos en contra de nuestra voluntad, cortesía de la misma persona que te trajo aquí sin consultármelo. ─Me encojo y su ceño se frunce─. No te sientas mal. Solo quiero asegurarme de que mis hijos vayan a llevarse bien contigo y de que nosotros vayamos a congeniar. Es por el bien de todos.

¿Una razón por la que debería entrar a su familia? No quiero pertenecer a su familia, quiero una familia.

Observo a su esposa.

Se suponía que esta era la oportunidad de 412, pero ella me escogió por una razón.

O por tres.

Mis manos se aprietan en puños y mi voz se vuelve más fuerte.

Hoy salí del Gori.

Hoy había un collar eléctrico alrededor de mi cuello.

Responder a esto no puede ser tan complicado.

─Porque creo en la sangre ─respondo, viéndolo fijamente─. En la lealtad y en el poder.

Los ojos oscuros del hombre brillan.

Gira el rostro para ver a su esposa, quién me observa con... ¿orgullo?, antes de regresar su atención a mí.

─Bienvenido a la familia ─dice, levantándose y ofreciéndome su mano. No sé qué hacer─. Apriétala, hijo.

Lo hago, de nuevo esa extraña sensación en mi pecho trayendo humedad a mis ojos.

─Bien ─dice su esposa golpeando una copa con un cuchillo. Luego de que tiene la atención de todos puesta en ella, la alza─. Hoy no solo estamos aquí para celebrar la navidad y el nacimiento de Jesús, sino también el de mi tercer hijo. ─Me mira y extiende su mano hacia mí, llamándome. La tomo y me doy cuenta de que todos están mirándonos. A pesar de eso se agacha para quedar a mi altura. Su esposo, mi padre, se detiene junto a ella. Aunque está enojado porque me trajo sin consultar, es como si sus palabras cobraran aún más fuerza con él junto a ella. También la observa con calidez, no solo con ira─. Nunca más volverás a ser un número. Ahora eres un Ambrosetti y un Cavalli, Santino Ambrosetti. ─Sin entender por qué, una emoción explosiva hace cosquillas en el interior de mi cuerpo. Tengo un nombre. Santino Ambrosetti es mi nombre─. Bienvenido a nuestra familia. Supe que eras uno de nosotros a penas me mentiste a favor de ese otro niño, no de ti. Serás un gran hermano.

Me abraza frente a todos.

Le devuelvo el abrazo.

Cuando termina de sumergirme en su calidez y de envolver un objeto dorado alrededor de mi mano con una pequeña placa, el cual mis hermanos también poseen, miro a su esposo.

Este me sonríe de forma discreta.

─Mi padre era adoptado. La sangre no significa nada cuando entiendes lo que verdaderamente es pertenecer a un lugar. ─Inclina la cabeza hacia sus hijos─. Ve a jugar con Chiara y Valentino. Hay una sorpresa para ti en el balcón que me tomó un par de horas preparar. Quizás no soy bueno demostrándolo, pero realmente me hace feliz saber que habrá alguien mayor cuidando de ellos.

Asiento.

─Siempre, señor.

El hombre suspira, arrodillándose también.

Ahora es su esposa quién lo observa con calidez.

─Papá ─dice con su mano apoyada en mi hombro─. Puedes llamarme papá.

Tras ver a mi madre, quién asiente, lo abrazo.

Me sorprende devolviéndome el abrazo.

─No te acostumbres... hijo ─susurra en mi oído antes de apartarme, su expresión incómoda y seria─. Solo abrazo así a tu madre y a tu hermana, pero no es personal. No quiero que ni Valentino ni tú terminen siendo el hazmerreír del Outfit.

Valentino tira de mi camisa.

─Vamos a ver los fuegos artificiales con el tío Flavio.

─¡Sí! ─anima Chiara, a lo que este la mira con el ceño fruncido.

─No te estoy invitando, Chiara. Solo hombres.

─¡Es navidad, Val, no puedes ser malo hoy! ─grita ella tomándonos a ambos de las manos─. ¡Rápido!

Varios estruendos empiezan a sonar.

Nuestros padres y otros adultos también nos siguen, al igual que otros niños.

Nos dirigimos a un balcón.

Retrocedo al ver una frase escrita en el cielo con luces, el cual ya no es de un solo color.

Bienvenido a casa.

─¿Santino? ─pregunta Chiara, preocupada─. ¿Estás triste? ¿No te gustó la sorpresa?

Niego, ocultando el rostro en la pierna de mi madre, quién acaricia mi espalda mientras habla con otro adulto. El mundo es tan brillante y hermoso que duele, pero me gusta ese dolor.


¡Feliz navidad! 

Muchas me han preguntado por Santino y les debía un extra de navidad, así que tadá! 

Espero que les haya gustado, a mí me sacó algunas lágrimas.

Las amo.

Feliz 24 de diciembre.

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